Te regalo toda una vida de amor Capítulo 42

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 42

Aquí era donde se encontraban mis recuerdos; no, estos recuerdos no se localizaban en un solo lugar, ni tampoco se detenían en un punto en específico. Eran pasajeros y se robaban nuestro tiempo antes de que nos diéramos cuenta. Él dejó ese lugar y se fue con el viento, pero yo permanecí. Lo esperé, pero tal como el aire, él jamás regresó. Yo me quedé por nueve años.

La pasión de la juventud y un amor profundo era todo lo que tenía ahora, pero ambos parecían meros chistes ya. Me enamoré de la persona incorrecta y mi vida terminó siendo una cruel comedia.

Esa melodía familiar comenzó a sonar y reavivó las memorias de mi mente. Empezaron a salir a flote y a tocar en mi corazón. Suspiré con pesadez y me puse de pie, pero en ese momento la música se detuvo. El hombre miró hacia el público, aunque su vista se enfocó solo en mí. Era una mirada clara, por lo que también noté la lástima en ella.

Le sonreí, como si todo estuviese bien. Maya y Olivia estaban en la primera fila, pero alzaron su vista detrás de ellas con curiosidad. Cuando me vieron, Maya se apuró hacia mí. Miré hacia Cristóbal y él continuó con su presentación. Me apresuré a dejar el salón, pero Maya salió detrás de mí.

—¿Qué te trae por aquí?

—Solo quería disfrutar algo de música —contesté apuntando hacia el cartel de la puerta y sonriendo. —Jamás me esperé topármelo.

—Todo estará bien —comentó mientras me abrazaba.

Ella sabía de lo que yo estaba hablando y entendía cómo me sentía. Alán acababa de terminar con ella también. Nos quedamos pensativas ahí hasta que le di unas palmadas en el hombro.

—Claro que sí —concordé, tanto para ella como para mí.

—Vamos a caminar. —Pidió Maya de forma repentina.

—Claro. ¿Alán ya se comunicó?

Los vientos de marzo aún eran fríos. Me arropé más con mi abrigo mientras escuchaba a Maya.

—No lo ha hecho, pero ya no quiero pensar en él. No me gusta esta sensación de incertidumbre. Alán es… Solía creer que el amor podía sobrepasar cualquier cosa, pero resulta que no puede contra su inseguridad. Perdimos contra el mundo real.

No tomó mucho para que su amor descontrolado se terminase convirtiendo en un desastre. Maya daría todo para estar con Alán, pero él no podía dejar de lado su ego para estar con ella. Podía entenderlo; era difícil dejar la inseguridad de alguien cuando se trataba de la persona que amaba.

Maya también lo entendía, por lo que esta vez ya no lo buscó. No tenía caso; ella no podía hacer que Alán dejase su inseguridad, de la misma forma que no se podía obligar a olvidarse de él. Todos tenían sus propios problemas con los cuales lidiar.

—Lo amas tanto y él siente lo mismo por ti. No te rendirás tan fácil. Al menos los dos están enamorados.

Ni siquiera sabía lo que era el amor. Cristóbal no me ama y Nicolás perdió su memoria, aunque él nunca me amó y yo no creía que el hombre al que amé hace nueve años regresaría. Comencé a sentir como si debiera amar al Nicolás que conocí hace tres años.

—Regina, el amor no puede solucionar todos los problemas.

Me quedé callada. Continuamos caminando y media hora después recordé que mi carro seguía estacionado frente al salón. Cuando Maya y yo regresamos, Cristóbal y Olivia se encontraban esperando afuera del lugar. Olivia sonrió de inmediato hacia Maya.

—¡Maya, olvidaste tu bolsa!

Ella la tomó y le agradeció. Olivia negó con la cabeza.

—No hay problema. —Después miró hacia mi carro antes de dirigirse a mí. —Regina, ninguno de nosotros trajo su carro y es muy difícil conseguir transporte aquí. ¿Nos pudieras llevar a casa?

Era una petición razonable y no tenía ninguna razón para rehusarme. Miré hacia Cristóbal, quien seguía callado, y me llevé las manos a los bolsillos mientras me dirigía a él.

—Puedo llevarlos a los dos si quieren.

—Gracias, señorita Esquivel. —Accedió Cristóbal, asintiendo con educación. El viento revoloteaba su pelo.

—No hay de qué. —Sacudí mi cabeza y miré hacia Maya. —¿Quieres quedarte conmigo esta noche?

—Nunca me acostumbro a tu casa; es demasiado grande. —Negó Maya, sacudiendo su cabeza. —Solo llévame a la mía.

Maya vivió con Alán en el pueblo por meses, pero tenía su propia casa en la ciudad, además del dinero para subsistir por su cuenta. Alán no poseía algo a su nombre, nada más tenía muchos problemas de ego de los cuales encargarse. Por alguna razón, consideraba que no era apto para ser el novio de Maya.

