Te regalo toda una vida de amor Capítulo 47

Jimena era insignificante. No tenía ninguna influencia en su familia, por lo que podía ignorarla por completo y justo eso fue lo que hice. Alicia la regañó y le dijo que se callara. A mí lo que me confundía era la razón de que la familia Mora incumpliera el acuerdo, aun cuando ellos ya habían accedido. ¿Me querían tender una trampa?

Volteé hacia Nicolás. Él era terco y utilizó este acuerdo para hacerme actuar. Sabía que yo lo quería, pero se interpondría a menos que accediera a salir con él. Este sujeto invirtió mucho tiempo y esfuerzo solo para pasar un día conmigo. ¡Qué irresponsable!

Por su parte, Alán lucía decaído y quería retirarse, pues la decisión ya se había tomado la decisión. Cuando vi que se fue, le dije a mi asistente que firmara el contrato a mi nombre, pero antes de que pudiera alcanzarlo, Alicia me detuvo con una expresión calmada.

—¿Tanta prisa tiene, presidenta Esquivel?

—Ustedes incumplieron primero —repliqué con una sonrisa. Les estaba indicando que no confiaba en ellos, a lo que Alicia palideció.

—Entiendo.

Nicolás me estaba dando la espalda, así que fui tras Alán sin dudarlo. Estaba esperando en la entrada del vestíbulo y me acerqué a él; por lo visto, supo que lo estaba buscando.

—Vayamos a hablar.

Claro que hablaríamos de Maya; era el único tema que teníamos en común. Las calles estaban abarrotadas y Alán lucía un tanto incómodo entre la gente. Lo empujé a una esquina más vacía. Él me sonrió cuando al fin estuvimos solos.

—Jamás imaginé que viviría para ver el día en que usted empujara mi silla de ruedas.

—Somos amigos; no tienes por qué ser tan formal —Solté su silla entonces. Él era el hombre a quien Maya amaba, por lo que sentí que le debería dar el debido respeto. Pasamos un rato en silencio más antes de que le preguntara: —¿Por qué la dejaste?

La lluvia ya había parado, pero el piso seguía mojado. Mis tacones estaban empapados y llenos de tierra, lo que no me gustaba. Alán también lo notó y sacó un pañuelo de su bolsillo para ofrecérmelo, pero me negué con la cabeza.

—No hace falta.

Guardó el pañuelo y comenzó a hablar:

—Hay una gran diferencia entre Maya y yo. No tengo ningún derecho de estar con una mujer tan magnífica como ella cuando yo luzco… así. Decidí que me iría y regresaría cuando fuera lo suficiente bueno para Maya. Solo deseo que para entonces ella me siga esperando.

Alán era un poco egoísta. Se fue sin decir ni una palabra a Maya, excepto que se olvidara de él, pero resultó que, en realidad, quería que ella lo esperara. Pese a esto, podía entenderlo. Deseaba estar con ella, pero no tenía el valor para acercársele. Quería mejorarse para, algún día, volver a su lado, seguro de sí mismo.

—¿Cuál es tu relación con la familia Meza? —pregunté, cambiando de tema mientras mordía mi labio.

—Soy un hijo bastardo. —Alán hizo una pequeña pausa, tal vez abrumado por algunos malos recuerdos, puesto que su tono cambió a uno más serio después de eso. —Mi madre solía trabajar en un club nocturno y quedó embarazada del presidente después de conocerse. Yo resulté ser ese bebé. Solo supe de mi verdadera identidad alrededor de hace una década, pero me rehusé a regresar con ellos. No quería ver al maldito que llevó a mi madre a… Mejor no hablemos de eso.

Alán tuvo un pasado complicado, pero podía entender por qué regresó con la familia Meza, aunque no le sería fácil sobrevivir ahí. La familia tenía otros dos hijos, ambos legítimos. Si era realista, sería complicado, casi imposible, para Alán afianzar su lugar dentro de ella.

—¿Qué pasará si no regresas con este acuerdo? —pregunté por curiosidad.

