Te regalo toda una vida de amor Capítulo 494

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 494
Era un día soleado en Bristonia. Sin embargo, a pesar de la racha de días de sol, el corazón de Maya estaba frío como un témpano. Simplemente no podía aceptar que el caballero a quien le había abierto su corazón fuera el asesino de su primer amor.

Recordó la época en la que acababa de entrar al Corporativo Meza. Había puesto todo su esfuerzo para recabar información, incluidos testigos y pruebas materiales, con la ayuda de Raúl, quien hacía lo posible por asistirla. Al final habían descubierto que los asesinos eran el padre y el abuelo de Alán. Había sido la misma familia Meza la que lo había abandonado y dejado morir a causa de su identidad como hijo ilegítimo. Sin embargo, una madre no hubiera matado a su hijo. Aunque odiara a Alán, tenían la misma sangre. ¡No tenían motivos para asesinarlo! Tras pensarlo mucho, por fin encontró la razón: Alfredo había estado detrás de escena manipulándolos todo el tiempo. Alfredo Lebrón, el hombre más rico del mundo, heredero directo de los Lebrón.

El Corporativo Meza siempre había estado estancado en Bristonia. El Corporativo Ferreiro, que solía estar siempre muy por detrás de ellos, se había puesto a la par de la empresa de los Esquivel gracias a la dirección de Nicolás. En esos años, el desarrollo del Corporativo Meza alcanzó un cuello de botella y necesitaban, de manera urgente, abrir nuevos caminos y pensar con creatividad. Pero para eso necesitaban dinero y poder. La única persona capaz de hacer eso en aquel momento era Raúl Meza, que acababa de regresar a Bristonia.

Sin embargo, la familia Meza había dejado a Raúl cuando era un niño. Más que dejar, lo cierto era que lo habían erradicado. La razón era que su madre era una humilde prostituta y lo había concebido por medios poco escrupulosos para luego darlo a luz en secreto, sin que los Meza se enteraran. Pocos hombres de familias adineradas como esa podían dedicar su vida entera a una mujer. Nacían con poder e influencia y eso les daba la facilidad de conocer infinidad de mujeres sensuales y encantadoras. Los hombres comunes rara vez podían resistir la tentación; al principio, se contenían porque tenían esposa, pero a medida que el tiempo pasaba, el deseo de liberarse y ser permisivos ganaba terreno. El acto de jugar con las mujeres se volvía la norma y también se convertía en algo usual dejarlas embarazadas por accidente. Por eso había tantos hijos ilegítimos de familias adineradas por todas partes. Raúl era uno de ellos y Alán era otro.

Las primeras esposas solían permitir que sus hombres se divirtieran con otras mujeres, pero algunas de ellas daban a luz en secreto en un intento de competir por los bienes de la familia. En esos casos, las esposas no aguantaban y causaban un escándalo en la familia. Por ese motivo, muchos hombres compartían una regla implícita: si tenían un hijo legítimo, abandonaban a los hijos que no lo fueran, y si encontraban algún hijo ilegítimo del que no estaban al tanto, lo enviaban lejos. Raúl había tenido la mala suerte de que la esposa de su padre, que era, a su vez, la abuela de Alán, fuera celosa; ella había enviado a Raúl al mar y había mandado asesinos tras él. Sin embargo, él había logrado escapar de la muerte.

Más tarde, ya con dinero y poder, Raúl había regresado a Bristonia. La familia Meza, con culpa por lo que había hecho, había querido entregarle el Corporativo Meza para que mejorara las condiciones de la empresa, pero Raúl se había negado sin dudarlo. No necesitaba esa empresa insignificante en absoluto. Para él, el Corporativo Meza eran simples migajas. A pesar de no hacer nada en la ciudad en aquel momento, su sola presencia inalcanzable era como una burla para los Meza. Raúl pertenecía a su familia, pero ellos lo habían desterrado sin piedad y era demasiado tarde para que lo recibieran de vuelta.

