Te regalo toda una vida de amor Capítulo 591

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 591

En el camino a casa, Dante y yo etiquetamos a Emilia y a David en el chat de grupo y les pedimos que vinieran a cenar por la noche después del trabajo. Lucas parecía bastante interesado. «¿En casa de Santiago?». «Sí, juntémonos todos», respondí. «Lástima que no estoy en Finlandia». Pronto recibí la respuesta de Emilia. «¡Tengo que hacer horas extras esta noche porque aún tengo algunas tareas pendientes! ¡Diablos! Desapareceré unas horas más tarde y nadie debería darse cuenta. Regina, ¡tomemos unos tragos!». Justo ella, que se emborrachaba muy rápido, quería beber unos tragos. Le devolví el mensaje. «De acuerdo, te esperamos».

Tan pronto como llegamos, Dante y yo nos pusimos manos a la obra. Él hizo la mayor parte del trabajo, ya que era el único hombre. Dos horas más tarde, cuando empezaba a oscurecer, llegaron Emilia y David. Sin embargo, no eran ellos solos, pues también los acompañaba una desconocida. Era una mujer que llevaba un precioso vestido largo dorado, que la hacía lucir alta y esbelta. Llevaba tacones altos y parecía vestida para un banquete.

—Es la señora Zamudio —me susurró Dante. La mujer de David… En efecto, era elegante y hermosa, como una dama noble de las que aparecen en los programas de televisión. Cuando llegaron, David permaneció en silencio con cara de póquer mientras Emilia nos presentaba:

—Regina, esta es Serena Juárez, la mujer de David. Cuando vino a buscarlo al trabajo… —Emilia dudó si decir algo más. Quería decir que se la habían encontrado por casualidad. A la vista de que no encontraba excusa, Serena tomó la batuta. Extendió su delgado brazo y saludó:

—Hola, soy Serena. —Pensé que diría que era la mujer de David, pero su presentación fue sencilla.

—Hola, soy Regina —respondí estrechándole la mano con amabilidad.

—David, ve a arreglar las luces del patio y decora también la habitación con algunas luces de colores —le indicó Dante.

Después de que David se dirigiera al patio trasero, Serena preguntó si necesitábamos ayuda. Me preocupaba que se sintiera incómoda, así que le pedí que me ayudara a lavar el repollo. Unos veinte minutos más tarde, cuando todas las preparaciones estuvieron listas, nos reunimos todos en el patio trasero. Saqué una botella de vino caro y anuncié:

—No puedo tomar nada porque mi herida aún no está curada del todo. Ustedes tomen todo lo que quieran. ¡Cierto! Tampoco puedo comer nada muy condimentado.

—Entonces, ¿para qué has organizado una parrillada? —replicó Dante—. Olvídalo, beberemos y tú podrás charlar con nosotros.

Mientras me sentaba a un lado, noté que Serena estaba muy callada. Después de comer un poco, sostuvo una copa de vino tinto y escuchó la conversación. Su mirada era imponente y amable, y parecía estar prestando mucha atención a la charla. Sin embargo, me daba la impresión de que estaba fuera de lugar con esa gente, ya que parecía estar en un mundo muy distinto al nuestro.

Una vez terminada la fiesta, Emilia tuvo que marcharse a toda prisa por motivos de trabajo, mientras que Dante hizo que David lo acompañara en el salón. No se fueron hasta las diez de la noche. Después de despedirlos del chalé, volví al salón y vi que Dante se había dejado allí el teléfono. Lo tomé y salí, pero no lo vi. En cambio, vi a David y a Serena, parados uno frente al otro; parecían estar discutiendo algo.

—¿Qué pasa? —preguntó cuando me vio salir—. ¿Estás buscando a Dante?

—Sí, se olvidó el teléfono —le dije.

—Dámelo. Yo se lo alcanzo. —Con eso, le di el aparato y regresé al chalé.

Más temprano, cuando Serena había regresado a casa y visto que David no estaba, había conducido hasta su empresa y coincidido con él y Emilia, que salían juntos del trabajo.

