Te regalo toda una vida de amor Capítulo 296

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 296
Bien entrada la noche, llegamos a Bristonia. Aunque en ese horario se suponía que los niños debían estar durmiendo, quise llevarlos al chalé Esquivel porque los echaba de menos. Al entrar, noté que mis padres descansaban, pero había alguien que no. Me encontré con un visitante inusual en la sala de estar. Era Leonardo. En sus brazos estaba Samanta, la cual lloraba buscando a su mamá.

—¿Por qué está Sammy aquí? ¿De veras te entregó a la niña? —consulté conmocionada mientras corría a abrazar a la pequeña.

—Todavía no me perdona. En un ataque de ira, le recordé que la niña tiene mis genes. En cuanto me escuchó, puso a Sammy enfrente mío y se marchó. Ahora no la puedo localizar sin importar cuanto lo intente. No sé cómo cuidar de un bebé, así que me pareció que lo único que podía hacer era traerla aquí de vuelta por el momento —me informó con los ojos inyectados en sangre.

«Fernanda arriesgó su vida para dar a luz a Samanta. No renunciará a su tenencia a menos que le pasó algo grave», deduje. Resolví llamarla al día siguiente e interrogarla sobre lo que pasó.

La niña me reconoció dado que la había llevado al hospital todos los días a lo largo de seis meses. Mostraba su respeto en la forma en que me hablaba; era muy obediente y pedía que la apretara fuerte cuando la abrazaba. Después de apretujarla por un buen tiempo, la coloqué en el regazo de Santiago, el cual me estaba observando en silencio, y eso lo dejó petrificado. Pasados unos minutos, la rodeó con sus brazos. Como la niña no le tenía miedo, comenzó a colgarse de su cuello y a balancearse, aún así, Santiago logró ocuparse de ella.

—¿Cuáles son tus planes? —le dije con agrado a Leonardo.

—Iré a El Solar e intentaré dar con ella.

Me daba la impresión de que había tenido mucha paciencia al lidiar con el incidente. No era ni más ni menos de lo que estaba obligado a hacer, ya que había sido él causante del malestar de Fernanda en primer lugar.

«Espero que el cuerpo de Camila no rechace el riñón», medité para mí misma. Luego alcé a la bebé del regazo de mi novio y se la devolví a su padre, el cual pasó a darle consuelo.

—Mi chiquita, mamá va a volver en unos días para recogerte, así que tendrás que dormir con papi hoy, ¿está bien?

Al escucharlo, Samanta lloró hasta desgañitarse.

—No, ¡mamá! ¡quiero mamá! No papá.

Leonardo no sabía cómo calmarla. Con intenciones de distanciarme del escándalo en la sala, conduje a Santiago al piso de arriba. Vi que los niños retozaban tranquilos ni bien abrí la puerta y me incliné para besar a cada uno en la mejilla, pero me inquietó que Santiago se quedara parado detras de mí.

—¿No vas a darles un beso? —le pregunté sin entender.

—A la única que beso es a ti —declaró imperturbable.

Su respuesta me tomó desprevenida. No podía creer que dijera eso de la carne de su carne.

—Entonces, volvamos a casa —refunfuñé decepcionada.

—¿Dónde está tu cuarto? —me increpó con gesto desaprobatorio.

—¿Quieres pasar la noche aquí? —No acostumbraba quedarme a dormir porque en esa habitación estaba la cama que había compartido con Nicolás.

—Mejor descansemos aquí. —Santiago asintió.

No perdí tiempo e inventé una excusa.

—No traje maquillaje ni mis cremas hidratantes. Además, me sentiré más cómoda si volvemos a mi casa.

Santiago era incapaz de reprenderme. Al final, no pudo hacer otra cosa que llevarme a casa. Durante el viaje, se lo veía pensativo, lo que me dio a entender que sabía la razón de mi rechazo.

Una vez que llegamos, quiso tomar un baño e ubicó el teléfono sobre la cama antes de ir a ducharse. Sentada en el borde, vi que un mensaje emergía en la pantalla. Era de Tanya. «Santi, puedo darme el lujo de perder esta vez». «¿Qué quiere decir con esto?», quise saber y arrugué la frente. Poco después, él emergió del baño.

