Te regalo toda una vida de amor Capítulo 75

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 75
―Ahora no; tengo algo que hacer en Eldamia.

Rechacé la invitación de Manolo. No obstante, se dio cuenta de mi actitud extraña y preguntó:

―¿Hice que te sintieras incomodad la última vez?

Bajé la cabeza y lo negué.

―No.

―No me malinterpretes, pero no estoy enamorado de ti.

Manolo dijo eso de la nada, y me sorprendió que fuera tan directo. Suspiró y dijo:

―Eres mi mejor amiga, y se dónde llegan nuestros límites. Por favor no dudes de mis intenciones.

¿Realmente lo malinterpreté?

―No soy narcisista ―contesté.

―De acuerdo. No dudes en llamarme si me necesitas.

―Está bien, lo haré ―respondí.

Después de colgar, planeaba regresar al hotel. Sin embargo, me dio un golpe de adrenalina cuando miré a la ex novia de Manolo en la entrada. Caminé hacia ella y pregunté:

―¿Cómo sabías que me estaba hospedando aquí?

Nunca pensé que la ex novia de Manolo me encontraría aquí. Con dos hombres a su lado, era evidente que estaba en una desventaja. Sonrió con suficiencia en respuesta.

―Adivina.

―¿Qué es lo que quieres? ―dije con impotencia.

No tenía nada que ver con ella; todo era un gran malentendido. Además, ella había terminado con Manolo, así que nuestra relación no era de su incumbencia. Sin embargo, no entendía razones.

―Lárgate de Eldamia.

Al escuchar eso, me reí sarcásticamente.

―No eres nadie para decirme dónde puedo estar. ¿Crees que eres una noble reina que puede hacer lo que le plazca e ignorar a todos?

En ese momento, la exnovia ya no quería hablar conmigo. Frunció el ceño y ordenó:

―¡Chicos, tomen su teléfono e identificación!

Al escucharla, los hombres me tomaron por lo brazos, así que no pude moverme. Luego, la amenacé:

―¡Tomen todo! Si haces eso. No tendré nada. ¡Después, puedo buscar a Manolo para que me ayude! No querrías…

Me dio una bofetada para que dejara de hablar. Debido a eso, la miré con sorpresa. Nunca pensé que Manolo saldría con ese tipo de mujer, poco razonable y prepotente. después de encontrar mi identificación y teléfono, los dos hombres me dejaron ir. No me podía tranquilizar y le regresé la bofetada. Cubrió su rostro con asombro.

―¡¿Cómo te atreves!?

La miré y dije:

―Sí, lo hice. ¡Lo tendrías que haber visto venir!

Si continúa molestando a otros, tendría que saber lo que pasaría. ¿En serio es tan ingenua? Todas las mujeres con las que ha salido Manolo no son ordinarias, la mayoría era hijas de familias adineradas. No obstante, una chica rica como ella era lo más bajo. Era prepotente y poco razonable. Luego estaba Alicia Mora, quien hacia cosas malas a las espaldas de todos. Una persona genuina y elegante jamás haría eso. Serían amigos de todos en la superficie y no ofenderían a las personas con facilidad.  Alicia en realidad no una persona con clase, ya que se volvía loca con rapidez. Nunca antes he conocido a una persona elegante y genuina.

En ese momento, la exnovia de Mano dijo furiosa:

―¡Golpéenla!

Luego, los dos hombres me lazaron golpes y patadas. Me caí al suelo y me hice ovillo. La medicina se me cayó. Cubrí mi cabeza con ambas manos para protegerme. Antes de que pudieran lastimarme, los dos hombres y la exnovia de Manolo fueron arrojados al suelo. Ella se quedó tirada adolorida, miró al grupo de hombres en traje y preguntó:

―¿Quiénes son ustedes?

