Te regalo toda una vida de amor Capítulo 295

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 295

—David está prácticamente en la misma situación que Dante. Su madre lo llevó consigo cuando se casó y, por eso, no se lo considera miembro oficial de la familia Zamudio. Al tanto de esto, David comprendió sus circunstancias con mayor claridad que Dante y tomó la decisión de no convivir con sus parientes políticos. En su lugar, decidió que quería trabajar para Santiago. Con el tiempo, se acercó a mí y empezó a referirse a Santiago como su hermano del medio y a ti te corresponde llamarlo cuñado. Acuérdate de esto la próxima vez que lo veas —Como invadido por un recuerdo momentáneo, Lucas soltó una bocanada de aire y luego se lamentó—: Para serte honesto, no ha tenido una vida sencilla.

—¿Por qué? —Me adelanté en preguntar, curiosa.

A Lucas le costaba mantener la boca cerrada. Mi inquietud le había atizado la curiosidad mucho más que a mí. Al verme tan interesada, estiró la mano y pellizcó una flor que crecía en el jardín.

—David se enamoró de alguien que era un amor prohibido. Aunque logró reprimir sus sentimientos por muchos años, en definitiva, no resultó ser una buena decisión.

Dado que él y Santiago eran muy cercanos, el poder de David superaba lo imaginable. «¿Quién era esa mujer tan inalcanzable?».

—¿De quién no puede enamorarse? —Toda la conversación me pareció de lo más interesante.

—De su hermana, la jefa de familia Zamudio.

No supe qué contestar. Si existía una mujer en el mundo a la que tenía prohibido amar, era a ella. Como mínimo, la familia no iba a apoyar la unión. Lucas y yo suspiramos a dúo.

—David decidió aceptar el matrimonio arreglado que le propusieron los Zamudio y hace dos años se casó con una dama en la misma posición que él. Pero un día antes de la boda, la otra muchacha desapareció y no hubo quien pudiera encontrarla. Aún así, la familia se negó a delegar poder a David. De este modo, se han quedado a la espera de que la chica regresara a casa.

Otra tragedia a causa del amor. No tenía idea de qué pensaba la jefa de los Zamudio sobre David, pero, si había desaparecido el día de sus nupcias, significaba que algo debía importarle.

—¿A ella le gusta? —sugerí.

—Sí. Le gusta tanto que todos a su alrededor lo notamos, excepto él, que anda con el juicio nublado. Como la chica es muy habilidosa, manifestó que nadie lograría detenerla si ella decidía casarse con David, pero él, la rechazó para obedecer el arreglo que había hecho con los Zamudio.

—Por lo que escucho, la culpa es de David —opiné.

—Ojalá fuese tan sencillo —dijo Lucas sonriente.

—¿No lo es? —lo interrogué con una mirada despierta.

—Regina, hay muchas cosas en este mundo que nos vemos obligados a hacer y David sabía que tenía impedimentos. Es verdad que podía estar con ella haciendo oídos sordos a lo que decía sus parientes, pero, con eso y todo, tiene que hacerse cargo de su mamá. En aquel momento, su madre amenazó con quitarse la vida y no le dejó otra alternativa más que ir y desposar a una mujer por la que no sentía nada.

El corazón de David debía albergar mucho resentimiento por lo que había hecho su madre y, sin embargo, no había podido elegir. Era lo mismo que con Santiago. La madre de Santi también había dicho que iba a suicidarse y, como él ya había perdido a otra mamá, no contaba con el coraje suficiente para enfrentar otra pérdida. Por eso era que todavía no se atrevía a mencionar el tema del matrimonio.

—¡Vaya! Sí, la mamá de Santiago también es un dolor de cabeza.

—Cuanto más envejece, más monstruosa se pone. No puede soportar que las generaciones más jóvenes vivamos felices, pero ¿qué más se puede hacer? Pese a todo, es su mamá y eso hace que nos resignemos a tolerarla. A decir verdad, no es una mala persona, pero no logra aceptar que ustedes dos vayan a casarse y esa fijación suya es más fuerte que ella —admitió Lucas con tono melancólico.

Él sabía que Santi tenía dos mamás. En algún momento, se lo confesé a través de mensajes privados y él consideraba que la decisión más pesada recaía sobre mi prometido. Al fin y al cabo, tanto la vida como la muerte eran cuestiones sumamente delicadas.

—Como sea. Podemos hablar de eso en otro momento —concluí. Era demasiado angustiante para mí pensar en eso.

