Te regalo toda una vida de amor Capítulo 33

Me di la vuelta y por accidente crucé miradas con los cálidos ojos de Cristóbal, aunque pude percatarme de la indiferencia en ellos. Nicolás tenía razón, ambos eran igual de distantes. Ante la pregunta, contesté con un gesto y dije:

—Solo pasé por algo rápido.

—Deberíamos cenar juntos —contestó Olivia en un murmuro, sonriendo.

—Estaba ocupada en la compañía. No fue a propósito que les rechacé la invitación —expliqué, frunciendo un poco.

No obstante, sí rechacé su invitación a propósito, pues reunirnos en este momento era algo vergonzoso para nosotros. De hecho, la hubiera aceptado de no ser por Cristóbal, ya que no sabía cómo encararlo por ahora. De repente, Olivia tomó mi brazo y comenzó a halagarme.

—Regina, eres tan hermosa. El brillo en tus ojos te hace ver como toda una bella doncella. ¿Cuántos años tienes?

Al escucharla alabarme por mi belleza, no pude evitar mirar hacia Cristóbal, quien se quedó callado a un lado de nosotros. Él me miró con gentileza y contestó:

—Olivia, la señorita Esquivel nació en 1996.

Incluso sabía mi año de nacimiento; eso hizo que mi corazón se acelerara. Por su parte, impresionada, Olivia exclamó:

—¿1996? ¡Eres más joven que yo! —Olivia hizo un puchero al verme sonreír ante su reacción y continuó con un murmuro. —Lo siento, pero fue una gran sorpresa para mí.

Lo entendía muy bien; muchas personas pensaban lo mismo que ella. Reflexioné por un momento y contesté:

—Está bien, no te culpo. Fuimos familia, así que no te preocupes mucho por eso. —No obstante, cuando vi que Cristóbal no reaccionó a la palabra «familia», escondí mi decepción y aclaré: —Soy la exesposa de Nicolás.

Olivia se apartó de golpe ante la revelación y me soltó de inmediato. Por mi parte, sonreí y anuncié:

—Tengo asuntos pendientes, así que me retiraré por ahora. En alguna otra oportunidad, los invitaré a comer.

Me di la vuelta y salí del restaurante. Alcé mi mirada y noté los copos de nieve que caían, a lo que sentí una tristeza en mi interior. Después de un rato, comencé a caminar por la nieve. No obstante, antes de que los copos pudieran tocarme, un gran paraguas negro se extendió sobre mi cabeza. Me sorprendí y me giré, solo para ver que Cristóbal se encontraba detrás de mí.

—¿Por qué estás aquí? —pregunté.

—Déjame llevarte a casa —contestó él. Su voz era profunda y tenía cierto magnetismo en ella.

—Pero vine en carro —repliqué mientras apretaba mis puños.

—Entonces te acompaño al estacionamiento —insistió Cristóbal.

No pude rechazarlo; además, el estacionamiento estaba a veinte metros de nosotros. Me quedé parada ahí mientras acumulaba el valor para poder encararlo. Parecía que él tenía una preferencia por los abrigos largos y la ropa azul oscura lo hacía lucir apuesto. Su rostro era tan delicado como el de Nicolás. Me reí un poco ante esa idea; ya que eran gemelos, lo normal era que lucieran iguales.

Pese a lo anterior, aún había una diferencia entre ellos: Cristóbal ya había dejado la fortuna y la calidez del mundo de lado. Él era un músico y era habitual que viajase por todo el globo para presentarse. Cristóbal era un hombre limpio y puro; esta pureza emanaba un aire maduro e introvertido de su persona.

Me di la vuelta y caminé hacia el estacionamiento. La nieve continuó cayendo y pude escuchar sus pisadas detrás de mí. No tardamos en llegar al estacionamiento y encontrar mi carro; entonces, él sonrió y dijo:

—Hace nueve años eras una chiquilla ordinaria.

—Sí, era una chiquilla que te amaba —repliqué con rapidez.

Mis padres acababan de fallecer en ese momento y él llenó el vacío en mi corazón que dejaron, siendo el único refugio que tenía en mi vida. Para mí, fue mi soporte espiritual en lo más profundo de mi ser.

Él se quedó callado, observándome con sus ojos pálidos, pero que parecían brillar con la fuerza de miles y miles de estrellas. Me mordí el labio y quise preguntarle qué pensaba de mí; sin embargo, entré en pánico, pues tuve miedo de que hubiese sido muy sentimental hace nueve años. Además, ahora no tenía el lujo de volverme a enamorar, ya que mi cuerpo no soportaría por mucho tiempo más.

Cerré mis ojos con fuerza y abrí la puerta del carro. De repente, él me acarició el pelo y me tomó en sus brazos. Me sorprendí y comencé a temblar. Su aliento chocaba con mi rostro. Era la primera vez que estaba así de cerca con él y Cristóbal tomó la iniciativa para abrazarme. Me pregunté si esto significaba que la parte más amarga ya había terminado. Aunque mis manos temblaban, pues quería devolverle el abrazo, al final no me atreví a hacerlo.

—Chiquilla, alguna vez te pregunté por qué me seguías.

Lo recuerdo. Él dijo que yo era muy joven y que no sabía qué era el amor. Al día siguiente, se fue de mi mundo para siempre.

—Así que, ¿sabes qué es el amor ahora?

Su voz era clara y gentil y su aroma me rodeó por completo. Con cuidado, acomodé mi barbilla sobre su hombro y miré hacia la nieve que caía del cielo. Debajo de esta fachada calmada, se encontraba mi corazón estremecido. ¿Qué era lo que Cristóbal trataba de decirme? Me mordí el labio y murmuré:

—¿A qué te refieres?

Todos sabían que mi cuerpo era frágil. Además, nuestra situación era incómoda, así que, ¿por qué me preguntaba esto ahora? Por su parte, Cristóbal continuó acariciando mi cabeza con gentileza, para después conectar su mejilla con la mía. En voz baja, susurró:

—Chiquilla, lo siento tanto. Yo fui muy…

—Cristóbal, ¿por qué estás abrazando a Regina?

La voz de Olivia interrumpió las palabras de Cristóbal, aunque él mantuvo su compostura y solo me soltó. Después de eso, agaché mi cabeza y me subí al carro. Al arrancarlo, alcancé a escuchar a Olivia preguntar:

—Cristóbal, ¿te gusta Regina? ¿Ella no es la exesposa de Nicolás? Si ella te interesa, estarías cometiendo adulterio.

—Tonterías —replicó Cristóbal en un tono suave.

—Entonces, ¿por qué la abrazaste? —cuestionó Olivia de nuevo, confundida.

—Olivia, ella es una pobre niña.

Me quedé callada ante eso; entonces, ¿ese abrazo solo fue porque Cristóbal sentía pena por mí? Pisé el acelerador y me alejé de inmediato, por lo que no alcancé a escuchar cuando aclaró:

—Yo le fallé.

—¿La amas? —Desde la distancia, escuché la pregunta de Olivia.

—No la rechacé hace nueve años.

De otra forma, ¿por qué continuaría tocando esa misma canción una y otra vez? Street Where Wind Resides era una canción que también estaba vinculada a su corazón.

—Entonces, ¿por qué me rechazaste?

—Ya no hables de eso —replicó Cristóbal con un tono gélido. Se quedó callado por un momento antes de tomar una decisión. —A partir de mañana, regresarás al Chalé Ferreiro y te quedarás con Nicolás.