Te regalo toda una vida de amor Capítulo 38

—¿Cuál es el número de tu habitación?

—Sería mejor que te consiguieras una propia —repliqué de inmediato, frunciendo.

Él procedió a entrar al hotel, como si no hubiese escuchado nada de lo que dije. Me quedé ahí, contemplando por un tiempo, antes de dirigirme al elevador y presionar el botón al quinto piso. Abrí la puerta al llegar a mi cuarto, pero al entrar me quedé congelada.

—¿Cómo supiste el número de mi habitación? —pregunté sin poderlo creer, pues no le dije mi número a Maya.

—Qué coincidencia tan desafortunada que te hospedes en un hotel que me pertenece —contestó Nicolás con una expresión indiferente mientras se quitaba la corbata. —¡Oh! Y una cosa más: Maya Silva ni siquiera me contactó.

—¿Supiste que estaba en Eldamia porque me registré en el hotel con mi identificación? ¿Para qué viniste? ¿Cuánto tiempo me estuviste esperando afuera? —pregunté mientras lo miraba con sorpresa.

Salí huyendo hacia Eldamia con el único objetivo de alejarme de él, pero no tuve ni idea de que entré sin cuidado alguno a su guarida. Nicolás se quedó callado, pero sus labios se curvaron en una sonrisa. A pesar de que no hace mucho estaba tan enojado que estuvo a punto de estallar, ahora parecía estar de muy buen humor. Yo, por mi parte, estaba desgastada mientras entraba a la habitación y me dirigía a mi maleta. Él no me detuvo cuando me miró acomodando mi ropa y solo habló hasta que terminé.

—No puedes huir de mí, Regina Esquivel. Iré a donde sea que vayas; de cualquier forma, tengo tiempo de sobra para esto.

Sus palabras me detuvieron en seco. Me giré hacia él y, con un tono gélido, le pregunté:

—¿Qué rayos quieres de mí?

Éramos como dos imanes que no se podían separar, aunque esto no era mi culpa; era él quien se adhirió a mí, tal cual un insecto odioso que se rehusaba a morir. Desde que perdió su memoria sobre mí, se había vuelto más terco.

—Cásate conmigo de nuevo. Vuelve a ser la señora Ferreiro.

—Eso es imposible —contesté de inmediato; jamás volvería a ser su esposa en esta vida.

El gesto en su rostro se destruyó cuando lo rechacé sin duda alguna. Alzó una mano para tocar mi mejilla, pero yo moví mi cabeza para esquivarlo. Entonces, se agachó un poco para cruzar miradas conmigo. Sus profundos ojos parecían brillar mientras se clavaban directo en los míos; fue tan penetrante que parecieron arder.

No podía evitar las emociones que salían y me inundaban cuando se trataba de él. Estas emociones provenían del dolor, la tristeza, la sensación de pérdida y avaricia del pasado. De repente entendí por qué todo el mundo me decía que Nicolás era quien me acompañó por esos tres años. Este hombre era la razón del amor y del dolor que se encarnaron en lo más profundo de mi corazón, aunque el amor hubiese sido transferido a él desde otra parte.

Justo como Maya dijo, la aparición de Cristóbal fue una estrella fugaz; él fue la causa por la que yo conocí a Nicolás. Al pensar en eso, mi obsesión de hace nueve años pareció tambalearse un poco, lo que me hizo sentir algo decepcionada al ver cómo mi fe se demolía. Agaché la cabeza y le escuché decirme:

—Regina, no sé lo que pasó entre nosotros, ya que perdí mis recuerdos. Siento como si estuviera en una lucha interna, pero no tengo el control de nada. Tú estás acostumbrada a estar en una posición de poder al ser la presidenta del Corporativo Esquivel, así que estoy seguro de que sabes cómo me siento. Quiero recuperar mi memoria, Regina. El doctor me dijo que necesito ponerme en contacto con las personas y las cosas relacionadas a mi pasado y resulta que tú eres la pieza más crucial de todo esto.

Yo era la presidenta de mi compañía y siempre ocupé una posición importante. Era normal que entendiese cómo las personas en estos cargos sentían la necesidad de tener todo bajo control.

—¿Y por qué piensas que te ayudaré? —pregunté mientras me ponía de pie y le sonreía con indiferencia.

Él también se paró al siguiente instante. Inclinó la cabeza hacia un lado y miró hacia el río a través de la ventana antes de hablar con un tono suave y magnético.

—Puedo darte el amor y el cuidado que deseas, mientras que yo, por coincidencia, quiero de vuelta mis recuerdos. Podemos apoyarnos a obtener lo que queremos. Danos una oportunidad, Regina.

Entonces declaró que él podía darme el amor y el cuidado que quería de la forma que desea recibirlos… Él me los dio anteriormente, pero ni siquiera duró unos días en ese papel antes de salirse por completo de mi vida. La siguiente vez que nos encontramos, él insistió en mandar a mi amiga a la cárcel; ni siquiera reconsideró su decisión, sin importar cuánto le rogué. Entonces, recordé que para ese punto ya había perdido a mi bebé.

