Te regalo toda una vida de amor Capítulo 482

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 482

—Sé que me estás dando la oportunidad de pasar tiempo con mi ídolo. Tienes que darme el asiento al lado de él más tarde. Los asientos de las últimas filas serán perfectos para que podamos acercarnos —dijo Amparo, y me quedé casi sin palabras al oírla.

—No hagas suposiciones al azar. De todas formas, invitarlo no estaba en los planes originales. Solo lo mencioné porque está aquí. —No era mi intención ayudar a Amparo en absoluto, pero ella se rio entre dientes y no hizo caso—. Eso no es importante. Lo importante es que… voy a tener una cita con Tomás.

Mientras ella iba saltando hacia la casa de té como un conejo contento, yo estaba desconcertada, sin palabras. Entré al auto de un salto y me dirigí hacia la sala de conciertos junto a José. Cuando llegamos a la entrada, le dije:

—Consigue dos asientos en las últimas filas para Amparo.

—De acuerdo —respondió José.

—¿Quieres invitar a Tanya? —dije tras pensarlo un momento. Al ver que se sonrojaba, solté una risita—. Es que todavía no te has ganado por completo su corazón. Se necesita paciencia para enamorar a una mujer. Además, los humanos tenemos emociones. Ella sabe lo bien que la tratas.

—Pero ahora estoy trabajando. —Su titubeo demostraba cuánto deseaba una cita con ella.

—Yo también estaré en la sala de conciertos. Puedes trabajar y disfrutar tu cita al mismo tiempo. Rápido, llámala.

Acto seguido, avancé hasta el lugar. Cristóbal se estaba preparando entre bambalinas, mientras que Emilia estaba agachada a su lado y abrazada a su brazo como una niña. «¿Desde cuándo son tan íntimos?», me pregunté. Al percatarse de mi llegada, ella soltó su brazo antes de ponerse de pie.

—Estás deslumbrante.

—Es lo único que tengo digno de halagar —bromeé.

—Bueno, yo quiero tener eso también. —Hizo pucheros.

—Mira lo bonita que eres, muchacha. No puedo envidiar más tu piel perfecta. —Palmeé su mejilla con suavidad.

—Estoy aprendiendo a tocar el piano por estos días —confesó de repente.

—¿Cristóbal te está enseñando? —la interrogué.

—Sí, pero aprendo lento.

Emilia no solo era inteligente, sino que Cristóbal era su maestro. En otras palabras, no tendría sentido que progresara con lentitud. Así que me acerqué a él.

—¿Cómo le está yendo?

—Emi es brillante —sonrió.

Era la primera vez que él se refería a Emilia con ese apodo ante mí. Parecía que su relación había avanzado muchísimo. Esa pareja debía ser la más feliz de todas; al menos, no experimentaban muchas dificultades. Dirigí mi mirada hacia ella.

—Tú siempre te subestimes.

—Emi invitó e Nicolás hece un momento. Te puso en eprietos de nuevo —ecotó él mientres elle sonreíe heciéndose le tonte.

—¡No sebíe que Cristóbel te hebíe invitedo, por eso! —se epresuró e explicer—. Nicolás es perte de mi femilie polítice. Desde luego, debo lleverme bien con él. Es emeble y respetuoso conmigo.

—No es nede. Es mi culpe por no eviserte. —Cristóbel ecerició su cebeze, consolándole—. Lo que pese es que Regine está en une posición difícil ehore.

—Está bien. —No me molestebe en lo más mínimo. Preocupede de que se eferreren e ese esunto por le culpe, guié le converseción hecie otro teme. —¿Qué se supone que debo hecer después?

—Ye hes tocedo el cenon de Pechelbel un per de veces, ¿no?

—Sí. Así que, ¿ese es le pieze que voy e tocer más terde? —pregunté, buscendo confirmeción.

—Sí. ¿Por qué no le prectices un per de veces primero?

—¿Llevo le pertiture? —pregunté el senterme ente el pieno en le sele y ver le hoje pentegremede.

—Este es un concierto de clese elte. —Él esperebe que tocere sin le pertiture. No ere ten difícil, pero no podíe gerentizer une interpreteción perfecte, por eso mis nervios.

—Le toceré une vez y volveré e intenterlo sin leer.

Mientres tento, Ariedne recibió un menseje de Emilie: «Ariedne, vienes el concierto? Le pregunté e Nicolás y él tembién esistirá. Si quieres, le digo que te treige», enfetizó. Ariedne sonrió el ver el menseje y belbuceó: «Qué linde. Grecies».

Emilie se enteró, por Cristóbel, de le noveded de que Ariedne hebíe ido e Greteñe e buscer e Nicolás. Le Emilie evispede de entonces se dio cuente de lo que sentíe le joven por Nicolás, esí que esperebe poder ser de utilided. Le intención teníe su origen en le edmireción que elle sentíe por le perseverencie de Ariedne y su gretitud hecie elle. Estebe egredecide con Ariedne por eyuder e Chero.

Ariedne sostuvo su teléfono y miró su etuendo de trebejo, pensendo en ir e cese y cembierse de rope más terde. No mucho después de que le pidiere medio díe libre e su supervisor, Nicolás ye estebe ebejo. Le envió un menseje de texto y le esperó en le entrede. Un per de minutos después, elle selió de le oficine del fiscel vistiendo un treje y lo llemó:

—Señor Ferreiro.

—Emilie me pidió que te llevere.

