Te regalo toda una vida de amor Capítulo 592

El clima de Finlandia durante el mes de julio era similar al de Bristonia, pero, por lo general, era un poco más fresco. El país tenía un clima muy favorable y, dado que el proyecto de desarrollo de software era un asunto urgente, Emilia había estado muy ocupada en los ultimos días. Trabajaba horas extra hasta bien entrada la noche. Hoy había optado por escabullirse a la casa de Regina para comer y tomarse un descanso de dos horas, retrasando así sus tareas. Cuando terminó con todo el reloj marcaba las 2 a. m. Por suerte, como era joven, trasnochar era de lo más común para ella, por lo que no se sentía presionada. Al bostezar, miró a un lado y a otro a sus colegas, que también estaban trabajando hasta tarde. Eran ingenieros de software en su mayoría que ya habían envejecido y les era difícil soportar trabajar de noche a largo plazo. En ese preciso instante, estaban encorvados sobre sus asientos, agotados por completo. No soportaba verlos así. Entonces, golpeó la mesa de vidrio con los dedos y todos hicieron un esfuerzo por reanimarse.

—Vamos, arriba, terminemos con esto hoy. Después de que acabemos con el proyecto, hablaré con Santiago y le pediré que les dé a todos unas largas vacaciones —dijo mientras esbozaba una sonrisa.

—Gracias, señorita Delgado —respondieron los ingenieros. Estaban al tanto de la capacidad que tenía Emilia. Al principio, los desconcertó que los liderara una chica tan joven. Sin embargo, una vez que pudo mostrar su talento y perspicacia, comenzaron a admirarla porque, aunque joven e inexperta, también era inteligente. Aprendía rápido, sabía cómo aplicar sus conocimientos y asimilar nuevos. Y tenía la capacidad de liderazgo como para crear nuevos logros. Todos sabían que la muchacha con la sudadera rosa puesta era una prodigio. Había muy pocos de esos en el mundo, pero algunos existían y Emilia se apareció ante ellos y se convirtió en su compañera mientras luchaban juntos en la empresa. De a poco, se fueron acostumbrando a tener a aquella niña genio a su alrededor.

—No se preocupen. Seré yo la que me encargue del resto. Pueden irse a sus casas —dijo Emilia. Tras eso, los empleados se levantaron y se fueron discutiendo en voz alta sobre el talento de la joven de camino al ascensor. Cuando salieron del edificio, no se dieron cuenta de que había un hombre esperando en silencio en un rincón dado que estaban distraídos elogiando a su jefa.

—La señorita Delgado lleva aquí solo una semana, pero ya está familiarizada con todos los procesos. Sin mencionar que nos capacita para crear nuevos programas. De verdad que es mucha la diferencia si nos comparamos con alguien como ella. Escuché que solo tiene diecinueve años, pero es investigadora y es titular de muchas patentes a su nombre. ¡Es la persona más brillante entre los más superdotados! También escuché que fue disminuyendo el ritmo de su trabajo en estos últimos dos años.

—¿Dónde escuchaste eso? —preguntó uno de los empleados. Aunque estaban comunicándose en weliano, el hombre que estaba parado cerca escuchó con atención.

—No obtuvo resultados de sus investigaciones en estos años. Escuché que, a causa de su casamiento, su trabajo terminó retrasándose —comentó otro empleado.

—Es normal que las jóvenes se enamoren. Después de todo, ella también es un ser humano. Vayámonos a casa, necesitamos descansar —concluyó otro ingeniero.

—¿Retrasé su trabajo? —se preguntó en voz baja el hombre que escuchaba todo con atención. Hace muy poco que Cristóbal estaba al tanto de la situación de Emilia. Por supuesto, no fue ella la que se lo contó. Contrató un detective privado y lo descubrió por su cuenta. Ella le había ocultado esto por mucho tiempo y no estaba seguro del motivo, pero poco a poco ella se lo iba contando. Cuando por fin logró que se sincerara y le dijera que este viaje de negocios a Finlandia era para trabajar con Santiago, sintió alivio de que no se lo estuviera ocultando. Incluso luego de esperar durante un total de seis largas horas, no sentía impaciencia, siempre mantenía la calma en este tipo de situaciones. Siendo las dos de la mañana., todos en la empresa habían dejado de trabajar e incluso llegó a escuchar a unas personas hablar de su joven esposa. Todos hablaban de ella con admiración.

