Te regalo toda una vida de amor Capítulo 298

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 298
—¿De qué está celoso? —preguntó Lucas, perplejo.

—¿Qué tiene él que podría darme celos? —intervino el hombre.

—Está celoso porque tú estás acompañado por dos mujeres hermosas —inventé con una sonrisa incómoda—. Míralo, él está solo, ¡es más solterón que tú! Se ve lo solo que está por dentro.

—Tienes razón, no tengo por qué discutir con un solterón. —Con eso, Lucas se tranquilizó, y yo deduje que el hombre debía ser Alejo Mendoza.

—¿Qué demonios dijiste? —exigió el otro, decidido a golpear a Lucas. Logré interponerme y que bajara el puño. Al verlo más de cerca, pensé que, más que apuesto, era hermoso. «Ahora entiendo por qué Lucas dijo que parecía una mujer. ¡Es más hermoso que una chica!», me dije.

—¡Jum! ¿Quieres pelear?

—Lo dices como si no hubieran peleado antes —repuso Alejo.

—¿Crees que eso fue todo lo que tenía para dar?

Su conversación me dejó sin palabras. De repente, iniciaron una discusión a los gritos, por lo que me sentí frustrada y fui a sentarme con Emilia.

—¿Qué pasa con estos hombres?

—Ese es Alejo —respondió ella como si nada—. Como es amigo de Tanya y de Amparo, no le agradan los amigos de Santiago. No se podía controlar y siempre buscaba pelea con nosotros. Después de un tiempo, dejó de guardarnos tanto rencor, pero sigue peleando con Lucas. Se enfrentan tan seguido que ya nos acostumbramos.

—Ah, parece que me preocupé por nada —suspiré.

—Lucas me arrastró a una ronda de tragos cuando se topó con Alejo. Solo te llamé porque estaba un poco desanimada. Quedémonos aquí a ver el espectáculo.

—Emilia, nos conocemos hace muchos años. Si no bebes, será un desaire a nuestra amistad. Si lo haces, ya no te prestaré dinero en secreto.

Todo el que conocía a Emilia sabía que no tenía dinero y que era muy sociable. «¿Cómo es que Dante no la conocía? ¡Recién se conocieron hace dos años!», me pregunté. Me sorprendía porque todos eran del círculo de Santiago.

A Emilia no le preocupaba emborracharse y al escuchar que podían dejarla sin crédito, se apresuró a beber un largo trago. En poco tiempo, se desmoronó en la silla. Entonces, Alejo fijó la vista en mí.

—Yo no bebo —me apresuré a decir.

—Eres osado, ¿eh? —intervino Lucas—. ¿No ves las noticias? ¡Ella es la mujer de Santiago!

Al enterarse de que estaba frente a la mujer de Santiago, osea yo, el hombre se levantó y se fue a pesar de que Lucas siguió llamándolo.

—Sigue siendo tan terco como siempre. Qué maldito imbécil.

—Es entendible. Si me encontrara con Ana, tampoco bebería con ella —intervine en favor de Alejo. Lo entendía, pero eso no implicaba que pudiéramos ser amigos. Una persona así solo podía ser amiga de Lucas y de Emilia. Antes de que me convirtiera en prometida de Santiago, ellos compartían el mismo círculo de amigos; yo había llegado a perturbar su paz. Para Alejo, Tanya era la más importante. Por eso le guardaban rencor a Santiago y no reconocían mi existencia, al igual que la de la esposa de David.

—Tú me importas, por eso espero que no te dejes intimidar por él —comentó Lucas con impotencia—. Ambos son importantes para mí. —A esas alturas, ya éramos como familia, por lo que era natural que dijera eso sobre mí, pero me sorprendió que lo dijera sobre Alejo. «¿A qué se refería?», dudé.

De todas formas, no me detuve a pensar en eso, sino que llamé a Cristóbal al ver a Emilia ebria frente a mí. El hombre llegó con un esmoquin que resaltaba al máximo su atractivo.

—¿No tenías una presentación? —le pregunté con curiosidad.

—Sí, pero se canceló.

«Canceló una presentación con muy poca anticipación, eso demuestra lo mucho que le importa Emilia», pensé.

Cristóbal estaba preparándose detrás de escena cuando recibió la llamada de Regina.

—Cristóbal, Emilia está ebria.

Entonces, él le pidió a su asistente que cancelara el espectáculo y se apresuró a buscar a la chica, que estaba tendida en un sofá con el rostro sonrojado. Cuando la cargó en brazos, sintió lo pequeña que era. Saludó a Regina con un gesto de la cabeza antes de salir y llevar a Emilia a su apartamento. La dejó en la cama, le sacó los zapatos y buscó una toalla tibia para mojarle las mejillas. «Sí que es pequeña. De alguna forma, luce más joven que cuando la conocí. En aquel entonces, solo tenía diecisiete años», reflexionó.

