Te regalo toda una vida de amor Capítulo 456

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 456

Me levanté y llamé a Maya.

—No, no está en Bristonia. Dijo que iría a Europa esta mañana a concretar un asunto. No me dijo de qué asunto se trataba —me contestó.

Yo sí sabía de qué se trataba: iban a matar a Ezequiel justo cuando se encontraba herido de gravedad. El problema era que se había metido en ese lío porque había querido salvarme. En el momento en que estaba por llamar a Antonio, recibí otra llamada de Gabriel.

—Hay novedades de última hora: Ezequiel no fue a Europa, fue a Gretaña. Joel dice que el señor Genova también está allí.

Así que Santiago no había viajado a Europa y me había mentido. ¿Por qué? Y Silvio Lebrón también le había ocultado la verdad a Maya. Colgué de inmediato y llamé a Antonio. Le hablé de Ezequiel y me dijo que lo investigaría. «Es extraño. Gabriel sabe más que Antonio sobre el paradero de Ezequiel, pero le di la tarea a él». Unos minutos más tarde, Antonio me devolvió la llamada.

—Está en Gretaña.

—Envía un equipo allí enseguida y localicen a Ezequiel —le ordené—. Usa GPS si es necesario. No le digas a nadie sobre esto, ni siquiera a Santiago. —Si mi esposo se enteraba de que estaba actuando contra él, iba a enfurecer. Él había ido a matar a Ezequiel, pero yo debía salvarlo; era un favor que debía pagarle o no iba a poder seguir viviendo tranquila. Añadí—: Si le cuentas algo sobre esto, te despediré.

No era la primera vez que lo amenazaba. Si él sabía lo que le convenía, iba a cumplir con lo que le ordenaba. Por fortuna, Gretaña no estaba muy lejos de Bristonia. Gabriel y yo lideramos un grupo hasta allí. Cuando íbamos en viaje, recordé que Gretaña era el hogar de la madre de Nicolás. «Ajá. Es probable que estén intentando mandar un mensaje al venir aquí», me dije. En ese momento, Gabriel me entregó su tableta. Al tomarla, vi el mensaje que le había enviado Antonio: «Nicolás también está en Gretaña. Tanya y su equipo están en camino. Mantén a salvo a la señora, no la pongas en peligro». Así que todo el mundo se iba a reunir en Gretaña para matar a Nicolás y a Ezequiel. Lo único que debía hacer Nicolás era eludir a los Hayes, pero la situación de Ezequiel era mucho más precaria. Santiago, Silvio Lebrón, Roberto y todos sus otros enemigos iban tras él.

Por alguna razón, en una de las paradas de descanso me topé con Ariadna, que estaba vestida con el atuendo formal de su trabajo.

—¡Hola!

—¿Qué te trae por aquí? —pregunté sorprendida.

—Voy a Gretaña, ¿y tú?

«¿Ariadna está viajando a Gretaña justo ahora? ¿Va a ayudar a Nicolás?», me pregunté. Luego de un silencio momentáneo, respondí:

—También.

—¡Ah! En ese caso, ¿podrías llevarme? —Subió a mi auto y dejó su arma junto a ella en el asiento. Entonces, centró su atención en el teléfono.

—¿Todavía les dan armas a los fiscales?

—La mayoría no tienen —repuso tras negar con la cabeza—, pero los que están de guardia e investigando algo, sí. Por eso llevo una conmigo. Y es probable que tú estés yendo a Gretaña por la misma razón que yo —aventuró. Pero ella iba por Nicolás. Yo no.

—No es por él.

—¿Entonces por quién? —preguntó sorprendida.

—Solo tengo que devolver un favor —dije.

—Ah.

No lo estaba haciendo por alguien, solo quería vivir sin culpa, y Maya tenía razón: Ezequiel había estado dispuesto a dar la vida por mí. Merecía afecto, pero, por desgracia, estábamos en bandos diferentes. Lo mejor que podía hacer era devolverle ese favor, y debía hacerlo sin que Santiago se enterase.