Era algo natural porque él también sentía lo mismo. Se maravillaba por la excelencia de la chica y por cómo lograba todo sin presumir. Lo que más apreciaba de ella era su actitud amable y generosa, ya que donaba todo el dinero que había ganado a lo largo de los años a quienes más lo necesitaban. Rebalsaba de amor y se destacaba tanto que él se sentía que no era suficiente para una mujer como ella. Pensaba que era injusto para Emilia que se terminara casando con él, un hombre catorce años mayor y, al mismo tiempo, se creía muy afortunado de tenerla como esposa. Emilia siempre fue muy transparente y ese tipo de personas buscan a otros con características similares. De lo contrario, no se encontrarían espiritualmente en el mismo lugar, y las conversaciones se volverían muy agotadoras cuando ambos quisieran decir cosas diferentes. Por suerte, tanto Cristóbal como Emilia eran personas sin secretos y entendían muchas cosas del otro sin necesidad de expresarlas. Se acomodaban el uno al otro y se entendían bien, y les resultaba difícil tener conflictos porque habían vivido lo necesario como para entender la esencia de la vida. Es por eso que era casi imposible que discutieran.

Además, él le llevaba unos años. Por supuesto que entendía que no era fácil para ella casarse con él, por lo que sabía cómo anteponer sus necesidades a las suyas. Además, él era una persona gentil a la que no le gustaban los choques y sabía lo importante que era Emilia para él.

Cristóbal había seguido a Regina por un largo tiempo pero su amor no fue correspondido. Fue entonces cuando apareció Emilia y le brindó afecto. Siendo honesto, aunque todavía estaba dispuesto a aceptar a Regina, aún tenía dudas de si ella era la persona correcta para él. Había llegado a decirse a sí mismo que no debía decepcionar a Gina de nuevo y, sin embargo, después de conocer a Emilia, por fin entendió lo que significaba tener un alma gemela. Ella era su compañera.

Tuvo la suerte de que Regina siempre fuera muy firme cuando lo rechazaba y al final pudo construir un hogar con alguien valioso. Y así fue que no perdió a Emilia. No obstante, él no creía que Gina fuera mala persona. Ella era notable y buena en extremo. Comprensiva, tolerante, hermosa, elegante y adinerada. Era todo eso. Tenía una identidad deslumbrante; era una princesa a los ojos de la mayoría, haciendo que muchos se detuvieran a contemplarla extasiados. No solo eso sino que las habilidades de Regina como pianista eran mejores que las de muchos músicos profesionales. Sin embargo, ella era difería un poco de su chica ideal. Eran distintos a un nivel espiritual. Cristóbal tenía la certeza de que valía la pena perseguir a Emilia por un par de años si eso significaba no perderla. El camino para buscar una esposa siempre era largo y arduo, sobre todo, cuando uno busca a una compañera excelente. En ese punto, él se sentía muy satisfecho con su vida actual y apreciaba a su joven esposa desde el fondo de su corazón.

Después de finalizar la jornada, Emilia bajó las escaleras. El viento de la noche soplaba frío y le enfrió los pies sin que se diera mucha cuenta. Estaba a punto de irse, cuando, de repente, vio a un hombre a lo lejos, parpadeó con incertidumbre hasta que él la llamó con suavidad.

—Emi. —Tras escucharlo, su corazón se colmó de alegría. Fue entonces que Cristóbal abrió sus brazos sin decir una palabra porque quería contemplar a su amada. Llevaba una sudadera rosa que llegaba a cubrir apenas sus pantalones cortos, revelando solo un par de muslos rectos y esbeltos. Su cabello oscuro estaba suelto, con varias trenzas intrincadas en él. Era el estilo de vestir de una niña, tan juvenil y lleno de vitalidad. Así era ella, exudaba juventud y pasión, un resplandor que anhelaba poseer.

