Te regalo toda una vida de amor Capítulo 74

Esas eran las palabras más emotivas que Cristóbal me había dicho. Estaba sorprendida y lo miré, sin saber que decir. Cristóbal giró su cabeza y preguntó:

―No importa que pase, Nicolás nunca te lastimaría. ¿Has pensado que tal vez tiene una razón?

Una razón. Nicolás dijo que tenía una razón para hacer eso. No obstante, también dijo que se casaría con la mujer de inmediato, si regresaba a Bristonia. Así que, no importaba cual era la razón. Negué con la cabeza como respuesta. Cristóbal después murmuró:

―No sé qué paso entre ustedes, no te obligaré a decírmelo.

Después de una pausa, continuó:

―Pero, quiero estar contigo.

Al escuchar esto, me puse de pie avergonzada y miré a Cristóbal con pánico. Finalmente dije:

―Discúlpame, tengo que irme.

Rápidamente me fui del restaurante para buscar mi auto y conducir a la empresa. Después de llegar, le pedí a Gabriel que me buscara un nuevo departamento. No quería regresar al chalé de los Esquivel nunca más. Después de regresar a la oficina, sabía que mi estado mental no era bueno, mientras seguía pensando en lo que Cristóbal me había dicho. Entendía a lo que se refería. De hecho, si fuera valiente me quedaría con él. Sin embargo, no podía hacerlo. No lo elegí antes, así que no debía ir a buscarlo porque sería una traición. No era justo para Cristóbal. También sentía pena por mis sentimientos.

Me quedé en la empresa todo el día, aturdida y estaba muy cansada. Me di cuenta que mi salud mental estaría en peligro si continuaba de esta manera, y me ahogaría tarde o temprano. Al pensar en ello, tuve el impulso de salir de Bristonia por un tiempo. Sin decírselo a nadie, ni siquiera Gabriel, conduje hasta Eldamia en mi nuevo Rolls-Royce. Tuve un pequeño accidente de auto cuando entré a la intersección de la autopista de Eldamia. Un auto ordinario golpeó la parte trasera de mi auto. El dueño del otro auto salió, me miró con una presión de terror en su rostro y exclamó con nerviosismo:

―¡Es un auto muy costoso!

Sabía porque estaba preocupado, así que rápidamente dije:

―No pasa nada. Tengo seguro para cubrir las pérdidas. ¿Puede remolcar mi auto al centro 4S?

Al saber que no tenía que compensarme, accedió con rapidez a llevar el auto al centro 4S. luego, tomé un taxi y llegué a Eldamia. En lugar de buscar a Manolo, preferí quedarme en una posada. Raramente venía a Eldamia y llamaba a Manolo para que me dejara quedarme en el chalé de los Campos. Sin embargo, desde que descubrí que estaba enamorado de mí, ya no estaba dispuesta a acercarme a él, puesto que no quería tratar a nadie como repuesto.

Estaba recostada en la cama de la posada cuando le envié un mensaje a Gabriel.

«No estoy en Bristonia. Estás a cargo de la compañía durante mi ausencia».

Dudé por un momento, y luego añadí:

«Verifica la dirección de Camila. Si necesita ayuda, hazlo, pero en secreto».

La familia Esquivel nunca podría compensarle a Camila lo que hicimos. Después de enviar esos mensajes, puse mi teléfono en silencio y lo dejé en la cama. Cuando Salí, el dueño de la posada me miró y me recordó:

―Es peligroso caminar por la noche en Eldamia. Será mejor que no andes por ahí sola.

Me detuve y pregunté:

―¿Eldamia es peligrosa?

Para mí, era una ciudad prospera, así que debería ser seguro. El dueño sonrió y dijo:

―No realmente, pero podría ser peligroso para una linda señorita como tú.

―Está bien, no iré demasiado lejos ―contesté.

Aunque estaba anocheciendo, creí que aun sería seguro. Estaría bien si salgo y voy de compras a esta hora. Fui a un centro comercial que estaba cerca para comprar artículos de limpieza y un par de cambios de ropa. Después de eso, miré una película cuando vi que la noche aún era joven. Miré una comedia, y era tarde cuando terminó, así que pedí un taxi desde la carretera. Sin embargo, el conductor me hecho del auto, después de que no pudo encontrar la posada.