Ya era mediodía cuando llegamos a Gretaña. Ariadna llamó a Nicolás y luego cada cual siguió su camino. Entonces, le pedí a Gabriel que usara el GPS para averiguar dónde estaba Ezequiel. Los resultados fueron rápidos: diez minutos más tarde, ya sabíamos su localización. «Eso fue rápido», me dije. Estaba muy lejos de nosotros; para ser más precisa, en las montañas. «Debe estar intentando esconderse de Santiago y de los demás, pero, así y todo, Gabriel lo encontró en menos de diez minutos», pensé. Un millón de pensamientos se amontonaron en mi mente, y pregunté:

—¿Eres amigo de Ezequiel? —Él asintió apenas y guardó silencio—. Es solo una suposición. Hubo una vez en que dejaste tu puesto a pesar de que te había indicado específicamente que debías quedarte en Bristonia y luego diste con Ezequiel antes que nadie. Lo mismo sucedió antes de este viaje: sabías que no estaba en Europa antes que nadie. Eso es imposible, a no ser que supieras de antemano dónde estaba.

Gabriel rara vez mentía, sobre todo después de quedar expuesto. Hubo un largo silencio y, luego, admitió:

—Sí. Lo conozco.

—¿Cuál es tu relación con él? —indagué con calma. No estaba enfadada. Después de todo, confiaba en él. El hombre llevaba muchos años a mi servicio y no era una mala persona. Yo lo sabía.

—Es mi antiguo jefe.

Eso explicaba todo, por lo que dejé de hacerle preguntas.

—Señorita Esquivel, ¿no va a preguntarme si soy un espía? —preguntó sorprendido.

—Nunca me traicionaste. —Estaba dispuesta a creerle. Ya sabía por qué Santiago no se había podido deshacer del espía: reconocía su esfuerzo. Lo miré y, por algún motivo, pensé en Joel. ¿Podía ser que él fuera el espía que rondaba a Santiago?

—Gracias, señorita Esquivel —agradeció sonrojado.

—¿Joel también es su secuaz? —pregunté tras una pausa. Él se asombró.

—¿Cómo lo supo?

—Adiviné. Ustedes son muy amigos.

—A ustedes, las mujeres, les gusta elaborar teorías —dijo con una sonrisa seca—, y suelen ser ciertas. Joel también trabaja para el señor Castillo, pero él nunca nos dio ninguna orden.

«Ah, ¿ahora lo llama “señor Castillo”?», pensé.

—¿Por qué?

—Le importa mucho su reputación, por eso no nos dice que hagamos nada, por miedo a que nos descubran. Todos creen que él es sinónimo de destrucción, pero no es así. Solo es demasiado despreocupado. Hace las cosas como le place y eso enloquece a los demás, por eso quieren verlo muerto —explicó. Al ver cuánto lo respetaba, le clavé la mirada.

—Aún no te di tu castigo, ¿sabes?

—No lo hará. Usted es demasiado buena, señorita Esquivel —respondió con una sonrisa.

—Miré el pronóstico y va a llover en Gretaña. Empaca una muda de ropa y un paraguas para mí, iremos de excursión. ¿Tienes su ubicación exacta?

—Sí. Él también está con un equipo. Luego habrá una batalla y yo le recomendaría que no apareciera allí. Si el señor Genova la ve, no lo tomará bien.

—Aunque sea necesito asegurarme de que Ezequiel esté a salvo. —No estaba en condiciones de participar de la refriega, así que dije—: Que tú y tu equipo se encuentren con él primero. Yo me quedaré aquí cerca vigilando con mis guardaespaldas. Si algo pasa, me avisas.

—Sí —respondió de inmediato—. El señor Genova no va a interpretar mal la situación si yo soy quien aparece, solo pensará que deserté y me uní al señor Castillo.

—Bien. Dame el número de Ezequiel.

—Claro. Cuídese, señorita Esquivel. —Gabriel y sus hombres se internaron en las montañas.

Casi de inmediato, recibí una llamada de Ariadna.

—Está herido, pero yo aún no llegué. ¿Dónde estás tú? —Habló a toda prisa. «¿Nicolás está herido?», pensé y le dije dónde estaba. Entonces me pidió—: Él está en las montañas, ¿puedes asistirlo?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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