Te regalo toda una vida de amor Capítulo 76

—Gina, Santiago Genova es un hombre poderoso que dio sus comienzos desde el polvo; sus métodos, su crueldad, su frialdad, ¡son cosas que nunca había visto en mi vida! Te recomiendo que te mantengas alejada de él y así evites vivir en perpetuo sufrimiento. —Me dijo que Santiago era capaz de hacerme sufrir eternamente, pero apreté los labios y le pregunté:

—¿Qué tanto sabes de él? —El Santiago que conocí era alguien frío, no cabía duda de eso, pero no era tan escalofriante como Manolo lo refirió, aunque yo todavía no sabía mucho sobre aquel hombre.

—Para serte honesto, desconozco bastante sobre la familia Genova. Escuché muchísimas cosas sobre ellos por parte de mi papá, quien los mencionaba como una familia cruel. Santiago solía tener varios hermanos, pero él es el único que queda con vida; según lo que escuché, el resto de ellos perdieron y fueron eliminados de la competencia, pero no comprendo realmente qué fue lo que pasó.

Con sorpresa, le pregunté:

—¿Es una conspiración familiar? —Pero eso fue algo que Manolo negó.

—No, no hay ninguna teoría conspirativa detrás de la familia Genova. No conozco bien la situación, pero lo que jamás debes de hacer es ofender a Santiago Genova; de lo contrario, ¡lo único que te esperará será tu propia agonía! Gina, él hará lo que sea necesario para obtener lo que desee y me temo que… Bueno, mi ex me dijo que él te salvó la vida la noche anterior.

—Sí, lo hizo. —No lo negué y Manolo suspiró.

—Él nunca es tan bondadoso. Santiago es u hombre despiadado en Eldamia y si él te salvó la vida, demuestra que él tiene algo por ti. Me temo que ya no podrás escaparte de su control. —Parecía como si hablara de una persona completamente diferente porque el Santiago que conocí no era nada a como lo describía, pues tuve la total libertad de irme y de regresar al chalé Genova; además de eso, nunca platicaba conmigo cuando estaba en su casa.

No le conté a Manolo sobre la relación que tenía actualmente con Santiago porque se hubiera preocupado de haberse enterado de que él me había tratado como si fuera de su familia, por lo que decidí mantener ese asunto en secreto. Tras haber prometido que no volvería a juntarme con Santiago, Manolo colgó el teléfono con mayor tranquilidad; después de eso, volé de vuelta a Bristonia y casi anochecía para cuando regresé. Le mandé un mensaje de texto a Gabriel y cuando llegué a la privada, me di cuenta de que él ya me esperaba en la entrada para entregarme la llave y explicarme:

—Este es el departamento del Corporativo Esquivel y renovamos su interior hace dos días. —La tomé y le agradecí, a lo que Gabriel sacudió su cabeza—. Presidenta Esquivel, el presidente Ferreiro ha intentado ponerse en contacto con usted en los últimos días. Otra cosa, he hallado información sobre los paraderos de Camila; ella vendrá a Bristonia en un par de días. —Sentí una sensación amarga en mi corazón al escuchar esas noticias. ¿Al final eligió regresar a Bristonia después de todo? ¿Culpaba a los Esquivel? Tomé una bocanada grande de aire mientras que escuchaba cómo continuaba—: Presidenta Esquivel, Camila nunca puso un dedo sobre fondos que circulaban en el extranjero al paso de los años.

—Ella sí culpa a los Esquivel. —Me dirigí al departamento en un estado de trance y me quedé pensando por un breve momento después de que abrí la puerta y tomé asiento en el sofá; poco después, le llamé a Leonardo. Le iba a contar sobre lo de Camila, pero él tomó la delantera y anunció:

—Camila me contactó y me dijo que volvería a Bristonia. —Me mantuve en silencio al escuchar eso y recordé cómo él me había intentado contactar hace un par de días, pero rechacé todas sus llamadas y él había apagado su celular cuando intenté llamarlo de vuelta. No estaba muy segura de qué decir, así que le pregunté con desamparo:

—Leonardo, ¿crees que ella me odie?