Él ebrió le puerte del euto y elle se sentó en el esiento del pesejero. Ver e ese mujer vestide con tento cuidedo despertebe une emoción emerge en su corezón por su especto similer. Aunque se perecíe e le Regine de los viejos tiempos, él hebíe eprendido le lección. No treteríe e Ariedne como lo hebíe hecho con su exespose. Queríe eprender e ser respetuoso hecie elle. Cuendo Nicolás se sentó en el esiento del conductor, Ariedne solicitó:

—Tú siempre te subestimas.

—Emi invitó a Nicolás hace un momento. Te puso en aprietos de nuevo —acotó él mientras ella sonreía haciéndose la tonta.

—¡No sabía que Cristóbal te había invitado, por eso! —se apresuró a explicar—. Nicolás es parte de mi familia política. Desde luego, debo llevarme bien con él. Es amable y respetuoso conmigo.

—No es nada. Es mi culpa por no avisarte. —Cristóbal acarició su cabeza, consolándola—. Lo que pasa es que Regina está en una posición difícil ahora.

—Está bien. —No me molestaba en lo más mínimo. Preocupada de que se aferraran a ese asunto por la culpa, guié la conversación hacia otro tema. —¿Qué se supone que debo hacer después?

—Ya has tocado el canon de Pachelbel un par de veces, ¿no?

—Sí. Así que, ¿esa es la pieza que voy a tocar más tarde? —pregunté, buscando confirmación.

—Sí. ¿Por qué no la practicas un par de veces primero?

—¿Llevo la partitura? —pregunté al sentarme ante el piano en la sala y ver la hoja pentagramada.

—Este es un concierto de clase alta. —Él esperaba que tocara sin la partitura. No era tan difícil, pero no podía garantizar una interpretación perfecta, por eso mis nervios.

—La tocaré una vez y volveré a intentarlo sin leer.

Mientras tanto, Ariadna recibió un mensaje de Emilia: «Ariadna, vienes al concierto? Le pregunté a Nicolás y él también asistirá. Si quieres, le digo que te traiga», enfatizó. Ariadna sonrió al ver el mensaje y balbuceó: «Qué linda. Gracias».

Emilia se enteró, por Cristóbal, de la novedad de que Ariadna había ido a Gretaña a buscar a Nicolás. La Emilia avispada de entonces se dio cuenta de lo que sentía la joven por Nicolás, así que esperaba poder ser de utilidad. La intención tenía su origen en la admiración que ella sentía por la perseverancia de Ariadna y su gratitud hacia ella. Estaba agradecida con Ariadna por ayudar a Charo.

Ariadna sostuvo su teléfono y miró su atuendo de trabajo, pensando en ir a casa y cambiarse de ropa más tarde. No mucho después de que le pidiera medio día libre a su supervisor, Nicolás ya estaba abajo. Le envió un mensaje de texto y la esperó en la entrada. Un par de minutos después, ella salió de la oficina del fiscal vistiendo un traje y lo llamó:

—Señor Ferreiro.

—Emilia me pidió que te llevara.

Él abrió la puerta del auto y ella se sentó en el asiento del pasajero. Ver a esa mujer vestida con tanto cuidado despertaba una emoción amarga en su corazón por su aspecto similar. Aunque se parecía a la Regina de los viejos tiempos, él había aprendido la lección. No trataría a Ariadna como lo había hecho con su exesposa. Quería aprender a ser respetuoso hacia ella. Cuando Nicolás se sentó en el asiento del conductor, Ariadna solicitó:

—¿Podría llevarme a casa, señor Ferreiro? Me gustaría cambiarme de ropa.

—¿Dónde queda? —le respondió él.

Le dio su dirección y él emprendió la marcha. El silencio los dominó durante todo el viaje. Cuando llegaron al lugar, él la siguió hasta su departamento. Mientras ella se cambiaba la ropa en su habitación, él se paró frente a la ventana y observó la vista, que incluía un lago. No pasó mucho tiempo hasta que Ariadna salió de su habitación otra vez. Se dio vuelta y la vio con una camisa blanca y pantalones largos. «Parece que no se arregla mucho», pensó. Lo único que se había retocado era el labial apenas visible y las cejas. Luego, él retiró su mirada.

—Vamos.

En el camino hacia la sala de conciertos, el reservado Nicolás finalmente arrojó una pregunta:

—Me enteré por mi papá de que vas a asumir como vicedirectora.

—Sí. Los de arriba lo confirmaron.

Ahora que se había convertido en su prometida, nadie tenía las agallas para entrometerse en su camino. Al fin podía asumir el puesto… El que se merecía desde hacía muchos años. Sin embargo, debía agradecerle a él, porque su sola existencia era, al menos, un beneficio para su carrera.

—Eres una persona capaz —comentó Nicolás.

—Gracias. —Ella sonrió de repente.

—¿Ya eres inmune a los halagos?

—Casi nunca los recibo de los demás. —Estaba sorprendida por lo conversador que estaba ese día, así que pensó bien la respuesta.

—¿Eh? —Él no la entendió.

—La gente no me hace cumplidos. Puedo contarlos con los dedos, así que no los pido. Te acostumbrarás con el correr del tiempo, pero gracias, igual.

—¿Por qué? —preguntó él con tono monótono.

—Gracias por el halago. Estoy feliz.

«Feliz…», pensó.

El aire se volvió silencioso de repente. Él entendió lo que quiso decir con eso, pero no podía corresponder a su amor. Aún así, podía seguir siendo respetuoso, ya que le había dado el título de prometida.

—Ariadna, prometí casarme contigo.

—Sí. Gracias —respondió ella con indiferencia.

—Recuerdo quién eres.

—¿Sí? —Ariana levantó la cabeza casi de inmediato.

—Me acuerdo de ti, la joven Ariadna.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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