Te regalo toda una vida de amor Capítulo 30

Luego de pensarlo por un momento, volví a tomar mi teléfono y la reporté a la policía. Cuando llegaron, María estaba sorprendida porque no pensó que fuera a hacer eso. Por fortuna, dos policías la arrestaron. Después de haberme deshecho de ella, tomé un medicamento y me dormí. A medianoche, recibí una llamada de la policía para citarme en la estación de policía. Me llamaron por el caso de María. Yo me encontraba acostada en la cama, inquieta mientras sostenía mi teléfono. Mi cabeza daba vueltas, probablemente porque estaba empapada de lluvia.

Cuando llegué a la estación en mi Porsche, vi a Nicolás. Vestía un traje negro y se encontraba en la entrada fumando un cigarrillo. Al verme, frunció el ceño por instinto y dijo en un tono frío:

—Regina, ¿María te provocó?

—¿Por qué? ¿La estás defendiendo?

Era una pregunta sin sentido. No importaba los problemas que María causara, Nicolás siempre los resolvía por ella. La noche era fría después de la lluvia, así que no quería hablar de tonterías con él. Tomé mi abrigo con fuerza y caminé a un lado de Nicolás, pero él me siguió. Cuando entré, María se emocionó al ver a Nicolás detrás de mí y enseguida comenzó su acto lamentable.

—No era mi intención ofenderla, Nicolás. Solo quería hablar con ella, pero llamó a la policía para que me arrestaran. ¡Incluso me empujó al piso! Mira, ¡tengo heridas por todo mi cuerpo! Todo esto es su culpa.

De no ser porque María extendió su brazo, no habría podido ver las marcas de uñas en su piel blanca. Suspiré en silencio al ver su herida.

«De verdad está dispuesta a lastimarse a sí misma por esto»

Nicolás, quien estaba detrás de mí, no respondió a las palabras de María. Yo no tenía interés en presenciar su acto, así que me giré y encontré al hombre mirándome.

—¿Qué me ves? —pregunté con el ceño fruncido.

Nicolás no respondió, pero su expresión era helada. Después, el policía a mi lado explicó:

—María estuvo mal al entrar en propiedad privada, pero ella la acusó de golpearla.

«¿Para esto me citaron? ¡Ni siquiera la toqué! Se cayó al piso ella sola»

—¿Hay algo más? —pregunté mientras inclinaba mi cabeza. El policía asintió con reluctancia y dijo:

—Ella… dijo que usted se divorció de su hombre, pero que sigue molestándolo.

Al escuchar eso, miré a Nicolás con una sonrisa y pregunté:

—¿Te molesto?

Nunca molesté a Nicolás. Incluso cuando estaba vendiendo el Corporativo Esquivel y mi firma en los papeles del divorcio para tener una relación con él, no lo molesté. Hasta fui generosa y lo dejé ir. Después del divorcio, nunca volví a tomar la iniciativa para verlo.

Nicolás apretó sus labios y quería decir algo, pero al final no dijo nada. Estaba más callado que antes y hablaba muy poco. Volví a girar mi cabeza y le pregunté al policía:

—¿Eso es ilegal?

El policía se quedó pasmado al escuchar mi pregunta y respondió:

—Es ilegal golpear a alguien.

De pronto, me acerqué a María. La lluvia le había quitado su maquillaje, dejando expuesto su rostro pálido y su cabello desordenado. En ese momento, tenía lágrimas en su cara y me miró con miedo. Yo sonreí y pregunté:

—¿De verdad te pegué?

María miró a Nicolás con expectativa antes de morderse el labio y quedarse en silencio. Se estaba esforzando demasiado por actuar lamentable. Si yo fuera un hombre, sentiría toda la pena del mundo por ella. Lástima que era una mujer; una que ella ofendió.

Extendí mi mano de forma abrupta y le di una fuerte bofetada en el rostro. Ella se cubrió con asombro y dijo:

—¡¿Estás loca?!

Además de María, los policías a mi lado tampoco se esperaban que hiciera eso, así que se acercaron a detenerme. Me tomaron por los brazos y me alejaron de María.

—Ya que dices que te pegué, le hice honor a tu acusación. De lo contrario, ¿cómo podría enfrentar la injusticia?

—Ya que dices que te pegué, le hice honor a tu acusación. De lo contrario, ¿cómo podría enfrentar la injusticia?

—¡Eres una lunática, Regina!

—¡Está infringiendo la ley a propósito! —dijo el policía, intentando tranquilizar mi ira.

«¿Y qué si estoy infringiendo la ley apropósito?»

De pronto, me comenzó a doler la cabeza. Un par de brazos me apartaron del agarre de los policías y sonó la voz de Nicolás con un tono suave:

—Yo me encargaré de este asunto. Les daré una explicación después.

Levanté mi cabeza y vi a Nicolás por encima de mí. El hombre frío y distante. Sostuve su brazo mientras él notaba mi anomalía y preguntó con una voz profunda:

—¿Estás bien, Regina?

Sacudí mi cabeza de forma débil y él me cargó en sus brazos de repente antes de salir de la estación de policía. Bajó las escaleras y entró a su auto. Ahí, tocó mi rostro con su palma para asegurarme:

—Resiste. Te llevaré al hospital ahora.

—Llévame a casa —dije mientras sacudía la cabeza.

Nicolás estaba reacio. Era obvio en su rostro atractivo que no estaba de acuerdo. Tiré de su manga y expliqué:

—Mi medicamento está en casa.

Quizás me sentía mal debido a la lluvia de la noche y pensé que estaría bien después de ir a casa para tomar un par de pastillas y descansar. Al escucharme, Nicolás por fin sintió alivio y cedió. Encendió el auto y se alejó del lugar. Me recargué en el asiento copiloto y mi vista estaba borrosa mientras miraba por la ventana del auto.

—Regina —dijo Nicolás después de que pasara un periodo de tiempo desconocido.

—Aquí estoy —respondí.

Estaba cansada mentalmente, así que cerré mis ojos poco a poco. Escuché una voz vaga y triste cuando Nicolás me preguntó con nerviosismo:

—¿De verdad lo quieres, Regina?

—¿A quién? —murmuré.

—A Cristóbal —respondió.