Te regalo toda una vida de amor Capítulo 342

Él había presenciado el escándalo que acababa de suceder, pero no le hizo ninguna pregunta a Maya. Por el contrario, le preguntó con suavidad:

—¿Quieres irte a casa?

Maya asintió obediente y luego dijo:

—Sí, pero voy a salir con mi mejor amigas primero. Iremos juntos a casa más entrada la noche.

—Perfecto. Ve con cuidado. —Accedió Silvio, y se fue tan pronto como había llegado. Era como si se hubiera quedado tranquilo de verla sana y salva. Maya me llevó afuera del aeropuerto. En el camino, me preguntó con preocupación:

—¿Por qué viniste a Islandia tan de repente? ¿Pasó algo?—Maya me conocía muy bien. Asentí y le dije la verdad. Cuando me escuchó, repuso con compasión—: Raúl es autoritario también, y es tan silencioso como Santiago. Sin embargo, Santiago nunca dudó de su relación; ¡él es una persona fría en general! En cuanto a Raúl, no solo es frío; también me ha lastimado mucho. —Como si hubiese encontrado a alguien y lo hubiese superado, Maya agregó sonriendo—: Es muy cómodo ser una persona cálida. No tienes que estar todo el tiempo preguntándote cómo te ven los demás… aunque yo me siento inferior, ya no tengo que vivir la vida preocupada como antes y ya no tengo que preocuparme porque Raúl me vuelva a abandonar. —¡Porque Raúl ya la había abandonado! Maya ya no tenía nada que perder. Después de exhalar un profundo suspiro, me reconfortó diciendo—: No pienses en Santiago por ahora. Déjame mostrarte el centro de la ciudad de Islandia, ¡luego podremos ir a ponernos en remojo en las piscinas de aguas termales! Recién comienza marzo, es el mejor momento para observar las auroras. Quedémonos en una cabaña esta noche. Sin ganas de contemplar mis pensamientos irracionales, respondí:

—Claro, tú decides.

Maya me llevó al centro de la ciudad y compró algunas prendas de ropa para cambiarnos. Luego, alquiló un auto y me llevó al hotel de aguas termales. Notó la herida en mi abdomen cuando me saqué la ropa.

—¿Qué te pasó? Puedes meterte en el agua termal, ¿no?

El dedo cálido de Maya acarició la cicatriz de mi abdomen. Sentí un poco de cosquillas, di un paso hacia atrás y dije:

—Histerectomía.

Maya se sorprendió.

—¿Cuándo fue eso?

—Ya hace más de un mes, creo. Mi afección empeoró, y entonces la única opción fue remover el útero para disminuir el cuadro. De hecho, todavía no me recuperé por completo de mi enfermedad, pero está más estable. Esto ya me pasó algunas veces, así que si tengo una recaída de nuevo… no creo que tenga tanta suerte la próxima vez.

Mi tono se llenó de calma. Después de haber experimentado mucho sobre la vida y la muerte, podía estar calmada y ser indiferente a muchas cosas. Pero, en lo profundo de mi corazón, ¡todavía quería vivir con felicidad! Era justamente porque quería tener una vida activa que había accedido a hacerme la histerectomía. Maya sabía eso también, y se acercó y me abrazó, reconfortándome mientras decía:

—Las cosas van a estar bien. Ahora mostraste una evolución. Sabías que lo mejor era ir al hospital y buscar un tratamiento en lugar de esconderte de todo el mundo como solías hacer.

Me reí y dije:

—No voy a esconderte nada en el futuro.

—¿Pero puedes meterte en el agua termal? —me preguntó preocupada.

—Sí, estaré bien —dije.

—Esta es la piscina de agua termal privada de Alfredo, por eso el agua es limpia en extremo y no está para nada contaminada. Puedes ir tú primero mientras busco alguna fruta para ti. Bueno, si quieres algo de alcohol, olvídalo.

Maya a veces lo llamaba Silvio, y otras veces se refería a él como Alfredo. Curiosa, le pregunté:

—¿Cuál es el nombre de tu esposo exactamente?

Cuando Maya me escuchó decir la palabra esposo, se quedó pasmada por un momento.

—Deja las tonterías, Gina —dijo. Riéndome por lo bajo, insistí:

—Entonces, ¿cuál es su nombre?

—Su nombre completo es Silvio Alfredo Larson. Alfredo es su segundo nombre.

