Te regalo toda una vida de amor Capítulo 593

Cuando desperté por la mañana, recibí un mensaje de Dante, decía que Cristóbal se había ido a Finlandia y que Emilia se había declarado en huelga esa mañana y no regresaría al trabajo por lo menos hasta la tarde. Emilia y Cristóbal acababan de casarse, así que era comprensible que ella quisiera pasar más tiempo con su esposo. Dante no hubiera podido entender ese tipo de apego que una joven tiene hacia su esposo, pero yo sí lo hacía porque también era muy apegada a Santiago. Sabía cómo se sentía querer a alguien hasta el punto de nunca querer separarte de esa persona. Así que no respondí a los mensajes sin sentido de Dante, pero él persistió y me envió otro mensaje al mediodía: «¿Por qué no respondes? Quería desahogarme contigo sobre ella». «Infantil». Respondí con tan solo esa palabra. «Bien, bien. Ahora que eres la señora Genova, no me atreveré a contradecirte, ¡aunque me llames infantil!». Después de leer eso, dejé de contestarle.

«Gina, vamos a encontrarnos», me escribió David más tarde. Me sentí bien al ver que me llamaba «Gina». «De acuerdo, envíame la dirección», acepté sin dudarlo. «Estoy en la oficina. Nos podemos encontrar en el café de abajo».

Cuando llegué, David todavía estaba trabajando en la oficina, así que fui al café que había mencionado y pedí un jugo. Justo cuando el camarero me lo trajo, al rato, David se presentó. Pidió un café con total familiaridad y se sentó enfrente de mí, colocando un documento ante mis ojos. Confundida, lo miré y vi que sus ojos estaban rojos y parecía agotado.

—¿Qué es esto? —pregunté con curiosidad.

—Un acuerdo de divorcio que Serena me dio anoche.

—¿Tan pronto? —Me sorprendió escuchar eso. Él llevaba mucho tiempo diciendo que quería divorciarse, pero aún no lo había hecho. Sin embargo, Serena le había entregado los papeles la noche anterior.

—¿Por qué me estás mostrando esto? —pregunté mientras hojeaba el documento. Luego, continué—: ¿No es lo que has soñado todo este tiempo?

—Sí —respondió aturdido. Después de hojear todas las páginas, noté que él no había firmado la última. Entendí lo que había sucedido al instante y pregunté:

—¿Te arrepientes? —David negó con la cabeza y luego asintió; al parecer, estaba confundido.

—No estoy seguro. Pensé que la entendía. Pero, he aquí que la persona que menos la entiende soy yo. Cuando la vi fingiendo ser distante y casual anoche, me sentí molesto. De repente, recordé cuando la conocí. Pese a que sus hermanos la rechazaban, ella nació en cuna de oro, así que se comportaba de forma egoísta. Pero cuando la difamé y malinterpreté, ella no se molestó en explicarme nada. Solo me entregó los papeles de divorcio anoche y dijo que nunca me había hecho nada malo. Ahora yo… —Después de una pausa, continuó—: Gina, estoy tan confundido.

—Estás sufriendo, ¿por eso quieres hablar conmigo? —pregunté tras pensar que había venido a buscar consuelo y un consejo.

—No tengo a nadie en quien confiar. Dante solo se burlará de mí, Emilia es demasiado joven y los demás… Hay cosas que no puedo entender por mi cuenta, así que solo puedo hablar contigo. —Que me llamara «Gina» hizo que mi corazón se acelerara y me sentí más cercana a él, feliz de poder consolarlo.

—No quieres el divorcio —dije.

—Por favor, dime por qué.

—Amparo es… Deberías saber que ella tiene novio y te ha dejado por completo. Además, te presionas a ti mismo, sabes que, incluso si te divorcias, tu madre seguirá siendo un obstáculo para ustedes dos. Entonces, estás muy confundido acerca de estar con ella. Por estas dos razones, sabes que ya no puedes tenerla. En ese momento, pensaste en Serena. Antes querías divorciarte, pero no podías. Ahora que es fácil hacerlo, de repente sientes una sensación de pérdida.

