Te regalo toda una vida de amor Capítulo 582

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 582

Desde luego que Roberto no pudo escuchar lo que yo había dicho. Sin embargo, me guiñó un ojo e hizo de cuenta que sí.

—Oye, ¿por qué estás aquí? —Luego, rápido y con discreción, se puso los auriculares. Nunca me había dicho que era sordo, pero ya no era un secreto. De todos modos, la forma en que actuaba… Era evidente que quería escondérmelo. ¿Por qué lo hacía? ¿Qué le preocupaba? Yo no lo sabía, pero no tenía derecho a cuestionarlo. Esperé a que se pusiera los auriculares antes de continuar.

—¡Volviste a tu casa sin decirme una palabra! Pensé que estabas enojado conmigo, así que le pedí a Santiago que me trajera a Francia. Te fui a buscar a la residencia Fontana, pero no esperaba que estuvieras allí. —Lo que dije era una verdad a medias. Mi objetivo era hacer feliz a Roberto. Parecía estar afectado por un pensamiento.

—Nataniel me dijo que vino a buscarme una mujer, pero ni me molesté en escucharlo. Ya veo. Era mi Gina.

«Mi Gina…». Siempre me había considerado familia. Por el contrario, todo lo que yo había dicho o hecho alguna vez había sido falso. Hasta mi interés y mis cuidados eran una farsa. No era que quisiera ser falsa, sino que, en realidad, no sentía nada de nada cuando lastimaban a Roberto. En lugar de amarlo como amaría a un miembro de la familia, yo solo lo veía como una carga. Él siempre había sentido eso de mi parte, pero nunca me había expuesto hasta el día en que apareció Lucas. Él fue la gota que rebasó el vaso. Tras escucharlo, me aferré a su muñeca y sonreí.

—Sí, pero le dijiste a Nataniel que se largara, y eso me asustó mucho como para entrar a hablarte. Iba a acercarme a ti de nuevo cuando tu ira se aquietara, pero luego te vi salir de la casa pisando fuerte, con la cara roja de ira. Yo estuve todo el tiempo detrás de ti mientras balbuceabas y murmurabas algo que no pude escuchar. Roberto, ¿cómo pudiste irte sin decir una palabra? Mamá me fastidió durante mucho tiempo por tu partida. Hasta me preguntó cuándo volverías otra vez. Yo le mentí y le dije que volverías en unos días. —Mantuve en secreto el hecho de que sabía de su discusión con su madre porque él no hubiera querido que yo me preocupara.

—Tengo algunas cosas que hacer. Volveré a Bristonia en unos días. —Roberto estaba con un ánimo triste, aún procesando lo que había pasado más temprano. Sea lo que fuere que hubiese dicho Selma, había sido sumamente doloroso. Quizá Roberto había podido mantener la compostura porque estaba acostumbrado a que ella lo ignorara y lo insultara. Si hubiera sido cualquier otra persona, habría explotado de ira. A pesar de eso, pudo mantener la calma durante todo el calvario. Le dio una patada a Nataniel, pero no golpeó a su madre. Cuando se trataba de ella, él mostraba una cantidad impresionante de autocontrol. Incluso después de todo lo que había sucedido, él aún la amaba. Roberto pestañeó. De repente, apareció Nataniel corriendo hacia nosotros desde atrás. Se mordió el labio y se quedó mirando a Roberto, pero este no le tenía paciencia a su hermano—. ¿Qué estás haciendo aquí? ¡Vete!

—Roberto, mamá no quiso decir lo que dijo. —Nataniel se la pasaba inventando excusas por su madre. Sin embargo, nunca se le ocurría ninguna justificación. Esa era la única frase que repetía todo el tiempo.

—¿A ti qué te importa?

—Solo pienso que… Pienso que mamá… Ella… —Nataniel tartamudeó y se trabó en lo que quería decir durante un largo rato, pero no pudo completar la oración.

—¿Me tienes lástima? —interrumpió Roberto. De pronto, empezaron a caer lágrimas por las mejillas de Nataniel, lo cual hizo que Roberto explotara de furia—. ¿Por qué estás llorando? ¡Ella me estaba gritando a mí, no a ti! ¡Vete a casa! ¡Deja de molestarme! —No obstante, Nataniel estaba impávido ante los gritos de Roberto y manifestó con toda seguridad:

—Algún día creceré, Roberto.

