Te regalo toda una vida de amor Capítulo 501

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 501

Santiago me llamó parlanchina al menos tres veces ese día. Él era una persona que prefería sentarse en silencio, y yo no era la mejor compañía para eso. Solía ser más callada, pero, al parecer, me comportaba como una niña cuando estaba con él. Me gustaba hablarle, sin importar si respondía o no. Saber que estaba escuchando todo lo que decía era suficiente para mí. Solo nosotros comprendíamos la química que teníamos. También me gustaba hacerle demostraciones de afecto, como molestarlo y quedarme pegada a él todo el día. Sabía que a veces podía ser demasiado pesada con él, pero no era un problema para mí, sino que era mi forma de demostrarle amor. Estaba segura de que a Santiago no le molestaban mis actos; disfrutaba de todo lo que hiciera con él. A fin de cuentas, todos amaban tener a su esposa cerca y que solo tuviera ojos para ellos.

—¿Ya no te gusto? —le pregunté con expresión triste a propósito. Él me miró a los ojos antes de abrazarme y llevarme a la cabaña sin responder. Había dos cabañas de color borgoña conectadas, una de ellas era el baño, la otra era la habitación. El espacio era reducido, por lo que solo entraba la cama. Los hombres habían dejado el equipaje allí antes de marcharse en el crucero. La cama espaciosa estaba frente a la ventana abierta. Me senté sobre el colchón con las piernas cruzadas a contemplar el mar azul frente a mí. Luego me incliné y apoyé los codos en el alféizar para apreciar la vista por un rato antes de mirar alrededor. Santiago ya había abierto la maleta y estaba arreglando algunas cosas—. ¿No estás cansado? —le pregunté al recostarme en la cama.

—Estoy bien —respondió él. Estaba ordenando el equipaje y colgando su ropa en el armario, hasta que por fin llegó a mi ropa interior—. Nunca te vi usar esto —comentó con una ceja en alto al encontrar uno de mis sostenes, bastante sugerente.

—Casi nunca lo uso —dije y se lo arranqué de las manos.

—¿Por qué no te lo pruebas ahora? —propuso él en tono provocativo.

—¿Quieres ver cómo me queda, Santi? —le pregunté con una sonrisa. Él se quedó helado, mirándome en silencio. Supuse que fue por timidez, así que le di la espalda antes de sacarme la ropa y ponerme el sostén verde—. ¿Cómo me veo? —quise saber al voltear. Aunque no era voluptuosa, mis pechos tenían buena forma.

—¿Por qué te apresuraste tanto? —protestó señalando el bretel en mi hombro—. No te lo acomodaste bien. Ven, déjame arreglarlo. Me acerqué a él y sentí sus dedos largos sobre mi piel mientras acomodaba los breteles.

—¿Soy bonita? Mi rostro es mi mejor rasgo —dije mirándolo a los ojos.

—Deje de hablar, señora Genova —balbuceó él en tono terminante. Me dejó perpleja por un momento, pero por fin aprendí a quedarme callada—. Luces genial —afirmó en tono amable con una palmadita en mi mejilla. ¡Por fin respondía a la pregunta que le había hecho antes! Santiago bajó la vista hacia una cicatriz suave en mi abdomen. Tenía varias por todas las cirugías que había tenido que pasar y me resultaban horribles. Me había hecho algunos tatuajes para cubrir algunas, pero no había tenido tiempo para cubrir la más reciente. Él la acarició con el pulgar mientras decía apenado—: No dejo de lastimarte, cariño.

—No digas eso —repliqué y lo abracé por el cuello—. Soy muy feliz cuando estoy contigo, y tú me consientes tanto que casi no reconozco a la persona en la que me he convertido. Estoy muy, muy feliz de estar contigo, Santiago. —Estaba tan feliz que quería aferrarme a él por el resto de mi vida.

—Deberías salir a tomar un poco de sol, Reina —dijo sonriente—. Yo ordenaré aquí y cambiaré las sábanas.

