Te regalo toda una vida de amor Capítulo 319

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 319

—Estoy tratando las heridas de la paciente —dijo la enfermera con frialdad al verme aparecer en la puerta—. ¿Por qué entró aquí sin permiso?

Al oírla, Flor giró la cabeza y me vio.

—Es mi cuñada; vino porque está preocupada por mí, ¡muestre algo de respeto, por favor! —demandó. Tenía un carácter tranquilo, pero podía ser firme cuando la situación lo requería.

—¿Cómo te lastimaste? —la interrogué tras dirigirle una mirada fugaz a la enfermera—. ¿Dónde está mi hermano? —Los había oído hablar sobre el divorcio esa noche, pero fingí no estar al tanto de nada—. ¿No vino contigo?

—Tu hermano aún está en el trabajo. —Desvió la mirada.

—Ah. ¿Y qué te pasó en los brazos?

—Me caí por accidente —repuso, restándole importancia. ¿Cómo podía ser que alguien se lastimara así en una simple caída accidental? Al final, decidí llamar a Camilo frente a ella, pero de inmediato entró en pánico y quiso impedírmelo—. Gina, no lo molestes, ¡está trabajando!

—Eres su esposa —insistí mientras le daba la espalda—. Debe estar a tu lado cuando te lastimas, de lo contrario, ¿cuál es el sentido de tener un esposo?

La dejé sin palabras. Después de la llamada, Camilo apareció en el hospital de inmediato y encontró a su esposa con los brazos llenos de heridas.

—¿Qué pasó? —le preguntó con una expresión seria en el rostro.

—Me caí —masculló Flor.

—¿Crees que soy estúpido? —exclamó él, lo cual la tomó por sorpresa.

—Gina está aquí —balbuceó. Yo aproveché la oportunidad para despedirme.

—Todavía tengo algunos asuntos que resolver aquí en El Solar, así que debo irme. Camilo, quédate aquí con ella. Vendré a visitarlos pronto.

—Cuídate, Gina —dijo Camilo.

—¡Adiós, Flor! —saludé con una sonrisa.

Salí del hospital a las corridas y volví a Bristonia en el avión. Ni bien aterrizamos, me llegó un mensaje de mi hermano: «Gracias por llamarme, Gina. De lo contrario, conociendo a Flor, me hubiese ocultado todo». Le respondí que no me había costado nada y le pedí que fuera más amable con ella, que no la hiciera sufrir y que no permitiera que las personas que lo rodeaban a él le hicieran daño. «Lo tendré en cuenta», me respondió.

Fui hasta la empresa y, una vez resueltos los asuntos pendientes, me dirigí al chalé Esquivel para hacerle compañía a mi niña y, dado que Santiago no volvería hasta después de unos días, decidí quedarme allí. ¡Incluso le pedí a mi madre que me preparara una habitación!

—¿Y qué hay de tu antiguo dormitorio? —me preguntó confundida al escuchar mi pedido.

—Me gustaría dormir en otro lado, para variar —repuse con el ceño fruncido. Sin hacer más preguntas, me dijo que durmiera en el segundo piso, pero era el mismo donde estaba ubicada mi antigua habitación, ¡hasta se veía el mismo paisaje desde los ventanales! Esa noche dormí con Rita en mis brazos y tomé algunas fotografías de las dos juntas que luego le envié a Santiago. «Hermosa», respondió al instante. A propósito, le pregunté: «¿Cuál de las dos?» y él respondió: «Mi bebé, por supuesto». Enseguida insistí: «Las dos somos “tu bebé”». «Me refiero a mi bebé, Rita», escribió. «¿Hablas de Leo?», insistí, provocándolo, ya que Leo también se llamaba Rita. Al final, solo me envió unos puntos suspensivos. ¡Al parecer, había agotado su paciencia! Después de intercambiar esos mensajes, dejé el teléfono y me dormí con mi hija. A la mañana siguiente me desperté con los rayos del amanecer. Al ver que la bebé aún dormía, la llevé con la niñera y le comenté—: Anoche ni siquiera lloró.

—Desde que el amo se fue, ha estado muy tranquila —observó la mujer con una sonrisa—. Quizás lo extraña.

Después de charlar brevemente con la niñera, bajé a la sala de estar y encontré a mi padre sentado en el sofá leyendo el periódico.

