Te regalo toda una vida de amor Capítulo 39

A través de la ventana, noté que comenzó a llover de nuevo. Pequeñas ondas comenzaron a formarse en el río sin parar. El clima de Eldamia era muy similar a Bristonia. El ambiente en ambas ciudades estaba siempre húmedo debido a la nieve y a la lluvia.

—Dijiste que amas a Cristóbal, ¿no es así, Regina? —exclamó Nicolás con un tono arrogante y alzando su barbilla.

—Así es. Amo a Cristóbal y por eso estoy cansada de que me sigas fastidiando.

—¡Cállate, Regina! —reclamó de inmediato.

—¿Qué tiene de malo? ¿Ya no puedo hablar de él? ¿No puedo decir que lo amo? —pregunté con un tono sarcástico antes de continuar hablando: —El Corporativo Ferreiro solo llegó a donde se encuentra hoy gracias al Corporativo Esquivel. ¿A quién crees que estuviste usando todo este tiempo? ¡Todo lo que tienes es porque eres una farsa! Además, te aprovechaste y pisoteaste un amor que jamás fue tuyo, por lo tanto ¿por qué piensas que tienes el derecho para venir y pedirme que nos casemos de nuevo?

Estaba reclamándole sin filtro alguno porque quería deshacerme de él. ¡Qué se fuera al diablo junto con su propuesta de matrimonio! ¿De verdad esperaba que yo me dejara manipular de nuevo, como si no pudiese sentir ningún dolor de esto? ¡Jamás nos casaríamos de nuevo, sin importar lo mucho que él lo deseara!

Pudo ser que mis palabras fueron demasiados duras para él, pues Nicolás comenzó a tambalearse y cayó desplomado sobre la cama. Se llevó su mano a su frente y, con una voz quebradiza, preguntó:

—Que tú niegues mi existencia de esta forma, aun cuando yo no recuerdo nada de esto, es… —De repente, una expresión devastada apareció en su rostro. —Regina, eres buena atacando en donde más duele, ¿sabes? ¿Esto es por venganza? ¿Te hace sentir bien?

Las palabras que dijo me hicieron creer que él recordaba nuestro pasado. No soporté verlo así, por lo que cerré mis ojos antes de contestarle:

—No me estoy vengando de ti. —Solo le estaba diciendo las cosas tal y como eran. Lo que él estaba sintiendo no era ni una pizca de todo el dolor que él me infligió durante años.

—Mi hermano Cristóbal… —mencionó Nicolás de repente. Con un tono gélido, prosiguió. —Puede que él parezca gentil para todo el mundo, pero el hecho es que es una persona apática. Es demasiado indiferente y arrogante como para tratar a las demás personas como sus iguales. Nada más mira a la hija adoptada de mi madre. Ella lo ha querido desde hace años; lo sigue a todas partes y por todo el mundo. ¿Y él? Cristóbal solo se aseguró de alejarla, enviándola de regreso al Chalé Ferreiro cada vez que decía algo fuera de lugar, por más pequeño que fuera. Ni siquiera la llegó a contactar en los años siguientes.

—¿Dices que a Olivia le gusta Cristóbal? —pregunté sin contener la sorpresa que me dejó esta noticia.

¡El otro día, su corazón debió quedar hecho añicos cuando nos vio abrazándonos! Después de todo, el frío hombre del que estaba enamorada abrazó a otra mujer por su propia cuenta. Que él sintiera lástima por ella podría ser peor a que únicamente la rechazara.

—Su amor por él es algo que todos conocen —explicó Nicolás con un tono cansado y agachando la mirada. —Incluso mi madre la apoya. No obstante, sin importar lo mucho que la gente le hable sobre Olivia, nadie ha podido, tan siquiera, rozar ese gélido corazón suyo. ¿De verdad crees que te trató con tanta dulzura hace nueve años solo porque te amaba? Él nada más sentía lástima por ti, Regina.

Me quedé congela, pero escuché cada una de las crueles palabras de Nicolás. Sentí que perdí la fuerza en mis piernas y caí sobre la cama. Mi mente era un desastre para este punto. Por su parte, Nicolás se detuvo por un momento, para después, mientras reía, comentar:

—Puede que incluso no haya sido simpatía en lo absoluto… ¿Qué pasa, Regina? ¿Te sientes triste? —Terminó por preguntar mientras alzaba una ceja y me lanzaba una mirada.

—Vete, Nicolás. —Lo corrí con mis ojos cerrados. —Ya no tienes motivo alguno para preocuparte por el pasado. Nunca tuvimos un pasado juntos, de cualquier forma. Aunque lo tuviéramos, solo existiría porque te confundí por Cristóbal.