Un segundo nombre. Alfredo era el nombre que usaba afuera, según las investigaciones de Antonio. Tal vez Silvio pensaba que su nombre era muy llamativo, entonces usaba su segundo nombre afuera. Al mencionar el segundo nombre de Silvio, de repente me acordé del nombre Makur. ¿Sería el segundo nombre de Santiago? Siempre me olvidaba de preguntarle. Cuando pensé en Santiago, mi corazón se hundió. ¡Ese bocazas de Raúl había expuesto mi paradero! Sacudí la cabeza, sin ganas de pensar en todas esas cosas inútiles. En el momento en el que mi cuerpo se deslizó en el agua caliente, sentí de inmediato un alivio y la relajación me invadió. No mucho después, Maya vino con una fuente de frutas en las manos. Como si recordara algo, dijo—: Hace poco me borraron una cicatriz, y también me repararon el cuerpo. No puedo meterme en el agua termal.

—Entonces solo puedes mirar cómo me relajo y disfruto —bromeé. Sonriendo, ella dijo:

—No me importa eso, pero quiero volver a la cabaña para ver a Alfredo. ¿Puedo volver por ti en dos horas?

Me incliné hacia un costado de la piscina y le pregunté:

—¿Para qué te reúnes con Alfredo? —Mi expresión era obviamente de chisme. Maya cerró los labios y luego dijo con tristeza:

—Él acaba de ver a Raúl. Aunque sepa que estoy divorciada, igual quiero explicarle cómo son las cosas. Gina, me importa lo que piense de mí.

—¿Qué vas a tratar de explicarle? ¿Que antes no te habías divorciado? —pregunté con seriedad—. Maya, a ti te importa cómo te ve, entonces eso significa… Después de todo el tiempo que pasaste con él, ¿tú…? —Esta vez, Maya lo negó rápido.

—No lo amo. Pero aunque lo odio, él todavía está en mi corazón. Es justo por eso que estoy sufriendo.

—No tienes que explicarle nada a Silvio. Si lo haces, puede pensar que le estás dando un falso sentido de… —le sugerí entonces.

—¿De qué? —preguntó confundida.

—A ti te importa y no quieres que se enoje. Sin embargo, si le das falsas esperanzas antes de que puedas pensar mejor las cosas, lo lastimarás aún más.

—¿Lastimarlo cómo? —dijo perpleja.

—¿De veras crees que se casó contigo sin ninguna razón?

En situaciones como esas, siempre eran los de afuera los que veían las cosas con mayor claridad. Maya me preguntó nerviosa:

—Entonces, ¿qué quiere de mí?

Tenía una vaga suposición en mi corazón de que Silvio en ese momento era como yo en el pasado. Y si no, siendo él rico y distante y desconectado del mundo exterior, ¿por qué estaría de acuerdo con ser el esposo de Maya? Lo más probable era que él simplemente quisiera a Maya. Todo ese tiempo, él solo quería una cosa: a ella. Sin embargo, por lo que parecía, Maya todavía no tenía idea. No dije nada; en su lugar, cambié de tema y dije:

—Yo no soy Silvio, ¿cómo podría saberlo? Solo encárgate de lo que pasa entre tú y Raúl primero. Después de todo, si esto continua así, terminarás lastimándote a ti misma.

Maya asintió y dijo:

—¡Me encargaré como corresponde!

—Sí, te creo.

—Luego volveré a la cabaña, ¿sí? —dijo. Bromeando, le sonreí y pregunté:

—¿Todavía quieres volver y explicarle?

—No, es solo que… —dijo poniéndose de pie. Hizo una pausa y luego dijo—: Solo quiero volver y estar allí por un tiempo.

Maya se fue apurada. Me incliné hacia uno de los costados de la piscina y pronto comencé a sentir sueño. No mucho después de cerrar los ojos, sentí que mi cuerpo tomaba temperatura, entonces intenté tomar la toalla que estaba cerca para envolverme y así regresar al cuarto para recostarme y descansar. Ni siquiera me había movido cuando vi una mano con dedos largos y finos sosteniendo una toalla y extendiéndola hacia mí. Levanté la cabeza.

—¿Qué haces tú aquí?

Salí de la piscina, iracunda, salpicando agua para todos lados. Mi cuerpo estaba todo al descubierto frente a él. Sin embargo, su mirada era gentil, tan calma que debió haber observado a la mujer frente a él como carne animal. Me disgusté de mi propia metáfora y le saqué de un tirón la toalla de las manos.