En ese momento, un Bentley negro sedan se detuvo frente a nosotros, y un hombre salió del asiento del pasajero. Caminó de manera respetuosa hacia atrás del auto y abrió la puerta. Parecía que el verdadero jefe se encontraba en la parte trasera. Después de abrirla, vi que sobresalía una pierna larga, con pantalones de traje negro, y luego se reveló la mitad de su rostro. Sus facciones eran afiladas. Todos sintieron un escalofrió cuando nos miró, y nadie se atrevió a hacer un solo sonido, como si tuvieran miedo de molestar a alguien.

El grupo de hombres en traje se apartaron cuando caminó hacia mí. Parecía que le tenían miedo al hombre que tenía enfrente. Caminó con paso firme. Miré su rostro y mordí mi labio.

―¿Qué haces aquí?

Sus ojos eran negros como la tinta y con una mirada sanguinaria. Parecía que no era bueno con las palabras, puesto que frunció los labios y no dijo nada. Él era atractivo y hermoso, como una deidad que apareció frente a mí. Se miraba muy diferente al hombre con sangre y suciedad de anoche. No podía creer que lo había salvado. Creo que atraía a personas poderosas. Se arrodilló y me levantó. Por instinto envolví mis brazos alrededor de su cuello. Podía sentir como su cuerpo se congeló cuando mi mano tocó su cuello, pero rápidamente recobró su compostura. Cuando estaba a punto de marcharse conmigo, dije con rapidez en un susurró:

―Tienen mis cosas.

Miré hacia atrás y descubrí que mi teléfono e identificación estaban rotos. Esa mujer realmente era cruel. Suspiré al verlos.

―Olvídalo.

Se alejó del hotel y me metió en su auto. Mi cuerpo estaba adolorido. Cuando entró, le pedí prestado su teléfono. El auto estaba muy estrechó y no dijo nada. Incluso cuando se lo pedí, me lo entregó si decir una sola palabra. Lo tomé y llamé a Manolo. Mi memoria era buena, y me había aprendido muchos de los números de mis contactos. Poco después, Manolo aceptó la llamada y preguntó:

―¿Quién habla?

―Soy yo.

Manolo reconoció mi voz al instante. Gritó a través del teléfono, su tono con evidente sorpresa.

―¡¿Cariño, donde está tu teléfono?!

El auto estaba en silencio. Todos escucharon el apodo de cariño que Manolo tenía para mí, incluyendo el chofer y el hombre a mi lado.

―Manolo, tu ex me golpeó.

Mi voz era tranquila como si no le tuviera rencor a esa mujer. He conocido a muchas niñas ricas como ella. He lidiado como muchas mujeres cercanas a Nicolás durante mi matrimonio. Es por eso que muchas habían conspirado contra mí y me acosaban. Sin embrago, yo no guardaba rencores. Solo estaban locamente enamoradas; no era por mí; era por la mujer que estaba a lado del hombre. Dicho esto, no era un objetivo fácil. Aunque no guarda rencor, nunca me rendiría sin vengarme antes.

Manolo hizo una pausa y dijo después de un momento:

―Lo siento.

Incliné mi cabeza ligeramente y miré por la ventana. El paisaje pasaba mientras yo decía con ligereza.

―No hay problema. No te culpo. Pero, tienes que tomar la responsabilidad de deshacerte de esa mujer. No quiero volverá a ver en Eldamia nunca más.

―Está bien, lo haré.

Colgué y le regresé el teléfono al hombre que estaba a lado. Lo tomó y preguntó:

―¿Es Manolo de los Campos?

Era muy raro de su parte que tomara la iniciativa de hacer preguntas, así que dije que sí. después de reflexionar, dije agradecida:

―Gracias por lo de hoy. Me regresaste el favor por haberte salvado anoche, ya no nos debemos nada.

Hizo caso omiso a mis palabras. En lugar de eso, dijo con indiferencia:

―Manolo es un hombre famoso en Eldamia.

―¿Qué hay sobre eso? ―pregunté con sorpresa.

―¿Cuál es tu relación con él?

