Te regalo toda una vida de amor Capítulo 444

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 444

Las manos de Ezequiel que me cubrían los ojos estaban demasiado congeladas e, incluso, podía percibir la delgadez de los dedos que estaban estirados. Me tranquilizó con suavidad: —No me duele, pero debo ir al cuarto de inmediato.

Estaba dispuesta a ayudarlo con todo, así que contesté: —Perfecto. Haré lo que me digas.

De pronto, Ezequiel me levantó y corrió hacia el cuarto.

Mantuvimos la espalda contra la pared con firmeza mientras los disparos de afuera continuaban. No me asustaban porque sabía que mis guardias estaban cerca.

Le consulté a Ezequiel: —¿Quiénes son?

—Pueden ser terroristas de la zona, o alguien que me quiere asesinar. No se preocupe, Señora Esquivel, no la lastimarán.

Aunque no querrían asesinarme, Ezequiel se lastimó por cuidarme, entonces me sentí culpable. —Déjame ayudarte a parar el sangrado.

De a poco, los disparos de afuera se disiparon. Ezequiel todavía tapaba mis ojos y todavía no me soltaba. Cuando los abrí, él estaba de espaldas. Había un agujero de un único disparo en el uniforme militar que llevaba puesto, y estaba en un lugar prudente, pero no podía aguantar más del dolor. Por ende, repetí: —Déjame ayudarte con la herida.

—Señora Esquivel, los guardias la esperan afuera y no permitirán que me vaya con vida. —Después de una pausa, se despidió sin preocupación y dijo: —Seguiré mi camino.

Los hombres que esperaban afuera trabajaban para Santiago y Roberto, por ello, era muy probable que no lo dejaran salir con vida. Intenté pronunciar alguna palabra, pero no supe qué decir mientras Ezequiel saltaba de la ventana y escapaba. De repente, observé que tenía una silueta muy robusta y fuerte. En lo profundo de mi ser, sabía que le debía la vida. Aunque no quería debérsela, ya que mi marido y él eran enemigos. Estiré el brazo y toqué la sangre que tenía en la cara. Era la sangre que le salió de la boca antes; era la prueba de lo preocupado que estuvo por mí.

—Gracias, Ezequiel.

El Ezequiel que conocí era muy diferente a la descripción de Santiago y Raúl.

Yo no iba a prejuzgarlo porque quería acercarme más a él en persona y conocerlo. Confiaba en que no quería generar más caos para este mundo.

Luego, me limpié la sangre de la cara y esperé a que Joel me dijeron cuándo podía salir. Apenas salí, vi muchos cuerpos muertos en el suelo. Por la tonalidad de la piel, parecían lugareños. Disimulé el disgusto que me daban y pregunté: —¿Quiénes son?

—Son los rebeldes de aquí. Vinieron a atacarnos porque querían robar comida y nuestros recursos. Señora Genova, espero que no se haya herido.

Los ojos de Joel se posaron sobre la sangre de mi cara.

Disentí con la cabeza y sonreí: —No, no me lastimé.

No obstante, no creía que todas esas personas fueran simples lugareños.

De todas formas, no quise continuar con el tema y lo seguí a Joel hacia la carpa. Luego, me lavé la cara y me recosté en la cama para dormir. No podía dejar de preocuparme por Ezequiel todo el tiempo. Temía por cualquiera que se haya lastimado por mí, además de sentirme muy culposa y en deuda con quien sea.

Me dormí en menos de media hora, quizás porque estaba demasiado agotada. Dormí muy profundo y me desperté recién a la tarde siguiente. Cuando desperté, Joel jugaba al póquer con los otros guardias y parecía que estaba atravesando una mala racha, ya que tenía varias cartas pegadas en la frente, señal de castigo por perder. Estiré mi espalda y caminé sin ser vista cerca de ellos para observar el juego. Parecía ser que a Joel le habían tocado muy malas cartas, así que estaba a punto de perder otra vez.

—Señor Benavides, ¡perdió casi todas las partidas! Apostó que nos llevaría a tomar una ronda de tragos cuando volviéramos a nuestros hogares, así que más le vale que no falte a su palabra.

El que habló fue otro guardia que estaba cerca de mí.

Joel respondió en regocijo: —¿Me ves como alguien que no cumple lo que promete?

Lanzó una carta con el número siete. En aquel momento, alguien muy observador me vio y enseguida se dirigió a mí con respeto: —Señora, se despertó.

De pronto, se separaron y Joel tiró las cartas a un lado mientras se quitaba las que tenía pegadas en la cara. Luego, me saludó: —Señora Genova.

Sonreí y comenté: —Pueden continuar con el juego.