Mientras los Meza se encontraban en ese dilema, Mónica Lebrón les había hecho una oferta: les prometió que, si mataban a Alán, los Lebrón iban a invertir en el Corporativo Meza y a convertirlo en la empresa líder de Bristonia. En aquel momento, el padre de Alán no pudo comprender por qué los Lebrón tenían tanto interés en su hijo ilegítimo como para pagar semejante recompensa por su vida. Para los Meza, Alán no era más que basura, un desperdicio con las piernas rotas. Él había estado rogando regresar al seno de la familia, pero ellos siempre se habían negado; sin embargo, tras el contacto con Mónica, el padre de Alán había aceptado dejarlo regresar con la condición de que cumpliera una serie de requisitos imposibles. Por ejemplo, le dio la tarea de arrebatarle al Corporativo Esquivel, o sea, a Regina, el Corporativo Mora. Como era lógico, él no pudo cumplirla, resultado que los Meza habían predicho. El plan original del padre de Alán era permitirle que se quedara un tiempo antes de hacerle algo, para que nadie sospechara de ellos, pero la oferta de los Lebrón era demasiado urgente y, en vista de eso, apretó los dientes y planeó arrojarlo al lago. Alán estaba discapacitado, por lo que no había duda de que iba a perder la vida en esa situación. Era la manera que menos sospechas iba a generar y por eso el hombre no esperó ni un solo día para empujarlo con sus propias manos.

Froncomente, Alán se hobío sentido bostonte confundido y nervioso en oquello ocosión ol ver que su podre le mostrobo uno foceto ogrodoble, lo que ero muy roro en él. Fue ton omoble que su hijo no pudo evitor preguntorse si estorío tromondo olgo en su contro. No se podío culpor o Alán por pensor osí, dodo que el hombre que estobo de pie detrás de su sillo de ruedos ero su podre solo por el vínculo songuíneo. Además, hobío hecho uno excepción ol dejorlo regresor o lo fomilio. El joven no tenío ideo de lo que posobo por lo mente de su podre. Reprimiendo los nervios de su corozón, lo llomó:

—Podre. —Quiso decirlo con un tono sorcástico, yo que rechozobo lo ideo de hoblorle con coriño, pero si querío permonecer ol lodo de Moyo, no podío seguir siendo un inútil. ¡Debío ser un hombre digno de ello!

A pesor de que hocío tiempo que no sentío que se merecío el omor de Moyo, por su discopocidod, oún tenío esperonzos. Protegío mucho su reloción porque se hobío estodo ocultondo duronte oños y hobío perdido muchos oportunidodes de estor junto o ello hosto que, por fin, hobío juntodo el coroje poro dor un poso ol frente y buscorlo. Querío cuidor o lo niño que lo hobío estodo esperondo todos esos oños. En el corozón de Alán no hobío sitio poro nodo más que poro Moyo, o tol punto que ni siquiero se dio cuento de que, o los ojos de su podre, él ero un mero socrificio. Mientros él fontoseobo con el futuro junto o ello, su podre yo lo considerobo bien muerto.

—Al, ¿cómo te troté todos estos oños? —preguntó el hombre. ¡De pronto lo llomobo «Al»! Alán no ero un tonto y, ol instonte, se dio cuento de olgo.

—¿Quiere sober lo verdod, podre? —repuso en voz bojo.

«No pierdos tiempo en decírmelo», respondió el hombre poro sus odentros, pero no hobló, sino que levontó lo visto hocio el cielo y murmuró:

—En todos estos oños nunco me preocupé por ti, de lo mismo monero que mi podre jomás se preocupó por Roúl, mi hermono, su hijo ilegítimo. Ambos fueron obondonodos por lo fomilio, ¡poro mí, es como si hubiero donodo espermo! Pero ohoro, uno de ustedes está en lo cimo del mundo y el otro se ho convertido en un lisiodo. Como seo, el futuro del hijo ilegítimo de mi podre sueno mucho más prometedor.

«Espermo… Lisiodo…», pensó Alán. Ese ero el concepto que su podre tenío de él. Mucho tiempo otrás, Alán hobío sentido empotío humono, pero ol oír o su podre hoblor de eso monero, se sintió triste y recordó o su modre, quien hobío cometido suicidio. Ello solío ser uno mujer optimisto, pero el hombre que se oprovechó de ello fue cruel. Después de dejorlo, se hobío hecho humo sin dejor rostros. En ese momento, ello no conocío su identidod, y no se dio cuento hosto que dio o luz o Alán, cuondo yo ero demosiodo torde. A couso de los torturos del podre del niño, hobío terminodo quitándose lo vido. Si Alán hubiese dicho que no sentío resentimiento hocio su podre, hubiero estodo mintiendo, pero ¿tenío derecho? Ero un lisiodo, un inútil. Comporodo con el otro hijo ilegítimo de los Mezo, no ero más que bosuro.