Me quedé boquiabierta porque no conocía muy bien Eldamia y no podía navegar sin mi teléfono. Caminé a los alrededores por veinte minutos sin encontrar el camino de regreso. Pasé por el subterráneo y lo atravesé. El corredor estaba vacío, con excepción de un vagabundo cantante. Estaba cantando la canción, People like me, personas como yo en español.

―Un hombre como yo debido haber vivido una vida brillante. Pero, ¿por qué sigo teniendo problemas en la sociedad después de veinte años? Un hombre como yo, se despide pronto de la ingenuidad. Entonces, ¿por qué gané tantas heridas y cicatrices después de enamorarme?

Su voz era profunda con un toque de circunstancias de la vida. De pronto me solté a llorar mientras caminaba a través del corredor.

Personas como yo debieron haber vivido una vida brillante. Entonces, ¿Por qué gané tantas heridas y cicatrices después de enamorarme?

Me giré para mirar al hombre. Luego saqué un billete de cien y lo puse frente a él. Me sonrió y dijo:

―Gracias.

Salí de corredor subterráneo, y la tristeza de mi corazón había desaparecido por un momento. Continúe buscando por mucho tiempo, pero no podía encontrar la posada. Estaba muy irritada mientras miraba el cielo nublado. Si no conseguía volver pronto, quedaría empapada por la lluvia. Suspiré y seguí caminado.  Luego de mucho tiempo, finalmente encontré la posada. Cuando estaba a punto de entrar, de pronto alguien me agarró y me tiró hacia un lado mientras mi boca era cubierta con fuerza por una mano fría.

Recordé lo que dueño me había dicho y el miedo en mi corazón creció considerablemente. Luché con fuerza, pero el hombre apretó el agarre de mi brazo y me advirtió con una voz profunda:

―Si no haces lo que te digo, voy a dejarte inconsciente.

Ya no me moví y lo escuché de manera obediente.

―¿Vives aquí? ―preguntó.

Su tono de voz era frío, pero su respiración era débil.

―Sí ―respondí.

―Llévame adentro ―ordenó fríamente.

El dueño de la posada y los otros huéspedes estaban adentro. Así que, era más seguro para mí que lo llevara hacia allá, y rápidamente estuve de acuerdo. Me soltó como si no tuviera miedo de que escapara. Un momento después, colapso sobre mi cuerpo. Giré la cabeza para mirarlo con la ayuda de la luz de la entrada. Su rostro estaba cubierto de sangre, y su cuerpo estaba sucio, como si hubiera pasado por un infierno.  Al inicio, quería dejarlo solo. Pero, no podía soportar verlo herido y pregunté:

―¿Quieres que te lleve al hospital?

―No hay necesidad de eso. Me encontrarán.

No estaba segura a quien se estaba refiriendo. Aun así, no tenía malas intención; lo ayudé a entrar a mi habitación. No había nada en ese lugar y sus heridas eran severas, así que ordené gasas, antiséptico, y otras cosas más desde mi teléfono. El paquete aún estaba en camino. sin embargo, al hombre no le importaban esos artículos y pidió un poco de tela mientras se quitaba la ropa para hacerse un vendaje simple. No parecía preocupado de contraer una infección.

Su rostro estaba cubierto de sangre, así que no podía determinar su apariencia. No obstante, era musculoso y tenía el abdomen marcado, hombros anchos, y una cintura estrecha. Sus proporciones corporales eran perfectas. Aun así, tenía muchas marcas de herida de balas. Estaba sorprendida y me pregunté que le habría pasado, pero era un extraño para mí, así que contuve mi curiosidad y me senté en la cama. En ese momento, hubo un repentino golpe en la puerta. El hombre me miró con ojos fríos y cautelosos, al verlo expliqué:

―Tal vez sean las cosas que ordené.

Me puse de pie para abrirla, y me siguió, se puso detrás de la puerta, como si tuviera miedo de que las personas descubrieran su existencia. La abrí, el dueño me entregó una bolsa de papel y explicó:

―Acaba de llegar. El repartidor dijo que era suyo.

