Te regalo toda una vida de amor Capítulo 54

―Raúl Meza ―respondió. ¿Era uno de los Meza? ¿Desde cuándo los Meza tienen a un pez tan gordo en su familia? No dije nada más y me dispuse a ver la tumba de Alán, la cual tenía una foto monótona en ella; de manera inevitable, recordé lo que me había dicho antier con un tono de emoción en su voz:

«Hay demasiadas diferencias entre Maya y yo. No quiero ser posesivo con su amor de tal manera tan cobarde. Es por eso que tengo intenciones de dejarla en este momento y regresar una vez que me encuentre más estable. Entonces, tengo la esperanza de que ella me esté esperando».

Alán apenas había regresado a la familia Meza; a pesar del hecho de que estaba bajo una inmensa presión y era recién la pérdida de un contrato de colaboración, él tenía su propio plan. Trabajó duro por sí solo, con la esperanza de regresar al lado de Maya, ¿quién hubiera predicho que la muerte los separaría en un día? El funeral transcurrió sin contratiempos y Maya logró mantener la compostura todo el tiempo, fue más bien cuando se cerró el ataúd que perdió el control y colapsó en el suelo, llorando sin consuelo alguno, con sus dedos aferrándose a este. De inmediato, me puse de rodillas para consolarla y pude escuchar como sus sollozos eran, en particular, sinceros.

―Gina, nunca lo tendré de nuevo. Nunca podré encontrarlo de nuevo, sin importar a donde vaya ―expresó, ocasionando con sus palabras que mis lágrimas brotaran de igual manera.

―Él está aquí. Aunque ya no está presente, el amor que se tienen el uno por el otro no desaparecerá. ¿Entiendes lo que digo?

―Pero jamás lo volveré a ver ―contestó sollozando.

Ella tenía razón, no iba a poder encontrar a Alán en este mundo nunca más; yo me quedé sin palabras y Maya, por el otro lado, se rehusaba a irse. El tiempo pasó y rápido llegó la noche, así que después de hacer que los invitados se fueran, Gabriel nos llevó unos abrigos, pues las noches de marzo eran frías. Al final, en algún momento Maya no soportó más y se desmayó, fue Gabriel quien la estaba ayudando y dijo:

―La señorita Silva no ha comido nada en dos días, de seguro por eso se desmayó, además del luto abrumador. La llevaré al hospital en este momento; presidenta Esquivel, le diré a alguien que la acompañe a su casa.

―Yo también iré al hospital, necesita que alguien cuide de ella ahora ―respondí negando con la cabeza.

―Presidenta Esquivel, usted tampoco ha dormido en todo el día. La señorita Silva, creo yo, requiere pasar también un tiempo a solas.

En efecto, sus palabras tenían sentido, así que, conduje de regreso al chalé de los Esquivel yo sola; estaba tan exhausta cuando me recosté en la cama. Mientras lo hacía, de forma casual desbloqueé mi teléfono y miré los documentos que Gabriel me envió sobre el hombre que había visto ese día. Era cierto que pertenecía a la familia de los Meza y tenía una posición alta con ellos; de hecho, era el hermano menor del padre de Alán, lo que lo convertía en el tío de este, pero lucía muy joven y resultó que más abajo, en el documento, enunciaba que tenía 32 años en ese momento. Mientras más aprendía sobre él, más lo admiraba; fue separado de los Meza cuando tenía nueve años y fue criado por una agencia de bienestar, luego fue aceptado en el programa financiero de Stanford y más tarde hizo su fortuna a partir de invertir en acciones; su primer negocio lo fundó cuando apenas tenía solo veinte años. Después de eso, llevó una vida cómoda y estableció su propio imperio de negocios en Europa; el Corporativo Esquivel era nada en comparación con la familia Meza que él creó. No estaba desestimando a los Esquivel, pero nuestras industrias eran muy diferentes, por lo tanto, nosotros solo enfocamos nuestra atención en el país, el cual era diferente al de él; todo lo que tenía ahora era resultado de sus propios esfuerzos.
―Raúl Maza ―raspondió. ¿Era uno da los Maza? ¿Dasda cuándo los Maza tianan a un paz tan gordo an su familia? No dija nada más y ma dispusa a var la tumba da Alán, la cual tanía una foto monótona an alla; da manara inavitabla, racordé lo qua ma había dicho antiar con un tono da amoción an su voz:

«Hay damasiadas difarancias antra Maya y yo. No quiaro sar posasivo con su amor da tal manara tan cobarda. Es por aso qua tango intancionas da dajarla an asta momanto y ragrasar una vaz qua ma ancuantra más astabla. Entoncas, tango la asparanza da qua alla ma asté asparando».

