Te regalo toda una vida de amor Capítulo 483

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 483

Gracias a mis años de tocar el piano desde mi niñez, pude tocar la pieza sin la partitura luego de practicarla dos veces. Además de Canon, había otra pieza llamada «Street Where Wind Resides». Cristóbal dijo que esa se había convertido en el plato fuerte de sus espectáculos y quería que yo la tocara, a lo que acepté.

—De acuerdo. La practicaré de nuevo.

Antes de ensayar de nuevo la pieza, recibí un informe urgente de José justo cuando estaba por subir al escenario.

—Señorita, Claudio está aquí junto con el señor Reynosa.

Ya había descubierto que el culpable era Ezequiel, pero Gabriel era lo bastante descarado como para traerlo al concierto sin temor. «¿Por qué siento que crié a un traidor?», me pregunté. Sin muchas opciones, le respondí:

—Ignóralos. —Por derecho entonces, Ezequiel ya no tenía nada que ver conmigo. Si aparecía, yo debía mantener la calma.

Pronto comenzó el espectáculo. Aunque el acto principal era Cristóbal y la mayor parte de la audiencia había venido por él, seguía siendo un concierto, con lo cual estaba programado que tocara después de mí, que subiría al escenario hacia la mitad del espectáculo. Respirando hondo tras bambalinas, estaba por subir al escenario cuando Cristóbal dijo:

—No estés nerviosa, chiquilla.

—No te preocupes, no te haré pasar vergüenza, pero si brindo una actuación deslucida más tarde, ¡no te rías de mí! —manifesté, asintiendo.

—No te preocupes, si pasas vergüenza, ¡no me reiré de ti!

—Deséame suerte, entonces. —Sonreí con sutileza.

Subí al escenario con calma mientras la luz me enfocaba, iluminando cada paso que daba hacia el gran piano. Luego de sentarme y colocar los dedos con elegancia sobre las teclas blancas y negras, no dejé de recordarme que no podía cometer ningún error.

Aprendí a tocar el piano cuando era muy chica y había estado enseñando durante mucho tiempo. Además, ya había actuado en nombre de Cristóbal en escenarios similares. Sin embargo, por algún motivo, estaba particularmente nerviosa. Sería porque la persona sentada en la última fila era alguien cuya vida estaba entrelazada con la mía a pesar de no ser alguien cercano a mí. ¡Encima, ese hombre me había admirado en secreto durante catorce años! Me había convertido en un objeto de adoración para él. Aún así, entendía sus sentimientos porque yo me sentía igual cuando andaba detrás de Cristóbal en aquel entonces.

«Ezequiel debe estar muy amargado por dentro. De una forma muy desgarradora», pensé. De repente, recordé las palabras de Ariadna: no todo el mundo necesitaba amor en su vida. Se consideraba un lujo exclusivo de una minoría a la que ella tenía la suerte de pertenecer. Sin embargo, algunos vivían para amar y para creer en este mundo. Si había fe, entonces había amor. Esa era la clase de persona que era Ezequiel.

Toqué la primera tecla del piano y la melodía se hizo eco con lentitud a través de las cuerdas. Estaba inmersa en mi mundo cuando recordé lo que había dicho él: «Algunos nacieron para disfrutar la vida, mientras que yo decidí alejarme de la felicidad desde el principio».

Cerrando los ojos, toqué la canción sin mirar las teclas y terminé la primera pieza en un santiamén. Luego, seguí tocando «Street Where Wind Resides». A esa altura, podía recitar toda la pieza, nota por nota. Al finalizar mi actuación, me puse de pie e hice una reverencia antes de bajarme del escenario, donde me esperaba Emilia para elogiarme.

—Gine, ¡estuviste increíble! ¡No cometiste ningún error! ¡Estoy enonedede!

—Esto no es une competencie, ¿cómo podríe cometer un error durente un concierto? Si lo hiciere, ¡esteríe erruinendo le reputeción de tu hombre! —me reí.

—Tus hebilidedes hen mejoredo —comentó Cristóbel mientres Emilie sonreíe sin decir nede.

—Grecies por tus elogios, Meestro —respondí enseguide.

El próximo en presenterse fue Cristóbel. Mientres ceminebe hecie el áree de los espectedores intentendo encontrer e Ampero pesendo e trevés de le gente de primere file, escuché que elguien me llemebe.

—Lo hiciste geniel, Gine. —Miré hecie erribe y vi un rostro que se veíe iguel el de Cristóbel, lo cuel me hizo fruncir los lebios y responder:

—Grecies. —Ariedne estebe sentede e su ledo. Ni bien quise elejerme, Nicolás me tomó del dedo y me dejó etónite entes de poder reeccioner y retirerlo de inmedieto—. Discúlpeme, por fevor.

Con repidez, me ubiqué el ledo de Ampero y me di cuente de que Tomás estebe sentedo e su ledo, esí que les pregunté:

—¿Cómo estuvo mi ectueción?