Lo tomé y le agradecí. El dueño asintió con la cabeza y dijo:

―De nada.

Después de marcharse, le entregué la bolsa al hombre herido. Pero, no se molestó en tomarla, simplemente caminó hacia el otro lado y abrió la ventana. Parecería estar observando el terreno.

―¿Cuánto te irás? ―pregunté.

―Ahora mismo ―soltó un gruñido de su garganta.

Fui hacia la ventana y miré un río abajo.

―¿Te iras por el río? ―pregunté con curiosidad.

No contestó y giró su cabeza de manera abrupta para verme.

―Las cicatrices en tu rostro son horribles.

Me quedé callada. Había removido mi maquillaje tan pronto llegué a Eldamia. Sabía que las cicatrices en mi suave rostro eran horribles, pero no esperé que fuera insultada de manera tan directa por un extraño. Además, ¡era un hombre que justo había ayudado! Fruncí mis labios y elegí quedarme callada. De pronto me preguntó:

―¿Cuál es tu nombre?

Su voz era profunda y ronca. No éramos amigos, así que no tenía que decirle mi nombre. Aun así, era incómodo no decir nada después de que me preguntó. Por lo tanto, mentí.

―Mayra Esquivel.

Frunció el ceño y no me hizo más preguntas.

El río que estaba afuera de la ventana se veía tranquilo. No obstante, era una tontería que quisiera irse por ahí. Al mismo tiempo, hubo otro golpe en la puerta. El hombre que estaba de pie a lado de la ventana me recordó con una mirada seria.

―Si no vienes conmigo, te torturaran para sacarte información

Al escuchar eso, lo cuestioné.

―¿Quién?

―Aquellos que quieren asesinarme ―escupió fríamente las palabras.

―¿La persona que está tocando la puerta te está buscando?

―Sí, saben que estoy aquí.

¿Qué tiene que ver esto conmigo? Sin embargo, lo rechacé.

―No me iré contigo.

La puerta se abrió de golpe tan pronto dije eso. La primera persona entró inmediatamente con un cuchillo en la mano. Me quede sorprendida, ya que nunca había presenciado algo parecido. El hombre en la ventana me jaló con fuerza para saltar. Sin embargó, el cuchillo me alcanzó en el hombro en el momento que salté. Gruñí por el dolor y antes de que pudiera reaccionar caí en el frío río.

No podía respirar y tragué un par de bocanadas de agua. Traté de levantar mi cabeza arriba del nivel del agua, pero alguien la metió de vuelta al río. El oxígeno en mis pulmones casi se había agotado. En el último momento de vida, seguí pensando en Nicolás Ferreiro. Si pudiera reiniciar mi vida, nunca lo hubiera conocido. Nunca lo perdonaré. Me relajé y dejé que mi cuerpo se cayera al fondo del río.

En cuestión de segundos, alguien me tomó de la cintura y mis labios fueron sellados. La cosa que los sellaba estaba fría. Pero, recibí una fuerza vital. Succioné de manera desesperada, mientras me sostenía el rígido cuerpo. Poco después, salí a la superficie. Seguía inhalando el fresco aire por encima del agua, sin saber que, en ese momento, estaba entre los brazos del hombre. Recosté mi cabeza en su hombro por el cansancio y murmuré:

―¿Quién eres?

Mientras veía todo borroso, me desmayé. Cuando desperté, estaba recostada en una gran cama, en una habitación con una gama de colores fríos. Levanté la sábana y descubrí que no llevaba nada de ropa, a excepción de una camisa que me quedaba grande. De acuerdo con la medida, parecía que le pertenecía a un hombre. ¡¿Acaso alguien le echó un vistazo a mi cuerpo?! Me levanté y pisé el suelo con mis pies descalzos, mientras abría las ventanas y me quedé de pie en el balcón, solo para descubrir que estaba en un chalé.