—Ese no es mi asunto.

—Entonces podré protegerte.

Tras escuchar eso, Roberto se quedó mirándolo, mudo. Mientras intentaba pensar una respuesta, me di cuenta de que los ojos le brillaban de lágrimas. Se tomó bastante tiempo antes de, por fin, decir:

—Vete. —Estaba rechazando el amor de Nataniel.

—Espérame, Roberto. Algún día creceré. Cuando herede el Corporativo Fontana, te lo devolveré.

—¿Crees que yo…? —Nataniel salió corriendo antes de que Roberto pudiera terminar la oración. A pesar de su estructura delicada y débil, tenía una presencia bastante importante al hablar. Roberto se quedó mirándolo y suspiró—: ¿Cree que soy un mendigo? ¿Cree que de verdad me importa el Corporativo Fontana? —A él no le importaba la familia en absoluto. Eso era porque él era más influyente que toda esa familia. Solo le importaban los integrantes de la familia. Aquellas personas que lo habían lastimado desde que era un niño y, aun así, no sentían remordimientos por eso. Entonces, le solté la muñeca.

—Tu hermano te ama de verdad. Él de veras quería levantarte el ánimo.

—¡No me importa! De todos modos, no lo conozco. Siempre me está molestando, haciendo enojar. Se tiene en muy alta estima. —Cuando escuché eso, lo miré de reojo. Al ver eso, Roberto suspiró—. No te sorprendiste para nada. A pesar de haber escuchado lo que dijo Nataniel más temprano, ni te molestaste en averiguar lo que había dicho esa mujer. Así que debes haber presenciado nuestra discusión en la residencia. Gina, mi hermano y mi madre son muy diferentes. —Él era y siempre había sido un hombre brillante, pero su temperamento e impulsividad eran un lastre. Era fácil que todo el mundo se olvidara de su inteligencia y se enfocara solo en sus defectos. La madre a la que hacía referencia era su propia madre.

—Mi madre siempre fue amable y buena con todos —dije—. Éramos sus seres más amados. Ella hubiera querido que fuéramos felices —le recordé tomándole la mano de nuevo—. Roberto, quiero que seas feliz todos los días de tu vida. No te enojes con los que no te valoran. No dejes pasar a aquellos que son importantes para ti por culpa de tu visión estrecha. Por ejemplo, ese muchacho. Él de veras te respeta desde el fondo de su corazón. No es como el resto de la familia Fontana. Él te respeta como hermano y quiere tu aprobación. Roberto, como lo estás tratando ahora es justo como tu madre te trata a ti. Puedes intentar aceptarlo. Claro que es solo una sugerencia. Aún podrías rechazarlo, pero quiero que seas feliz sin importar lo que pase. —Había una mirada aturdida en los ojos de él. Le apreté la mano antes de acercarme un paso más en forma abrupta para abrazarlo. Mi voz era suave mientras continuaba—: Me equivoqué en el pasado. Aunque es cierto que estaba alerta contra ti, de verdad espero que seas feliz y no tengo malas intenciones. Roberto, no eres una persona cualquiera en mi vida. Eres la única familia que me queda de parte de mi madre. Tú eres mi único hermano, el tío de mis hijos, y tenemos casi la misma edad. Nunca te traicionaré. ¿Entiendes? Te amo como a un miembro de mi familia. —Yo podía sentir su cuerpo temblar. Parecía anonadado y confundido. De repente, Roberto me envolvió en sus brazos.

—Mi cuerpo está roto. Nunca nadie me amó de verdad, salvo mamá. Gracias por tus palabras. Le has devuelto el sol a mi helado corazón… Gina, de pronto recordé que una vez hubo una niñita. Dijo que gustaba de mí, pero yo pensé que solo me tenía lástima, por eso es que yo… —Él me soltó y vi lo rojos que estaban sus ojos. Luego, continuó—: Tienes razón, fui cerrado. Siempre he rechazado cualquier muestra de afecto porque pensaba que no era más que lástima. Solo estaban empatizando conmigo y sintiéndose mal por mí. Ignoraba todo eso por buscar algo que no podía obtener… ¡Soy un tonto! —Era como si se hubiera accionado un interruptor en su cabeza y hubiera entendido ciertas cosas.

