Te regalo toda una vida de amor Capítulo 378

—Deberías ser delicado con las chicas, sobre todo, tú, que no tienes tanta experiencia —repliqué.

Se quedó inmóvil y luego sus labios se curvaron en una sonrisa cálida.

—Muy bien, tendré más cuidado. Seguiremos con esta charla más tarde. Ahora entiendo lo que está planeando hacer. Si no me equivoco, se irá contigo más tarde, ¿verdad? Déjame que adivine, ustedes dos quieren vengarse por Nicolás. —Había sido tan preciso que me desmoraliza. Sin embargo, no parecía conocer muy bien a su esposa.

—¿De casualidad mandaste a que buscaran información sobre Emilia? —pregunté por curiosidad.

—No —respondió con franqueza—. Estoy esperando que confiese.

—Esperarás por un buen tiempo porque ella no lo considera tan importante. Aunque a ti no va a perjudicarte en absoluto. Por el contrario, conocer su situación te hará comprender cómo es en realidad —expliqué tras reírme por lo bajo. La verdad era que Emilia era desinteresada y poco ambiciosa.

—Lo tendré en cuenta —susurró—. Hagan lo que hagan más tarde, no dejen de ir con cuidado. No me da miedo que el mundo se desmorone pero no quiero que se lastimen, ¿de acuerdo?

Aunque sabía que íbamos a causar problemas, no fue a deternos. De hecho, ni siquiera nos preguntó lo que íbamos a hacer y se limitó a decirnos que priorizaremos nuestra seguridad. Un comportamiento inaudito.

—Tendremos cuidado. Bueno, me iré de regreso con Emilia.

Me acerqué para tomar a mi amiga por la muñeca. Ella miró automáticamente a Cristóbal, que avanza hacia nosotras.

—Tengo un poco de hambre. Regina y yo bajaremos a buscar algo de comer. Nos reuniremos contigo después —mintió, rápida.

Su mentira me dejó muda. Miré a Cristóbal, el cual no reaccionó mal. Por el contrario, una sonrisa cariñosa se dibujó en sus labios.—Vale. ¿Tienes dinero?

—Sí, tengo —dijo ella con calma.

Más tarde, cuando Emilia y yo entramos en el ascensor, oí que Nicolás le preguntaba algo a Cristóbal.

—¿Adónde se fue Gina?

—Se fue a descansar porque ya es tarde —replicó.

—Pero me dijo que iba al baño.

Escucharlo hablar así hacía que se me humedecieran los ojos y me doliera el corazón.

—¿Tan mal te hace verlo? —inquirió Emilia mientras se agarraba fuerte de mi brazo.

La verdad era que sí Aunque mi relación con Nicolás había terminado, todavía lo quería. Había sido mi marido por tres años. En el futuro, íbamos a ser solo conocidos y podría optar por cortar todo contacto con él, pero nunca iba a permitir que nadie lo humillara o insultara, en especial, si lo atacaban por su salud mental. En ese momento, era incapaz de hacer justicia por sí solo.

—Tienes razón. Me aseguraré de que se haga justicia —dije y cerré los ojos.

—Ten cuidado porque ahora eres la esposa de alguien. ¿Has pensado en cómo explicárselo a Santiago? Cuanto más tranquilo parece, más oscuras son sus emociones.

En efecto, estaba casada con otro. Aun así, los humanos tenemos emociones. Él iba a entenderlo y, a decir verdad, ya lo habíamos hablado. Además, Emilia también quería vengar a su cuñado.

—Esta fue sugerencia tuya, ¿no? —le reproché juguetona—. Como mucho, soy cómplice, así que Santiago me perdonará una vez que se lo explique en detalle.

—Ahora veo que caí en tu trampa. —Comprendió al instante lo que sucedía.

Me limité a sonreírle, pero, de todos modos, no hacía falta porque ella no me quiso culpar.