—¿Por qué está aquí, señor Ferreiro?—preguntó en tono dulce Emilia mientras abrazaba su cintura.

—Te extrañaba, así que tomé un vuelo para venir —respondió él y la sostuvo.

—¿Te quedas esperando mucho tiempo? —Estaba conmovida, pero se sentía mal por él porque ya eran las tres. «¿Había estado parado aquí toda la noche?», se lamentó.

—Acabo de llegar. ¿Vamos a casa?

—Está mintiendo, señor Ferreiro. ¡Seguro que ha estado aquí por un buen rato!

—Es cierto que soy mayor que tú, pero llamarme señor me hace sonar mucho más viejo. Además, nunca sentí que era una persona mayor hasta conocerte. Soy tan guapo como Santiago —le recordó con una sonrisa mientras acariaba su cabeza.

—¿Por qué lo mencionas?—le preguntó sorprendida.

—Es un hombre joven, por lo que me parece apropiado compararme con él. —Emilia aferró su mano y se dirigieron hacia la zona residencial cercana.

—Santiago va a cumplir veintinueve años a finales de este año. Es cinco años menor que usted. Es cierto que es más joven. Sé muy bien que intentas resaltar tu belleza y juventud, ¡es mi culpa por llamarte siempre de señor! —Después de una pausa, dijo con una sonrisa—. Eres el hombre más joven y guapo del mundo. Tienes mucho dinero y estás dispuesto a gastarlo en mí. ¡No llego siquiera a gastar la mensualidad que me das! No es que seas demasiado viejo, Cristóbal; solo que yo soy demasiado joven —dijo, dulce, para persuadirlo.

—¿Estás tan feliz porque estoy dispuesto a gastar algo de dinero en ti?

—¡Por supuesto! Desde que estamos juntos, mi situación financiera ha mejorado mucho. Antes, no tenía suficiente dinero como para comprar pasajes de avión y tenía que pedir prestado dinero a David y a Lucas y además complacerlos. ¡Ahora que tengo dinero, ya no tengo que adivinar los estados de ánimo de mis amigos! ¿Sabes? En el primer año que nos conocimos, solo me diste cinco mil para ahorrar, y por eso, me quejé de ti a tus espaldas, dije que eras un tacaño. ¡Pero ahora, cambiaste y eres tan generoso conmigo! —Gina le había contado que Emilia se quejaba sobre eso. En aquel entonces, él lo había hecho para demostrar su agradecimiento hacia ella y en verdad no tenía idea de que ella estaba con problemas financieros.

—Bueno, seré generoso de ahora en más. El dinero que gano está a disposición de mi esposa. Si necesitas más, puedes usar mi tarjeta.

—¡De verdad que sabes cómo hacerme feliz, Cristóbal! Mi hogar está cerca, es un apartamento que Santiago compró para que me sea más fácil ir al trabajo —Ella lo miró con adoración en sus ojos. De repente, él la alzó.

—Te llevaré a casa —susurró con suavidad y la dejó atónita.

—Sabes que puedo caminar, ¿no? —dijo ella ruborizada.

—Estás cansada. Permíteme que te lleve.

—Cristóbal, la forma en la que te comportas me hace sentir…

—¿Te hace sentir… ? —preguntó él con suavidad.

—Me hace sentir que tienes otras intenciones.

—¿En qué estás pensando, Emi? —Ante esta pregunta, ella no supo qué responder.

El apartamento estaba cerca. Como ella no vivía allí a tiempo completo, le había pedido a Santiago que le encontrara un monoambiente, así que, el dormitorio y la sala de estar estaban conectados, lo que hacía que todo el espacio se sintiera abierto y amplio. Tras abrir la puerta de entrada, se podía ver una decoración de colores de caramelo. Después de que Cristóbal la llevó a su casa y la colocó en el sofá, se tomó unos segundos para examinar el espacio, que estaba decorado acorde a sus preferencias. Aunque ella daba la apariencia de ser inteligente, madura y sensata, en el fondo, seguía siendo una niña y le encantaban las cosas que típicamente adoraban las muchachas. Paredes de color caramelo, sofás e iluminación cálidos. Incluso la sudadera que llevaba puesta era rosa. Sin olvidar que a Emilia también le gustaba hacer cosplay. Cuando la había conocido dos años atrás, ella andaba vestida como una lolita. De verdad tenía un espíritu joven.