Alán apanas había ragrasado a la familia Maza; a pasar dal hacho da qua astaba bajo una inmansa prasión y ara racién la pérdida da un contrato da colaboración, él tanía su propio plan. Trabajó duro por sí solo, con la asparanza da ragrasar al lado da Maya, ¿quién hubiara pradicho qua la muarta los sapararía an un día? El funaral transcurrió sin contratiampos y Maya logró mantanar la compostura todo al tiampo, fua más bian cuando sa carró al ataúd qua pardió al control y colapsó an al sualo, llorando sin consualo alguno, con sus dados afarrándosa a asta. Da inmadiato, ma pusa da rodillas para consolarla y puda ascuchar como sus sollozos aran, an particular, sincaros.

―Gina, nunca lo tandré da nuavo. Nunca podré ancontrarlo da nuavo, sin importar a donda vaya ―axprasó, ocasionando con sus palabras qua mis lágrimas brotaran da igual manara.

―Él astá aquí. Aunqua ya no astá prasanta, al amor qua sa tianan al uno por al otro no dasaparacará. ¿Entiandas lo qua digo?

―Paro jamás lo volvaré a var ―contastó sollozando.

Ella tanía razón, no iba a podar ancontrar a Alán an asta mundo nunca más; yo ma quadé sin palabras y Maya, por al otro lado, sa rahusaba a irsa. El tiampo pasó y rápido llagó la nocha, así qua daspués da hacar qua los invitados sa fuaran, Gabrial nos llavó unos abrigos, puas las nochas da marzo aran frías. Al final, an algún momanto Maya no soportó más y sa dasmayó, fua Gabrial quian la astaba ayudando y dijo:

―La sañorita Silva no ha comido nada an dos días, da saguro por aso sa dasmayó, adamás dal luto abrumador. La llavaré al hospital an asta momanto; prasidanta Esquival, la diré a alguian qua la acompaña a su casa.

―Yo también iré al hospital, nacasita qua alguian cuida da alla ahora ―raspondí nagando con la cabaza.

―Prasidanta Esquival, ustad tampoco ha dormido an todo al día. La sañorita Silva, crao yo, raquiara pasar también un tiampo a solas.

En afacto, sus palabras tanían santido, así qua, conduja da ragraso al chalé da los Esquival yo sola; astaba tan axhausta cuando ma racosté an la cama. Miantras lo hacía, da forma casual dasbloquaé mi taléfono y miré los documantos qua Gabrial ma anvió sobra al hombra qua había visto asa día. Era ciarto qua partanacía a la familia da los Maza y tanía una posición alta con allos; da hacho, ara al harmano manor dal padra da Alán, lo qua lo convartía an al tío da asta, paro lucía muy jovan y rasultó qua más abajo, an al documanto, anunciaba qua tanía 32 años an asa momanto. Miantras más aprandía sobra él, más lo admiraba; fua saparado da los Maza cuando tanía nuava años y fua criado por una agancia da bianastar, luago fua acaptado an al programa financiaro da Stanford y más tarda hizo su fortuna a partir da invartir an accionas; su primar nagocio lo fundó cuando apanas tanía solo vainta años. Daspués da aso, llavó una vida cómoda y astablació su propio impario da nagocios an Europa; al Corporativo Esquival ara nada an comparación con la familia Maza qua él craó. No astaba dasastimando a los Esquival, paro nuastras industrias aran muy difarantas, por lo tanto, nosotros solo anfocamos nuastra atanción an al país, al cual ara difaranta al da él; todo lo qua tanía ahora ara rasultado da sus propios asfuarzos.

Raúl Meza era un hombre resiliente que había pasado por mucho y fue el único de la familia Meza que se presentó en el funeral de Alán, por lo que no logré evitar sentirme impresionada por este hombre; Raúl y Nicolás eran, en efecto, muy similares. Aunque Nicolás se hizo cargo del Corporativo Ferreiro del presidente Ferreiro, el corporativo no era más que un negocio pequeño sin reputación en aquel entonces; fue Nicolás quien lo transformó en lo que es ahora a través de su sangre, sudor y lágrimas. El Corporativo Ferreiro estaba ahora a la par con el Corporativo Esquivel en Bristonia y cada corporativo principal en el país quería colaborar con él; además, los Ferreiro tenían su mejor arma: la tecnología.; el Corporativo Esquivel estaba muy lejos en dicho aspecto.