—Entiendes muy bien mi situación, Gina. Siento una sensación de pérdida, pero no es porque Eva haya elegido a otra persona, y no pensé en Serena solo porque perdí a Eva. Conozco a Serena desde hace muchos años y ella me ha influido en un nivel inconsciente, pero no se trata de amor —dijo con un suspiro al escuchar mis palabras.

—No quieres dejar ir a Serena, ¿verdad?

—¿No quiero? —repreguntó él.

—No. Tus ojos me dicen que no quieres dejarla ir. Solo que no estás seguro qué tipo de sentimientos te genera. Y piensas que perseguir una relación romántica con ella parece demasiado complicado. —David se había interesado en Serena, pero no estaba seguro de si era amor. Sin embargo, solo él podía saberlo con certeza. En ese momento, el camarero le trajo su café.

—Estoy muy confundido en este momento, pero algo está claro para mí. No puedo firmar este acuerdo de divorcio. Al menos, no por ahora. Necesito entender mis verdaderos sentimientos primero —dijo tras beber un sorbo de café. David era diferente de Nicolás y Raúl. Él no firmaría el acuerdo de divorcio de inmediato tras recibirlo de su esposa. Sabía que, mientras no lo firmara, todavía había una oportunidad de darle un giro a las cosas. En ese aspecto, era más inteligente que los otros dos. Además, no torturaría a Serena. Podía ver que la respetaba porque había dicho que ella era una persona orgullosa. Reconocía su orgullo, lo que demostraba que la respetaba por mantenerse firme.

—Conocemos a muchas, muchas personas en este mundo, David. Puede que ella se convirtiera en tu esposa porque ustedes dos estaban destinados a estar juntos. Puedes intentar comprenderla en profundidad y tal vez sea la persona con la que quieras pasar el resto de tu vida. En cuanto a Amparo… Ambos necesitan soltar el pasado y buscar la felicidad. Ella ya lo ha hecho y ahora depende de ti.

—Entonces, me estás aconsejando que deje ir a Eva. La persona que ella encontró debe ser excelente, tanto que estás convencida de que no lo dejará. Y yo nunca podré… —dijo tras entender mis palabras. Sin embargo, negué con la cabeza.

—Eso no es lo que quise decir. No me preocupa en realidad cómo terminará Amparo porque ella sabe lo que quiere. Pero tú, David, considerando el hecho de que nos tuteamos, de verdad espero que seas feliz. Y vi a Serena anoche. Es una mujer a la que no debes tomar por sentado.

—Realmente te gusta Serena. —Sonrió cuando escuchó lo que dije.

—No puedo decir que me gusta porque solo la vi una vez y no somos muy cercanas. Pero creo que tiene cierta aura.

—¿Aura? —preguntó sin pensar.

—Sí. Es una mujer encantadora y elegante e incluso Dante, que es muy exigente, le tiene alta estima. Rara vez comete errores al juzgar a las mujeres.

—¿Está interesado en ella? —dijo al instante con disgusto.

—Bueno, como tú la ves todos los días, no notas su belleza. Dante solo está sacando una conclusión objetiva. —En ese momento, David se quedó en silencio. Hacia el final de la conversación, se mostró insatisfecho con Dante. No pude evitar suspirar en silencio, sintiéndome triste por el otro. Justo cuando estaba pensando en una excusa para irme, Santiago me llamó—. Hola, Santi —dije al responder la llamada.

—Hola, ¿dónde estás?

—Estoy en la ciudad. ¿Por qué?

—No te vi en casa —respondió con su voz profunda.

—¿Ya estás de vuelta? —Me levanté rápido y le dije a David—: Nos vemos en otra ocasión. Ah, y no le digas a Dante que me encontraste.

—¿David también está ahí? —preguntó Santiago al otro lado del teléfono.

—Sí. Estoy justo debajo de tu oficina.

—Espera allí, Reina. Iré a buscarte.

—De acuerdo. ¿Dónde debo esperarte? —Me sentí un poco tonta al hacer esa pregunta.

—¿Dónde estás ahora con exactitud? —preguntó él en tono amable.

—Estoy en un café cerca de tu oficina.

—De acuerdo. Espérame allí —dijo.