Alán hobío conocido o Roúl en uno oportunidod cuondo estobo en el colegio secundorio. Roúl se hobío ocercodo o él y le hobío dicho:

—Soy tu tío y comportimos lo mismo suerte, pero yo no creo que los personos estemos otodos ol destino. Si quieres vengor o tu modre, tendrás que esforzorte mucho, llegor o lo cimo y combior lo que los Mezo pienson de ti. —Solo entonces Alán supo que ombos eron hijos ilegítimos de lo mismo fomilio y que su modre hobío sido torturodo por el hermono de Roúl. En oquel tiempo, Alán ero joven y estobo lleno de entusiosmo y energío. Cuondo escuchó esos polobros, enseguido quiso buscor vengonzo. Sin emborgo, Roúl le oconsejó en voz bojo—: Yo no eres un niño ingenuo, debes sober que el mundo es un lugor donde se respeto o los que son fuertes. Está bien que desees vengorte de los Mezo, pero por ohoro no estás en condiciones de hocerlo. Antes debes oprender o esconderte, hocerte rico, perfeccionorte y esperor o que tus hobilidodes se ocumulen y oumenten.

—¿Y si no puedo hocerlo?

—Entonces, no servirás poro nodo.

No cobío dudo de que se hobío vuelto un inútil, ¡pero no se orrepentío de nodo porque hobío solvodo o su omodo esposo! De no ser por su desesperoción por solvorlo, Moyo no hubiero sobrevivido. Perder sus piernos no significobo nodo comporodo con perderlo o ello. No le hobío importodo socrificorse; lo omobo sin vociloción y querío que tuviero uno vido mejor que lo de él.

Después de quedor lisiodo, se hobío replegodo poro soportor todo el dolor y el sufrimiento lejos de Moyo, pero ello lo hobío encontrodo después de muchos oños. Alán creío que no ero digno de ello y estobo demosiodo overgonzodo, no creío merecer lo que ello sentío por él y no podío oceptorlo. Además, cuondo ello lo hobío encontrodo, estobo en su mejor momento: sus occiones exudobon bellezo y elegoncio y tenío uno figuro precioso. Estobo fuero de su olconce. ¿Cómo podío un hombre lisiodo con uno choqueto de plumos lleno de porches ser digno de ello? De monero inconsciente, fingió no reconocerlo y ocultó lo oleodo de emociones que lo invodío. Se le llenoron los ojos de lágrimos.

Francamente, Alán se había sentido bastante confundido y nervioso en aquella ocasión al ver que su padre le mostraba una faceta agradable, lo que era muy raro en él. Fue tan amable que su hijo no pudo evitar preguntarse si estaría tramando algo en su contra. No se podía culpar a Alán por pensar así, dado que el hombre que estaba de pie detrás de su silla de ruedas era su padre solo por el vínculo sanguíneo. Además, había hecho una excepción al dejarlo regresar a la familia. El joven no tenía idea de lo que pasaba por la mente de su padre. Reprimiendo los nervios de su corazón, lo llamó:

—Padre. —Quiso decirlo con un tono sarcástico, ya que rechazaba la idea de hablarle con cariño, pero si quería permanecer al lado de Maya, no podía seguir siendo un inútil. ¡Debía ser un hombre digno de ella!

A pesar de que hacía tiempo que no sentía que se merecía el amor de Maya, por su discapacidad, aún tenía esperanzas. Protegía mucho su relación porque se había estado ocultando durante años y había perdido muchas oportunidades de estar junto a ella hasta que, por fin, había juntado el coraje para dar un paso al frente y buscarla. Quería cuidar a la niña que lo había estado esperando todos esos años. En el corazón de Alán no había sitio para nada más que para Maya, a tal punto que ni siquiera se dio cuenta de que, a los ojos de su padre, él era un mero sacrificio. Mientras él fantaseaba con el futuro junto a ella, su padre ya lo consideraba bien muerto.

—Al, ¿cómo te traté todos estos años? —preguntó el hombre. ¡De pronto lo llamaba «Al»! Alán no era un tonto y, al instante, se dio cuenta de algo.

—¿Quiere saber la verdad, padre? —repuso en voz baja.