Un hombre estaba sentado en el jardín delantero. Era inusualmente atractivo y sereno. Es probable que haya sido el hombre manchado de sangre de anoche. Era muy diferente a los hombres que había conocido, ya que emitía un aura sombría con una expresión de rudeza. Parecía haber notado mi mirada, así que levantó sus fríos ojos y me vio. Nos miramos mutuamente desde distintos pisos.

―¿Dónde estoy? ―pregunté con curiosidad.

―En el chalé de los Genova.

―¿En Eldamia? ―pregunté.

―Sí.

Era taciturno y frío. Después de pensar por un momento, dije:

―¿Quién me cambio de ropa?

Bajó ligeramente su cabeza y respondió:

―Mi empleada.

Al escuchar esto, solté un suspiro de alivio. Me giré y vi un vestido de color claro a lado de la cama. Me quité la camisa blanca y encontré una herida en mi hombre. Al verla, recordé lo que había pasado anoche. Que suerte. Realmente soy perseguida por la desgracia. Soporté el dolor y me puse el vestido. Después bajé las escaleras, lo vi sentado tomando el sol, y le dije:

―Me voy.

Se quedó callado, y yo me fui con elegancia. Nunca pregunté su nombre. Mi teléfono aún seguía en la posada, pero no tenía el valor de ir por él. Así que, simplemente fui a una tienda a comprar uno nuevo y una tarjeta SIM. No tenía efectivo, así que inicie sesión en PayPal con mi teléfono nuevo para pagar. No regresé a la posada. En lugar de eso, encontré un hotel pequeño donde quedarme. Hice esto para evitar que Nicolás me buscara. Me quedé en el hotel hasta la tarde, luego recordé que dejé mi medicina contra el cáncer en la posada, así que, fui al hospital a comprarla. Llamé y le pedí al médico a cargo en Bristonia que me diera una prescripción, le dieron la lista al doctor de Eldamia.

Cuando estaba a punto de marcharme con mi medicina, me encontré con alguien con quien nunca pensé que vería de nuevo. La ex de manolo; una exnovia muy celosa. No tenía ningún problema con ella, hasta que me conoció. Cuando vine a buscar a Manolo hace un par de años, nos vio. En ese momento, le lanzó una copa de vino tino a Manolo mientras gritaba: «Desgraciados». Ahora, no quería causar ningún problema y traté de pasar a su lado. Sin embargo, me miró y me detuvo.

―Oye, te me hiciste conocida desde lejos. Así que, ¡eres tú! ¿Cómo estás? ¿Manolo terminó contigo? ¿Desde cuándo tu rostro ha estado desfigurado?

Me quede callada. Tenía que mantener la compostura, puesto que no quería discutir con ella. Especialmente después de haber visto a un hombre que estaba por detrás. Era el mismo que conocí ayer. Qué mundo tan pequeño. Puedes encontrarte con las personas que odias en todas partes. Al ver que me quedé callada, ella continuó:

―Perra, ¿crees que Manolo te ama? Hay muchas mujeres a su alrededor, ¡y no eres más que un juguete para él! Eres tan tonta como para tomártelo enserio.

El hombre detrás de ella escuchó todo. Fruncí el ceño y respondí:

―Manolo y yo somos amigos. No soy como tú que quieres estar con él mismo chico para siempre.

Me acerqué para palmearle el hombro y comenté con una sonrisa:

―Señorita, este es un mundo muy grande. Eres hermosa. Si realmente estás aburrida, puedes viajar. Tal vez puedas andar por ahí durmiendo con todos para enriquecer tu vida tan miserable.

Su rostro se volvió pálido del enojo, y el hombre se detuvo cuando escuchó esas palabras. Luego, pasó de largo y entró al hospital con indiferencia, como si no me conociera. Sin embargo, a mí no me importaba en lo absoluto. Estaba demasiado cansada como para discutir con ella, así que me fui deprisa con mi medicina. Manolo me llamó treinta minutos después de que me fui. Se rio y dijo:

―Mi ex dijo que la insultaste.

¿Lo hice? No recuerdo si quiere haberle dicho una mala palabra.

―Creo.

―¿Estás en Bristonia? ―preguntó Manolo.

―Si ―Contesté.

―Quieres reunirte conmigo.