Te regalo toda una vida de amor Capítulo 459

Ezequiel parecía perdido y dubitativo. Yo era una extraña y no podía darle ningún consejo; si él planeaba atacar a Santiago, entonces no volvería a ponerme de su lado ni a tenderle una mano. Fui franca con él.

—Soy su esposa. —No podía elegir otra cosa más que ayudar a Santiago.

—Bien. ¿Qué es lo que más le importa, señorita Esquivel? —De repente, me hizo una pregunta muy extraña.

—Mi familia.

Mi familia era lo que más me importaba en el mundo. Afuera, la lluvia era cada vez más densa. Teníamos suerte de que el viento no soplara con demasiada intensidad, de lo contrario, el pequeño risco no hubiera podido protegernos del aguacero.

—Cada vez llueve con más fuerza. —Al oír su observación, me agaché a su lado, me encogí dentro de mi impermeable y entrecerré los ojos.

—Sí, cada vez llueve más.

En mi interior, estaba en extremo nerviosa. «Santiago ya debe saber dónde estoy, ¿verdad? Uff. Es tan difícil estar entre ellos dos», pensé.

—Señorita Esquivel, ¿vino aquí por mí? —preguntó. La respuesta era obvia.

—Tú me salvaste en Siria —dije.

De pronto, sentí que me tomaba la mano y me volví para mirarle el rostro, que estaba anormalmente pálido. Tenía la frente cubierta por una capa de sudor frío y, cuando habló, lo hizo con apenas un hilo de voz:

—Usted es una persona muy buena por devolver el favor que recibió.

Sus dedos estaban demasiado fríos. Tuve la sensación de que, en esas condiciones, no iba a durar mucho más. Cabía la posibilidad de que muriera allí mismo. Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, no me atreví a quitar su mano de la mía.

—Pronto llegará Gabriel —me limité a decir.

—Sus manos están muy tibias —dijo. No respondí. Al chocarse con mi silencio, soltó de repente y con actitud agraviada—: Señorita Esquivel, ¿usted también cree que soy una mala persona?

Nunca antes me había preguntado eso. Intenté responderle con toda la tranquilidad que pude.

—No estoy segura. No nos conocemos tanto. Lo cierto es que desconozco las cosas malas que has hecho en el pasado. Además, me dijiste que no fuiste a Bristonia con la intención de hacerle daño a nadie, y no puedo condenarte solo por lo que otras personas me dijeron de ti.

Lo miré y mis ojos expresaron que no lo juzgaba. Eso hizo que de pronto esbozara una pequeña sonrisa y se viera muy feliz.

—De verdad es usted una persona muy buena. Siempre ha sido magnánima conmigo.

—¿Eres una mala persona? —Le devolví la pregunta mirándolo directo a los ojos, pero su mirada estaba demasiado perdida. Quizá ni siquiera supiera lo que me estaba diciendo y hablaba de manera inconsciente.

—Soy una mala persona.

Me aferré a esa oportunidad y le pregunté, por fin, lo que me tenía tan confundida desde hacía tiempo:

—Santiago dijo que una vez lo atacaste de manera indiscriminada. Eso significa que tú atacaste primero. ¿Por qué dices, entonces, que él te traicionó?

—Tiene las manos tan cálidas, señorita Esquivel. —Cambió de tema. Me quedé en silencio sin saber qué debía hacer a continuación. Al ver que yo no hablaba, repitió—: Está muy tibia.

—Sí, tú estás frío —repuse con indiferencia.

Ezequiel sonrió con alegría y, a pesar de ser un día lluvioso de verano, su sonrisa fue placentera como una brisa primaveral. No obstante, había una pizca de amargura en las comisuras de sus labios. De pronto, su espíritu pareció decaer aún más. Lo llamé con insistencia, pero tardó en responder.

—Señorita, esta es la única calidez que he recibido en muchos años. Gracias por su bondad.

Me agradecía por mi bondad solo por prestarle mis manos tibias. ¿Cuánto frío y soledad habría experimentado en su vida? Retiré con presteza mis manos de entre las suyas y lo regañé con suavidad:

—No hables. Estás muy herido.

—No respondí la pregunta que me hizo —dijo con claridad a pesar de que antes había parecido languidecer.

—¿Estás dispuesto a hacerlo? —pregunté enseguida.

—¿Me creería si lo hiciera?

—¿Serías capaz de mentirme? —contraataqué.