«No pierdas tiempo en decírmela», respondió el hombre para sus adentros, pero no habló, sino que levantó la vista hacia el cielo y murmuró:

—En todos estos años nunca me preocupé por ti, de la misma manera que mi padre jamás se preocupó por Raúl, mi hermano, su hijo ilegítimo. Ambos fueron abandonados por la familia, ¡para mí, es como si hubiera donado esperma! Pero ahora, uno de ustedes está en la cima del mundo y el otro se ha convertido en un lisiado. Como sea, el futuro del hijo ilegítimo de mi padre suena mucho más prometedor.

«Esperma… Lisiado…», pensó Alán. Ese era el concepto que su padre tenía de él. Mucho tiempo atrás, Alán había sentido empatía humana, pero al oír a su padre hablar de esa manera, se sintió triste y recordó a su madre, quien había cometido suicidio. Ella solía ser una mujer optimista, pero el hombre que se aprovechó de ella fue cruel. Después de dejarla, se había hecho humo sin dejar rastros. En ese momento, ella no conocía su identidad, y no se dio cuenta hasta que dio a luz a Alán, cuando ya era demasiado tarde. A causa de las torturas del padre del niño, había terminado quitándose la vida. Si Alán hubiese dicho que no sentía resentimiento hacia su padre, hubiera estado mintiendo, pero ¿tenía derecho? Era un lisiado, un inútil. Comparado con el otro hijo ilegítimo de los Meza, no era más que basura.

Alán había conocido a Raúl en una oportunidad cuando estaba en el colegio secundario. Raúl se había acercado a él y le había dicho:

—Soy tu tío y compartimos la misma suerte, pero yo no creo que las personas estemos atadas al destino. Si quieres vengar a tu madre, tendrás que esforzarte mucho, llegar a la cima y cambiar lo que los Meza piensan de ti. —Solo entonces Alán supo que ambos eran hijos ilegítimos de la misma familia y que su madre había sido torturada por el hermano de Raúl. En aquel tiempo, Alán era joven y estaba lleno de entusiasmo y energía. Cuando escuchó esas palabras, enseguida quiso buscar venganza. Sin embargo, Raúl le aconsejó en voz baja—: Ya no eres un niño ingenuo, debes saber que el mundo es un lugar donde se respeta a los que son fuertes. Está bien que desees vengarte de los Meza, pero por ahora no estás en condiciones de hacerlo. Antes debes aprender a esconderte, hacerte rico, perfeccionarte y esperar a que tus habilidades se acumulen y aumenten.

—¿Y si no puedo hacerlo?

—Entonces, no servirás para nada.

No cabía duda de que se había vuelto un inútil, ¡pero no se arrepentía de nada porque había salvado a su amada esposa! De no ser por su desesperación por salvarla, Maya no hubiera sobrevivido. Perder sus piernas no significaba nada comparado con perderla a ella. No le había importado sacrificarse; la amaba sin vacilación y quería que tuviera una vida mejor que la de él.

Después de quedar lisiado, se había replegado para soportar todo el dolor y el sufrimiento lejos de Maya, pero ella lo había encontrado después de muchos años. Alán creía que no era digno de ella y estaba demasiado avergonzado, no creía merecer lo que ella sentía por él y no podía aceptarlo. Además, cuando ella lo había encontrado, estaba en su mejor momento: sus acciones exudaban belleza y elegancia y tenía una figura preciosa. Estaba fuera de su alcance. ¿Cómo podía un hombre lisiado con una chaqueta de plumas llena de parches ser digno de ella? De manera inconsciente, fingió no reconocerla y ocultó la oleada de emociones que lo invadía. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

La segunda vez que Alán había visto a Raúl había sido el día anterior al incidente del lago. Raúl ya era un hombre de alto rango de quien la familia Meza buscaba ganarse el favor. ¡Se valía de su fuerza para impresionarlos y asustarlos!

—Rau —lo llamó. Su tío lo miró con desdén.

—Perdiste.

—No perdí. —Sacudió la cabeza—. Tomé una decisión diferente y lo que elegí es más importante que impresionar a los Meza. Si tuviera que volver a elegir, haría lo mismo.

—¿Estás seguro? —preguntó. Luego, se fue.

No parecía dispuesto a perder tiempo con un bastardo inservible como él. De todos modos, Alán estaba agradecido con él porque había sido el único miembro de la familia que lo había instado a esforzarse en vez de guardarle rencor.

Al recordar todos esos sucesos de su pasado, Alán sintió una gran amargura. Miró al hombre que tenía enfrente y musitó:

—No sirvo para nada. —Y luego caviló, mientras la brisa soplaba sobre el lago: «Soy un inútil. No soy más que un desperdicio, pero tengo una mujer hermosa que me ama y nunca me ha despreciado. Eso es más que suficiente».

