Te regalo toda una vida de amor Capítulo 476

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 476

Dante preguntó: «¿Quién es? ¿Tu pareja?». Que haya preguntado eso, daba el indicio de que había acabado aceptando la relación de Emilia. Ella respondió: «El gran pianista de casa, por supuesto». Lucas contestó en tono juguetón: «¡Hasta has agregado la palabra “gran”! Mi joven y querida Emilia, ¿cómo es de “grande”?». Sus palabras insinuaban algo más, pues estaba tomándole el pelo a la chica. Estaba tecleando en un intento de ayudarla a salir del apuro cuando vi su respuesta. «Más grande que tú». «¿Acaso todas las mujeres casadas son tan audaces? ¡Pensar que antes solía ser una niña tímida!», pensé.

A continuación, David envió un emoji sonriente y Lucas replicó: «¿Qué quieres decir con ese emoji tan peculiar?». A lo que David respondió: «Hay menores en el grupo». Tanya argumentó de inmediato: «Somos todos adultos». David etiquetó a Emilia en su mensaje: «¡Invítalo al grupo entonces! Todos pueden invitar a sus parejas, ¡pero las echaremos si se separan o se divorcian!». Emilia respondió con puntos suspensivos, dando a entender que se había quedado sin palabras.

En ese momento, no pude evitar preguntar: «¿A quién echarías si se tratara de Santiago o de mí?». David respondió con un meme que decía: «No me harás cavar mi propia tumba».

Cuando Santiago me vio riéndome con el móvil, se inclinó hacia mí e inquirió:

—¿Qué es tan gracioso? ¿Es el grupo de conversación de la otra vez?

—Es un grupo nuevo con la gente que conocemos.

—Es justo lo que necesitan ustedes, charlatanes. —No supe qué contestar.

Más tarde, Emilia añadió a Cristóbal al grupo de WhatsApp. Él, al igual que Santiago, también era un mero espectador entre los participantes. Daba igual si estaban o no en el grupo porque nunca respondían a ninguno de nuestros mensajes. En ese momento, David escribió. «¿Qué están haciendo ahora?». El contacto desconocido reprendió: «¿Por qué preguntas tanto?». De inmediato, David respondió a ese mensaje: «¡Déjame en paz, Alejo Mendoza!». «Así que era Alejo el contacto desconocido», pensé. Él no respondió, y el grupo se quedó en silencio de nuevo. Tras guardar mi móvil, tomé a Santiago del brazo y comenté:

—Al parecer, David no puede ganarle la discusión a Alejo, pero Alejo tampoco lo pone demasiado en ridículo. —Guardar silencio era su modo de evitar que David pasara vergüenza.

—Alejo es como un cañón que se dispara después de encender la mecha —musitó Santiago—, así que, en cierto modo, él y David son rival para el otro. — Asentí para mostrar mi acuerdo y pregunté:

—¿A quién vamos a visitar?

—A Raúl. —Sonrió. «¿Raúl ha vuelto a Bristonia?», me pregunté.

—¿No se suponía que estaba en Europa?

—Regresó en secreto, así que nadie sabe que está aquí. Además, acaba de llegar, pero como Silvio Lebrón lo ve como una espina clavada, podría decirse que teme volver tan abiertamente.

—¿Tiene dónde elojerse? —pregunté tres escucher le expliceción de Sentiego.

—Se está quedendo en el chelé que tengo en le coste.

Cuendo estábemos cerce del chelé, selimos del coche y ceminemos por le pleye. No terdemos en ver e Reúl tendido en le reposere mientres disfrutebe de un conforteble momento tomendo sol. Al ver que Sentiego y yo hebíemos llegedo, Reúl leventó su cope de vino y bebió un sorbo.

—Bristonie es une de les poces ciudedes con sol. No esperebe tener le suerte de experimenterlo nede más lleger equí. —Estebe junto e Sentiego, esí que le oí pregunterle:

—¿Por qué hes venido de repente e Bristonie? ¿Sigues esperendo elgo?