Extendió la mano para tocarle las pestañas delicadas y arqueadas, también quería tocarle las mejillas, pero se acobardó. Temía intimidarla, por eso no se atrevía a sobrepasarse ni un poco y no había avanzado en la relación durante los dos años que llevaban juntos. Un beso había sido el máximo acercamiento, pero el recuerdo de ese momento ya era lejano y había olvidado la sensación.

Con un suspiro, buscó un conjunto beige y fue a cambiarse a la otra habitación. Su aura se volvió cálida al instante, pues Emilia borraba el frío de su mirada. Le gustaba mucho esa mujer. De lo contrario, no la hubiera cortejado durante dos años. Sin embargo, no sabía cómo ganarse su corazón. ¿Cómo podía convertirse en su esposo de verdad de una vez por todas?

Suspiró otra vez antes de volver a la habitación, donde notó que Emilia había girado y que su teléfono había caído sobre la cama. Lo recogió para dejarlo en la mesita de noche y, justo en ese momento, llegó un mensaje de «Joven señorita Delgado», que decía: «Emilia, no creas que porque toda la familia te tiene miedo seguiremos haciendo concesiones. Estoy cansada de ceder ante ti. ¿Qué quieres? ¿Siquiera me reconoces como hermana?».

El hombre frunció el ceño al leer eso. «Más allá de su actitud fría, ¿por qué más le tendrían miedo?», se preguntó. Justo cuando dejó el teléfono, la chica despertó.

—¿Qué hago aquí? —preguntó confundida. Se había quedado allí la noche anterior. Pero, ese día, estaba preocupada pensando si debían hacer lo que hacían las parejas casadas, por eso no había vuelto allí y no esperaba ver a Cristóbal al despertar.

—Fui a buscarte para traerte a casa —respondió él con calma.

Emilia no se había hecho a la idea de que esa era su casa ni al nuevo estatus de su relación. Aunque era una chica directa, dudó antes de hablar con él.

—Ahora somos marido y mujer, así que si quieres hacer lo que hacen las parejas por la noche, no me negaré. Pero no tengo experiencia, así que debes ser paciente y enseñarme.

Cristóbal se quedó sin habla y comprendió que esa era la razón por la que había estado evitándolo. La situación le resultó triste y cómica al mismo tiempo.

—¿Y qué te hace pensar que yo tengo mucha experiencia? —replicó inclinado sobre ella.

—Ya tienes más de treinta años, no creo que sigas siendo virgen —respondió de forma automática—. No me puedo imaginar lo mucho que te habrías contenido si eso fuera cierto.

Él se quedó en silencio otra vez, pues, de hecho, era virgen. No era que no sintiera deseo, sino que no había conocido a una mujer con la que quisiera compartir ese momento. Por eso, se había mantenido «puro» hasta ese momento. Era un caso extraño en la sociedad en que vivían. Entonces, pensando en que podría encontrar a su compañera ideal en el futuro, se mantuvo firme y soltero hasta los treinta y un años. Aun cuando Olivia se le lanzó prácticamente encima, no flaqueó. Había sido cruel con su hermana adoptiva, pero no podía forzar al amor. Había tenido sus razones para rechazarla. Había comenzado a pensar que ninguna mujer iba a tocarle el corazón y que se quedaría soltero toda la vida, hasta que, gracias al cielo, conoció a Emilia, la mujer que tenía frente a él.

—Chiquilla, la vida es muy larga —dijo en tono suave y carismático—. Es tan larga que me tomó una eternidad encontrar a la mujer dueña de mi corazón. Por eso, antes de ti, lo tomé con calma. Sin importar las tentaciones que el mundo tuviera para mí, me preservé para mi compañera. Estuve esperando en silencio por ti.

Al sentir el aliento del hombre, el rostro de Emilia se encendió y su corazón se aceleró. Quería responderle, pero no sabía qué decir. De repente, se sintió impotente.

El rostro del hombre se acercó cada vez más hasta que, al final, sus labios helados se posaron sobre los de ella y la hicieron sentir que su interior estaba en llamas.

—¡Cristóbal! —gritó.

—Cree en mí, Emilia. Recorre este camino conmigo. Cuidaré de ti para siempre y seré el esposo perfecto.

—No necesito un esposo perfecto. —Lo que necesitaba era un hombre que la amara, no un semidiós que pareciera perfecto.

—Lo que necesites, te lo daré.

Esas fueron las palabras más románticas del mundo para Emilia.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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