En verdad, no tenía ningún apuro en volver.

—Señora Genova, estábamos esperándola, por ello nos pusimos a jugar unas pasadas de póquer, para pasar el tiempo. Voy a armar todo lo que haga falta ya mismo y podremos irnos dentro de muy poco.

Joel planificó todo con mucho detalle y aterrizamos en media hora. Dentro del helicóptero, me preguntó si Ezequiel me había hecho las cosas más difíciles. —¿La hostigó?

Lo negué por completo: —No.

Ni siquiera desde un principio me había complicado las cosas Ezequiel.

De pronto, Joel agregó: —Señora Genova, hay algo que huele extraño.

Algo desconcertada, le pregunté: —¿Qué hay de malo?

—Por algún motivo, Claudio la trata un poco diferente. En teoría, se supone que eres la mujer del Señor Genova, por lo que no tiene mucho sentido que la haya dejado ir a la ligera.

Todos pensaban que Ezequiel me trataba de una manera especial, pero… ¿por qué debía tratarme diferente a mí?

Le ordené a Joel: —No le dé tantas vueltas.

No nací sirena y sujeta a que todos se sientan atraídos hacia mí. Además, Ezequiel amó a otra mujer durante catorce años, así que estaba segura de que no tenía interés por mí.

—Lo sé, es que solo me resulta extraño, por eso lo mencionaba.

Después de un largo viaje, llegamos tarde por la noche a Bristonia al fin. Con la diferencia de horario, ya eran las 4 AM cuando arribamos, así que no volví para mi chalé, sino que me subí a un taxi y me fui para el hospital donde estaba Santiago. Quizás eso era el amor. Significaba estar siempre dispuesto a acompañar a una pareja y estar al lado de ella todo el tiempo.

Me extendí y empujé la puerta del cuarto con cuidado. Santiago estaba siempre atento, así que tenía los ojos un poco abiertos y me miró apenas entré por la puerta.

Había una luz tenue en el cuarto. Apenas ingresé, corrí hacia él con apuro y lo abracé: —Santi.

Posó los brazos sobre mi cintura, notó mi inseguridad y preguntó: —¿Cuándo has llegado?

—Acabo de arribar y quería verte, Santi.

—Hum. Eres muy apegada, ¿no lo crees, amorcito?

«¡Por dios! ¡Qué convincente suena!», pensé.

Le di un beso en el mentón y luego en el cachete. Como no estaba satisfecha, le di una mordida en el mentón también. Mientras tanto, él no me reprendió por nada que le hubiera hecho; incluso, me acercaba con sus brazos hacia él. Solía acariciarlo de vez en cuando con mucho cariño, sobre todo porque era demasiado guapo. Aparte, él también me mimaba.

Luego, hablamos por un rato y le conté de los incidentes de Siria. Además, le comenté del momento vergonzoso que pasé por culpa de la menstruación. Con cierta facilidad, conecté el tema con la supuesta extirpación de mi cuello uterino. Entendió que quería cuestionarlo, y me contestó con sinceridad: —En aquel entonces, estabas enfadada conmigo. Por eso, decidí que no iba a mostrarme de tu lado en público. Sin embargo, estabas sola, en un estado complicado también, por eso quise acompañarte y no me importaba si te dabas cuenta o no.

Para una mujer, el útero es un órgano de gran relevancia, y Santiago había decidido que me lo dejaran. Debía agradecerle mucho. No obstante, comencé a dudar… ¿habrá hecho algo más sin que me diera cuenta?

—Santi, te amo.

—Reina, no tenemos que agradecernos por todo.

Se lo notaba muy limpio y, encima, ahora era el hombre y esposo perfecto. Aunque la perfección me perturbaba porque estaba carente de emoción y nada parecía sucumbirlo. No había nada que le molestara.

Lo abracé con fuerza por la cintura y me frotó la nariz con su cabello. De repente, se quedó duro y me increpó: —¿Has estado con Ezequiel?

«¿Cómo lo sabía?», me pregunté.

Paralizada, levanté la cabeza e inquirí: —¿Cómo sabes?

—Hueles a él.

«¡¿Cómo es posible que huela a él?!», me dije.

Un rato antes, Santiago había indagado de repente en saber si conocí a alguien la noche anterior, es decir, ¡la misma noche que había conocido a Ezequiel! «¿Ezequiel tendrá un aroma inconfundible? ¡Santiago lo pudo reconocer!»

Me hice la boba y dije: —¿Qué tipo de aroma tengo?

Se dio cuenta de que quería cambiar de tema, así que frunció el ceño y me preguntó con frialdad: —¿Por qué me lo ocultas?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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