—¿Dónde está ahora esa niñita? —Roberto respondió diciendo que no con la cabeza. Su guapo rostro mostraba una vacilación evidente.

—No lo sé, solo la había salvado unas veces y luego empezó a aparecer por todas partes diciéndome que gustaba de mí. Nunca la tomé en serio. Para ser más exacto, debo decir que nunca tomé en serio nada de lo que alguien me decía. No sentí nada cuando la humillé. Eso fue hace cinco años.

—¿Cómo la humillaste? —inquirí dubitativa.

—Me acosté con ella. No solo eso, sino que también me acosté con otras mujeres justo frente a sus ojos —respondió Roberto. Sin embargo, ni siquiera sonaba arrepentido cuando lo dijo. Solo suspiró lamentándose y continuó—: Quizá ella decía la verdad, pero yo nunca me tomé a pecho sus palabras. Ni siquiera sé si sigue viva.

Hacía un tiempo, mientras esperaba en el cuartel general de los Genova, había escuchado a Antonio conversando con Roberto. Él me parecía muy relajado en cuestiones sexuales. Sería más preciso decir que el sexo era una válvula de escape para sus frustraciones más que decir que era despreocupado en ese aspecto. Al principio, usaba a las muchachas como medio para descargar su enojo. Además, tenía tantas que ya no podía recordar cuántas habían pasado por su vida. No obstante, solo estaba impresionado por esa única chica. Aunque esos recuerdos eran vagos después de todos esos años, de repente recordó su época con ella. Aún recordaba la calidez que había sentido.

—¿Por qué no estás seguro de si sigue viva?

—Es una huérfana que albergó Claudio. Esa chica entrenaba con los demás huérfanos después de haber sido acogida, pero él cayó en desgracia antes de que la joven pudiera completar el entrenamiento. Tras ese final abrupto de su entrenamiento, ella se quedó deambulando por el mundo. Si bien Claudio ya no está, los huérfanos aún deben seguir ciertas reglas. La joven solía tomar misiones y, cuando la conocí, todavía era menor. Claro que yo tampoco era adulto todavía. La salvé algunas veces, pero no recuerdo por qué. No paraba de decir que me amaba, pero yo nunca tomé en serio sus palabras. Las personas como ella no eran más que hormigas para mí. Luego de algunas sesiones de sexo, le dije que dejara de molestarme y ella obedeció. Ya han pasado cinco años enteros y no la he visto ni una vez. No estoy seguro de lo que le esté pasando o de si aún esté con vida. —Suspiró y agregó—: No había pensado en ella en cinco años. De no haber sido por tus palabras… nunca la habría recordado. Aun así, sus ojos tenían un brillo y una claridad muy atípicos. —Aunque Roberto decía que no quería a la muchacha, el hecho de que me contara sobre ella indicaba que sí. Sin embargo, sea lo que fuera que sintiera por ella, era muy leve y débil.

—Mantén abierto el corazón en el futuro para evitar dejar pasar oportunidades de nuevo.

—No tendré una amante —afirmó. Yo entendía sus preocupaciones.

—Roberto, mi cuerpo tampoco está entero y sano. Sin embargo, me acerqué a Santiago y me aferré fuerte a él. ¡Hasta me convertí en su esposa! Tener un cuerpo incompleto no significa que no puedas tener nada.

—Gina, mi cuerpo está podrido hasta la médula. No estoy hablando de mi salud, sino de los años que he pasado arruinándolo. —Luego, suspiró y reiteró—: Está podrido por completo. —De repente, entendí a lo que se refería. No supe qué decir, pero él me interrumpió antes de que pudiera balbucear algo—. No sirve de nada hablar de esto, Gina. Solo lo mencioné porque me vino el recuerdo a la mente. Estaba pensando en si debería volver a Bristonia. Tras pensarlo un poco, me doy cuenta de que me gusta estar ahí porque la comida de Juliana es increíble y Oscar da lo mejor de sí para enseñarme a jugar al ajedrez. Me encanta ese estilo de vida.