Alán agachó la mirada y no me contestó, pero supe lo que le ocurriría: toda la familia lo apartaría por completo. Luego de eso, ya no quiso hablar de trabajo, por lo que, con un tono educado, solicitó:

—Tú eres su mejor amigo. Por favor, cuídala y dile que sea feliz…

—Ella será infeliz si te vas —interrumpí.

Maya ansió verlo por tantos años y jamás creyó ni por un momento que estuviese muerto. Ahora sabía que estaba vivo, pero él se desapareció. ¿Así cómo podría ser feliz? Por su parte, Alán se quedó callado y la conversación terminó. Los dos sabíamos que su decisión podría no ser la correcta, pero tampoco estaba equivocado.

Era importante que una pareja estuviera conformada por dos personas de trasfondos similares. Si él seguía desempleado, además de lisiado y viviendo en un pueblo pequeño, sus vidas se estancarían. El amor no podía resolver todos los problemas y Maya era una mujer muy idealista. Alán tenía que mejorar si quería estar con ella. Sería un proceso difícil, pero el mundo no era fácil con nadie.

Nos despedimos y regresé al hotel. Mi asistente me esperaba en la entrada junto con Jimena. Él me explicó lo que ocurrió después de que me fui y me dijo:

—Necesita firmar esto, presidenta Esquivel.

Tomé el contrato y lo firmé. Mi asistente le dio una copia a Jimena, quien bufó mientras la agarraba.

—Jamás te quedarás con Nicolás. —Bueno, eso salió de la nada.

—¿Y quién dijo que me lo quería quedar? —pregunté.

Jimena bufó, pero no me contestó. Conservó su expresión presumida de siempre y, sí, estaba igual de feísima.

—A Alicia le gusta, ¿verdad? —comenté, sonriendo, aunque suspiré cuando vi que Jimena solo bufó y se alejó de nosotros. —¿Cómo llegó tan lejos? Ni siquiera es consciente de lo molesta que es. De verdad, ya no quiero volver a desperdiciar mi tiempo hablando con ella.

—Pero lo acaba de hacer, presidenta Esquivel —replicó mi asistente, sonriendo.

—Nada más quería saber a quién le gusta Nicolás, si a ella o a Alicia —expliqué.

—Gabriel, regresa a la compañía. —Se escuchó el frío tono de Nicolás, quien de repente se apareció detrás de nosotros.

Gabriel se giró hacia él para saludarlo. Cuando vi que se le quedó viendo, le hice una seña para que se retirara.

—Déjanos, Gabriel. Termina de encargarte de este asunto con los Mora. —Suspiré resignada cuando vi que Gabriel no lo dudó ni un instante y se fue en mi carro. —Gallina.

—¿Estás celosa, Regina? —comentó Nicolás, acercándose a mí, sonriendo e inclinando la cabeza.

—¿De qué hablas? —pregunté

—Querías saber si yo le gustaba a alguna de ellas.

¡Cielos! Eso fue algo que dije sin razón alguna, así que solo lo ignoré y me fui caminando. Él no me persiguió. Más adelante, recibí una llamada de Camilo.

—¿Cuándo regresarás?

—¿Por qué? ¿Ocurrió algo? —pregunté.

—No, nada, pero ya es hora para continuar tus revisiones —aclaró. De verdad que se preocupaba de más.

—Si acabo de terminar unas revisiones.

—Me preocupo por ti, Gina —comentó con un suspiro.

Eso me recordó de mi condición actual de nuevo. Pudiera ser que estaba a salvo ahora, pero mi salud podría matarme en cualquier momento. Con eso en mente, decidí tranquilizarlo.

—Estoy bien, Camilo.

No tenía nada que hacer en Bristonia. No quería acercarme a Nicolás ni Cristóbal; de lo contrario, solo me arrastraría a más problemas innecesarios. Tampoco quería aclarar a quién amaba, así que ya era hora para dejar esta ciudad y continuar mi tratamiento en El Solar, pero ¿a quién le dejaría la familia? Consideré eso y, con un tono desanimado, comenté:

—Regresaré en cuanto pueda.

Una vez que colgué, escuché a una voz familiar preguntar:

—¿Te irás de nuevo?