Te regalo toda una vida de amor Capítulo 429

Le pregunté a Santiago a qué aroma se refería, pero no respondió. En cambio, dijo:

—La señora Genova huele bien.

Incliné la cabeza, aspiré profundo y me di cuenta de que tenía un perfume caro puesto. Después de pensarlo un poco, dije:

—Puede que lo haya cogido en la casa de té, el incienso es muy similar.

—¿Por qué el aroma no se ha disipado? —dijo y me desconcertó—. Ve a ducharte y luego ponte un perfume con aroma a jazmín.

Mientras él se tomaba su tiempo preparando el desayuno, fui al baño y me duché. Después de la ducha, el aroma había desaparecido, así que me rocié un poco de perfume. Como estaba de buen humor, me maquillé más de lo normal, incluso usé rímel y lápiz labial. El lápiz labial era de un tono rojo vibrante y sin dudas llamaba la atención.

Después de pensarlo un poco, dibujé algunas flores en la esquina de mi ojo. Fueron unos trazos simples y ligeros porque siempre había sido confiada al aplicarme maquillaje. Había optado por un aspecto de maquillaje floral que era energizante y refrescante, por lo que razoné que un vestido floral sería el complemento perfecto. Mi guardarropa siempre estaba abastecido con todo tipo de ropa imaginable, ya que mi asistente lo reponía todo el tiempo.

La habitación era grande, por lo que había muchos armarios, y tuve que explorar varios de ellos antes de encontrar la prenda que buscaba. Después, elegí un vestido de seda sin mangas en tonos azules celestes con toques de blanco y bordados florales para dar la impresión de profundidad y realismo.

Luego, me hice ondas en el cabello y me puse unos aretes de plata, un anillo de bodas y los dos anillos con el sello de la familia Genova. Estaba de pie con mis tacones de cristal y plata, dando vueltas frente al espejo, cuando la puerta se abrió y vi a un hombre con una camisa blanca que parecía glacial en el reflejo.

Me di la vuelta, sonreí y le pregunté:

—¿Me veo bien?

—Sí —respondió Santiago.

«Nunca deja de halagarme».

Me acerqué a él y tomé su mano mientras salíamos de la habitación.

—Hace tanto tiempo que no me maquillo que casi he olvidado quién solía ser —comenté. Solía llevar una vida muy elegante y seria.

—¿Qué te hizo querer arreglarte? —preguntó él.

—Como no llueve y el sol brilla, creí que sería un buen momento para dar un paseo con Maya por Bristonia. —Tras una breve pausa, pregunté—: ¿Estás ocupado?

Santiago respondió:

—¿Por qué? —Luego, me miró expectante, esperando que continuara.

—Si tienes tiempo, me gustaría dar un paseo contigo.

Al darme vuelta para mirarlo, él sonrió, aún a unos pocos metros de distancia, y me abrazó antes de besarme en la comisura de los labios. Por lo tanto, le pregunté:

—¿Por qué no besaste mis labios?

—Tenía miedo de arruinarte el maquillaje —respondió con voz encantadora.

Parada de puntillas, le di un beso apasionado e intenso en los labios helados mientras él me mantenía cerca. Cuando por fin lo solté, noté que sus labios estaban cubiertos de lápiz labial, pero eso no restó atractivo a su apariencia en general.

Lamí mis labios y pregunté:

—¿Te gustó?

—¿Estás tratando de seducirme, nena? —dijo tras un momento de silencio.

Cuando se le antojaba, me hablaba así. Retoqué mi lápiz labial en el espejo y pregunté:

—Sí. ¿Te gusta? Santi, estoy segura de que disfrutas de las zorritas atrevidas.

—¿Por qué te describiste así? —rio él.

—¿No soy tu zorrita?

—Sí, lo eres. —Como era de esperar, Santiago siguió la broma—. Me has dejado agotado por completo.

Me sorprendió, porque no esperaba que tuviera una lengua tan suave. Tan pronto como terminé de retocarme el lápiz labial, le guiñé un ojo con complicidad y dije:

—Ve a lavarte la cara. Yo iré primero a comer y luego saborearé la oportunidad de agotarte por completo esta noche.

Cuando caminaba hacia él para salir, me agarró la muñeca y preguntó en tono seductor:

—Señora Genova, ¿puedo tomar un momento de su tiempo?

Su mirada estaba fija en mis labios rojos, lo que me hizo entender sus intenciones, por lo que me apresuré a decir:

—Santi, pasé casi una hora arreglándome el maquillaje y no quiero arruinarlo. Discutamos esto más tarde. —No pude evitar mirarlo con ojos inocentes de cachorro cuando suspiró y soltó su agarre sobre mí.

—Estoy ocupado por las mañanas. Tú y Maya pueden ir de compras primero, y te recogeré más tarde.

Asentí con la cabeza y bajé las escaleras corriendo. Leonardo ya estaba sentado a la mesa y comía sin dudarlo. Estaba allí sentada bebiendo leche cuando dijo:

—Tu hombre es un excelente cocinero. ¡El bistec que asó estaba delicioso!

Me dejó perpleja.

—¿Bistec para el desayuno?

—¡Me lo asó después de que le dije que quería comerlo!

Rodé los ojos y comenté:

—Sí que sabes dar órdenes, ¿eh? —Solo unas pocas personas en el mundo podían mandar a Santi.

