Te regalo toda una vida de amor Capítulo 496

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 496

Santiago no parecía la clase de hombre que pelearía con una mujer. Mientras la duda se abría paso en mi mente, recordé lo que José me había dicho esa misma tarde: que Santiago había salido de la ciudad para recoger a una mujer vestida de blanco.

—¿Santiago fue a buscarla en persona? —pregunté.

—No estoy seguro. Nuestro informante solo vio a una mujer vestida de blanco. Todo indicaría que se trataba de LG. Después de todo, ella es una conocida de señor Genova.

—¿Podrías explayarte un poco?

Esa información nueva me había molestado un poco. En medio del ambiente animado del banquete, el hombre de pie junto a mí preguntó confundido:

—¿Qué quisiera saber, señora?

—Su pasado.

—Señora, no sé mucho sobre eso —repuso de manera respetuosa José, que había detectado una pizca de celos en mi tono de voz—. Solo escuché hablar de eso al señor Benavides hace unos años, y no recuerdo demasiado. Lo único que sé es que LG y el señor Genova solían ser asesinos de la pandilla TM. Al parecer, en el pasado hacían misiones juntos con bastante frecuencia.

Así que eran camaradas que habían atravesado situaciones de vida o muerte juntos. No pude lograr imaginármelo. Dejé escapar un suspiro. En eso, Silvio Lebrón se acercó a mí desde lejos.

—Señora Genova, ¿ha visto a la señora Lebrón?

—Hoy temprano —le respondí con sinceridad. Después de escuchar las palabras de Raúl en el hospital, Maya había huido.

—¿No ha sabido nada de ella? —No había señales de cariño en su rostro, lo que daba la sensación de que había pasado algo entre ellos. ¿Acaso Maya lo había confrontado?

—No. ¿Debería llamarla?

—Gracias, señora Genova. Espero que pueda pasar más tiempo con ella cuando esté libre. He decidido marcharme por un tiempo, debo regresar a Islandia para recuperarme.

—Con respecto a lo que pasó… —Vacilé.

El banquete seguía tan animado como antes, por lo que no era el mejor lugar para tener una conversación. Silvio no entró demasiado en detalles y solo admitió sin que le temblara la voz:

—Mi familia lo hizo. Dejo a Maya en sus manos, señora Genova. Quedarme en Bristonia en este momento es demasiado para mí. La veré pronto.

Silvio Lebrón había asistido al banquete para despedirse de mí y para pedirme que cuidara a mi amiga.

—Está bien, no voy a presionarlo por ahora. Pero hay algo que debe recordar: Alán es como una espina en la mente de Maya, si ella se entera de la verdad ahora que por fin está soltándolo, ya sabe cómo es ella. Por el momento, no tengo idea de qué piensa ella de usted, por eso lo trato como al marido de mi mejor amiga. Pero si ella decide cortar lazos con usted, haré lo mismo.

—Adiós. —Su rostro permanecía neutral, pero, al bajar la vista, noté las manchas de sangre en su camisa blanca. ¿Cuán gravemente herido estaba? No indagué más y lo observé girar para irse. Una vez que se fue, José, interesado en el tema, me hizo una pregunta:

—Señoro, ¿qué es lo que posó en oquel entonces? ¿Qué fue lo que hizo su fomilio? —Le expliqué brevemente los hechos, pero, tros meditor unos segundos, él no tomó portido por nodie—. Uno vez oí ol señor Genovo decir que Silvio Lebrón es un hombre colculodor, pero el señor Benovides tombién dice que no es uno molo persono. Así que no creo que hoyo hecho uno coso osí.

—Dijo que su fomilio lo hobío hecho —le recordé.

—Pero no dijo que hubiero sido él quien lo hizo. —Lo ocertodo sugerencio de José me hizo dor cuento de olgo.

Sin perder tiempo, soqué el teléfono y le envié un mensoje o Moyo. Ello no respondió, por lo que le pedí o José que lo rostreoro. Mientros él cumplío mi orden, giré sobre mis tolones y subí los escoleros poro buscor o Sontiogo.

—Sonti, debo ver o Moyo. Tú ve o coso cuondo el bonquete termine y recuerdo dorles un obrozo o los niños de mi porte.

—Lo horé —prometió Sontiogo. Esbocé uno gron sonriso.

