Te regalo toda una vida de amor Capítulo 31

Cristóbal… ¿El Cristóbal que conocí hace nueve años?

Lo pensé por un largo rato, lo suficiente para que pensar que me había quedado muda. Después, respondí:

—Sí.

Era un sí y un no. Maya tenía razón; fue Nicolás quien estuvo conmigo durante los tres años de nuestro Matrimonio. Fue Nicolás quien se enredó en mi destino por tres años. El Cristóbal de hace nueve años era solo una sombra que seguía en secreto, un rastro de mis días de juventud. Pero me sentía frustrada. Me dolía pensar en ello. Puse mi mano sobre mi pecho y grité:

—¡Sí, lo amo! Él fue mi única luz cuando era joven.

Esa luz era el hermano de mi exesposo. Me sentía tan triste que no podía dejar de llorar.

—Yo estaba llena de alegría y guardé mi amor por él. No importaba como me tratara, tan solo recordar la calidez que me brindó era suficiente para consolarme. Pero descubrí que había seguido al gemelo equivocado desde el principio. ¿No es eso ridículo?

Quizás era por mi enfermedad, pero, por un momento, olvidé a las personas a mi alrededor y por fin respondí la pregunta que Nicolás me había hecho varias veces ese día. Hubo un largo silencio en el auto y creí escuchar un leve sollozo. Yo estaba exhausta y no pude evitar quedarme dormida.

Ya había amanecido cuando desperté. Mis párpados estaban pesados, así que abrí mis ojos poco a poco y los froté con una mano. Me tomó mucho tiempo darme cuenta de que no estaba en mi habitación. Me quité la colcha de encima y me di cuenta de que tampoco tenía mi ropa puesta, así que salí de la cama de inmediato para buscar mi ropa y ponérmela. En ese momento, un hombre abrió la puerta desde afuera. Era Nicolás, quien tenía un vaso de agua y pastillas en sus manos.

—¿Por qué estoy aquí? —pregunté con el ceño fruncido.

—Te quedaste dormida en mi auto anoche —dijo en un tono tranquilo.

—¿No te dije que me llevaras a casa?

—No tengo la llave de tu casa —dijo con una ceja alzada.

Al escuchar eso, me di cuenta de que mi llave estaba en mi auto. Me senté en la cama y me desordené el cabello. Nicolás me entregó el vaso de agua con el medicamento y explicó:

—Te llevé con tu doctor. Él recetó medicamento para ti. Te ayudará a aliviar tu condición.

Tenía un doctor en Bristonia y no me esperaba que él lo encontrara. Tomé el agua y medicamento de sus manos y después le pregunté:

—¿Sabes lo de mi enfermedad?

Alcé mi cabeza y tomé un sorbo de agua antes de poner el medicamento en mi boca. Después de tomar la pastilla, Nicolás habló en un tono suave:

—Sí. Aunque olvidé lo que sucedió entre nosotros, mi padre me lo explicó antes.

Nicolás lo había olvidado, pero su padre se lo recordó.

—Entonces, ¿sabes quién lo provocó?

La expresión de Nicolás se volvió sombría, como si mi pregunta lo hubiera provocado. Sonreí en respuesta y dije:

—Entonces lo sabes.

Los ojos de Nicolás eran oscuros como la tinta. Me levanté para marcharme, pero él me tomó de la muñeca de repente y me puso entre sus brazos. Era simplemente inexplicable. Comencé a forcejear al instante y dije:

—¡Suéltame ahora mismo!

De pronto, puso sus labios delgados y fríos sobre los míos. No podía creerlo y observé a Nicolás con asombro. Puso su gran palma alrededor de mi espalda mientras la acariciaba de forma suave. Desde mi ángulo, podía ver sus ojos cerrados. Sus pestañas gruesas y largas temblaban, como si le temiera a algo. Me preguntaba a qué. Él tenía amnesia, así que, yo no tendría miedo si fuera él. Lógicamente, a él solo debería importarle María, pero él la ignoró y a mí llevó a su departamento.

Mordí sus labios con fuerza y solo así me soltó. Pero, después, lamió mis labios con la punta de su lengua de forma voraz. Me quedé pasmada. Nicolás estaba jadeando ligeramente mientras explicaba:

—Mi padre dijo que te hice muchas cosas malas, así que quiero compensarlo.

Le mostré una media sonrisa y respondí:

—¿Cómo vas a hacer eso? Si pudieras, deberías regresarme a hace tres años para no casarme contigo. ¡Así no tendría cáncer endometrial!

Los ojos de Nicolás se congelaron mientras fijaba su mirada en mí. Después, se agachó ligeramente y presionó su frente contra la mía.