—David —lo había llamado.

—¿Ya está todo hecho? —Él se quedó duro al verla.

—Sí, mi abuelo repartió las propiedades. —No le dijo que le había dejado a ella la mayor parte, lo que la convertía en la jefa oficial de la familia Juárez.

El motivo por el que su abuelo le había traspasado el mando de la familia era su abuela. Mientras la tomaba de la mano y contemplaba la distancia, había declarado:

—Tu nombre, Serena, te lo puso tu abuela, y eres la que más le gusta. Como ella te eligió a ti, te cedo la familia Juárez. —Gracias a que su abuela la apreciaba tanto, había salido muy favorecida. Su abuelo añadió—: Eres la menor de los nietos, pero eres la más sensata de todos. No discutes y me entristeces como tus hermanos y hermanas, ni peleas por las propiedades. Aunque has llevado una vida discreta y no has alcanzado nada de lo que puedas presumir como ellos, sigues siendo una joven orgullosa y pura. —Serena se había conmovido al oír aquello, ya que pensaba que nadie en este mundo podía entenderla y nadie sabía lo que necesitaba. Sin embargo, la persona que tenía delante, la columna vertebral de la familia Juárez, que siempre la había hecho sentir inferior, resultó ser quien más la comprendía.

—Abuelo…

—Serena, sé que estás atravesando un divorcio. Fue injusto que te hiciera casar con David en su día, y si no fuera porque tu hermana me había engañado, no lo habría hecho… No espero que traigas gloria a la familia, así que considera este gesto como mi compensación. —Los ojos de ella centellearon, y mientras trataba de contener las lágrimas, respondió con entereza:

—Nunca me arrepentí de haberme casado con él, y nunca me arrepentí de formar parte de la familia Juárez.

Nada más salir del hospital, había regresado y de inmediato había ido en busca de David.

—¿Adónde vas? —le preguntó ella.

—Vamos a cenar a casa de la señora Genova —había contestado Emilia—. ¿Quieres venir? ¡Vamos! Cuantos más seamos, mejor. —Emilia era una persona perspicaz y podía percibir los deseos más íntimos de Serena. Por eso, por supuesto, estaba convencida de que no era una mujer que pudiera engañar a su marido. Antes de que David pudiera intervenir, ella sonrió y respondió:

—De acuerdo, gracias por la invitación, señorita Delgado. ¿Debería llevar algún presente?

—No te preocupes. No es nada ostentoso. —Al oír eso, la chica sonrió y se quedó en silencio. Como no era muy charlatana, siempre había permanecido callada y obediente al lado de su esposo, escuchando en silencio la charla de él y sus amigos. Pensaba que quizás así podía entrar en su mundo, pero había olvidado que nunca había formado parte de él.

Cuando terminó la fiesta, Regina salió de la casa y le pasó el teléfono de Dante a David. Después de agarrarlo, él esperó a que Regina entrara en la casa para decirle a su esposa:

—Iré a dormir a lo de Dante y no volveré a casa esta noche.

—De acuerdo —respondió ella sonriendo. Siempre tenía esa expresión, como si nada pudiera doblegarla.

—Sobre el divorcio… —David frunció el ceño. Serena se apresuró a responder con cortesía:

—Mis padres no han sido realistas. Sobre la participación del veinte por ciento en la familia Zamudio… Sé que te están poniendo las cosas difíciles. Hace un rato, cuando fui a la residencia Juárez, aproveché para resolver ese asunto. Si tienes prisa, tengo los papeles del divorcio aquí. Los he traído conmigo. —A continuación, sacó del bolso los documentos. Al verlos, David los tomó y vio su nombre firmado: Serena Juárez. Sabía que la familia Juárez la quería mucho para haberle dado ese nombre, ya que esperaban que viviera una vida serena y llena de felicidad. Por desgracia, se había visto obligada a casarse con él. Él pensaba que podría vivir en armonía con ella, pero no esperaba que… Él no creía que ella fuera capaz de engañarlo, pero las pruebas eran concluyentes. Así que lo aceptó y respondió con calma:

—Te dejaré el chalé, junto con los autos que están en el garaje. Mañana haré que alguien te transfiera treinta millones en efectivo. Considéralo una compensación por el tiempo que has pasado conmigo. Si tienes alguna otra petición, no dudes en hacérmelo saber.