El hombre me preguntó directamente, como si hubiera malinterpretado algo. No pensé que fuera necesario responder, pero no quería que otros malinterpretaran mi relación con Manolo también. Pensé en ello y lo expliqué pacientemente.

―Nada del otro mundo, como mucho somos amigos. Pero, esa loca mujer cree que soy la novia de Manolo y me causa muchos problemas.

―Se dirigió a ti de una manera cariñosa.

Suspiré como respuesta.

―Hace eso con todas.

Mi identificación estaba rota, y mi teléfono destruido. No tenía a donde ir, así que seguí al hombre de vuelta a Chalé de los Genova, y me di cuenta de que aún no sabía su nombre. No se lo pregunté, y tampoco lo mencionó. Regresé a la habitación, y la camisa blanca aún seguía en la cama. Fui al baño a pensar del dolor. Me quité la ropa con dificultad y limpié mi cuerpo con un paño caliente. Después de eso, alguien tocó la puerta. Me puse la camisa blanca que estaba en la cama y abrí, y miré que afuera estaba el hombre que le había abierto la puerta a su jefe. Sonreí y pregunté:

―¿Qué sucede?

Me entregó una bolsa y explicó:

―Señorita Esquivel, dentro de la bolsa esta su medicina y una tarjeta SIM. El señor Genova me pidió que le consiguiera un teléfono nuevo, y estaría listo dentro de media hora.

Tomé la bolsa y pregunté:

―¿Cómo debo referirme a usted?

―Soy el asistente del presidente Genova, Joel Benavides ―dijo.

―De acuerdo. Gracias, señor Benavides.

Joel negó con la cabeza y dijo respetuosamente.

―Señorita Esquivel, a quien debería agradecerle es al señor Genova. Es la primera mujer que ha estado dispuesto a salvar. Debe ser alguien especial para el señor.

―¿Genova? ¿Él es Santiago Genova?

En Eldamia, una poderosa empresa contemplaba a la ciudad, Soluciones Genova. Y el líder era nada más y nada menos que Santiago Genova. Era un hombre implacable e impredecible. Su familia era muy importante; sin embargo, nadie sabía sobre eso. Su compañía podía competir con el recién llegado, Raúl Meza. Sin embargo, el corporativo Esquivel y el corporativo Ferreiro tampoco eran débiles. Siempre había escuchado de Santiago Genova, pero nunca lo había conocido.

Como decía Manolo, Genova era el verdadero jefe de Eldamia. De hecho, lo había adivinado cuando dijo que era el chalé de los Genova. Es por eso que no había necesidad de preguntárselo. Creí que no nos veríamos de nuevo. Sin embargo, no esperé que me rescatara y que regresaría al chalé en la tarde. Esto era un destino que no se podía evitar.

―Sí, su nombre es Santiago Genova.

Después de que Joel se marchó, le pedí a la empleada que se encontraba afuera de mi habitación, una taza de agua caliente para tomar mi medicina. Sentí como mi cuerpo se relajó después de tomarla. En ese momento, la empleada me llevó comida, y pregunté:

―¿Dónde está el señor Genova?

―Se encuentra en su estudio.

Asentí, tomé la comida y regresé a la habitación. No pudo comer más después de un par de bocados. Estaba aburrida, ya que no tenía un teléfono con que entretenerme. Fui al patio trasero, con la camisa blanca puesta. Hacía un poco de frío afuera, pero podía soportarlo. La empleada fue perspicaz al llevarme un abrigo negro. Cuando me lo puse, era tan largo que me llegaba a los talones, haciéndome ver pequeña. Era ridículo, ya que medía 1.70 metros. Aunque era alta, las proporciones de mi cuerpo era perfectas, un par de largas, finas piernas, una apariencia elegante, al igual que un largo, grueso y suave cabello. No era fea como lo había dicho Santiago.

Cuando la empleada miró que lo llevaba puesto, sonrió y explicó:

―Es la ropa del señor Genova. No tenemos otra cosa para ti, y la mía no es digna de una elegante señorita como tú. Por favor sopórtelo por el momento.