—Camila tiene una razón válida para hacerlo, Regina. —A lo que yo argumenté:

—Aun así, fueron mis padres quienes la hicieron vivir un completo infierno; esa no fui yo… No estoy tratando de discutir, lo que pasa es que me he sentido culpable.

—Regina, hay algo que yo tampoco te he contado. —El tono de Leonardo cambió a uno más serio de repente. Apreté mi celular y le pregunté qué era, así que él me susurró en voz baja—: Además de Camila, tú también eras compatible con tu mamá.

Regina, tú también eras compatible con tu mamá; esas palabras me acechaban como parte de una pesadilla y balbuceé con ojos llorosos:

—Lo siento. —No tenía la más mínima idea de lo que había ocurrido en aquel entonces, pero, incluso de haber sabido, no había manera de que yo lo hubiera podido impedir. Además, mi madre era quien se encontraba postrada en cama. De no haber sido por Camila… Al final del día, yo también fui egoísta; pero, a pesar de mi egoísmo, supe cuál era la acción correcta por hacer. Esta era la culpa de la familia Esquivel y le debíamos la vida a esa pequeñita. Leonardo suspiró y dijo con un tono deprimente:

—Gina, yo detesto a la familia Esquivel, pero no tolero verte sufrir. —Sus palabras llevaban consigo un mensaje escondido y le pregunté nerviosa:

—¿A qué te refieres?

—Me temo que Camila tiene un motivo secreto sobre esto. —A lo que le pregunté despacio:

—¿Trata de vengarse de mí? —Camila debió haber sido quien le contó a María sobre mi identidad debido a que María la conocía e intentó encontrar mis registros de nacimiento del hospital.

—Regina, Camila me dijo por teléfono que actualmente estaba mala de la salud. Ya no le es suficiente con solo un riñón para mantenerla viva y tú eres la única con quien es compatible. Ella regresó para buscarte. —Resultó que Camila quería mi riñón y le pregunté a Leonardo cuando escuché eso:

—¿Crees que le daré eso? —Él se mantuvo en silencio por un rato, luego respiró hondo para decir:

—Yo te conozco bien. Eres una persona amable, pero no tolerarás tontería alguna. Te sientes culpable por Camila, pero eso no es suficiente como para donarle tu riñón; eso no lo harás. —A lo que reí.

—Qué poco corazón tengo, ¿no? —Yo era incapaz de donarle mi riñón a Camila en la condición física en la que me encontraba, pues no podría salvar mi propia vida si lo hiciera.

—Todas estas cosas son culpa de tus padres, Regina. —Leonardo era una persona con la que podías razonar y ante eso, le pregunté con sorpresa:

—¿Acaso no me culpas?

—Esto no me involucra en lo más mínimo, así que no te enfoques en mí. Le deberías preguntar a Camila porque existe la posibilidad de que no te perdone —dijo Leonardo con un tono serio, a lo que le pregunté con curiosidad:

—¿Te dijo alguna otra cosa?

—Como doctora, ella tiene un arma en tu contra —explicó Leonardo—. Esas fueron sus palabras exactas.

No me pude tranquilizar por un largo rato después de que colgué el teléfono, no podía comprender cuál era esa arma a la que se refería, pero, si me basaba en lo que dijo, sonaba peligrosa. Sacudí mi cabeza y dejé de pensar en mi futuro, pues, sin importar lo que Camila hiciera, haría mi mejor esfuerzo por encargarme de todo sin lastimarla.

Me puse de pie y me dirigí hacia el baño para darme una ducha; una vez que acabé, me fui al sofá a ver mi teléfono, el cual era el mismo modelo que tenía Santiago y si se pensaba bien, era como un celular de pareja. Joel me dijo que ese fue desarrollado por Soluciones Genova, por lo que solo había dos en todo el mundo y sus dueños éramos Santiago y yo. Mi WhatsApp estaba lleno de mensajes sin leer, pero no los leí, incluso después de reconsiderarlo; preferí encargar comida. Una vez que acabé con mi orden, bajé a la privada para relajarme y me dirigí hacia un lugar apartado, en donde saqué mi celular y entré a WhatsApp; tenía mensajes de Maya, Olivia y Nicolás, pero primero me fui a la conversación de Maya. Ella me escribió:

«Tomé toda mi valentía ayer para besar a Raúl».