—¿Por qué volviste a Francia entonces? —le pregunté. Él se quedó en silencio. Los dos éramos conscientes del motivo de su regreso. Le di unas palmadas en el hombro y lo tranquilicé—: No hagas berrinches la próxima vez. Al fin y al cabo, solo te estarás buscando un enojo. Si alguna vez estás molesto por algo, dímelo, por favor. —Él sonrió, pero no respondió. Después, lo acompañé hasta el centro de la ciudad, donde se compró varios atuendos. Luego, reservó un pasaje de avión por teléfono. Hasta me preguntó si quería volar a Bristonia con él, pero rechacé su oferta—. Acabo de llegar aquí. Antes de volver a las apuradas, me gustaría quedarme un poco más. —Él volteó los ojos.

—Estar con Santiago significa andar a las corridas —dijo. Yo lo sabía, pero estaba feliz de estar con él.

En ese momento, Santiago me envió un mensaje de texto justo cuando salíamos del centro comercial. «¿Dónde estás? Te voy a buscar», decía, así que le envié la dirección. «Espérame en algún lugar tranquilo», me contestó. Entonces, Roberto y yo esperamos en un lugar aislado y remoto. Enseguida, llegó Santiago y estacionó el helicóptero en un campo con césped. De inmediato, estiró el brazo para tomarme la mano.

—Vayamos a nuestra próxima parada.

—¡Me voy! Por favor, ayúdame a cuidar a mis hijos cuando estés en Bristonia. ¡Gracias! —Saludé a Roberto haciendo un gesto con la mano.

—¡Apúrate! ¡Tengo un vuelo que tomar! —me respondió él gritando.

Por nuestra parte, Santiago y yo partimos de Francia y volamos a un país cercano, donde paramos a pasar la noche. Antes de que él fuera a trabajar, hizo que sus hombres me llevaran al Hotel Presidente, que estaba allí cerca. Luego de los días de actividad intensa que había tenido, estaba agotada. Solo estuve recostada en la cama unos pocos minutos antes de quedarme dormida.

Cuando me desperté, Santiago ya se había ido. Su ausencia hacía doler mi corazón porque me sentía mal por lo mucho que él estaba trabajando. De seguro tenía una agenda extenuante. Nuestra luna de miel debió haber sido el momento más relajante de todos para él; en esos días, no había un solo músculo tenso en su cuerpo.

Me levanté, caminé hacia la ventana y miré el cielo nocturno despejado y el río que corría afuera. El país era pequeño, y solo estábamos ahí por la reunión de negocios de Santiago. Si las negociaciones iban bien, él iba a hacer una inversión allí. Ya eran las tres de la madrugada y él aún no había vuelto al hotel. Contuve la necesidad de enviarle un mensaje y esperé. Sin embargo, volvió recién a las cuatro de la madrugada. Escuché que golpeaban la puerta y, cuando la abrí, vi a mi esposo ahí parado, apestando a alcohol. Si bien se podía mantener en pie, parecía confundido y sus ojos no paraban de moverse. Así que di un paso al frente para ayudarlo a entrar a la habitación.

—¿Por qué bebiste tanto?

—Reina, me duele el estómago.

«¡Demonios, Santiago! ¿Cómo puede ser tan sensual incluso cuando trata de decirme que le duele el estómago?», me pregunté.

—Pediré que nos traigan un poco de agua y medicamentos.

Después, lo ayudé a sentarse en una silla, donde se quitó la corbata y se desabrochó un botón. Desde donde estaba parada, tenía una vista perfecta de su exquisita clavícula. Verla era algo dolorosamente hermoso y tentador. Su nuez de Adán se movía para arriba y para abajo. Me obligué a mirar para otro lado, pero de pronto escuché a Santiago llamarme como un niño suplicante:

—Reina, quiero besarte.

—Apestas a alcohol. ¡Ni lo sueñes!

—¿No quieres besarme? ¿Por qué tus ojos no dejan de mirar para abajo? —Aunque había apartado la vista, no pude evitar darme vuelta para echar otra mirada—. Vamos, Reina. Deja que Santi te bese…

—Bueno, eso me parece bien —dije mientras se me ocurría un plan.

—¿Sí? —Él se quedó mirándome confundido.

—Primero, dime «cariño».

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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