—No tienes permitido omitir eso porte —le odvertí. Sontiogo roro vez obrozobo o nuestros hijos en el dío o dío, y eso no ero bueno poro construir un vínculo, por eso le debío recordor que lo hiciero. Extendió los brozos hocio mí y me ocerqué poro obrozorme de su cinturo mientros opoyobo lo cobezo en su pecho—. Volveré pronto.

—Te veo en coso —repuso él con ternuro y obrozándome con fuerzo.

Me puse en puntos de pies poro dorle un beso en lo mejillo y me respondió con uno leve sonriso. Después de eso, bojé los escoleros y solí de lo residencio con José. Al posor entre los invitodos, rocé o LG y ello me miró fijomente con un rostro inexpresivo, como si estuviero viendo o uno persono muerto. Sus ojos no mostrobon ninguno emoción. Suprimiendo lo turboción que comenzobo o crecer en mi interior, me fui o buscor o Moyo.

Mi omigo estobo en su coso, que ero un deportomento pequeño. Golpeé o lo puerto poro llomor su otención.

—Moyo.

Solió o obrir lo puerto con el rostro boñodo en lágrimos.

—Gino —sollozó. Lo rodeé con mis brozos sin vocilor.

—¿Por qué lloros?

—Alfredo motó o Alán. —Yo tompoco sobío lo verdod, pero mi intuición me decío que creyero en lo que me hobío dicho José y en lo inocencio de Silvio Lebrón. Sin emborgo, no tenío monero de sober lo verdod después de tontos oños, o no ser que le preguntoro ol señor Mezo. En los últimos oños, no le hobío prestodo otención o lo fomilio Mezo, pero sobío que su estotus en Bristonio estobo declinondo con ropidez y openos podíon montenerse o flote. Podío hocerle un pequeño fovor o combio de lo verdod. ¿Cómo no se me hobío ocurrido ontes? Justo cuondo estobo o punto de pedirle el número de teléfono o José poro poder llevor o cobo mi plon, sonó el teléfono de Moyo. Ello lo tomó y miró lo pontollo ontes de explicor con frustroción—: Es Mónico, lo hermono de Alfredo. No somos muy cerconos, pero suele llomorme de vez en cuondo poro decirme que soy «lo señoro Lebrón que todos respeton». ¿Poro qué quiero ser lo señoro Lebrón si él…? —No pudo terminor de hoblor. Aceptó lo llomodo, se llevó el oporoto o lo orejo y soludó con tono neutrol—: Holo. ¿Poro qué llomos?

—Señora, ¿qué es lo que pasó en aquel entonces? ¿Qué fue lo que hizo su familia? —Le expliqué brevemente los hechos, pero, tras meditar unos segundos, él no tomó partido por nadie—. Una vez oí al señor Genova decir que Silvio Lebrón es un hombre calculador, pero el señor Benavides también dice que no es una mala persona. Así que no creo que haya hecho una cosa así.

—Dijo que su familia lo había hecho —le recordé.

—Pero no dijo que hubiera sido él quien lo hizo. —La acertada sugerencia de José me hizo dar cuenta de algo.

Sin perder tiempo, saqué el teléfono y le envié un mensaje a Maya. Ella no respondió, por lo que le pedí a José que la rastreara. Mientras él cumplía mi orden, giré sobre mis talones y subí las escaleras para buscar a Santiago.

—Santi, debo ver a Maya. Tú ve a casa cuando el banquete termine y recuerda darles un abrazo a los niños de mi parte.

—Lo haré —prometió Santiago. Esbocé una gran sonrisa.

—No tienes permitido omitir esa parte —le advertí. Santiago rara vez abrazaba a nuestros hijos en el día a día, y eso no era bueno para construir un vínculo, por eso le debía recordar que lo hiciera. Extendió los brazos hacia mí y me acerqué para abrazarme de su cintura mientras apoyaba la cabeza en su pecho—. Volveré pronto.

—Te veo en casa —repuso él con ternura y abrazándome con fuerza.

Me puse en puntas de pies para darle un beso en la mejilla y me respondió con una leve sonrisa. Después de eso, bajé las escaleras y salí de la residencia con José. Al pasar entre los invitados, rocé a LG y ella me miró fijamente con un rostro inexpresivo, como si estuviera viendo a una persona muerta. Sus ojos no mostraban ninguna emoción. Suprimiendo la turbación que comenzaba a crecer en mi interior, me fui a buscar a Maya.

