Te regalo toda una vida de amor Capítulo 34

Desde el retrovisor, solo pude visualizar la silueta de Cristóbal, alta y solitaria. Cerré mis ojos y declaré:

—A pesar de que tengo un cuerpo débil, no debes sentir pena por mí. —Cualquiera menos Cristóbal puede sentir pena por mí… ¡Y Nicolás tampoco puede hacerlo!

Ya era tarde para cuando llegué al Chalé Esquivel. Después de asearme, me senté sobre la cama y prendí mi teléfono para revisar las noticias sobre las celebridades. A primera vista, vi algunos artículos indicando que la cuenta oficial de la familia Esquivel compartió el video y dejó un mensaje:

«Lo hice, ¿y qué?».

Era la primera vez que respondía a una controversia con tanta fuerza. Di clic sobre el artículo y también descubrí que la familia Navarro hizo exactamente la misma publicación. Después de ellas, las cuentas oficiales de otros negocios más pequeños también hicieron lo mismo.

Cuando la familia Esquivel y la familia Navarro expresaron su postura sobre esta controversia, las otras compañías se juntaron para apoyarnos y quedar de nuestro lado bueno. Todas tenían experiencia en el área de los negocios y solo se enfocaban en las ganancias, por lo que no les importaba la verdad, solo cuánto dinero podrían generar.

Eso fue lo que tuve en mente cuando le indiqué a Gabriel que publicara el mensaje y, gracias a la familia Navarro, el proceso solo se aceleró. Dentro de poco tiempo, ya había ganado la pelea y, en los comentarios, algunos internautas ya cuestionaban la autenticidad del video.

«Todas las compañías importantes apoyan a la familia Esquivel, así que no creo que la mujer del video sea una buena persona. ¡De seguro solo estuvo actuando todo este tiempo!».

Una vez que el cuestionamiento estaba al aire, muchas más voces se unieron a él, una tras otra. María no podría sacar ningún beneficio de esto, pero lo que más me sorprendió fue que Nicolás no la ayudó. Es correcto: hasta ahora, Nicolás jamás defendió a María y, esa noche en la estación de policía, solo fue por mí.

Pensé en eso por un momento, pero no se me ocurrió alguna razón para justificar esa acción. Lo único que se me hizo razonable era que él no se hubiese olvidado de mí. Si eso era verdad, entonces Nicolás me amaba en este momento y ya había perdido la paciencia con María.

Además, antes de Nochebuena, Nicolás fue a verme para pedirme que regresáramos a ser pareja. Si María no hubiese amenazado con suicidarse, él jamás hubiera accedido a casarse con ella. No obstante, yo ahora lo odiaba por eso, ¡pues qué mal chiste! Se dejó intimidar por una amenaza vacía a pesar de que él no la amaba.

Dejé mi teléfono y me serví un vaso de agua tibia para tomarme mi medicina. En cuanto me pasé las pastillas, el teléfono sonó; era una llamada del presidente Ferreiro. Si era sincera, ya sabía para qué me llamaba siempre, así que estaba algo reacia a contestarle, pero al final lo hice, pues él siempre me trató de la mejor forma durante los tres años de mi matrimonio. A pesar de que él valoraba más a la familia Esquivel que a mí, él fue la persona que fue genuino en su trato conmigo.

—Hola, suegro —contesté la llamada.

Había dejado de nevar, aunque una capa gruesa de nieve se acumuló afuera. Como era marzo, estimé que sería la última nevada del año.

—Vi los videos en las redes —indicó el presidente Ferreiro con un tono compasivo. —También estuviste afuera ayer en la noche. ¿Amaneciste bien?

Él fue la primera persona quien me preguntó por mi salud. Me sequé las lágrimas y, con calma, le respondí:

—Estoy bien. Una pequeñez como esa no me hará ningún rasguño.

—Eres una chiquilla terca. Aunque te acepté dentro de la familia Ferreiro solo por tu negocio, sigues siendo mi nuera y odiaría que la gente te quisiera herir.