—Solo pude mandarle porque es tu hombre. Si no, ¿crees que hubiera sido posible?

Leonardo era un Esquivel, lo que significaba que era cuñado de Santiago. De lo contrario, ¿por qué asaría bistec para él? ¡Qué iluso!

—Está bien, entonces. Serás responsable del desayuno de mañana.

—No hay problema. Cocinaré mañana.

Después del desayuno, cargué a los dos niños; como todavía eran bastante pequeños, no fue demasiado agotador para mí cargarlos en simultáneo. Sin embargo, cuando fueran mayores, ya no tendría la oportunidad de hacerlo, por mucho que quisiera hacerlo.

De repente, Pedro extendió la mano para tocar mis aretes, pero aparté la cabeza, temiendo que tirara de ellos.

—¡Mamá! —gritó de repente.

Ellos tenían solo nueve meses, por lo que ninguno podía hablar. Como solo podían comunicarse a través de balbuceos, las palabras más complejas que conocían eran cosas como «Papá» y «Mamá» o «abrazo».

Al escucharlo sollozar, me di vuelta y vi que parecía interesado en mi arete, ya que seguía jugueteando con él. Me alivió que no lo jalara. Mientras tanto, Rita se portaba bien. Luego, Sammy gateó hacia mí y dijo:

—Tía Regina bonita.

Bajé la cabeza y respondí:

—Gracias, Sammy.

—Te quiero.

—Eres muy dulce, Sammy.

Jugué con ellos por al menos una hora antes de irme. En lugar de ir al salón de té a buscar a Maya, donde sabía que estaría, pasé por la oficina, donde podía manejar cualquier asunto simple de la empresa. Después de un tiempo, me di cuenta de que Santiago había estado ayudándome en silencio en los asuntos de mi empresa y que nunca había puesto en palabras lo bien que me trataba.

Después de una hora en la oficina, fui al salón de té y noté que Maya estaba lavando el juego de té ella misma. Esos juegos de té eran más costosos, por lo que tenía sentido que lo hiciera. Cuanto más valioso era algo, más se aprecia. Curiosa, le pregunté:

—¿Por qué estás usando este juego de té?

—Alguien hizo un pedido que costaba mil. Eso es casi la mitad de la ganancia diaria del salón. Al ver que era un cliente vip, decidí prepararle té con este juego de lujo en persona.

—¿Dónde está el cliente? —pregunté con una sonrisa.

Luego, Maya dirigió mi atención a la fila de atrás, donde había visto al mismo hombre con una pulsera de campana. Estaba vestido de punta en blanco con una camisa blanca impecable.

—¿Viene aquí todos los días? —pregunté.

—Sí. Siempre se sienta aquí por un período prolongado. Como no estabas aquí ayer por la mañana, se sentó durante tres horas antes de levantarse e irse.

Asentí con la cabeza y le pregunté:

—¿Quieres ir de compras más tarde?

De repente, Maya volvió su mirada hacia mí en ese momento.

—Te ves genial hoy, en especial con el maquillaje. ¿Ocurrió algo notable?

—De repente, me sentí motivada para hacerlo hoy dije negando con la cabeza y dije.

—Entonces, te acompañaré, señora Genova, para no arruinar tus ánimos después de que te hayas aplicado un maquillaje tan exquisito. Pero, primero, necesito saber, ¿hay alguna recompensa?

No pude evitar reírme de esto.

—Compra lo que quieras, yo lo pagaré todo.

—Espera un momento. Si no lavo este juego de té antes de irme, no podrán manejarlo.

Dado que la casa de té de Maya solo tenía unos pocos empleados, tenían una carga de trabajo pesada.

—De acuerdo. Te esperaré aquí —afirmé.

—¿Podrías darle a ese señor una tetera con agua caliente más tarde?

—¿A él? —pregunté mirando hacia atrás.

—Sí. Después de todo, es un cliente vip —respondió la empleada.

Luego, Maya se apresuró hacia el fondo de la habitación mientras yo jugaba con mi teléfono por unos momentos antes de acercarme a él con el agua caliente. Al colocar la tetera, el hombre reconoció mi presencia.

—Hola de nuevo, señorita. Parece que el destino quiso que nos encontremos otra vez.

Después de reflexionar, expliqué:

—Este salón de té fue inaugurado por mi mejor amiga. Soy inversora, así que vengo de vez en cuando.

Él me miró antes de comentar:

—Es bonita, señorita.

—Gracias —respondí con cortesía.

—¿Tiene tiempo, señorita? —preguntó.

—No tengo prisa. Estoy esperando a mi amiga, nos iremos más tarde.

—Entonces, ¿podría acompañarme a tomar una taza de té?

Después de pensarlo un poco, decidí no rechazar su oferta y me senté frente a él.

—Fue muy amable de su parte ofrecerse a llevarme, señorita. De lo contrario, hubiera caminado hasta el amanecer.

—¿No había conducido hasta la montaña? —pregunté.

—Había ido en taxi. Luego elegí caminar porque era demasiado tarde para llamar a un taxi. —Luego, agregó de forma inesperada—: Se quedó dormida en el auto anoche. Incluso habló en sueños.

¡Eso me sorprendió porque no esperaba que sucediera! El evento del día anterior me desconcertó.

—¿Qué dije? —pregunté porque despertó mi interés.

—Dijiste, «No me dejes».