El cuarto quedó en silencio después de eso; ninguno de los dos tenía nada más que decir. Duramos así un rato, pero al final terminé por perder los estribos y le grité:

—¿Te irás o no? ¿De verdad me quieres hacer que te siga contando cosas horribles? ¿¡O acaso lo que deseas es que salte de esta ventana!?

Él seguía terco, solo parado frente a mí. El odio que sentía por él desde antes era demasiado profundo ahora como para que pudiera pensar de forma imparcial sobre su persona. Aunque él hubiese olvidado nuestro pasado y fuera inocente de todo, su mera existencia me molestaba. Todo lo que añoraba de Nicolás era que desapareciera de mi vida.

Lo que yo no sabía era que Nicolás estaba pretendiendo su amnesia. De hecho, recordaba tanto su pasado como su amor por mí; solo estaba haciendo esto para conocerme desde otra forma, pero ¿y yo? Ya le había dicho en su cara que él no era más que una farsante y negué su existencia sin vacilar.

Ahora, él estaba en la misma posición en la que yo estuve en el pasado. Ambos tratábamos de mantener nuestras expresiones indiferentes sin importar la tormenta de emociones que sintiéramos por dentro. No solo eso, sino que también, a cada rato, éramos rechazados por la persona que amábamos, sin importar lo mucho que nos esforzábamos para encontrar maneras de acercarnos.

A pesar de que ambos éramos los receptores de las palabras venenosas del otro, nos rehusábamos a rendirnos por su amor. Ahora él era diferente al Nicolás de antes, un hombre firme y muy terco en la cuestión del amor.

…

Como no pareció que Nicolás se fuese a marchar pronto, tomé mis cosas y regresé a la entrada del hotel. Justo cuando pondría un pie afuera en la lluvia, él se apareció de repente y me tomó del brazo. Con un tono indiferente, me ordenó:

—Quédate. Yo me voy.

Después de eso, caminó bajo la lluvia con pasos largos. Desde atrás, parecía solitario pero determinado. Mis ojos se humedecieron en algún punto mientras lo miré alejarse. Los cerré para calmarme y, poco después, me di la vuelta para volver a mi habitación. Para cuando llegué a ella, y tal vez también porque Nicolás y yo estuvimos peleando por medio día, estaba exhausta.

Me fui directo a la cama después de tomar mi medicina contra el cáncer. Esa noche, mis sueños estuvieron plagados de pesadillas. Ni siquiera lo hubiese podido considerar como un «descanso» por el número de veces que me desperté. A la mañana siguiente, tirada sobre la cama y dejando que la fatiga me consumiera, recibí una llamada de Manolo.

—Cariño, ¿estarás libre más adelante? —preguntó, pues quería pasar tiempo conmigo.

Antes le hubiera contestado que sí, pero ahora no pude evitar sentirme nerviosa debido a la conversación de anoche. Me preocupé de que nuestra relación se volviese más complicada a partir de ahora, por lo que me apuré a rechazarlo.

—Me iré pronto de Eldamia.

—¡Pero acabas de llegar! ¿Por qué te vas tan rápido? —La confusión era obvio en su tono.

—La compañía sigue bajo mi cargo. —Me apuré a inventar una excusa para apartarlo. —Todavía tengo cosas que hacer y también estoy planeando un viaje a El Solar para unos exámenes médicos; Camilo todavía me molesta con eso.

Cualquier cosa que tuviera que ver conmigo se convertía en una prioridad para Camilo. Los errores y descuidos eran impensables cuando se trataba de mi salud y él era la persona más reacia a que me extenuara físicamente. Antes de partir de El Solar, Camilo me dio un último recordatorio.

—Gina, nuestra única prioridad ahora es curarte; todo lo demás puede esperar. Quiero que te cuides, de lo contrario… —Me tomó en un abrazo. Ocultó sus emociones mientras continuaba su advertencia. —No soy un buen hombre. Mataré a las personas que te importan si te perdemos. Considéralo como un pago a tu madre por salvar mi vida. Será mejor que te cuides bien una vez te vayas de aquí.

Debió pensar que me importaban los hermanos Ferreiro. Yo sabía que dijo todas esas duras palabras porque estaba preocupado de que me fuese a lastimar por mis propias acciones. Estaba perdida en mis recuerdos cuando volví a escuchar la voz de Manolo.

—¿Te vas por lo que pasó anoche…?

—En verdad tengo algo que hacer. —Me apuré a interrumpirle. —Regresaré a reunirnos de nuevo cuando tenga tiempo.

—Está bien, lo dejo en tus manos —contestó sin cuidado.

Una vez terminada la llamada, estaba aburrida, por lo que decidí navegar por Twitter por un rato. Entre los temas del momento se encontraba «El nuevo amorcito de Regina», el cual de inmediato llamó mi atención. Algo confundida, abrí el vínculo, pero me quedé congelada cuando vi el video que se mostró.