Te regalo toda una vida de amor Capítulo 522

LG no era la única persona que me decía que Santiago y los demás habían sido crueles y turbios en aquel entonces. Aún así, él admitió que se había aliado en contra de Ezequiel. Sin embargo, ¡eso era irrelevante! Siguiendo la ley del más fuerte, incluso Ezequiel había reconocido que siempre habría algo nuevo para reemplazar a lo viejo. Además, aseguraba que no le tenía miedo a perder. De algún modo, no le importaba haber perdido, sino que quería venganza. Su principal motivación era darles a Santiago y a los demás un trago de su propia medicina. Al final, no pude evitar defenderlo.

—LG, no existe nadie que pudiera escalar hasta esa posición con las manos limpias, incluyendo a Ezequiel en aquel momento. Hasta admitió la derrota, así que ¿por qué protestas en nombre de él? De todas formas, te gusta Santiago; ¿por qué defiendes a Ezequiel? ¿Lo amas?

—¡Cierra la boca! —espetó luego de que se le retorciera la cara como si le hubiera puesto un dedo en la llaga—. No los mereces. —«¿Es posible que aún tenga sentimientos hacia él? ¡Qué va! Ni hablar», pensé. El repentino incremento en la velocidad del viento en Bristonia me hizo temblar de frío de una manera incontrolable. Luego, LG se paró con espontaneidad y caminó hacia nosotras—. Alfredo debería llegar en cualquier momento, ¿no? —preguntó mirando a Maya.

—¿Lo contactaste? —exclamó Maya sorprendida.

—Sí. Debo completar la misión de Claudio. Vayan a esperar al costado del edificio —nos indicó LG.

—¿Qué quieres decir? —cuestionó Maya frunciendo el ceño.

—Salten cuando sea el momento indicado. No se preocupen. No estamos tan alto. Solo a unos tres metros, más o menos. Si tu hombre puede atraparte, te dejo ir. —Le dijo a Maya. Todo el tiempo, LG se había estado comunicando en weliano. Sin embargo, era un alivio que tanto Maya como yo fuéramos competentes en ese idioma. Silvio aún estaba gravemente herido y todo el mundo lo sabía. Pero no era el único, ya que todos mis amigos de Bristonia estaban lastimados, aunque Santiago era el único que estaba un poco mejor que el resto. «Si Maya salta, podría morir si Silvio no la atrapa, y si la atrapa, su vida estará en riesgo. Un salto hasta sus brazos desde esa altura tendría un impacto tan descomunal que no sería capaz de soportarlo estando herido de gravedad. Nos está diciendo que elijamos entre los dos. ¡No! Le está diciendo a Silvio que elija su vida o la de Maya, pero nosotras no tenemos opción», pensé. Maya conocía su plan, así que se negó a moverse y LG, con rapidez, la sacó a patadas de frustración—. Apúrate. —Su tono era similar al de un adiestrador de perros. Yo estaba anonadada y Maya se puso pálida por completo. Entonces, arrastré a Maya hacia el costado del edificio. El viento soplaba tan fuerte que nos bamboleábamos en el lugar. Luego, le di un vistazo al suelo con discreción. Estaba cubierto de rocas y basura. Si nos caíamos, íbamos a estar muertas o quedar lisiadas. No me atrevía a pensar qué pasaría. Unos minutos después, llegó alguien, y era Silvio. Vestido con un abrigo negro, miró hacia arriba a donde estábamos nosotras. En el momento en que vio el brazo de Maya, sus ojos se congelaron.

—¿Piensas que tenemos miedo de matarte, LG?

—Ven a matarme entonces, Alfredo —respondió ella en idioma weliano. Después de una pausa, manifestó—: La gente que muerdo se muere. Por eso es que no te atreves a ponerme un dedo encima. ¡Sabes cuáles son las consecuencias de matarme!

Santiago había dicho que LG era una asesina furtiva. Era alguien que se aferraba a los rencores. Además, era capaz de pasar años escondida entre las sombras esperando la menor oportunidad para dar un golpe mortal.

—No te hice nada antes porque no habías llegado tan lejos. Ahora que has tocado a mi esposa, ¿por qué iba a dejarte ir? —la amenazó Silvio—. Que no te ataque ahora no significa que vaya a dejar que te salgas con la tuya.

—Solo estoy siguiendo órdenes —declaró ella sin miedo.