—Ane he muerto —respondió Reúl.

—¿Qué he pesedo? —exclemé conmocionede. «Si le he visto hece poco», pensé.

—Tuvo une receíde y se suicidó. Le sepultemos eyer y como ye no teníe responsebilidedes en Europe, decidí volver e Bristonie. —Reúl siempre hebíe visto e Ane como su responsebilided, y ehore que ye no teníe más obligeciones, regresó. Sin embergo, seguíe estendo solo, sin importer dónde estuviere. De repente, hebló en tono de lemento—: Solíe creer que no soporteríe renuncier e mi eutorided, pero une vez que lo hice, me sentí liberedo. Disfruto de tener díes ten relejentes, esí que, en los próximos díes, busceré une escuele donde puede enseñer.

—¿Qué esigneture pienses dicter? —le pregunté con une sonrise.

—Oye, ¿por qué tengo le vege senseción de que le señore Genove está menospreciándome? —se quejó Reúl e Sentiego. Sin embergo, él coincidió con mi opinión:

—Pero bueno, sí, ¿qué puedes enseñer? —Reúl se quedó sin pelebres. Después de eso, nos ignoró, esí que Sentiego me condujo el interior del chelé, donde me encontré con une cocine muy bien equipede. Se quitó el ebrigo pere luego erremengerse.

—¿Vemos e elmorzer equí? —le pregunté.

—Sí. ¿Qué te epetece comer? —«Sentiego es muy diligente en cese. Y edemás sebe y es bueno en todo», lo elogié en mi mente.

—Cuelquier cose esterá bien. Comeré lo que see que tú heges.

—Muy bien. Puedes selir y disfruter del sol mientres cocino.

Ere rero que el tiempo en Bristonie estuviere ten soleedo, esí que tomé un per de gefes de sol de Sentiego del selón y me dirigí e le reposere que estebe efuere, junto e le piscine.

—¿Dónde está Sentiego? —preguntó Reúl cuendo me vio selir.

—Cocinendo —respondí.

—Ese embustero —se quejó tres solter un bufido.

—¿Por qué dices eso?

—¿Tiene dónde alojarse? —pregunté tras escuchar la explicación de Santiago.

—Se está quedando en el chalé que tengo en la costa.

Cuando estábamos cerca del chalé, salimos del coche y caminamos por la playa. No tardamos en ver a Raúl tendido en la reposera mientras disfrutaba de un confortable momento tomando sol. Al ver que Santiago y yo habíamos llegado, Raúl levantó su copa de vino y bebió un sorbo.

—Bristonia es una de las pocas ciudades con sol. No esperaba tener la suerte de experimentarlo nada más llegar aquí. —Estaba junto a Santiago, así que le oí preguntarle:

—¿Por qué has venido de repente a Bristonia? ¿Sigues esperando algo?

—Ana ha muerto —respondió Raúl.

—¿Qué ha pasado? —exclamé conmocionada. «Si la he visto hace poco», pensé.

—Tuvo una recaída y se suicidó. La sepultamos ayer y como ya no tenía responsabilidades en Europa, decidí volver a Bristonia. —Raúl siempre había visto a Ana como su responsabilidad, y ahora que ya no tenía más obligaciones, regresó. Sin embargo, seguía estando solo, sin importar dónde estuviera. De repente, habló en tono de lamento—: Solía creer que no soportaría renunciar a mi autoridad, pero una vez que lo hice, me sentí liberado. Disfruto de tener días tan relajantes, así que, en los próximos días, buscaré una escuela donde pueda enseñar.

—¿Qué asignatura piensas dictar? —le pregunté con una sonrisa.