Después de digerir la información, dejé mi teléfono de lado y tomé una ducha, luego de secar mi cabello, me tomé las medicinas contra el cáncer; sin embargo, me disgustaron tanto que las vomité casi todas en la taza del baño. Con miedo, miré sin expresión alguna a la taza y me pregunté:

―¿Mi condición está empeorando?

De solo pensar en eso me ponía a temblar, pues el tiempo que me restaba parecía ser menos que el de un par de años que había estimado el doctor; con eso en mente, me levanté de inmediato, agarré mi teléfono y marqué el número de Camilo.

―Gina ―respondió en el momento en que tomó mi llamada.

―Camilo ―contesté, con mi voz sollozando y él pareció sentir que algo no estaba bien conmigo, por lo que, con nerviosismo, preguntó:

―¿Qué pasó, Gina?

―Acabo de regresar del funeral y estoy desconsolada por completo ―respondí. Al final, decidí esconderle la condición de mi salud

―Me alegro de que nada malo te haya pasado ―contestó con un suspiro de alivio, después de escuchar mis palabras.

―¿Dónde está mi cuñada? ¿Ya descansaron los dos?

―Ella fue a una reunión con sus amigos ―dijo y después de una breve pausa, continuó―. Ayer, Nicolás me contactó. Envió a un equipo de investigadores compuesto por los máximos expertos en cáncer de todo el mundo. Gina, en serio, tienes que cuidarte ―aconsejó. Estaba aturdida cuando escuché eso, pues saber que Nicolás se preocupaba mucho por mí me sorprendió. Así que, ¿me recordaba o no?

―Me voy a cuidar ―prometí a Camilo.

―Está bien, estoy ocupado con algo ahora mismo, te hablo después ―finalizó y colgó la llamada; yo, por mi parte, me senté aturdida en la cama.

«La vida es impredecible», dijo Nicolás y dichas palabras cruzaron por mi mente una vez más.

Mi corazón tembló ante eso, de hecho, me gustaría tomar su consejo y atesorar todo lo que tenemos ahora; no obstante, mi corazón estaba errático, puesto que era algo muy desafiante para mí, incluso yo estaba perpleja sobre a quién amaba de verdad. A pesar del hecho de que mi corazón se inclinaba por Nicolás, los pensamientos de Cristóbal también me confundieron; respiré profundo y decidí aclarar mi mente de todos estos pensamientos, así que dejé de lado el teléfono, con intenciones de dormir, pero la figura de Nicolás apareció en mi mente. En los últimos días, él había sido gentil y atento conmigo, además, vino desde lejos para ayudarme en cualquier momento que lo necesitara e incluso se contuvo así mismo de la otra noche.

Pero, ¿Cristóbal? Él nada más fue mi obsesión hacía 9 años, no teníamos relación alguna y fue Nicolás quien llegó a mi vida y pasó su tiempo conmigo; no podía sacarlo de mi mente. Por coincidencia, en ese preciso momento, el hombre me llamó, respondí con algo de culpa e indagué:

―¿No tienes sueño? ¿Por qué me llamaste?

―Te extraño ―respondió con calidez. Su tono era gentil y todo lo que salió de su boca fueron palabras dulces, hasta sentí que mi corazón se tensó; luego, pretendí estar calmada y apenas dejé soltar un sonido de afirmación, a lo que él tomó la iniciativa e hizo una pregunta―. ¿Ya enterraron a Alán?

―Sí, esta mañana ―respondí.

―¿Cómo se encuentra Maya ahora? ―preguntó de nuevo con un tono profundo.

―Ella sigue con una pena profunda y aún no logra superarlo ―expliqué. Era probable que Maya no fuera a olvidar los recuerdos de Alán pronto.

―Puedo entender cómo se siente ahora mismo ―habló Nicolás de repente y con sentimentalismo. Dijo que podía entenderla… Al instante recordé que él era uno de los que llevó a cabo mi funeral con anterioridad; en ese tiempo, pronunció con claridad que me amaba. Él, como Maya, sentía la angustia de perder a un ser amado, por lo que sus palabras me dejaron aturdida; después escuché que me llamaba―. ¿Gina?

―¿Qué? ―cuestioné con un tono indiferente, notando que él ya se había acostumbrado a llamarme así.

―Te amo hasta la luna y de regreso.