Después de eso, le solicité a José que nos llevara al bar. El primo de Tanya todavía andaba merodeando por ahí, de modo que era el momento perfecto para actuar. Una vez en el sitio, Emilia y yo abrimos las puertas del auto, seguidas por José y otros guardaespaldas. El resto se movió para montar guardia en la entrada del bar.

—Hoy apenas le daremos una paliza, pero mañana verá en el problema que se metió —le recordé a Emilia al ingresar al lugar.

La familia Hayes nunca iba a dejar que un incidente como ese quedara impune. Se iban a enterar que estábamos involucradas,. Dado que Tanya estaba en Bristonia y teniendo en cuenta lo que sabía de su temperamento, se iba a desatar el caos en la ciudad. Podríamos haber ido directamente a verlos para ajustar cuentas, pero había sido el primo de Tanya solo el que había golpeado a Nicolás y era algo por lo que solo él iba a tener que pagar. Iba a asegurarme de que supiera lo que se sentía ser lastimado y humillado una y otra vez por todo su círculo.

—¿De qué tienes miedo? —preguntó, exasperada—. Tú tienes el apoyo de los Genova y de Santiago mientras que yo tengo a los Delgado. Ja, ja, soy la técnica con más talento que tiene Santiago; nunca va a dejar que me pase algo malo. Relájate, no hay nada que temer. Aunque, por lo general, no somos de ir buscando problemas, cuando estos nos encuentran, no tenemos porqué quedarnos de brazos cruzados. Regina, ten en cuenta que eres la mujer más poderosa de todo el mundo. Aunque fueras malvada, nadie se atrevería a decirte nada.

—Lo sé —respondí mientras entraba al lugar.

Hace tiempo que era consciente de ellos, desde que me habían llevado de vuelta con los Esquivel a mis catorce años. También supe la magnitud de mi influencia cuando me casé con Nicolás. En ese entonces, no había utilizado mi poder para oprimir a nadie. De hecho, había sido indulgente por demás con los otros y trataba de considerar las repercusiones de mis acciones, pero no tenía motivos para hacerlo. Emilia estaba en lo cierto; mi poder era suficiente como para hacer lo que se me antoje.

—Me parece que vi a Tanya. —Emilia paró en seco.

Yo también me detuve y vi que tenía razón. Estaba en el fondo del lugar. No había forma de evitarla ¡estaba en todas partes! Me volví para mirar a José, que estaba detrás de mí.

—¿Puedes pedirle que se vaya? —le pedí.

Necesitaba que se fuera por treinta minutos.

—Puedo intentarlo, señora —replicó, y sus ojos brillaron.

—Ah, claro. ¿el primo cómo se llama? —pregunté.

—Blas Hayes. Es el hombre con aires de inglés que está junto a ella.

Me volví para mirar en la dirección que señalaba y me encontré con un joven regordete y de aspecto corriente que chocaba su vaso contra el de ella.

—Es el único hijo del hermano mayor del señor Hayes y sus padres lo tuvieron de grandes. Todos en la familia lo adoraban y, por eso, se convirtió en un niño mimado. Es el protegido del señor Hayes; está en una mejor posición que Dante. Es decir, que es la persona más influyente de la familia después de Tanya.. Es muy poderoso.

«¿Qué? ¿A Jeremías le agradaba ese gordo imbécil? ¿A qué rol lo habían relegado al pobre Dante?».

—Distrae a Tanya —le ordené a José y entrecerré los ojos.

Nuestro objetivo era darle una paliza a Blas. Tendríamos tiempo para pensar en las consecuencias el día siguiente. Lo único que quería era volver a casa, ya que Santiago seguía esperándome y no quería hablar con Tanya en ese momento.

—Sí, señora —respondió José cordial.

Nos rodeó por delante para pasar frente a ella y Tanya lo reconoció de inmediato.

—¿Qué haces aquí? —jadeó.

Como Emilia y yo estábamos lejos de ellos, no oímos lo que decía, pero Tanya era una mujer muy predecible. José la ignoró y salió por la parte trasera del bar.

—¿Qué está haciendo? —le pregunté a Emilia, confundida.