A continuación, Lucas me contó algunos chismes y me pidió que lo ayudara a inventar un par de bromas. Le prometí que iba a pensar en algo cuando tuviera un poco de tiempo y, con eso, se despidió satisfecho. Poco después, Nicolás se me aproximó. En su mano, sostenía un vaso de vino y no me decía nada. Alcé la vista hacia las estrellas que resplandecían en la oscuridad del cielo y tampoco sentí necesidad de hablar. Todavía sus promesas de amor revoloteaban en mi mente y me pesaban. La situación no solo me daba náuseas, sino que también me hizo sentir miedo. No era poco que le hubiera otorgado mi juventud. No solo eso, sino que también había sido mi compañero. Sentí repulsión por todo lo que me hizo y, aún así, tuve la seguridad de que me adoraba y su afecto hacia mí me atemorizó. Le deseé que pudiese encontrar a la persona indicada para él, al igual que yo, porque nadie en el mundo tenía obligación de vivir por el resto de su vida con alguien si así no lo quisiese. En cuanto a mí, yo tenía la certeza de que quería vivir con Santiago para siempre. Si lo nuestro terminaba, iba a rechazar cualquier forma de afecto en el futuro. Mi prometido era todo para mí. Se sentía diferente a cuando estaba con Nicolás. Tal vez porque Santiago siempre se aparecía en el momento oportuno desde el instante en que nos conocimos. Ni antes ni después.

Los dos estábamos en silencio y, de un momento a otro, una sensación de paz colmó la atmósfer, como si todo el dolor que él me había causado se fuera desvaneciendo. Con el tiempo, iba a lograr perdonarlo. Sentí que iba a poder hacerlo con facilidad. Mi voz quebró el silencio.

—¿Cómo está Olivia?

—Está bien. No le interesa abordar el negocio que le propuse y ha llegado al punto de abandonar su vocación de música, algo que aprendió de Cristóbal en estos últimos años —respondió.

—Debe estar muy feliz —vaticiné.

—Sí, está contenta.

Los dos volvimos a quedarnos en silencio. Aparentemente, no teníamos mucho para decirnos el uno al otro. En eso estábamos cuando una voz me llamó a la distancia.

—Regina.

Me di la vuelta, algo sobrecogida.

—Santi.

Su figura estaba oculta en la inmensidad del jardín. Santiago replegó una mano sobre la otra, un hábito usual en él, y me dirigió una mirada profunda.

—Ven aquí —me ordenó al despegar los labios, mientras hacía un gesto en señal de que me acercara. Me disculpé con Nicolás, levanté el ruedo de mi pollera y me apresuré a correr en dirección suya. Él me recibió en sus brazos.

—Párate derecha —me indicó frunciendo el ceño.

Santiago se comportaba de forma muy seria frente a gente que no conocía. Con tanta solemnidad como si fuese un anciano de costumbres conservadoras. Me erguí con alegría.

—¿Terminaste? —le pregunté coqueta.

—Sí, he venido a llevarte a casa.

Qué bonita era esa palabra. Eché una mirada furtiva hacia donde estaba Nicolás, el cual no posó sus ojos sobre nosotros. En ese momento, admiraba la luna y las estrellas que dibujaban el cielo, como lo había hecho yo antes, pero con una expresión de soledad y, a su vez, indoblegable. Jamás pudimos construir un hogar y me había hecho mucho daño. Pese a todo, le deseé felicidad. «Nicolás, espero que seas dichoso y sano», repetí en mi mente.

Nicolás reparó en cómo ella se lanzaba a los brazos de otro hombre y eso le impactó de tal forma que sintió que le perforaban el pecho con un puñal oxidado y sin filo. Nunca se había comportado de manera tan relajada con él. Los recuerdos de su matrimonio, aquellos tres años, pasaron por su mente como un relámpago. Más de una vez, se había vuelto a enamorar de ella. La había amado mientras ella regía sobre Bristonia. Cuando era una mujer poderosa, jamás quiso contrariarlo y, a él le encantaba cuan frágil y dócil era. Después del divorcio, había mostrado tal fuerza y determinación, que lo había dejado embelesado. Le atraía sin importar cómo actuase. La amaba con desmesura, pero siempre terminaba hiriéndola. Ella, a su vez, lo había querido mucho en el pasado. ¿Cómo habían llegado a ese punto? No pudo encontrar la respuesta. Más allá de lo que aconteciera, solía creer que la adoración que tenía una mujer por él haría que lo esperase hasta el fin de los tiempos. Al fin y al cabo, había sido ella la que le había escrito que siempre iría tras suyo cuando eran jóvenes y también había dicho que se iba a convertir en su mujer al cumplir la mayoría de edad. Las palabras repicaban frescas en sus oídos. Aunque era un amor no correspondido, él se consideraba su dueño.

Aquellas personas y cosas de las que estaba tan seguro en el pasado, volaban altas por el cielo y le era imposible retenerlas sin importar cuánto se esforzara. Frente a este pensamiento, no pudo menos que desesperarse. No lograba imaginar cómo sería vivir el resto de su vida sin ella. Jamás iba a encontrar a alguien que le devolviera la dicha. No osaba enamorarse porque le había entregado todo su amor. Recordó sus propias palabras. Antes, cuando le había dicho que la amaría para toda la vida. Eran simples quimeras.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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