«Parece un perro leal. ¿Acaso está tratando de complacerme?»

Empujé su mano y volví a sentarme en la cama. Mi teléfono sonó en ese momento. Era un mensaje en WhatsApp de Camilo que decía:

«¿Necesitas ayuda?»

Quizás se enteró de que fui a la situación de policía.

«No» respondí enseguida.

Yo tenía la habilidad de lidiar con María. De pronto, vi mi reflejo en la pantalla de mi teléfono y me di cuenta de que no tenía maquillaje. Solo podía ver un rostro pálido y delicado frente a mí. Levanté la mirada con terror y pregunté a Nicolás:

—¿Me quitaste el maquillaje?

Nicolás se acercó y se sentó a un lado mío. Luego, tomó mi mano y sujetó mis dedos con fuerza antes de murmurar con una voz profunda:

—Sí. No quería que te sintieras incómoda durmiendo con el maquillaje puesto.

Sin embargo, sus acciones me desagradaron. Quité mi mano de su agarre y advertí:

—¡Odio que toquen mi maquillaje! ¡En especial tú, porque fuiste tú quien dejó esta cicatriz en mi rostro!

Nicolás se quedó en silencio por un largo rato al escuchar eso y al final suspiró para decir:

—Lamento lo que hice en el pasado.

Me sentí furiosa de que no sintiera compasión. Me levanté y dije:

—¿Ahora estás fingiendo ser un perro leal? Nicolás, no olvides que fuiste tú quien causó todo esto. ¡Me provocaste un maldito cáncer! ¿Crees que te voy a perdonar con una simple disculpa? Pues eso es imposible. ¿Dices que quieres casarte conmigo de nuevo? Dime, ¿cuánto más puedo vivir? ¿Crees que tengo tiempo para perder contigo?

No lo culpé antes de Noche Buena porque estaba muriendo. De igual manera, él no me amaba. Pero, claro, casi muero y no lo pude culpar. Al final, no pude soportar odiarlo porque pensé que él era el hombre que había amado por nueve años. Pero me enteré de que no era él, así que ya no tenía que perdonarlo. ¡No había necesidad de perdonarlo!

Me estaba sintiendo furiosa. Para ese punto, Nicolás sabía que no estaba de humor para conversar, así que solo se levantó y salió de la habitación. Luego de eso, me fui de su casa enseguida. Primero, me dirigí a la estación de policía para recuperar mi auto, pero vi a Olivia en la entrada y también se sorprendió al verme.

—¿Qué haces aquí, Regina?

Aunque era primavera en marzo, Olivia llevaba ropa ligera. Vestía un vestido delgado de manga larga, el cual era diferente a mi ropa cálida. Contuve mi irritación y dije:

—Alguien entró a mi casa anoche y la reporté a la policía, pero me citaron para interrogarme.

—¿Estás molesta, Regina?

Para mi sorpresa, Olivia había descubierto mi mal humor. Me sentía irritada por Nicolás, así que sacudí mi cabeza y respondí:

—No es nada.

Olivia sonrió y respondió:

—De acuerdo. Tengo a dos amigos allá adentro. Voy a ir a sacarlo. Hay que intercambiar números, Regina. Te invitaré a comer cuando termine.

Al escuchar eso, pregunté con curiosidad:

—¿Qué fue lo que hiciste ayer?

—Anoche corriendo con mis amigos en la montaña, pero no me esperaba que la policía nos descubriera ahí.

—Llovió mucho anoche.

Olivia sonrió con indiferencia y dijo:

—No pasa nada.

—Bien. Ya puedes irte.

Olivia sacó su teléfono y dijo:

—Dame tu número de WhatsApp, Regina.

Luego de darle mi número, regresé al Corporativo Esquivel, en donde las personas que trabajaban ahí seguían siendo mis empleados fieles. Para ellos, yo era la cabeza de la familia. Nicolás solo fue mi sucesor después de mi supuesta muerte. Cuando seguía viva, mis palabras tenían más autoridad que las de él. Dejé que Gabriel se encargara de los problemas en la estación de policía por mí. Después, le pregunté:

—¿La represión de la familia Navarro se detendrá si vuelvo a tener control de la familia de nuevo?

—Sí, presidenta Esquivel.

Si necesitaba recuperar el control de la familia Esquivel, debía anular el contrato de la transferencia de acciones, así que llamé a mi abogado enseguida. Sus palabras me sorprendieron.

—El señor Ferreiro siempre ha rechazado el contrato de la transferencia y dijo que debía guardarlo para que usted lo reclamara en persona.

—¿Desde cuándo? —pregunté con asombro.