Era importante que los miembros de una pareja estuvieran en una misma posición. El amor no podía resolver todos los problemas, sobre todo aquellos del mundo real. Él tenía que conseguir una mejor posición si quería estar en una relación de iguales con ella. En ese momento recordé la mirada determinada en sus ojos y sentí que Alán tenía su propio plan en mente; volvería eventualmente.

La casa de Maya era la más cercana al salón, así que la dejé primero; la siguiente fue Olivia. Cristóbal insistió en llevarla a la casa de la familia Ferreiro, a pesar de que Olivia protestó.

—Ya es tarde. ¿No me puedo quedar contigo, Cristóbal?

—¿Por qué no dejas que vaya contigo? Nos ahorraría algo de tiempo —pregunté cuando vi que Cristóbal no le contestaría.

—Señorita Esquivel, dejémosla en la casa de la familia Ferreiro —insistió Cristóbal.

¡Vaya! Sí que puede ser cruel. No tuve otra opción que ceder, aunque detuve mi carro a varios metros de la residencia. Olivia hizo un puchero, pero se bajó del carro. Se despidió algo reacia de nosotros, así que le lancé una sonrisa.

—Nos vemos, Cristóbal. —Se despidió con un suspiró.

Cristóbal le contestó con un sonido, a lo que Olivia le miró con tristeza, aunque cuando se volteó hacia mí, noté la frustración en sus ojos, pero la entendía; si estábamos solos, Olivia me vería como una amenaza. Me era muy fácil ver a través de ella. Era tan simple.

—Nos vemos, Olivia. —Le sonreí.

Arranqué el carro y nos fuimos. No le pregunté a Cristóbal por su dirección, pues todavía recordaba el vecindario en donde se quedaba. Una vez solos en el carro, un silencio incómodo se posó sobre nosotros. Lo miré a través del retrovisor y noté que él me observaba, a lo que aparté mis ojos, sorprendida. Sentí un poco de pánico, pero me controlé y le pregunté:

—¿Aún tendrás más presentaciones, señor Ferreiro?

—Cristóbal. —Me corrigió.

—¿Qué? —pregunté por mera reacción.

—Llámame Cristóbal, chiquilla.

—¡Oh! Ah… claro —contesté, tal vez algo más nerviosa de lo que quise sonar. Él siempre me llamaba «chiquilla» cada vez que nos quedábamos solos.

—No había planeado ninguna presentación. Esto solo fue algo que quise hacer de improvisto —explicó con su cálida voz. —Gracias por venir esta noche. Toqué la canción de Street Where Wind Resides solo para ti.

¿La tocó solo para mí? Las palabras de Cristóbal resonaron en mi cabeza y mi corazón se aceleró. No podía describir este sentimiento. Era igual que cuando lo acababa de conocer, cuando aún tenía esa flama de la juventud y la pasión dentro de mí. Esperé nueve años y él al fin me dio una respuesta; no era una que estuviese llena de amor, pero sí me llenó de felicidad.

El mensaje que le mandé hace dos días era irrelevante ahora. Mi alma me decía que amaba a este hombre, a él quien tocaba el piano para mí; amaba cómo me llamaba «chiquilla». Tal vez comencé a dudar hace poco y a inclinarme hacia Nicolás, pero todo lo que Cristóbal tuvo que hacer fue decir una palabra para que yo lanzara todo pensamiento racional por la ventana.

Jamás podría dejarlo ir tan fácil. Nunca podría, pero tampoco quería acercarme a él, ya que mi cuerpo se terminaría por desgastar y mi amor no sería nada más que una carga para él. Además, yo no le importaba a Cristóbal. Él no tenía que corresponder a mi amor tampoco. Era un pensamiento difícil de procesar, pero lo hice de todas formas.

—Gracias.

Lo escuché tocar esa pieza en el salón hace nueve años y aquella noche le pregunté el nombre de la canción. Nueve años después, lo escuché tocar la misma canción y me sentí como en ese mismo salón. ¿De verdad solo la tocó por mí?

El carro iba tan lento como una tortuga. Cristóbal era un hombre de pocas palabras, así que ya no lo molesté más. Tampoco podría permanecer en la misma proximidad que él por más tiempo, puesto que mi corazón se me saldría de mi pecho. Por fortuna, no tardamos en llegar a su vecindario. Detuve el carro en las rejas de su zona residencial y Cristóbal se bajó. Justo cuando me retiraba, él se acercó.

—¿Podemos hablar, chiquilla?

Lo dijo como una pregunta, pero sonaba como una orden. Fruncí mis labios y lo miré. Cristóbal era un caballero educado y atractivo. Quise negarme, pero él se inclinó y susurró:

—Sé que me quieres y yo debí dejar las cosas en claro hace nueve años. Haberlo alargado de esta forma debió ser una tortura para ti y en verdad lamento mucho eso, chiquilla.

Supe lo que me diría y comencé a llorar. Con mi voz temblorosa, le pregunté:

—¿Qué tratas de decirme?

—¿Serías mi novia, chiquilla?

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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