Al final decidió que utilizaría a Raúl para vengar a Alán; quería usar el amor de Raúl para lograrlo y le contesté:

«¿Y cómo reaccionó?».

«Sus labios estaban congelados, Gina».

No supe cómo responderle a eso. Maya siempre contestaba sus mensajes con rapidez, como si pusiera atención frecuente a su teléfono; sin embargo, lo que ella escribía era difícil de contestar. Le respondí:

«¿Te encantó?».

Maya me envió un símbolo de elipse, pues tal vez se debía a que tenía cierto conflicto con sus emociones y a lo mejor era un asunto complicado debido a que no estaba tratando de seducir a un hombre cualquiera, ese era Raúl Meza; era difícil no caer enamorada por un hombre como ese y me preguntaba si sería capaz de aguantar las tentaciones. No le contesté a Maya y preferí seleccionar el mensaje de Olivia.

«¿Dónde estás, Regina? Ya regresé a Bristonia».

A lo que le respondí:

«En casa».

Por último, seleccioné la conversación de Nicolás, quien me preguntó:

«¿En dónde estás?».

Era un mensaje de hace dos días y como vio que no respondí, me envió otro:

«Gina, por favor, comprende que tengo mis razones. Solo dame unos cuantos días más y te explicaré todo».

Nadie hubiera estado dispuesto a escuchar a sus explicaciones. Yo jamás volvería a perdonar a Nicolás en mi vida, hizo que se desvaneciera todo mi amor por él y no me interesaba saber cuál era la razón detrás. No le mandé un mensaje hasta después de un largo rato de considerarlo de un modo muy emocional:

«No llores si un día no me llegas a ver. Tampoco intentes encontrarme. No es que yo no te ame o viceversa, se trataba de los errores que cometimos en nuestras vidas. Nicolás Ferreiro, aquí nos despedimos para siempre».

Nicolás me respondió rápidamente:

«¿Dónde estás?».

No le contesté a lo que mandó, pero me envió otro mensaje que decía:

«Gina, te pido que me des otra semana para probarlo».

No le respondí, ni él volvió a escribirme y fue así como marcó el comienzo de nuestro final. Me dirigí a casa después de que guardé mi celular y de repente me apeteció una cerveza acompañada de un cigarrillo, pero mi cuerpo no me lo hubiera permitido; yo no tenía derecho alguno de complacerme.

De un modo inesperado, recordé aquella noche que Manolo me llevó al bar y quería vivir esa sensación una vez más. La tentación me ganó, así que tomé las llaves del auto y conduje hacia el bar más lleno en toda Bristonia, en donde me busqué un lugar callado para mí; ahí, pedí la mejor botella de vino tinto que tuvieran y aunque no podía beber, sí podía oler su aroma. No pasó mucho tiempo después de que me senté que vi a Olivia entrar al bar con unos cuantos chicos; me imaginé que se trataba de conocidos suyos cuando la miré hablar con ellos felizmente, pero estaba preocupada por ella debido a que no había pasado mucho desde que fue lastimada. Ella bebió unas cuantas copas de vino y bailó con sumo entusiasmo sobre el escenario en el centro del bar; rayos, vaya que era una chica llena de espíritu. Fue cuando Olivia parecía estar borracha que vi que los chicos empezaban a aprovecharse de ella, a lo que fruncí y le envié un mensaje a Cristóbal. Una vez enviado, fui a tomar a Olivia del brazo y sonreí.

—¿También viniste a divertirte, Olivia? —Esos chicos se comportaron mucho mejor cuando me vieron, pero, por otra parte, ella estaba sorprendida de verme y se refirió a mí como su cuñada de un modo obediente; ellos perdieron casi todo su interés cuando supieron que éramos familia y me llevé a Olivia a tirones hacia afuera del bar, en donde le pregunté—: ¿Conoces a esos chicos? ¡Se estaban aprovechando de ti!

Ella sacudió su cabeza para negarlo.

—No los conozco. —Ella no podía responder con claridad debido a que estaba un tanto borracha, a lo que suspiré y la tomé del brazo para luego guiarla hacia mi auto para sentarla.

—Cristóbal vendrá más tarde para recogerte y llevarte al chalé Ferreiro.

Olivia repitió como si estuviera en un trance:

—¿Cris?