—No dije nada cuando tú te llevaste a mi bebé hace dos años, Nicolás. ¡Ni siquiera me quejé cuando me dijiste enfrente del doctor que yo no tenía derecho a ser la madre de tus hijos! Ahora que me quitaste la oportunidad de ser madre, ¿qué te parece si dejas ir a Maya como compensación?

En aquel entonces, Nicolás fue muy atento con María, pero conmigo fue demasiado cruel y frío. Era exageradamente obvio lo patética que lucí cuando reexaminó toda la situación. Dentro de todo, la única razón por la que él actuó de esa forma en ese momento fue porque no me amaba. No era que yo no pudiera entender por qué hizo todo lo que hizo; él no me amaba y punto.

No obstante, no podía perdonar y olvidar el hecho de que él ya me estaba tratando de esa forma cuando todavía éramos una pareja casada. Jamás me respetó, ni como persona, ni como su esposa. Ante esto, caminé hacia él y lo tomé con fuerza de su mano, deslizando mis dedos entre los suyos. Él me miró sorprendido por mi acercamiento repentino. Levanté nuestras manos unidas frente a su rostro y, sin ninguna emoción en mi voz, le pregunté:

—¿Por qué piensas que necesito tu amor?

Nicolás se quedó sin palabras. Yo podía tener a quien quisiera para salir, pero jamás aceptaría a Cristóbal o a él. Al ver que no me contestaría, volví a preguntarle:

—¿No te interesaba saber lo que ocurrió exactamente entre nosotros?

Pude sentir cómo apretó su mano sobre la mía; fue tanto que mi mano se puso blanca por la presión. Aun así, mantuve una expresión calmada y sonreí.

—Me enamoré de un hombre hace nueve años. Él fue como mi religión personal y lo seguí a todas partes. No obstante, se marchó de mi mundo al poco tiempo. Seis años después, tu padre se acercó a mí y me pidió que me casara con un miembro de la familia Ferreiro. Como ya sabes, la familia Esquivel goza de una posición alta en la sociedad y toda Bristonia está bajo nuestro control. Además, el Corporativo Ferreiro solo era una compañía de tecnología que ni siquiera había estado en el mercado ni diez años para ese punto, por lo que era de esperarse que yo rechazara la propuesta de tu padre.

—¿Y qué pasó después? —preguntó Nicolás, frunciendo.

Todavía estaba fresco en mi memoria cómo mi corazón se estremeció por la esperanza que sentí cuando el presidente Ferreiro me mostró esa fotografía. Lo único que deseé en ese momento fue que debía casarme con el hombre que estaba en ella, sin importar nada.

Cuando me enteré de la existencia de María, decidí tomar las riendas de la situación y hacerme cargo de ella, de la misma forma que las mujeres adineradas se encargan de las aventuras de sus esposos. Estaba dispuesta a soportar el dolor y las heridas por mi cuenta. Mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar esto y comencé a hablar sin detenerme.

—Pensé que tú eras él cuando tu padre me mostró la fotografía y por eso me casé contigo sin dudarlo. ¿Pero tú? ¡Tú abusaste de mí por tres años y mataste a mi bebé en mi vientre! ¿De dónde crees que salió el cáncer uterino que tengo? ¿¡Cuál te imaginabas que era la razón por la que terminé con este cuerpo arruinado que tengo ahora!?

Sus ojos se dilataron al escuchar mis acusaciones y retrocedió un paso, pero yo no había terminado con él.

—¡Me forzaste a dormir contigo cuando mi cuerpo aún no se había recuperado del aborto! No podía rechazarte porque para mí eras Cristóbal; ¡jamás te rechacé nada! ¡A pesar de que me heriste una y otra vez, siempre te perdoné incondicionalmente e hice mi mayor esfuerzo por tratarte bien! ¡Incluso estuve dispuesta a dejarte mi compañía y todo lo demás cuando me enteré del poco tiempo que me queda!

Para ese punto me había llevado mis manos al rostro para cubrir mis lágrimas y mis sollozos. Sabía que entre más desinteresadas sonaran más palabras, más daño le haría a Nicolás. Cada sacrificio que hice lo hice porque creí que él era Cristóbal. No supe por qué estaba diciendo todo esto para herirlo, pero me sentía mejor entre más lo hacía. Poco a poco, le estaba devolviendo todo el dolor que me causó.

—¿Quieres decir que yo soy el ladrón que tomó todo aquello que jamás me perteneció? —preguntó Nicolás. Su voz estaba cargada de pesar.

Solté su mano y alcé mi mirada hacia él. Sus ojos estaban rojos para este punto y era probable que estuviese reprimiendo la furia que sentía al escuchar mis palabras. Después de todo, él era un hombre posesivo y no podía aceptar el hecho de que recibió el amor que no era para él, pero que, por equivocación, se le entregó. Me di un minuto para componerme y, al final, decidí contestarle con la verdad.

—Así es. Tú jamás fuiste el hombre a quien amé.