Los empleados de Santiago eran amables, y le agradecí a la mujer. Ella negó con la cabeza y dijo:

―Solo llámeme si necesita algo. Ahora iré a la cocina para preparar la cena.

Después de que se fue, caminé alrededor del jardín sola. Era primavera en marzo, era la estación donde brotaban las flores. El chalé de los Genova no era tan frío como la personalidad de Santiago. El jardín tenía dulces de invierno, jazmín de invierno, cerezos, y muchos más. Aunque dulces de invierno estaba fuera de temporada, el cerezo estaba floreciendo. Me estiré para tomar una rama de cerezo, y se rompió rápidamente con un chasquido. Lo miré y sonreí. Luego la coloqué cerca de la punta de mi nariz y olí las flores. El aroma era ligero, con un toque de una fragancia dulce.

De pronto recordé cuando Cristóbal vino a buscar a Gretaña ese día, estaba de pie bajo un árbol de cerezo también. Vino a verme, con una expresión de confianza en rostro, solo porque le dije que lo extrañaba. Al pensar en esto, arrojé la rama con rapidez y en su lugar tomé una de jazmín de invierno. Lo puse en mi oreja con alegría y levanté la cabeza, luego, de la nada me encontré con una mirada fría. Sonreí y dije:

―Santiago.

Él frunció el ceño.

―Santi.

Lo miré boquiabierta.

―¿Qué?

Santiago estaba de pie en el balcón de mi habitación. Creo que no pudo encontrarme ahí, pero me vio abajo. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba parado. Estaba de pie con sus manos detrás de la espalda y llevaba un delicado traje negro, con una corbata negra alrededor de su cuello. Era atractivo; ni siquiera las estrellas masculinas del mundo del espectáculo podían compararse. Santiago daba un aspecto de solitario. Basándome en lo que había visto antes, sus dedos eran finos, pálidos y poderosos. Aunque había un par de cicatrices en su cuerpo, no tenía muchos defectos en su piel expuesta.

―Llámame Santi.

De pronto me pidió que lo llamara con un apodo de manera afectuosa, Santi. Pero ¡ni siquiera somos amigos! Después de eso, explicó con un tono frío:

―Mayra Esquivel, salvaste mi vida. Juró que te protegeré para siempre.

Me quedé boquiabierta, dije:

―¿Qué?

Como si Santiago hubiera pensado que era tonta y no podía entender sus palabras, lo repitió:

―Llámame Santi. Eres mi familia a partir de ahora.

Después de una pausa, dijo:

―Haré lo mejor que pueda para proteger a mi familia. Ahora mismo…

Santiago se detuvo, y no terminó de hablar. Ahora mismo, yo era su única familia.

―Gracias. No tienes que ser tan formal conmigo.

Aunque Santiago y yo no éramos lo suficientemente cercanos como para ser familia, los Genova era un fuerte aliado. Era sabio tenerlos como amigos en lugar de hacerlos enojar.

Al reflexionar en ello, dije:

―Santi.

Él asintió con la cabeza y comentó:

―Aprendes rápido.

No me hizo gracia y me quedé callada. Luego Santiago se dio la vuelta. Poco después, Joel vino hacia mí con un nuevo teléfono, y era el mismo que el de Santiago. Joel sabía en lo que estaba pensado y explicó:

―Señorita Esquivel, este teléfono fue desarrollado por Soluciones Genova. Antes de hoy, solo el señor Genova utilizaba uno. Ahora, le otorgamos el mismo derecho.

Santiago realmente me estaba tratando como su familia. Sin embargo, éramos casi extraños. No lo conocía en absoluto, y mucho menos había hablado con él.

Después de instalar la tarjeta SIM en el nuevo teléfono, Joel dijo:

―Guardaré en sus contactos el número del señor Genova. Si tiene problemas en el futuro, puede llamarlo personalmente. Ahora, la llevaré a conocer a alguien.