—¿No quieres bañarte? —dijo con delicadeza al ver que todavía estaba en la misma posición.

«Uhm… su tono no es de enojo», pensé.

—Sip —asentí con un gesto.

—Ten cuidado con la herida en tu barriga.

—De acuerdo. Iré ahora.

No podía mirarlo a la cara y, por eso, entré de sopetón al baño. Cuando salí, me encontré a Santiago leyendo un libro, como siempre. Me trepé a la cama y me arropé en sus brazos.

—¿Qué te parece si dejamos que los niños se queden un día acá con nosotros antes de llevarlos a la residencia mañana? ¿Qué piensas?

—Me parece bien, como a ti te parezca.

—¿Vas a estar en casa mañana?

Santiago enfocó su mirada sobre mí en lugar del libro. Habló después de una pausa.

—Tengo que ir a Eldamia.

Como era una persona ocupada, siempre viajaba de una ciudad a otra. Solté una bocanada en señal de decepción.

—¿De qué hablaron tú y Nicolás en la fiesta? —me increpó obviando preámbulos.

Sus palabras me resultaron chocantes, dado que nunca me había hecho una pregunta semejante. «¿Siente celos de Nicolás?».

—No mucho. Me contó un poco de Olivia antes de que tú llegaras —me apresuré a explicarle—. Santi, ¿estás celoso? —Mi pregunta directa provocó que me ignorase, así que insistí de forma deliberada—. ¿Te da celos?

Esta vez, soltó el libro y se dio la vuelta para dormir dándome la espalda. Enterré mi cara en sus hombros, tan anchos eran, y luego me disculpé con cariño.

—Me gustó que te pusieras celoso. Lo siento. No quería quedarme en la otra casa porque conviví con Nicolás por un tiempo ahí y me preocupó que no te agradara enterarte. Además, Luc me dijo que tienes germofobia, así que pensé que iba a disgustarte dormir ahí.

—Está bien, no te preocupes.

—No estás enojado conmigo, ¿o sí? —Su tono de voz era tranquilo.

—Jamás me molesto.

«Otra vez trata de desestimar mis sospechas», comprendí.

—¿Estás preparada para afrontar las consecuencias de refregarte contra mí? —me advirtió mientras yo frotaba las mejillas contra su cuerpo y él se quedaba inmóvil.

Sus palabras me obligaron a quedarme quieta de sopetón. Poco después, caí dormida en su abrazo. Me desperté para ir al baño en el medio de la noche más tarde y no esperó que acabara de trepar a la cama para estrecharme entre sus brazos. Somnolienta, lo dejé que me apretara y él se dispuso a quitarme la ropa. Perdí noción de lo que pasó después. Dado mi extremo cansancio, lo dejé que hiciera lo que quisiera conmigo. A la mañana siguiente cuando abrí los ojos, vi que se había marchado.

En un principio, había pensado pasar a buscar a los niños, pero mis planes se estropearon cuando recibí un mensaje de texto de Maya. «Gina, una chica que dice llamarse Eva se presentó diciendo que la contrataste. Luego, pasó a hacerse cargo de las reformas en la sala de té. Apenas en un día, pudo… Cuando volví de la tienda, vi que la decoración que había elegido era muy costosa. ¿Quién es esta persona?». Sin más, corrí al salón de té para encontrarme con Eva, la cual vestía unos pantalones sostenidos por tirantes y una remera blanca. Daba la impresión de ser una alumna de escuela primaria. Al sonreír, sus colmillos quedaron expuestos, haciéndola lucir muy adorable. Viéndola frente a mí, noté que se comportaba de forma bastante diferente a la dueña del restaurante a la que había conocido, que parecía despreocupada y poco resolutiva. En ese preciso instante, se encontraba indicando a los trabajadores el lugar donde debían ubicar los candelabros, que exudaban mucho lujo. Además, cualquier persona podía darse cuenta con solo echar un vistazo que los cuadros colgados en las paredes costaban millones. Viendo semejante escena, interrogué a Maya.

—¿Quién compró todo esto? ¿Fue ella?