—Quédate tú con el chalé; es el único hogar que tienes en Finlandia, y no quiero tu dinero. Sabes muy bien que no me casé contigo por eso. Terminemos las cosas en paz, vete en busca de la chica de tus sueños. Yo ya no me interpondré en tu camino —dijo Serena, negando con la cabeza. Durante sus dos años de matrimonio, no trató de complicarle la existencia, ni una sola vez porque era una chica de naturaleza comprensiva, lo que complacía mucho a su esposo.

—Te llevaré a casa —dijo David asintiendo con suavidad.

—No hace falta. Todo tiene un final y el nuestro termina aquí. ¡Adiós! —Serena rechazó la oferta—. Te deseo lo mejor —agregó mientras se daba la vuelta para irse. De repente, se detuvo tras dar unos pasos y se volvió para mirarlo—. David.

—¿Qué sucede? —él le preguntó y levantó la cabeza. Notó la sonrisa en el rostro de ella y escuchó que le hablaba dulce y clara.

—No estoy tratando de defenderme ni tampoco de mentirte, pero quiero decirte que cumplí con mis deberes como esposa. Puede que me creas o no, pero nunca he hecho nada para traicionarte. —Se dio la vuelta y las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Pese a que sintió amargura, había cosas que no necesitaban ser dichas, ya que lo único que lograrían era complicar la situación aún más. En verdad amaba mucho a su esposo, pero tenía su orgullo y, por lo tanto, podía aceptar el fracaso de la relación, pero lo que no iba a soportar era ser acusada de algo que no hizo. Después de escuchar sus palabras, el corazón de David se hundió.

—Ayúdame a investigar a Serena —le pidió David a Dante.

—¿Para qué quieres hacer eso? —preguntó el otro confundido.

—Quiero saber si me traicionó.

—¿No fuiste tú el que me impidió antes que hiciera esto mismo que me estás pidiendo ahora? Dijiste que necesitabas verlo para creerlo, y que las pruebas eran concluyentes —Dante estaba desconcertado por su pedido.

David creyó en lo que había visto sin que hubiera dudas. Sin embargo, pasó por alto una cosa. El hecho de que una persona con tanto orgullo como Serena jamás haría una cosa como esa. Nunca fue capaz de creerle. Después de enterarse de lo sucedido, se sintió un poco complacido. Pensó que ahora había una excusa para que se divorciaran, pero no había pasado por su mente siquiera darle una chance para que limpiara su nombre. El esposo en el que ella tanto confiaba y se apoyaba, el hombre al que amaba, nunca le dio ni un ápice de calidez.

—Lo haré mañana. Estoy cansado.

—Hazlo ahora —ordenó. Media hora después, David recibió un mensaje. En efecto, la había tratado mal—. ¿Qué debo hacer? —susurró mientras cerraba sus ojos.

«¿Y ahora qué? ¿Qué puedo hacer?», se dijo para sí mientras miraba los papeles de divorcio que sostenía en su mano y, de repente, se percató de lo complicada que era la situación. «Eva, ¿qué quieres que haga? ¿Es Tomás el hombre que eliges para ti?», se preguntó David en silencio. Sintió una inmensa tristeza en su corazón. Recordó la escena cuando llegó por primera vez a la residencia Zamudio y conoció a Amparo, una chica hermosa y animada. Su madre le dijo que era su hermana, así que la había protegido durante los años que convivieron juntos. Nunca tuvo elección, no era más que un títere de su madre, ¿podía en verdad elegir? Y Amparo, ¿qué sucedería con ella? En sus ojos, solo veía amor y traición. Podía llegar a enceguecerse por amor, pero no podía empatizar con su situación. Después de todo, las personas solían temerle a las reglas y a su propia impotencia. ¿Y qué si se divorciaba? ¿Podría estar con Amparo? No, porque la familia Zamudio y su madre se iban a interponer. Todo eso sin tener en cuenta a la susodicha, que había entregado su corazón a Tomás.

