Te regalo toda una vida de amor Capítulo 297

—Sí, ayer apareció de la nada en la tienda, diciendo que lo había arreglado contigo. Cuando yo llegué, me encontré con que ya casi había terminado con las renovaciones.

Al verme, Eva se acercó corriendo con una sonrisa alegre.

—¿Le gusta la decoración, jefa?

Había elegido un estilo retro elegante, pero lo que me llamaba la atención era que lo hubiera hecho en un solo día. «Ninguna chica puede hacer esta maravilla sola. Siento curiosidad por ella», pensé. Más allá de la curiosidad, no creía que tuviera malas intenciones, así que no me molesté en preguntarle de dónde había salido y fingí que no me importaba. En cambio, ladeé la cabeza y me dirigí a Maya.

—¿A ti te gusta?

—Mucho —respondió en voz baja. Todavía usaba la máscara negra sobre el rostro, por lo que no podía ver su expresión.

—¿Cuánto has gastado? —le repregunté a Eva. Sin importar cuánto hubiera gastado, iba a devolverle cada centavo.

—Entre cinco y seis mil, creo. No llevé la cuenta al detalle. Le enviaré los recibos cuando lleguen. —Luego le preguntó a Maya—: Señorita Silva, ¿cuándo abriremos? ¿Cómo encontraremos a los gatos?

—Ya dimos en adopción a todos los gatos que crié, así que tendremos que comprar nuevos. Luego me acompañarás a la tienda de mascotas a elegir algunos gatitos de cinco o seis meses y algunos adultos. Abriremos una vez que ellos se acostumbren al lugar. Pero no podremos manejar este barco solo nosotras dos, tendré que contratar más meseros.

—Como usted diga, señorita Silva —asintió la chica.

—Puedes llamarme Maya.

—De acuerdo, Maya.

Noté que parecía agradarle mucho mi amiga. Al principio, se había negado a vender la tienda, hasta que supo que ella era la compradora. Fue como si ya la conociera, aunque Maya no parecía recordarla.

—¿Necesitan mi ayuda? —les pregunté.

—Puedo encargarme de lo que falta. No hace falta que hagas nada, te avisaré si surge algún problema —respondió Maya.

—¿Puedes darme tu número telefónico? —le pedí a Eva.

—No tengo teléfono —negó la chica.

—¿No tienes? —pregunté desconcertada.

—Siempre he llevado una vida bastante saludable. No uso dispositivos electrónicos. Bristonia es una ciudad grande donde vive toda clase de personas. Si quiero saber algo, se lo pregunto a los clientes —explicó.

«Sí que es extraña. Podría decirse que es un diamante en bruto», reflexioné.

—Está bien. Entonces volveré a casa a ver a mis hijos.

—Ah, todavía no les llevé ningún obsequio —se regañó a sí misma porque ya le había hablado de mis hijos hacía varios días.

—No te preocupes —la tranquilicé—. Puedes tomarte tu tiempo.

Finalmente, volví a la residencia Esquivel, donde encontré a los niños jugando con Samanta.

—La casa se ha vuelto muy animada de un momento a otro —celebró mi madre al verme llegar—. Me siento bendecida de tener tantos nietos.

—¿Dónde está Leonardo? —le pregunté mientras abrazaba su brazo.

—Ya volvió a El Solar. Dijo que vendría a visitar a Samanta en unos días. La pobre niña ha estado llorando porque no está acostumbrada a estar lejos de su madre. Por suerte, se calmó después de un rato. Parece que le agradan mucho sus primos.

Era evidente que yo aún no era cercana a Rita y Pedro, pero era normal, pues no habíamos tenido tiempo de cultivar nuestra relación. Me hizo sentir mal que Rita no me dejara abrazarla, así que abracé a su hermano, lo que le le provocó celos y, entonces, ella también quiso un abrazo.

—Qué autoritaria —comenté y dejé a Pedro con mi madre para regañar a la niña—. Rita, no puedes maltratar a tu hermano, ¿de acuerdo? —Como era muy pequeña para entenderme, suspiré y le dije a mi madre—: En el futuro, será muy abusiva con Pedro si no la educamos bien.

—Pedro es muy obediente —coincidió ella.