Santiago se encontró con Raúl media hora más tarde. Hacía demasiado frío en Irlanda en abril, y el hombre estaba sentado encorvado en una banca en el centro de la ciudad, por lo que parecía un vagabundo abandonado.

—¿Qué quieres? —preguntó Santiago al sentarse junto a él.

Siempre habían sido rivales que peleaban por dominar el territorio europeo, pero como eran hombres similares, podían entenderse uno al otro. Por lo tanto, así estuvieran colaborando o luchando, habían llegado a una forma de entendimiento tácito, y podía decirse que eran amigos.

—Mi mujer se casó con otro hombre —explicó frustrado—. ¿Qué crees que pueda hacer para solucionarlo? —Santiago guardó silencio, pues nunca había aconsejado a nadie más que a Regina y no tenía por qué hacerlo. Sin embargo, comprendía los sentimientos del otro; no se imaginaba cómo se sentiría si perdiera a su amada. Raúl continuó— ¿Por qué los hombres como nosotros nunca conseguimos lo que queremos? Sé que no manejé bien el asunto de Ana. Pensé que podría tomarme un tiempo para encargarme de eso, pero todo cambió en unos pocos días. Esto prueba una cosa: no todos esperan por amor.

—¿Qué harás?

—No estoy seguro —respondió con la mirada perdida en el cielo—. Alfredo no se relaciona con nadie fuera de su mundo, es un hombre inalcanzable. No sería fácil ejecutarlo —De repente, miró a Santiago con emoción en los ojos. El otro comprendió de inmediato lo que quería decirle, pues ellos eran dos puntas en el triángulo de su mundo, si trabajaban juntos, de seguro podrían derrotar a la tercera: Alfredo.

«Pero ¿por qué lo ayudaría?», se preguntó con indiferencia. Maya era la mejor amiga de su mujer, por lo tanto, él iba a estar de su lado y no hacer nada que ayudara a Raúl a lastimarla. Sin importar lo que le dijera, no lo iba a ayudar en el enfrentamiento con Alfredo. Él siempre veía las cosas en perspectiva para juzgarlas de la manera que le pareciera mejor.

—Regina se enojaría si lo hiciera —explicó entonces, con lo que Raúl se tragó sus palabras. Con el ceño fruncido, Santiago continuó—. Además, ¿no temes que Maya se moleste si te enfrentas a él?

Raúl sacó un cigarrillo y le dio una pitada antes de responder.

—Yo no soy como tú, que prefieres dejar a la persona que amas antes de lastimarla. ¡Yo prefiero destruir lo que no puedo tener! Tampoco soy como Nicolás, Santiago.

Dado que habían dejado todo en claro, Santiago supo que no tenía caso seguir con esa conversación, así que se marchó en su auto hacia la casa de campo. Alfredo ya estaba esperándolo en la puerta cuando llegó, aún envuelto en la toga romana.

—Ostentoso como siempre —comentó Santiago.

—Yo no soy como tú, que andas trabajando duro ahí afuera —respondió el otro con una sonrisa—. Solo disfruto de la vida en el parque de mi mansión, así que no importa lo que use. ¿Acaso estás celoso?

—Has hecho enfadar a Raúl —comentó Santiago.

—¿A causa de Maya? —replicó con calma. La verdad era que no le importaba mucho ese asunto. Al parecer, se le cruzó algo por la mente en ese momento, pues agregó—. Nos vimos solo una vez, no somos cercanos. Más bien, diría que somos extraños; sin embargo, como nuestras mujeres son mejores amigas, tenemos algo en común. No estoy acostumbrado a esta clase de relaciones, creo que deberíamos vernos más en nuestro tiempo libre.

—Sí que sabes cómo entablar una amistad —replico con frialdad.

—Tampoco tengo interés relacionarme contigo —rió el otro—. No puedo decir que te admire, pero ¿qué podemos hacer? Nuestras chicas son muy cercanas.

—Hasta hace poco, Raúl decía que Maya era su chica —lo provocó Santiago.

—¿Y con eso qué? —respondió Raúl en tono cínico, que llegó a oídos de Santiago a través de la nieve que caía copiosa—. ¿Quieres que te muestre mi acta de matrimonio? Estoy un paso más adelante que tú en términos de matrimonio.

 

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
Content
  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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