Entonces, tomé mis gafas oscuras, el protector solar y salí. Al final de un camino curvo, llegué a un espacio abierto con dos reposeras en el medio, a unos cien metros de la cabaña. Me senté en una de las reposeras blancas y me apliqué el protector solar. Al terminar, comencé a revisar mi teléfono. Había una infinidad de mensajes en el grupo de conversación, la mayoría de Lucas, que siempre había sido el miembro más activo. Me levanté para tomarme una fotografía con el océano de fondo y la envié. Lucas fue el primero en responder. «¿Dónde estás, Reina? ¡Te ves muy sensual! ¿Estás de vacaciones?».

Volví a mi silla para responder. «Estoy en una isla desierta, pero no sé dónde se encuentra. Y sí, ¡estoy de vacaciones!».

«¿Santi está contigo?», preguntó David. «Por supuesto, es nuestra luna de miel, ¡no podía venir sola!», respondí.

Emilia envió un emoji verde de la envidia y Lucas, el más descarado y directo de todos, apuntó contra Cristóbal, que nunca había participado en el grupo: «¿Viste eso, Cristóbal? Emilia está queriendo insinuar algo». La que respondió fue la chica en cuestión: «¿Quieres que te golpee, Lucas? Deja de decir tonterías. ¡Borra ese mensaje!». Después de eso, el grupo se quedó en silencio.

Un par de minutos más tarde, Lucas envió un mensaje más extenso: «Ay, no. Estaba ocupado y no vi tu mensaje. Creo que ya es tarde para que borre el mío. Lo siento, Emilia, no soy como Reina y los demás. ¡Yo tengo trabajo! Debo esforzarme muchísimo si alguna vez quiero tener una luna de miel como la de ellos. Espero que entiendas mi situación». Era evidente que se estaba haciendo el tonto. Emilia debía estar sin palabras. En poco tiempo, Cristóbal envió un mensaje al grupo por primera vez: «Bien. Gracias por el recordatorio. Haré los preparativos para la luna de miel. Además, Emilia y yo celebraremos nuestra boda a fin de año, espero que puedan asistir. No será necesario que nos hagan regalos».

Emilia protestó enseguida: «¡Por supuesto que deben hacernos regalos! Gasté seis mil cuando David se casó. ¡Quiero mi dinero de vuelta!». Ella seguía obsesionada con el dinero, pero nadie podía culparla por eso, pues era pobre en comparación con los demás. «Pero ¿no debería ser más generosa ahora que está casada con Cristóbal?», pensé.

David enseguida se quejó de las palabras de la chica: «¿Cómo te atreves a mencionar eso? Fue la primera vez que recibí un regalo tan barato. El de Lucas también fue una baratija; me dio algo de apenas seis millones y medio».

«¿Dijiste que el regalo de Lucas fue una baratija? ¿Estás seguro de que no lo dices solo para ofenderme? Ah, ahora recuerdo que Cristóbal me hizo un regalo de solo cinco mil para la Navidad de hace dos años. ¡Nunca había recibido nada más barato! Solo soy ahorrativa porque él lo es», respondió Emilia. Estaban turnándose para acusarse unos a otros.

«Aún no habías conocido a Cristóbal cuando yo me casé, ¿cierto?», preguntó David. Estaban en medio de la discusión cuando Amparo apareció de la nada: «No te hice un regalo de bodas». Después de eso, David dejó de participar.

«No puedo creer que Amparo esté hablando de eso. Parece que ya no le resulta difícil ese tema», me dije. De repente, David me envió un mensaje privado: «¿Eva ha conocido a alguien, Gina?».

«No estoy segura», respondí. Solo la había ayudado a perseguir al cantante que le gustaba, pero no tenía idea de lo que había pasado después. «Cambió, Gina», escribió David. Al parecer, ya no tenía control sobre Amparo. «Bueno, ¿y tú te has divorciado?», repliqué.

«No, ella faltó a su palabra de repente y se rehusó a firmar los papeles. Insiste en que no me engañó», respondió él desanimado. «¿Le crees?», pregunté después de un momento de dudas.

El clima era cálido. De repente, oí que alguien dejaba un vaso sobre la mesa a mi lado. Cuando levanté la vista, vi a Santiago tendido en la otra silla. No tenía nada puesto, y ver su cuerpo hizo que se me acelerara el corazón.

«¿Conoces a Tomás Rodríguez?», continuó David.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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