―¿Quién? ―pregunté con curiosidad.

―Un regalo del señor Genova.

Joel me llevo a conocer a un hombre. Su nombre era Lucas Yanez, y me pidió que lo llamara Luc. Cuando me miró, preguntó con sorpresa:

―¿Dices que Santi la recomendó a ella? Por lo que veo, ¡es solo una chica al azar!

Joel sonrió y dijo:

―El señor Genova me pidió que llevara a la señorita Esquivel a conocerlo. Dijo que deberían cuidarse mutuamente como una familia a partir de hoy.

Joel estrechó su mano y dijo:

―Hola, Mayra Esquivel.

Mi verdadero nombre era Regina Esquivel, y le dije ese nombre falso a Santiago anoche. En ese momento, creí que debería continuar con ese nombre. Estreché mi mano y lo llamé Luc. Él se rio y dijo:

―Realmente aprendes rápido. Gusto en conocerte.

De nuevo, no me causaba gracia. Santiago me dio una familia a la fuerza. Después de presentarme a Lucas, Joel me llevo de regreso al chalé. En el auto, dijo:

―Señorita Esquivel, si necesita algo, puede contactarnos. Haremos todo lo posible para ayudarla.

Parecía que había ganado una enorme oportunidad.

―Por supuesto. Gracias.

Después de regresar al chalé, decidí regresar a Bristonia después de pasar una noche aquí. Tenía que volver sin importar qué, incluso si tenía que enfrentar una desafortunada verdad. Me recosté en la cama y me obligué a cerrar los ojos para dormir. Pronto, lo hice, y cuando me desperté al día siguiente, ya eran las doce. Nadie se molestó en despertarme.

Me levanté, abrí el armario, y encontré varias prendas de mujer. El diseño era simple, pero de una exquisita calidad. Me puse un largo vestido café claro. Luego, ya que el clima era frío, me puse un par de medias de seda y una delgada gabardina. No miré a Santiago cuando salí de la habitación. Así que le pregunté a la empleada en donde estaba. Ella me contestó:

―El señor Genova está en su estudio.

Ella me llevo hacia allá. Tocó la puerta, y sonó una voz fría de adentro.

―Entré.

Su voz era magnética y demasiado profunda. Sin embargo, era agradable. Abrí la puerta, entré y miré a Santiago sosteniendo una pluma mientras miraba revisaba unos documentos. Me vio y preguntó con tranquilidad:

―¿Necesitas algo?

―Me voy ―expliqué.

―De acuerdo, ten cuidado en el camino.

No dije a donde iba. Tampoco me lo preguntó. Al igual que ayer, nunca intento retenerme. Ni siquiera estaba tratando de indagar sobre mi identidad. Aun así, me reconocía como su familia, me dejo llamarlo Santi. Además, prometió que me protegería para siempre. Después de pensarlo un poco, dije:

―Hasta luego, Santi.

No sabía si nos veríamos de nuevo otra vez, pero me brindó una calidez ayer. La recordaré por siempre. Él asintió ligeramente. Me giré y hábilmente llamé a un taxi hacia el centro 4S, para ir por mi Rolls-Royce. Sin embargo, el auto aún seguía en reparación. Le dejé el número de Manolo al personal, para que lo contactaran y lo dejaran llevarse el auto cuando estuviera listo.

Cuando salí del centro 4S, recordé que me habían acuchillado el hombro hace dos días, y también mordí fuerte a Santiago. Fui al hospital para cambiarme el vendaje, después fui al aeropuerto. Recibí una llamada de Manolo, y dijo con un tono de disculpa:

―Ya me encargué de mi ex.

Hice un sonido con mi garganta en respuesta y dije:

―Gracias.

―No hay problema. Fue mi culpa.

Después de decir eso, me preguntó vacilante:

―¿Conoces a Santiago Genova?

―¿Por qué? ―pregunté al instante.

 

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capítulo del informe
Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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