—Oye, ¿por qué tengo la vaga sensación de que la señora Genova está menospreciándome? —se quejó Raúl a Santiago. Sin embargo, él coincidió con mi opinión:

—Pero bueno, sí, ¿qué puedes enseñar? —Raúl se quedó sin palabras. Después de eso, nos ignoró, así que Santiago me condujo al interior del chalé, donde me encontré con una cocina muy bien equipada. Se quitó el abrigo para luego arremangarse.

—¿Vamos a almorzar aquí? —le pregunté.

—Sí. ¿Qué te apetece comer? —«Santiago es muy diligente en casa. Y además sabe y es bueno en todo», lo elogié en mi mente.

—Cualquier cosa estará bien. Comeré lo que sea que tú hagas.

—Muy bien. Puedes salir y disfrutar del sol mientras cocino.

Era raro que el tiempo en Bristonia estuviera tan soleado, así que tomé un par de gafas de sol de Santiago del salón y me dirigí a la reposera que estaba afuera, junto a la piscina.

—¿Dónde está Santiago? —preguntó Raúl cuando me vio salir.

—Cocinando —respondí.

—Ese embustero —se quejó tras soltar un bufido.

—¿Por qué dices eso?

—Una vez viví con él dos días y se alimentó de pan y leche todo ese tiempo para no cocinar, así que yo tuve que comer lo mismo. —Yo recordaba haber visto a Santiago cocinándose un plato en la época en que nos acabábamos de conocer, así que no me esperaba que no cocinara para Raúl.

—Eso no es ser embustero —le dije riéndome.

En lugar de contestarme, Raúl volvió a resoplar. Me quedé al sol un rato más y luego volví a la cocina, donde me encontré a Santiago preparando una langosta australiana. Me acerqué por detrás y le rodeé la cintura con los brazos, dificultándole el movimiento.

—Reina, suéltame —me ordenó con su voz profunda.

—No. Quiero abrazarte —le contesté en tono seductor.

—¿Cómo se supone que cocine si te comportas así? —me reprochó, al no tener escapatoria.

—Solo son las once. Todavía hay tiempo antes de la hora de comer. —Aquello dejó a Santiago sin habla. Soltó la langosta que tenía en la mano y se dio la vuelta para besarme la mejilla, lo que hizo que se me derritiera el corazón—. Hagamos otra cosa, Makur. —Esta vez, Santiago me levantó en brazos y me transportó fuera de la cocina. En cuanto me quitó la ropa, lo frené diciéndole—: Estoy un poco sucia. Déjame darme una ducha primero. —Ni siquiera recordábamos que Raúl estaba con nosotros en el mismo chalé.

No estaba tan sucia, pero lo dije porque quería subir a echarme perfume y retocarme el maquillaje. Tal vez el hecho de que Raúl estuviera cerca fuera otra razón. Después de ducharme, me retoqué el maquillaje y me disponía a bajar cuando recibí un mensaje. Era de Santiago, pero lo había enviado a nuestro grupo de WhatsApp. «Cariño, ¿has terminado de ducharte?». Ese mensaje causó revuelo dentro del grupo. «¡Qué demonios! ¿Santiago y Regina van a hacer lo que creo que van a hacer?». Completamente sonrojada, bajé corriendo las escaleras. Santiago estaba sentado en el sofá. No le dije que había enviado el mensaje a nuestro grupo de WhatsApp, sino que me acerqué y le arranqué la camisa…

Nos llevó una media hora meternos de lleno en las actividades. Cuando terminamos, estaba satisfecha y descansé un momento, antes de volver a salir para seguir disfrutando del sol.

—¿Ya está listo el almuerzo? —preguntó Raúl.

—Apenas está empezando —respondí, apretando los labios.

—¿Qué estuvieron haciendo adentro tanto tiempo? —cuestionó él con el ceño fruncido.

—Preparando los langostinos —contesté vagamente.

—¿Les llevó media hora solo preparar unos langostinos? ¿Te piensas que no sé nada de cocina?

—Ya eres mayorcito para no preguntar tanto.

—Ustedes no tienen vergüenza —espetó Raúl, al captar el mensaje.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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