—¿Dónde está mamá? —le pregunté al tiempo que le ponía los brazos alrededor del cuello.

—Está caminando por el parque con Sammy —respondió. Cuando estaba por irme a buscarlas, mi padre me detuvo—. Tú y Santiago ya tienen hijos, ¿cuándo se van a casar de una vez por todas? —indagó. Me quedé tiesa.

—Acabamos de comprometernos.

—No te presionaría si no tuvieran hijos, pero ya que son padres de dos criaturas, no les haría daño casarse pronto. ¡Eso les daría a sus hijos una sensación de estabilidad! Además, cuando Santiago estuvo aquí, me trató de «señor». ¿Cómo puede ser que se refiera así al abuelo de sus hijos? —Siguió machacando sin parar. Al parecer, había estado esperando el momento indicado para poder hablar conmigo del tema. Con una sonrisa, expliqué:

—Quizás quería decirte «suegro», pero como es una persona muy estructurada, es probable que pensara que no era apropiado porque no estamos casados. Por eso te llamó «señor». ¡No te lo tomes personal, papá!

—Solo me preocupa su situación, me siento inquieto a pesar de que estén comprometidos. Hasta no verlos casados, no me quedaré tranquilo; solo entonces podré decir que le entregué a mi hija. ¡Quiero celebrar una boda! —exclamó en tono melancólico.

Santiago tenía cosas que resolver en ese momento y no podía dejar todo por la mitad solo para conseguir un certificado de matrimonio, pero yo estaba tranquila y confiaba en que no me dejaría plantada. Era cuestión de tiempo. Al fin y al cabo, tenía el recuerdo vivo de las palabras que me había dicho la noche anterior a su partida, ¡y siempre confiaba en él!

—Nos casaremos. ¡Y te invitaré a nuestra boda! No seas paranoico, papá. Ahora iré a buscar a mamá —le respondí sin darle demasiada importancia al asunto, y luego salí de la casa. En la huida estuve a punto de chocarme con mi madre, que me preguntó enseguida qué me había pasado. No me atreví a contarle lo que acababa de conversar con mi padre, de lo contrario, ella también hubiera comenzado a presionarme—. No pasó nada, solo quería ver a Sammy.

Sammy ya tenía un año y medio y ya caminaba y comía alimentos sólidos. Además, tenía una memoria excepcional. Aprendía muy rápido todo lo que mi madre le enseñaba. Comencé a jugar con ella y le tomé algunas fotografías para enviarle a Fernanda, que luego me pidió que grabara un video. «¡Ya creció de nuevo!», escribió al recibirlo. «Sammy no es selectiva con la comida», respondí. «Yo le creé ese buen hábito», se jactó. Mientras estaba intercambiando mensajes con ella, recibí una llamada de un número internacional. Al reconocer el número, me dio dolor de cabeza de inmediato. ¡Debía ser que me llamaban para preguntarme por Maya! No quería contestar, pero luego recordé que él tenía sus propios problemas.

—¿En qué puedo ayudarte?

—¿Dónde está Maya? —preguntó Raúl sin rodeos. ¿Cómo podía saberlo? Maya no me reportaba su paradero todo el tiempo.

—¿Por qué quieres saber? —inquirí.

—Se fue de Bristonia antes de ayer y luego no pude volver a localizarla. Es imposible que esté haciendo todo esto sola, ¡alguien debe estar ayudándola, y no se me ocurre otra persona más que tú!

Estaba errado: la única persona capaz de hacerlo era su nuevo esposo, el misterioso señor Lebrón. Quería mantenerlo en secreto, pero también me resultaba placentero molestar a Raúl.

—No lo sé. Quizás haya alguna persona allí fuera que tenga tanto poder que pueda evitar que la rastrees. Al fin y al cabo, este es un mundo grande y lleno de cosas extrañas. Siempre aparecen fuerzas poderosas que no conocíamos. ¿Quién sabe? ¡Tal vez ella sea la hija de una familia importante!

—¿Estás jugando conmigo? —me preguntó con voz grave. La verdad era que sí, estaba jugando.

—Quizás sea alguien que está enamorado de ella —continué con una sonrisa—. Una persona extremadamente poderosa que está enamorada de ella en secreto. No tengo cómo saberlo. Pero, Raúl, ¡creo que deberías enfocarte en arreglar las cosas con Ana!

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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