David sentía que no quería lastimar el corazón de otra mujer más. Se quedó en ese sitio meditando por un buen rato, y luego condujo de regreso a casa. Sin embargo, no halló a Serena cuando volvió. Y se acordó de cuando solía verla en la casa todo el tiempo y la esperó durante un par de horas, pero ella no se dignó a aparecer, incluso después de que empezara a llover. Viendo esto, decidió llamar a Dante por teléfono.

Por suerte para él, Dante tenía buen carácter y aceptó ayudarlo. Serena no estaba al tanto de que habían instalado un sistema de rastreo en su teléfono. Al principio, la intención era garantizar su seguridad por ser parte de la familia Zamudio. Y fue por eso que logró dar con ella. Estaba sentada en un banco frente al río cerca de su casa mientras David se acercaba con un paraguas. No se estaba mojando gracias a eso. Daba la impresión de estar muy ensimismada, y él ignoraba en lo que estaba pensando. Se acercó y la llamó.

—Serena.

—¿Qué haces aquí? —preguntó mientras se daba vuelta desconcertada.

—Pensé mucho en lo que me dijiste antes e hice que Dante investigara lo que ocurrió aquel día. Y me he dado cuenta de que te acusé de forma injusta —hizo una pausa y se disculpó con sinceridad—. Lo siento, Serena.

—Ah —exclamó Serena. David vaciló y luego se sentó a su lado. Su trasero se empapó, pero eso no le importó en absoluto.

—En verdad amo a Amparo —confesó David. Serena lo intuía, pero él nunca le había dado una respuesta precisa.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —preguntó ella con calma.

—Tenemos un matrimonio arreglado porque la familia Zamudio quería que Amparo renunciara a mí. Me casé contigo a regañadientes, pero nunca me arrepentí de tomar esa decisión. La vida tomó su curso hasta que llegamos hasta aquí y no hay necesidad de echarse para atrás —explicó—. Y tú te casaste conmigo para evitar estar encerrada en tu casa. Cuando nos casamos, ambos dejamos claro que nuestro matrimonio era del tipo práctico. —Fueron explícitos con sus intenciones desde el día en que se casaron, por lo que nadie era culpable de nada.

—Así es —dijo ella mientras apretaba los dientes.

—¿Quieres que nos divorciemos?

—¿Qué quieres decir? —preguntó ella sorprendida.

—Sí, pienso en Amparo con frecuencia, pero me di cuenta de que olvidarme de ella nos hará felices a los dos. Si en verdad no quieres que nos separemos, te pido que me esperes un tiempo. Después de resolver mis sentimientos por ella, regresaré a tu lado —dijo David con un suspiro—. Vivamos nuestras vidas en paz. Después de todo, nuestro matrimonio fue verdadero durante los últimos dos años —agregó tras una larga pausa.

—David, ¿viniste por mí porque no soportas la idea de que me vaya? —preguntó Serena tras reflexionar por un rato.

«¿No puedo soportar que se vaya?». David no pensaba eso, pero la compadecía porque podía percibir cuánto dependía de él. Decirle eso no iba a resolver nada aunque habían estado casados por dos años, él sentía cierta resistencia en su corazón. Uno se encariña con un perro si lo cría por un buen tiempo y, más aún, con una esposa.

—Serena, ¿estás dispuesta a esperarme? —consultó sin responder a la pregunta de ella.

—Lo siento, David. No te rechacé antes, pero no puedo estar de acuerdo con esto porque nunca me hablaste desde una perspectiva justa, ni al principio ni ahora. Siempre piensas que soy la más débil y crees que estaré de acuerdo contigo en todo, pero lo siento, ahora creo que lo mejor será que nos separemos —respondió ella.

—De acuerdo, tienes mi palabra —replicó de manera decisiva.

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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