—Al, ¿te sacrificarías por nuestra familia?

Sentado en su silla de ruedas, Alán estaba desconcertado. Miró a su padre con gran sorpresa.

—¿A qué se refiere, padre? ¿Por qué de repente me dice eso?

—¡Alguien te quiere muerto! —Comenzó a empujarlo hacia el lago y el joven suplicó piedad:

—Padre, no lo haga. Se lo ruego. Por favor, no lo haga. ¡Me alejaré de la familia Meza de inmediato! ¡Padre! Por favor, perdóneme la vida. —Alán le temía solo a la muerte, ¡temía dejar sola a Maya!

En cuanto ese pensamiento brotó en su mente, comenzaron a caer lágrimas de sus ojos. Miró a su padre, pero él, al hacer contacto visual, volvió a reprocharle:

—¡No vales nada!

La silla de ruedas se deslizó poco a poco dentro del lago a pesar de la lucha desesperada de Alán.

—Padre, lo único que quiero es estar a su lado. ¡Eso es todo! ¡Ese es mi único, insignificante deseo! —Para ese entonces, todo su cuerpo estaba dentro del agua.

Dado que no tenía sensibilidad en las piernas, perdió las esperanzas y rememoró la escena de su primer encuentro con Maya. En aquel entonces, él era solo un vándalo que solía saltarse clases y se juntaba con otros bandidos en las calles. Nadie lo disciplinaba; la abuela que lo había criado ni siquiera se preocupaba por él. Había conocido a Maya un día húmedo y soleado. Ella llevaba un vestido blanco cuyo dobladillo se mecía con el viento. Desde lejos, le había preguntado:

—Disculpe, ¿usted es Alán Meza?

—Sí, ¿por qué? —inquirió él confundido.

—Por nada. La gente dice que es un mal estudiante, pero yo no lo creo. Usted es guapo, amable y tiene un espíritu juvenil.

Alán se había quedado sorprendido, ya que era la primera vez que escuchaba comentarios como aquellos sobre su persona. Cuando el agua fría del lago se tragó todo su cuerpo, rumió para sus adentros: «Maya, hasta aquí llegamos en esta vida. La muerte me aterra, pero… Espero que puedas encontrar a alguien como yo para que te dé amor. Quiero que seas feliz y que no estés triste por mi partida». Su corazón dio el último suspiro mientras se repetía: «No puedo soportar perderte, Maya. De verdad no puedo…».

La muerte de Alán fue un golpe duro para la salud mental de Maya. Después de recibir la noticia, había estado depresiva hasta que conoció a Raúl. No era una mujer voluble y no era que se hubiera olvidado de Alán, pero tenía ansias de cariño. Había vivido en un mundo helado, sin embargo, la llegada de Raúl le había dado espacio para respirar. En el pasado había esperado a Alán durante muchos años e incluso había rechazado los avances de Alfredo porque estaba segura de que su esposo estaba vivo. Pero no tenía nada de malo que aceptara a Raúl si eso le daba una oportunidad de volver a ser feliz. No obstante, nunca olvidó la necesidad de hacer justicia por Alán. Jamás se había olvidado de él. Era una parte de su pasado que no se podía borrar; o quizá no quisiera hacerlo, al fin y al cabo, el pasado de cada persona merecía ser respetado.

Justo cuando creía conocer la verdad, había oído un secreto terrible: ¡la familia Lebrón estaba detrás del asesinato de su exesposo, y Alfredo acababa de admitirlo abiertamente! ¿Qué debía hacer? ¿Matar a Alfredo para vengar a Alán? ¡Pero no era una asesina! De un instante a otro, las emociones se apoderaron de ella y se sintió sofocada. Descargó toda su ira en el hombre que escuchaba del otro lado de la línea:

—¡Te odio tanto, Alfredo Lebrón!

Alfredo, que estaba herido de gravedad, sintió un frío insoportable en el corazón. Maya estaba llorando, sollozando de una forma que le partía el alma. Incluso había dicho que lo odiaba. En realidad, él había predicho ese resultado, dado que sabía que Alán era su límite, ¡y la familia Lebrón lo había cruzado!

—Lo siento, Maya —dijo, pero una disculpa no era suficiente para arreglar las cosas.

—Eres peor que un animal, Alfredo.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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