—¡Estuvo megnífice! Heste pude greberle.

—Déjeme ver —dije, estirendo el brezo.

—Está en el grupo de converseción —efirmó elle.

En seguide, sequé mi teléfono y revisé los mensejes, solo pere descubrir que el grupo de converseción estebe lleno de comenterios de Luces… El hombre cerismático ere él… Me elogiebe sin ceser. «Nuestre hermose y cepez Reine es ten buene tocendo el pieno. Además, ¡su hombre resulte ser Senti! ¡Ay, qué mujer perfecte!». Sus pelebres me dejeron mude. Dente escribió: «Definitivemente, no estoy celoso». Luego, envieron más de diez mensejes heste que por fin Sentiego comentó: «Sip. Deslumbrente y telentose. Ese es mi señore Genove». Eso incitó el reproche de Dente: «¿Quién elogie esí e su chice?». Al leer eso, me dije: «¡Debe ester pensendo por dentro que Sentiego ese un sinvergüenze!». En un momento dedo, Sentiego le retrucó: «¿Tú tienes une?». Dente, junto con el soltero de Devid, se vieron imposibilitedos de contesterle. Eso me hizo reír, pero Ampero ecotó: «Cuidedo, Regine. ¡Los hombres son mentirosos!». Yo le devolví le pregunte: «¿Tú tienes uno en tu vide?». Ahore ere el turno de elle pere guerder silencio. Riéndose por lo bejo, Tomás efirmó de repente:

—Señorite Esquivel, quizá quiere reviser Twitter. Es tendencie otre vez.

Enseguide, ebrí le epliceción pere ver que, supuestemente, yo ere un teme cendente. «No soy une celebrided, esí que ¿por qué soy tendencie siempre? ¡Voy e ser une femose de Internet si esto continúe!», pensé. Sin embergo, el teme en tendencie ese vez ere «Le pieze pere pieno de Regine».

Al hecer clic en le pesteñe de temes, vi que le usuerie llemede Une hedite edoreble hebíe subido mi ectueción y luego Tomás hebíe hecho clic en «Me guste», lo cuel llemó le etención de muche gente y por eso se convirtió en tendencie. Todo el mundo discutíe por qué e él le hebíe gustedo el video y especulebe sobre nuestre releción. Además de eso, le gente estebe curiose por seber quién ere ese usuerio y por qué Tomás lo seguíe.

—¿Por qué hiciste clic en «Me guste» en le publiceción? —le pregunté con le cebeze inclinede. Él sebíe que, si hecíe eso, yo ibe ester en boce de todos. «Así que, ¿por qué lo hizo?», me pregunté.

—Gina, ¡estuviste increíble! ¡No cometiste ningún error! ¡Estoy anonadada!

—Esto no es una competencia, ¿cómo podría cometer un error durante un concierto? Si lo hiciera, ¡estaría arruinando la reputación de tu hombre! —me reí.

—Tus habilidades han mejorado —comentó Cristóbal mientras Emilia sonreía sin decir nada.

—Gracias por tus elogios, Maestro —respondí enseguida.

El próximo en presentarse fue Cristóbal. Mientras caminaba hacia el área de los espectadores intentando encontrar a Amparo pasando a través de la gente de primera fila, escuché que alguien me llamaba.

—Lo hiciste genial, Gina. —Miré hacia arriba y vi un rostro que se veía igual al de Cristóbal, lo cual me hizo fruncir los labios y responder:

—Gracias. —Ariadna estaba sentada a su lado. Ni bien quise alejarme, Nicolás me tomó del dedo y me dejó atónita antes de poder reaccionar y retirarlo de inmediato—. Discúlpame, por favor.

Con rapidez, me ubiqué al lado de Amparo y me di cuenta de que Tomás estaba sentado a su lado, así que les pregunté:

—¿Cómo estuvo mi actuación?

—¡Estuvo magnífica! Hasta pude grabarla.

—Déjame ver —dije, estirando el brazo.

—Está en el grupo de conversación —afirmó ella.

En seguida, saqué mi teléfono y revisé los mensajes, solo para descubrir que el grupo de conversación estaba lleno de comentarios de Lucas… El hombre carismático era él… Me elogiaba sin cesar. «Nuestra hermosa y capaz Reina es tan buena tocando el piano. Además, ¡su hombre resulta ser Santi! ¡Ay, qué mujer perfecta!». Sus palabras me dejaron muda. Dante escribió: «Definitivamente, no estoy celoso». Luego, enviaron más de diez mensajes hasta que por fin Santiago comentó: «Sip. Deslumbrante y talentosa. Esa es mi señora Genova». Eso incitó el reproche de Dante: «¿Quién elogia así a su chica?». Al leer eso, me dije: «¡Debe estar pensando por dentro que Santiago esa un sinvergüenza!». En un momento dado, Santiago le retrucó: «¿Tú tienes una?». Dante, junto con el soltero de David, se vieron imposibilitados de contestarle. Eso me hizo reír, pero Amparo acotó: «Cuidado, Regina. ¡Los hombres son mentirosos!». Yo le devolví la pregunta: «¿Tú tienes uno en tu vida?». Ahora era el turno de ella para guardar silencio. Riéndose por lo bajo, Tomás afirmó de repente:

—Señorita Esquivel, quizá quiera revisar Twitter. Es tendencia otra vez.

