Te regalo toda una vida de amor Capítulo 341

—El golpe en la cabeza le generó una pérdida parcial de memoria que afecta los eventos que sucedieron en los últimos dos años. Va a tardar uno o dos meses en recuperarse.

En otras palabras, esto significaba que podía recuperar la memoria en cualquier momento. Pero ¿cómo podíamos saber si eso ya había pasado? ¿Y si trataba de tomarnos por tontos y fingir que todavía tenía amnesia? Aunque no estaba cien por ciento segura, basándome en lo que sabía de Santiago, nunca había sido una persona charlatana. ¡Eso solo podía significar que había recuperado la memoria! Estaba ochenta por ciento segura de mi especulación. Cuando recordé lo que me había dicho la otra noche, no pude estar segura de si había recuperado la memoria para ese entonces, pero toda la situación me hizo sentir horrible. Sentí que estaba jugando conmigo. Al notar que estaba muy callada, Dante me llamó por mi nombre.

—Regina.

—Estoy bien. Te hablo luego —le respondí.

Estaba conmocionada después de que terminó la llamada porque por fin me había dado cuenta. Mirando hacia atrás, a los dos años que llevábamos juntos, él había sido el compañero perfecto, era paciente y comprensivo. Sin embargo, con el pasar de los años, casi nunca pasábamos tiempo juntos porque él siempre estaba fuera por al menos uno o dos meses y se iba sin darme ninguna explicación de su ausencia. Cada vez que le preguntaba sobre ese tema, me decía que tenía que estar de guardia por la situación en Finlandia. Se ponía en peligro de manera constante, y eso me enojaba. Él, por otro lado, se mantenía calmado aun en presencia de situaciones peligrosas. Eso me hacía sentir que yo era la única que trataba de mantener la relación en pie. Es más, no importaba si la indiferencia era hacia nuestros hijos o su silencio hacia mí, siempre inventaba varias razones para perdonarlo porque creía que él trataba de mejorar. Con el tiempo, ¡me había cansado de eso! ¡En especial en esa oportunidad, en que él trataba de tomarme por tonta a pesar de haber recuperado la memoria! ¡Él no tenía ni idea de lo preocupada que había estado por él todo ese tiempo! Claro, admito que había elegido no reconocerlo antes, pero todo eso no me gustaba. No estaba tratando de ser ofensiva; estaba enojada, ¡así como las mujeres se enojan con los hombres!

Me había puesto muy furiosa cuando él había defendido a Jeremías y se había puesto en mi contra. ¿Ya había recuperado la memoria en ese momento? Era probable… Debió haber sido por eso que había ido hacia mí y me había preguntado: «¿Por qué estás tan cerca de las personas que me rodean?». Además, hasta me había ido a buscar al río después de todo lo que pasó y me había advertido: «¡De esa manera te pones en desventaja!». ¿Por qué estaría preocupado por mí si siquiera recordaba quién era yo?

Cuanto más pensaba en eso, más enojo sentía. De inmediato me levanté y regresé al departamento a ponerme una chaqueta más gruesa. Mi plan inicial era ir a Francia y buscar a Pedro en persona, pero después de mucho pensar, decidí volar a Islandia para buscar a Maya. Prefería estar en cualquier lugar antes que en Bristonia, ¡y me negaba a ver a Santiago!

No le informé a nadie de mi decisión, fue un secreto que guardé incluso de mi asistente. Compré el boleto de avión a Islandia y le envié a Maya un mensaje de texto antes de abordar. «Voy a buscarte al aeropuerto», escribió una Maya sorprendida.

Al llegar al aeropuerto, me quedé impactada al ver allí a Raúl. Él frunció el ceño tan pronto como me vio y sacó el teléfono para llamar a Santiago.

—¿No deberías estar echándole un ojo a tu esposa? —dijo. Pude escuchar la gélida voz desde el otro lado del teléfono.

—¿Dónde está? —preguntó Santiago.

—Islandia.

Raúl cortó de inmediato la llamada después de revelar dónde estaba. Mientras tanto, yo me quedé sorprendida, ¡no esperaba que el hombre revelara mi paradero tan pronto como aterricé en Islandia, aun cuando había intentado mantenerlo en secreto de todos! Después de escuchar el tono de voz de Santiago, estuve segura de que había recuperado la memoria y me puse furiosa al llegar a esa conclusión.