—Sí. Se parece a Santiago. —«Me gusta que se parezca a su padre. A pesar de ser un hombre muy frío, nunca le faltaron admiradoras. Pero una vez que se fija en alguien, esa será su única compañera. La única mujer en la vida de Santiago. Mientras que en la mía también estuvo Nicolás, a quien le di todo mi amor antes que a él. Comparados con Santiago, todos somos payasos», reflexioné.

Más tarde, mientras jugaba con los niños, recibí una llamada de Emilia, que me dijo que Lucas se había emborrachado en un bar y había golpeado a alguien. Fui al lugar enseguida: Lucas tenía el rostro muy magullado; entretanto, Emilia bebía jugo como si no tuviera nada que ver con ella.

—¿Qué pasó, Luc? —le pregunté por lo bajo.

—Conocí a un idiota, que dijo que David era una marioneta. No pude contenerme y lo golpeé. Puede que yo esté golpeado, pero él no acabó mucho mejor. Creo que se echará a llorar cuando llegue a su casa.

El relato me recordó que David había sido obligado a casarse. «Realmente fue una marioneta», me dije.

—Luc, ¿te parece bien meterte en peleas de bar a tu edad? —lo regañé mientras le desinfectaba las heridas con el alcohol del vaso.

—Auch, duele —protestó.

—Aguántate —bufó Emilia.

—¿Qué dices, mocosa? ¿Te crees importante ahora que estás casada y tienes dinero? Ten cuidado, podría apuntar mi odio hacia ti. —Lucas estaba siendo muy infantil.

—Has lo que quieras —replicó ella sin temor—. Tú hiciste enfadar a Alejo primero al decirle que cada vez se parecía más a una mujer. ¿A quién más iba a golpear? No iba a molestarme en detenerte. Además, para que lo sepas, ¡no toqué el dinero de Cristóbal!

—¿Quién es Alejo? —le pregunté a Emilia.

—Alejo Mendoza es amigo de Tanya y de Amparo. Cómo es enemigo de Santiago y de David, no suele saludarnos, diría que incluso nos odia.

—¿Y quién es Amparo? —continué.

—Es la líder de la familia Quevedo.

«Ah, es la chica que le gusta a David. Así que es de la familia Quevedo», pensé.

—¿Y es cercana a Tanya? —inquirí.

—Son mejores amigas desde la infancia.

Como balbuceé en lugar de responder, Lucas me advirtió que fuera más gentil, pero yo seguí interrogando a Emilia porque sentía mucha curiosidad.

—¿Te quedarás en Bristonia de forma permanente?

—Todavía no estoy segura —respondió con expresión seria después de otro sorbo de jugo—. Ya que Cristóbal está aquí, me quedaré por el momento. Mis padres todavía no saben del matrimonio. No me preocupa mi padre, pero tengo miedo de que mi madre enloquezca cuando se entere de que lo hice a espaldas de ellos. A fin de cuentas, él es catorce años mayor que yo y mi madre siempre se ha preocupado por la diferencia de edad, por eso le tengo más miedo a su reacción.

Sin dudas, no había sido apropiado que lo hiciera en secreto.

—Según las leyes de Irlanda, no podrán divorciarse en cien años. Ahora que la relación está sellada, aunque tu madre se oponga, no hay nada que hacer. Puedes preguntarle a Cristóbal qué piensa al respecto —sugerí, pues sabía que al hombre se le ocurriría qué hacer.

—Emilia, ¿te acostaste con él? —intervino Lucas al escucharme decir que la situación era irreversible.

La pregunta hizo que Emilia le escupiera todo el jugo que tenía en la boca por la sorpresa.

—Miren, ¡el soltero eterno está bañado de jugo! —se burló alguien de repente.

Al girar en dirección a la voz, vi a un hombre muy atractivo; aunque no tanto como Dante y Roberto. Bueno, en realidad, no podía decir que fuera menos apuesto, solo que Dante resultaba muy seductor, y Roberto tenía un aspecto juvenil muy atractivo, por eso tenía comparación con ellos.

Lucas se enfadó cuando escuchó la burla y de inmediato quiso golpear al hombre, pero lo detuve enseguida.

—¿Eres un hombre sin control que golpea a las personas en cualquier momento? De seguro se burló porque está celoso.