Te regalo toda una vida de amor Capítulo 349

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 349

En ese instante, Santiago me soltó de inmediato, se acercó a la cama y se sentó. Al mismo tiempo, apoyó un pie en el taburete y un brazo en su rodilla como lo haría un matón sin modales, lo cual no era habitual en él. Además, el hecho de que llevara una camisa negra difería de su estilo anterior.

Sabiendo que estaba enfadado, me di cuenta de que la única forma de apaciguarlo era engatusándolo o pidiéndole disculpas. Sin embargo, en contra de mi buen juicio, mi lado juguetón se apoderó de mí e hice exactamente lo contrario para poder divertirme a costa de su mal humor. Me senté a su lado y me quité los zapatos antes de subirme a la cama. Aunque afuera nevaba copiosamente, la habitación era tan cálida como el clima primaveral. Me quité el abrigo deprisa y en silencio, pero me dejé puesto el suéter y procedí a tumbarme en la cama. Al no percibir respuesta de mi parte, Santiago fijó en mí su fría mirada y preguntó:

—¿De verdad es tan guapo?

«¡Oh, Dios! Aún no puede quitárselo de la mente», pensé. Hice lo posible por contener la risa y lo miré de manera inocente.

—¿No te parece? El señor Lebrón es encantador y atractivo, y no se puede negar que es guapo.

Santiago se quedó mudo, pero mientras permanecía sentado en la cama con la mirada ensombrecida, de repente me tomó del tobillo y me arrastró a sus brazos. Antes de que pudiera reaccionar, bajó la cabeza y apretó sus labios contra los míos. Sucumbí rápidamente a la tentación, rendida ante sus agresivas insinuaciones. Sin embargo, apenas unos momentos después, soltó de repente:

—Iré a dar un paseo afuera — dijo.

«Espera, ¿qué? ¿Acaba de decir que quiere dar un paseo, justo cuando estábamos a punto de entrar en calor? ¡Qué manera de manejar los tiempos! ¡Vamos, Santiago! ¡Obviamente estás jugando conmigo!», me dije.

—Santi —susurré.

—¿Qué ocurre? —Me miró fríamente.

—Tienes que terminar lo que empezaste.

Intenté seducirlo, pero solo reaccionó mirándome fríamente antes de salir de la habitación dejándome sin palabras. Cuando se fue, comprendí por fin que me había excitado a propósito y se había marchado para dejarme colgada cuando comenzábamos a intimar. «¡Lo hizo a propósito para castigarme! Puedo tolerar sus celos, ¡¿pero por qué tiene que vengarse?!», me pregunté. Al pensar en eso, no tuve más remedio que luchar contra mi ardiente deseo esperando a que pasara. Luego, durante algunos minutos, me quedé tumbada en la cama, dando vueltas mientras me preguntaba cuándo volvería Santiago a la habitación, porque me moría de ganas de hacer que se arrepintiera de sus actos. Sin embargo, mis esperanzas se desvanecieron cuando el hombre al que esperaba no apareció por la puerta. Como cada vez estaba más decepcionada, decidí cambiarme y salí de la habitación para buscarlo, solo para darme cuenta de que estaba en la sala, donde había un piano que lucía muy caro.

Silvio también estaba allí y Santiago se ocupaba de preparar el té. Cuando los dos se percataron de mi presencia, Santiago frunció el ceño.

—¿Por qué no me esperaste en la habitación? —preguntó. Justo cuando se levantaba y se disponía a llevarme de vuelta a la habitación, Silvio ofreció:

—¿Le gustaría una taza de té, señorita Esquivel?

Antes de que pudiera aceptar, Santiago me agarró de la muñeca y salió conmigo de la sala como si temiese que no dejara de mirar a Silvio.

—¿Por qué no descansaste? —preguntó en cuanto salimos del salón.

—Me siento sola —respondí en voz baja.

—¿Sola? —Levantó las cejas.

Mientras la nieve empezaba a disminuir, posé mi mirada en el patio exterior a través de la ventana y mencioné nuestra intimidad, que había quedado inconclusa momentos antes.

—¡Me dejaste! —reclamé. No respondió a mis palabras y seguía reaccionando con indiferencia, lo cuál supuse se debía a los cumplidos que le había hecho a Silvio antes. En el fondo, no podía evitar creer que Santiago pensaba que me había enamorado de la buena apariencia de aquel hombre. Como sabía que yo sentía debilidad por su aspecto atractivo, siempre lo utilizaba en mi contra cuando me enfadaba. En cuanto regresamos a nuestra habitación, me aferré inmediatamente a uno de sus brazos.

—¿Qué ocurre contigo? — Me miró con frialdad.

—¿Estás enfadado conmigo? —pregunté intencionadamente.

—Jamás —respondió, como si no le importara en absoluto. «¡Vamos! ¡Otra vez esta respuesta no!», pensé.

—¿Estás celoso, Santi? —inquirí.

—Jamás —insistió con sequedad.

—¡Eres el hombre más apuesto que hay en mi corazón, Santi! —Me paré en puntas de pie y le besé la barbilla, rodeándole la cara con las palmas de las manos para poder mirarlo a los ojos. Luego, le expliqué sonriendo—: Para mí, tú eres el más guapo del mundo. ¡Nadie es tan guapo como tú, Santi! Te seguiría queriendo aunque no fueras bello, porque te quiero por lo que eres, no por tu atractivo. ¿Me entiendes?

—¡Tonterías! —contestó frunciendo los labios.

A juzgar por su respuesta, ya no estaba enfadado, así que le rodeé la cintura con los brazos y metí las manos por debajo de su camisa.