—¿Claudio Migueletes? —pronunció Silvio, rápido para adivinar.

—Sí. ¿Por qué otro motivo me molestaría en pelear contigo?

En ese momento, alguien surgió de las sombras, vestido bastante casual con una remera blanca. A pesar de lo extraño de su atuendo, el hombre seguía estando más guapo que nunca.

—Ezequiel —grité.

—No se preocupe, señorita Esquivel —me tranquilizó.

Enseguida, caminó hacia nuestro campo visual. De repente, un Silvio normalmente calmo y pacífico le advirtió ladrándole enojado:

—¡Claudio, dile a LG que las suelte ahora o te echaré de Bristonia! —Todos lo llamaban Claudio, pero ninguno lo llamaba Ezequiel. Parecía que estaban más familiarizados con el nombre Claudio Migueletes.

—Ni siquiera atendió mi llamada. No puedo controlarla —contestó con frialdad Ezequiel, mirándolo a Silvio.

LG permanecía sumisa a Ezequiel y había dicho más temprano que debía completar la misión de Claudio. Significaba que él no solo quería molestar a Silvio sino que tampoco quería salvar a la persona que Silvio quería salvar.

—¡Me lo prometiste, Ezequiel! —grité apurada. Ezequiel me había prometido que iba a rescatar a Maya.

—No se preocupe, señorita Esquivel —sonrió en respuesta. Todo el tiempo me aseguraba que no tenía nada de qué preocuparme, pero sus palabras siempre eran aterradoras.

—Ya todos están aquí —comentó LG de repente, sonriendo. Luego, puso su mano sobre el hombro de Maya y le gritó al hombre de abajo con entusiasmo—: ¿Vas a atraparla, Alfredo? —Como resultado de sus lesiones, Silvio no podía realizar esa tarea. Sin embargo, miró fijo a Maya en silencio justo antes de asegurarle con suavidad:

—Aquí estoy, Maya. —Él quería decir que no tenía razones para estar asustada siempre que él estuviera allí.

—¿Ya no obedeces mi órdenes, LG? —exigió Ezequiel.

—Solo estoy completando la misión que me diste, Claudio. —LG insistía en completar su misión. Luego, él se aclaró la garganta y le preguntó:

—Si yo… —LG empujó a Maya del edificio antes de que Ezequiel pudiera terminar la oración. Yo estaba allí parada, mirando cómo su cuerpo frágil era arrojado al suelo. Entonces entré en pánico, me tiré al piso y grité:

—¡Maya!

Silvio no pudo atraparla porque fue pateado hacia un costado. Por otro lado, ella salió ilesa gracias a la oportuna intervención de Ezequiel. Enseguida, la dejó ir y vi cómo se expandía la sangre con rapidez por la remera blanca de él. El impacto había hecho que se reabrieran sus antiguas heridas en recuperación, y despacio, se arrodilló en el suelo. Algo en él hizo que mi pecho se tensara y tuve una marcada impresión de que ya lo conocía. Luego, Silvio corrió con rapidez para levantar a Maya del suelo. No estaba herida, solo aterrorizada. Después, escuché la suave voz de Ezequiel, que llegó hasta mis oídos con el viento.

—Dije que no debía preocuparse, señorita Esquivel. Le prometí… —A continuación, se desplomó en el suelo.

—¡Claudio! —gritó LG en pánico. —De repente, alguien la pateó desde atrás y la hizo caer del edificio. Vi su cabeza chocar primero con la pila de escombros, para luego quedar desparramada en el piso y cubierta de sangre en toda su extensión. Cuando me di vuelta, Santiago estaba parado allí, sin ninguna expresión.

—¿Por qué estás aquí? —le pregunté, luego de correr hacia él para abrazarlo. Él me devolvió un abrazo fuerte, y sus brazos me envolvieron con fuerza mientras me explicaba con afecto:

—Silvio me llamó. Todavía estaba en la ciudad por algunos retrasos. ¿Por qué cargaste con el peligro tú sola…?

—Todos decían que LG estaba loca, así que tuve miedo de decir… —Entonces, Santiago me hizo upa como en la noche de bodas y bajamos la escalera. Era un desastre ahí abajo, sobre todo con Ezequiel inconsciente. Sin embargo, LG todavía estaba consciente.

—Santiago. —Al final, se dirigió a él en ruso.