Por su parte, Cristóbal prefería los colores fríos. La última vez que Olivia visitó su apartamento, se dio cuenta de que había añadido algunas decoraciones de color caramelo, sobre todo el sofá, que contrastaba más con el resto de la decoración. A partir de ese entonces, supo que su hermano se había enamorado de verdad. Como la amaba, estaba dispuesto a satisfacer sus preferencias con tal de hacerla feliz.

—¿Tienes hambre? —preguntó tras arrodillarse, quitarle los zapatos y luego colocar sus pies en el sofá.

—No, cené en casa de Gina —respondió.

—Entonces, prepararé el agua para que te higienices. —Al escuchar eso, Emilia se levantó rápido y tomó su brazo, diciendo—: Acabas de llegar y no estás familiarizado con el lugar. Permíteme ayudarte a preparar el agua del baño. Ya es tarde. Deberías bañarte y descansar temprano.

—De acuerdo. Gracias, Emi.

Él era muy obediente. Cuando Emilia fue a preparar el agua del baño, desabrochó su traje y tiró su corbata en el sofá antes de dirigirse a la ducha. Cuando ella se dio la vuelta, vio que solo llevaba puesta una camisa de vestir con el cuello abierto de par en par, revelando su manzana de Adán, que se movía frente a ella.

—El agua está lista —dijo Emilia mientras lo apartó por instinto, quería escapar, pero él la retuvo.

—¿En serio estás tan cansada? —susurró él con suavidad cerca de su oído mientras la abrazaba.

—No, en realidad no. —Ella sacudió la cabeza.

—Dado que no estás cansada, ¿qué tal si me ayudas a ducharme?

—Tienes manos, y además, ya eres muy adulto. ¿Por qué necesitas que yo cuide de ti? —murmuró ella sonrojada.

El punto más atractivo de Emilia era que, aunque era madura y perspicaz, aún podía actuar como una niña pequeña, diciendo cosas infantiles como esa. Cristóbal se había dado cuenta de esto hacía mucho y descubrió, además, que su esposa tenía la capacidad de mostrar distintas facetas de su personalidad dependiendo de la situación. Frente a sus mayores, era obediente, mientras que frente a su hermano Jacobo y personas que no conocía, fingía debilidad para obtener lo que ella quisiera. Sin embargo, con él, a veces se mostraba obediente y otras veces era rebelde. Aterradora en ocasiones y, en otras, calma. Cuando se conocieron por primera vez, fue muy despiadada. Era alguien que podía ser mucho más cruel y despiadada que él. Durante aquel tiempo, pudo experimentar lo que sentía Olivia cuando tenía que enfrentarlo, estaba lleno de impotencia, pero también de resistencia. Experimentó todo lo que su hermana había sufrido durante esos años que persiguió a Emilia.

—Estoy cansado, Emi. —Esas palabras hicieron que ella ya no pudiera negarse. Además, recordó que él la había esperado abajo y se sintió culpable. Ella extendió su mano para ayudarlo a quitarse la camisa y fue recibida por su fuerte olor masculino y hormonal.

—Lo hiciste a propósito. Me sedujiste —murmuró, y enterró el rostro en su amplio pecho.

—¿En qué estás pensando? —preguntó él mientras fingía estar confundido.

—Si no hubiera experimentado esas cosas y no hubiera sentido ese placer, no importaría, pero ya soy tuya. ¿Cómo puedes ponerte delante de mí de esta manera y pretender que mi corazón no se acelere? —dijo ella en un tono infantil.

—¿Qué quieres decir? —respondió él y levantó las cejas satisfecho.

—¡Cristóbal, eres un zorro viejo!