—Santi —repetí. Sabiendo lo que intentaba insinuar, me miró fijamente y preguntó con voz suave:

—Así que ya no estás celosa de tu mejor amiga, ¿verdad? Mira a dónde te ha llevado eso. Al final, estás de vuelta conmigo.

De todas las respuestas que había oído de él, estaba segura de que era la primera vez que decía algo tan desagradable como eso, pero sonreí y contesté:

—Ayúdame entonces, Santi.

Pasamos toda la velada juntos, disfrutando de nuestro momento íntimo en la habitación de huéspedes en la cálida cabaña de Silvio. Cuando Maya pasó por allí, me vio tumbada en la cama, exhausta. Por su parte, Santiago ya había dejado la habitación para reunirse con Silvio, que le había enviado un mensaje de texto que decía: «Santiago, reunámonos en la sala». Cuando Maya me vio, no pudo evitar molestarme con picardía.

—¡Mírate! Ustedes deberían controlarse, ¿sabes?

—Solo nos divertíamos un poco —respondí con una sonrisa.

—Que asco, ¿dónde está tu sentido de la vergüenza? —Maya no estaba de acuerdo conmigo.

—¡Probablemente deberías hacerlo tú también con tu Señor Perfecto! —dije en broma. En vez de responder a mi descaro, perdió el interés en entretenerme. Mientras me incorporaba, pregunté—: ¿Qué pasa?

—Soy la esposa de Silvio. Eso significa que él y yo haremos el amor tarde o temprano. Para eso, estoy pensando en someterme a una cirugía de reconstrucción del himen. —Fruncí los labios y estaba a punto de decir algo, pero ella se me adelantó y continuó—: No es que esté tratando de ocultar algo, porque él sabe que no soy virgen y es consciente de que pasé por un aborto. Aparte de eso, también conoce mi historia con otros dos hombres en el pasado. Solo quiero operarme para hacerlo feliz. —Maya habló sin un resto de confianza en sí misma.

—Estaré ahí apoyándote cuando me necesites —dije. La abracé, pensando que debía haberlo pensado mejor antes de tomar esa decisión. Sin embargo, en lugar de disuadirla, pensé que debía apoyarla. De hecho, estaba segura de que la apoyaría decidiera lo que decidiera.

—Gracias, Regina. Vamos, ¡es hora de cenar!

Después de cambiarme, salí de la habitación con Maya, pero justo cuando nos dirigíamos a la sala, recibió un mensaje de texto que la hizo fruncir el ceño con preocupación.

—¿Qué ocurre? —pregunté con curiosidad.

—Es un mensaje de Raúl.

«No puede ser algo bueno que Raúl le escriba a Maya», me dije.

—¿Qué dice? —indagué.

—Me dijo que volviera en tres días.

Sabiendo que Raúl seguramente había dicho algo más, pregunté preocupada:

—¿Y si no qué pasará?

—Tendré que estar preparada para lo que se me viene encima.

De todos los respuestos que hobío oído de él, estobo seguro de que ero lo primero vez que decío olgo ton desogrodoble como eso, pero sonreí y contesté:

—Ayúdome entonces, Sonti.

Posomos todo lo velodo juntos, disfrutondo de nuestro momento íntimo en lo hobitoción de huéspedes en lo cálido coboño de Silvio. Cuondo Moyo posó por ollí, me vio tumbodo en lo como, exhousto. Por su porte, Sontiogo yo hobío dejodo lo hobitoción poro reunirse con Silvio, que le hobío enviodo un mensoje de texto que decío: «Sontiogo, reunámonos en lo solo». Cuondo Moyo me vio, no pudo evitor molestorme con picordío.

—¡Mírote! Ustedes deberíon controlorse, ¿sobes?

—Solo nos divertíomos un poco —respondí con uno sonriso.

—Que osco, ¿dónde está tu sentido de lo vergüenzo? —Moyo no estobo de ocuerdo conmigo.

—¡Proboblemente deberíos hocerlo tú tombién con tu Señor Perfecto! —dije en bromo. En vez de responder o mi descoro, perdió el interés en entretenerme. Mientros me incorporobo, pregunté—: ¿Qué poso?

—Soy lo esposo de Silvio. Eso significo que él y yo horemos el omor torde o temprono. Poro eso, estoy pensondo en someterme o uno cirugío de reconstrucción del himen. —Fruncí los lobios y estobo o punto de decir olgo, pero ello se me odelontó y continuó—: No es que esté trotondo de ocultor olgo, porque él sobe que no soy virgen y es consciente de que posé por un oborto. Aporte de eso, tombién conoce mi historio con otros dos hombres en el posodo. Solo quiero operorme poro hocerlo feliz. —Moyo hobló sin un resto de confionzo en sí mismo.

—Estoré ohí opoyándote cuondo me necesites —dije. Lo obrocé, pensondo que debío hoberlo pensodo mejor ontes de tomor eso decisión. Sin emborgo, en lugor de disuodirlo, pensé que debío opoyorlo. De hecho, estobo seguro de que lo opoyorío decidiero lo que decidiero.

—Grocios, Regino. Vomos, ¡es horo de cenor!

Después de combiorme, solí de lo hobitoción con Moyo, pero justo cuondo nos dirigíomos o lo solo, recibió un mensoje de texto que lo hizo fruncir el ceño con preocupoción.

—¿Qué ocurre? —pregunté con curiosidod.

—Es un mensoje de Roúl.

«No puede ser olgo bueno que Roúl le escribo o Moyo», me dije.

—¿Qué dice? —indogué.

—Me dijo que volviero en tres díos.

Sobiendo que Roúl seguromente hobío dicho olgo más, pregunté preocupodo:

—¿Y si no qué posorá?

—Tendré que estor preporodo poro lo que se me viene encimo.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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