—¡Eres un entrometido! —le dije a Raúl con tono desdeñoso.

Él, que tenía un mal carácter, me fulminó con la mirada antes de mirar a Maya.

—Maya, te voy a dar dos opciones. ¡Puedes venir conmigo o te noquearé y te llevaré!

—¡Qué estupidez! ¿A eso le llamas dar opciones? —¡Era obvio que estaba tratando de que Maya se fuera! Por su parte, ella parecía calmada. Cuando me acerqué y me paré a su lado, le respondió sin miedo—: Mi cara no se ha recuperado del todo, entonces no iré contigo. ¡Aunque tuviese que irme, jamás me iría contigo! —La respuesta fue firme y decidida. Al escuchar eso, la mirada de Raúl se oscureció y de repente se acercó a ella. En respuesta, Maya me tomó del brazo y dimos un paso hacia atrás. Luego ella se sinceró con calma—: No sé por qué viniste a buscarme, ¡pero no tengo idea de lo que piensas de mí! ¿Me estás merodeando porque soy obediente y quieres que vuelva a ser tu amante? ¡No sé qué es lo que tienes en la mente, y me importa un carajo! ¡Raúl, debemos mantener una distancia apropiada porque estás comprometido y yo soy una mujer casada!

Raúl se sintió provocado cuando escuchó que era una mujer casada. Tenía los ojos inyectados en sangre mientras le gruñía.

—¡Cállate y deja de molestarme!

—¡Sigues siendo tan autoritario como antes! En el pasado, podías destratarme como lo estás haciendo ahora porque tenía sentimientos hacia ti, pero ¿qué te hace pensar que puedes tratarme de la misma manera ahora? —Luego miró a Raúl con ojos amables y añadió—: Conozco a Alfredo desde hace ya cinco años. Él ya me había pedido que me fuera con él, ¡pero lo rechacé porque Álan todavía estaba vivo en ese entonces! Aun así, creí que volveríamos a estar juntos, pero al final… Raúl, tú simplemente apareciste en mi vida en un mejor momento que Alfredo, ¡y de eso se trata! ¡Si no fuera porque Álan falleció, no hubiera elegido estar contigo!

—¿Me estás diciendo que soy un repuesto? ¿Estás tratando de decir que lo amas a él y que tu amor por mí fue solo un error? —preguntó Raúl con solemnidad.

—Por favor, ni me nombres el amor; me indigna, y no te atrevas a cuestionarme aquí, tú fuiste el único que eligió irse y divorciarse. ¡¿Sabes?! ¡Nadie te obligó a hacerlo, y yo elegí dejar que te fueras! ¿Por qué no me dejas en paz?

Raúl se sintió dolido, en especial cuando Maya le habló con suavidad. Dio un gran paso hacia atrás mientras las piernas se le debilitaban. La miró sin creerle, pero de repente se volvió para mirarme y me hizo una pregunta rara:

—¿Tú crees que soy como Nicolás? —Me quedé muda. ¡¿Cómo se supone que debía responder a semejante pregunta?! Entonces sacudió su cabeza y lo negó—: ¡No soy como él!

Al final, Raúl se rindió y no se llevó a Maya. En el fondo, sabía que era poco probable que ellos volvieran a estar juntos porque Maya estaba legalmente casada con Alfredo. Era un acuerdo cerrado e irreversible a menos que Alfredo quisiera dejarla ir. ¡¿Pero, Alfredo haría eso?!

Después de que Raúl se fue, las piernas de Maya se volvieron débiles y se inclinó hacia mí.

—Es la primera vez que le digo palabras tan hirientes como esas —balbuceó.

—Maya, es probable que tenga razones para hacer lo que hace. —Aun así, cometió un error.

—No estoy segura de cuáles sean sus razones, pero lo conozco bien. Es más pesado que Nicolás, y nunca me dejará ir así sin más —Maya suspiró.

—No te preocupes por eso. ¡Tienes a Alfredo de tu lado ahora!

La mirada de Maya se volvió suave al escuchar el nombre de Alfredo. Cuando volvió sobre sus pasos, se sorprendió de verlo.

—Silvio Lebrón —lo llamó.

Al escucharla, giré y vi un hombre atractivo en un traje negro. Era tan apuesto como Santiago. El carácter desolado y distante que exudaba era único. Miró a Maya con calma y le preguntó:

—¿Quieres ir a casa?