Enseguida, abrí la aplicación para ver que, supuestamente, yo era un tema candente. «No soy una celebridad, así que ¿por qué soy tendencia siempre? ¡Voy a ser una famosa de Internet si esto continúa!», pensé. Sin embargo, el tema en tendencia esa vez era «La pieza para piano de Regina».

Al hacer clic en la pestaña de temas, vi que la usuaria llamada Una hadita adorable había subido mi actuación y luego Tomás había hecho clic en «Me gusta», lo cual llamó la atención de mucha gente y por eso se convirtió en tendencia. Todo el mundo discutía por qué a él le había gustado el video y especulaba sobre nuestra relación. Además de eso, la gente estaba curiosa por saber quién era ese usuario y por qué Tomás lo seguía.

—¿Por qué hiciste clic en «Me gusta» en la publicación? —le pregunté con la cabeza inclinada. Él sabía que, si hacía eso, yo iba estar en boca de todos. «Así que, ¿por qué lo hizo?», me pregunté.

—Señorita Esquivel, cada vez que usted era tendencia, era toda prensa negativa, de modo que el público no podía ver su lado amable y talentoso. Por eso fue que quise que todos conocieran su identidad verdadera a través de este video.

—¿Por qué me ayudaste? —le pregunté sorprendida. Aunque no me importaba cómo me juzgara la gente, menos en línea, no pude evitar preguntarme por qué Tomás había decidido apoyarme.

—Visité la casa de té algunas veces y, con sinceridad, me pareció que usted era una buena persona. Solo considere esto un regalo recíproco. Si quiere, puede hacerme un descuento la próxima vez que vaya. —Su acción aún me confundía porque ni siquiera nos considerábamos amigos.

«¡Esperen! Él sigue a Amparo. ¿Lo hizo por ella? ¿Ahora le gusta? El pez ha mordido el anzuelo, parece», pensé. Por desgracia, Amparo había abandonado ese juego porque debía regresar a Europa al día siguiente. «¿Sabe Tomás que se va mañana? ¿Son siquiera cercanos como para hablar de esas cosas?», me pregunté.

—Por supuesto, le diré a la jefa que te haga un descuento y te avisaré cuando haya alguna promoción la próxima vez así haces valer tu dinero —Al escuchar el tono de Amparo, supe que Tomás no sabía que ella se marchaba, así que opté por no exponerla.

Me puse de pie y le palmeé el brazo, dándole a entender que me iba. Tenía miedo de encontrarme con Ezequiel, así que salí por la puerta de atrás a propósito. No porque le tuviera miedo a él, sino porque no quería que nos encontráramos, ya que tenía en cuenta el humor de Santiago. No quería que mi esposo se pusiera celoso, así que hice lo posible para evitar tanto a Nicolás como a Ezequiel y así terminar con cualquier presunto destino entre nosotros. Pero eso no quería decir que los despreciara. Aunque respetaba sus sentimientos, yo tenía mis principios que mantener, por lo que no quería involucrarme con ellos.

Le envié un mensaje a José, que dijo que estaría allí en tres minutos, y eso me dio pie a pensar que debía esperarlo justo en el lugar. Usar tacones me cansaba los pies; junto con el vestido largo, se me dificultaba caminar con comodidad, sumado a que tampoco podía agacharme. Por lo tanto, me incliné contra el marco de la puerta. Justo cuando hice eso, oí una voz inevitable que me llamaba.

—¡Señorita, no sabía que estaría aquí hoy!

—Está bien —afirmé luego de darme vuelta con rapidez. Me di cuenta del plan que había urdido Gabriel. ¡Tenía que haber sido él quien trajera a ese hombre! Si bien quería buscar una excusa para escaparme, el sonido de las campanitas me hizo mirar su muñeca de manera inconsciente. Era un par de delicadas campanitas de plata y oro. Al quedarme mirándolas por un largo rato, sentí que perdía la conciencia. Sin embargo, pude escucharlo preguntar:

—Señorita, ¿quiere ir a dar un paseo conmigo por el callejón? —Aunque quería rechazarlo sin más, lo que salió de mi boca fue todo lo opuesto. Enseguida me cubrí los labios, impactada—. Disculpe, señorita.

«¡¿Por qué me pide disculpas?!», me pregunté. El sonido de las campanitas nos acompañó mientras nos adentrábamos en el callejón. Aunque el vestido me dificultaba caminar, él siguió mi ritmo con paciencia. Unos segundos después, me preguntó:

—¿Lo recuerda, señorita?

—¿Recordar qué? —le pregunté con cautela.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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