—Es muy inteligente. Estoy segura de que formará su propia opinión sobre el tema. Si me cree o no, quedará a su criterio. Por supuesto que sé que no lo hará, pero, de todos modos, ya que preguntó, quiero responderle.

«Ya que preguntó». Esas palabras cargaban una tonelada de impotencia. Me mordí el labio y presioné un poco más.

—Dijiste que habías tenido la intención de apoyar a Santiago y a Raúl para que tomaran tu puesto en el futuro. ¿Por qué te volviste contra ellos luego? Tus acciones contradicen tus dichos.

—Hace un tiempo me encontré con Roberto y él no dejaba de llamarme «destructor». Eso es cierto, mi personalidad es tan destructiva como dicen. Soy paranoico y desconfiado, sin mencionar que siempre consideré al mundo como un tablero de ajedrez en el que podía jugar como me placiera. Atacaba a cualquiera si tenía la oportunidad. No había un motivo en particular para mis acciones, todo lo que hacía respondía a la búsqueda del placer. En esa época, ¡era mucho más intimidante de lo que Roberto es hoy! Todos me temían y todos querían eliminarme. —Más de una década atrás, Ezequiel había reinado como dirigente de Europa, el dirigente más grande de esa era. Si el dirigente rebosaba de malicia, el mundo podía convertirse en el caos más inimaginable. En aquel momento, la realidad financiera de Europa había estado sumida en el caos y Santiago y Raúl recién comenzaban a asomar la cabeza en el mundo. Luego, Santiago había asumido el control. Él nunca hubiera actuado como Ezequiel. Ante mi silencio, Ezequiel sonrió y preguntó—: ¿Tiene miedo ahora, señorita Esquivel?

Negué con la cabeza y continué indagando:

—¿Qué pasó después?

—Debo admitir que actuaba con demasiada libertad. Eso, combinado con mi fuerte inclinación hacia la venganza, hizo que mis intenciones hacia el mundo fueran de verdad malévolas. No obstante, jamás había tenido sentimientos negativos hacia Santiago. Por desgracia, él tenía sus temores: si yo atacaba a todos menos a él y a Raúl, ¿qué iban a pensar de ellos las otras familias y las fuerzas del mal? Como era lógico, los hubiesen considerado mis subordinados y hubiesen tenido que enfrentar grandes presiones. Por eso es que monté un espectáculo en el que fingí atacarlos. Fue para protegerlos. Siempre me contuve cuando se trató de ellos, de lo contrario, no hubiesen podido soportar mis ataques con lo débiles que eran en ese entonces. De todos modos, se unieron con las demás familias para matarme y arrebatarme mi fortuna con sus propias manos.

Al final, parecía que el incidente sí se había generado a partir de un malentendido; solo que Ezequiel no era una buena persona en aquel momento. No obstante, sí había tenido buenas intenciones hacia Santiago y Raúl, los únicos a quienes había mostrado su costado bondadoso, pero ellos lo habían «traicionado».

—¿Tenías una buena relación con ellos en aquel tiempo? —pregunté con paciencia.

—Supongo. Nos hemos reunido en privado —dijo.

Tras unos segundos de duda, decidí ser sincera:

—Santiago me dijo que fue porque tú atacaste primero que él… —Su risa me interrumpió.

—Él sabe cómo manipularte.

—Jamás me engañaría —repuse con firmeza.

—Entonces, al parecer, le estoy mintiendo, señorita Esquivel —declaró con amargura. Hizo una pausa y continuó con expresión pálida—: Mi personalidad en ese momento tenía que ver con mi pasado. Me resultaba difícil controlar mis emociones. Luego pasé muchos años estudiando psiquiatría para que ya no me dominaran mis emociones.

Esa era la razón por la que Ezequiel parecía mucho más amable que antes; de hecho, en el último tiempo no había hecho nada atroz. Por desgracia, los demás no sabían que él había cambiado y temían que su regreso a la cumbre del poder perturbara la paz mundial una vez más. ¡Era por eso que deseaban que muriera!

—Ezequiel, no sé qué pasó en aquel entonces. Aunque me hayas explicado la situación, tienes razón en que no creeré nada de lo que me dices. Sin embargo, ahora tengo una idea más clara.

—Lo sé. Usted es una persona inteligente, señorita Esquivel. —Su tono sonó diferente.

—Después de estudiar psiquiatría durante tantos años —pregunté con curiosidad—, ¿puedes saber lo que estoy pensando a partir de mis palabras y mis actos?