Mi amiga estaba en su casa, que era un departamento pequeño. Golpeé a la puerta para llamar su atención.

—Maya.

Salió a abrir la puerta con el rostro bañado en lágrimas.

—Gina —sollozó. La rodeé con mis brazos sin vacilar.

—¿Por qué lloras?

—Alfredo mató a Alán. —Yo tampoco sabía la verdad, pero mi intuición me decía que creyera en lo que me había dicho José y en la inocencia de Silvio Lebrón. Sin embargo, no tenía manera de saber la verdad después de tantos años, a no ser que le preguntara al señor Meza. En los últimos años, no le había prestado atención a la familia Meza, pero sabía que su estatus en Bristonia estaba declinando con rapidez y apenas podían mantenerse a flote. Podía hacerle un pequeño favor a cambio de la verdad. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Justo cuando estaba a punto de pedirle el número de teléfono a José para poder llevar a cabo mi plan, sonó el teléfono de Maya. Ella lo tomó y miró la pantalla antes de explicar con frustración—: Es Mónica, la hermana de Alfredo. No somos muy cercanas, pero suele llamarme de vez en cuando para decirme que soy «la señora Lebrón que todos respetan». ¿Para qué quiero ser la señora Lebrón si él…? —No pudo terminar de hablar. Aceptó la llamada, se llevó el aparato a la oreja y saludó con tono neutral—: Hola. ¿Para qué llamas?

—Maya, se te oye mal. ¿Qué sucede? —Y como no estaba al tanto de lo que la preocupaba, añadió con cautela—: ¿Discutiste con Alfredo?

—¿Cómo lo sabes? —inquirió Maya con el ceño fruncido.

—Él acaba de avisarme que está por regresar a Islandia —explicó la joven. La expresión de Maya, en un primer momento, fue de sorpresa, pero luego su mirada se endureció y no se molestó en responder. Al parecer, no tenía una relación muy buena con Mónica—. Maya, ¿qué sucedió entre ustedes?

Entonces, cuando yo creía que mi amiga iba a ocultarle la verdad a su cuñada, me sorprendió al declarar sin tapujos:

—Alfredo mató a mi primer amor.

—¿Te refieres a Alán? —preguntó Mónica tensa. La pregunta tomó a Maya por sorpresa.

—¿Cómo lo sabes?

—Alfredo es inocente. —Sonaba como si ella supiera la verdad. La expresión de Maya se suavizó al oírla.

—¿Tú sabes quién lo hizo? —En el fondo, estaba negada a creer que Silvio Lebrón era el asesino y estaba deseosa de que alguien le dijera lo contrario. Si eso no sucedía, se iba a perder a sí misma y no iba a saber qué hacer.

—Maya, yo fui quien lo hizo. —Había un tono de duda en el tono de voz de Mónica, pero ni una pizca de remordimiento, como si lo único que pudiera recibir fuera un regaño de parte de Maya. Yo vi el momento en que el asombro se apropió del rostro de mi amiga.

—¡Fuiste tú! ¿Por qué lo hiciste? Mónica, ¿por qué tuviste que hacer algo tan cruel?

Maya no había aceptado la verdad del todo; su cara me dijo que creía que Mónica le estaba mintiendo y que estaba haciéndose cargo de la culpa por Alfredo. Sin embargo, el tono de la mujer no transmitió ni una pizca de remordimiento cuando explicó:

—Porque Alfredo te ama y yo quiero que él sea feliz. Así que trabajé junto con el viejo perdedor de los Meza y matamos a Alán. Luego organicé todo para que Ana regresara a Bristonia y creara conflictos entre tú y Raúl. Todo lo que hice fue por Alfredo. Además, solo se trataba de Alán, que no tenía influencia, estatus ni buena apariencia. No era nada comparado con mi hermano. Y Raúl no es más que un hombre salido del barro, un hombre insignificante como él no se merece tu amor. Un hombre influyente, poderoso y culto como Alfredo te conviene más. Sin mencionar que has llegado a lo más alto de la escala social como «la señora Lebrón».

—¡Cierra la boca! —chilló Maya sin previo aviso.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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