El presidente Ferreiro jamás negó que le interesaba la familia Esquivel, pero también mostró que yo, como individuo, le importaba. Ahora que lo reflexionaba, él era una persona muy buena. Si no me hubiese equivocado de gemelo, hubiera sido feliz al casarme con Cristóbal y tener a un suegro tan considerado. No obstante, era imposible cambiar el pasado.

—No hay problema. Estaré bien.

Siempre fui terca y rara vez me dejaba ver débil. El presidente Ferreiro entendía mi forma de ser, por lo que dejó de cuestionarme sobre eso. Suspiró y cambió de tema de forma abrupta.

—Nicolás fue a un psiquiatra el día de hoy.

—¿Qué? —Reaccioné preguntando.

—Yo mismo solicité la ayuda del doctor. Nicolás está inestable por ahora. ¿Cómo lo explico? Él no te recuerda, pero todos le dicen que fuiste una gran parte de su vida. Está confundido y se esfuerza por recuperar su memoria, pero no ha logrado encontrar una buena forma para hacerlo.

Al escuchar al presidente Ferreiro hablar sobre eso, supe que se enfocaría sobre Nicolás por el resto de la conversación. Le afirmé que lo escuchaba con unos sonidos y, poco después, como lo esperé, continuó su explicación.

—Nicolás es ocho años mayor que tú, así que él debería ser quien te mime. Lamento tanto que, en lugar de eso, él te haya herido tanto por años. Por favor, haz a un lado tus prejuicios sobre él y acércate a Nicolás de nuevo; conócelo otra vez. Él es un hombre fuerte y firme. Si te ama, serás feliz por siempre. Nicolás te dará toda la felicidad del mundo.

Recordé que, alguna vez, María dijo:

—Si te ama, serás la mujer más dichosa del planeta. Si te odia, entonces serás la más miserable porque el hombre a quien amas tiene un corazón de hielo.

Ahora, el presidente Ferreiro me declaró lo mismo. No obstante, ya no necesitaba ese amor. Además, Nicolás perdió todo recuerdo sobre mí; ya solo quedaban suposiciones y conjeturas a este punto. Con un tono solemne, aclaré:

—Suegro, nosotros ya estamos divorciados.

—Pero tengo la fe de que ambos… —El optimismo en su voz era obvio.

—Debería saber que me casé con el gemelo incorrecto —contesté riendo mientras le recordaba la verdad. —Al que amo es a su hijo mayor, Cristóbal.

—Pero Nicolás te acompañó por tres años —replicó con un tono firme. —Gina, la persona que te hizo sentir, ya fuese felicidad o tristeza, fue Nicolás.

No pude responder ante eso, así que la llamada terminó. Él tenía razón: antes de que supiese la verdad, solo pensaba en Nicolás. Todo ese amor, odio y deseos siempre fueron sobre él. ¿Cómo podría olvidar estos sentimientos? Era imposible y por eso mi corazón estaba en un tormento.

Además, mi débil cuerpo no era digno de amor. Pese a esto, no había forma de que dejase de buscarlo. Si pudiera, de verdad deseaba tener un romance. No importaría si fuera solo porque sintiesen pena por mí; siempre y cuando no fuera Cristóbal o Nicolás; no podría aceptar la lástima de ninguno de ellos.

Cuando recordaba a esos dos, mi cabeza me dolía tanto que pensaba que me explotaría. Dejé mi teléfono y me acosté sobre la cama, dispuesta a dormir. Para la media noche, sentí a alguien a mi lado, pero supuse que era un sueño y no le di importancia.

De repente, alguien puso sus manos sobre mi camisa. De forma extraña, esas frías manos estaban rodeadas por una calidez desconocida. De inmediato, abrí mis ojos y miré un rostro atractivo frente a mí. Me quedé impactada y exclamé:

—¿Qué haces aquí?