Te regalo toda una vida de amor Capítulo 251

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 251
El olor hediondo de la familia Genova se extendió por el chalé y la habitación se llenó del perfume de Santiago, que me incomodaba y siempre me hacía poner nerviosa. Por eso me quedé recostada solo un momento antes de salir de la cama. Tomé mi teléfono y me dirigí a la salida del patio, donde vi a José, que había estado esperando todo ese tiempo.

—Regresemos a Bristonia —le susurré.

Antes deseaba escapar de la ciudad donde estaba Nicolás y por eso había llevado a toda la familia Esquivel a Eldamia. A pesar de que ellos habían encontrado su inevitable final allí un tiempo después, en el fondo yo no tenía remordimientos. Sabía que, al menos, lo había intentado. En ese momento, en cambio, deseaba regresar a Bristonia para escaparme de Santiago; después de tanto tiempo, había llegado a extrañar el clima húmedo de esa ciudad.

—Ahora mismo. —José acató la orden y enseguida salió del patio.

Santiago solía decirme que no debía deambular por el enorme chalé, ya que temía que alguien pudiera acosarme. Nadie esperaba que fuera Adriana la que lo hiciera al final. De cualquier manera, ese día en particular nadie podía hacerme nada, porque tenía todo el chalé para mí sola. Bajé la escalinata de piedra hacia la salida sin preocupación alguna por la posibilidad de perderme, dado que sabía que los guardaespaldas me seguían. Si algo sucedía, siempre podía acudir a ellos. Además, y lo que era más importante, no estaba perdida. Me tomó menos de veinte minutos llegar a la entrada. Santiago estaba de pie fuera de la puerta y oteaba el horizonte con la cabeza en alto. Había bruma en el cielo frente a nosotros y parecía que pronto iba a llover, pero la nieve bajo mis pies aún no se derretía. Pasados unos minutos, José regresó; lo seguí y pasé caminando frente a Santiago antes de subirme al auto. Él en ningún momento me detuvo. Al parecer, esa vez la despedida era definitiva.

Llegamos a Bristonia al atardecer y, en lugar de ir al chalé en la cima de la montaña, me dirigí al departamento céntrico donde siempre había vivido. La vivienda estaba silenciosa. Tras entregarme el libro que estaba en el auto, José bajó las escaleras y yo entré en el dormitorio y cerré la puerta. Dejé el libro sobre la cama, llené la tina y me metí. El baño caliente relajó mi cuerpo y quedé con las fuerzas renovadas. Me recosté en la cama e intenté matar el tiempo poniéndome a leer El guardián del arrozal; mientras lo hacía me encontré otra vez con el señalador y vi las palabras escritas en él: «Nunca antes amé a nadie, por lo que eres mi primer amor. Temo que, si no hago las cosas bien, pensarás que el amor es solo eso». Santiago me amaba profundamente; al menos, lo hacía antes de todo lo que había pasado. Pero yo ya no podía comprenderlo. Volví a poner el señalador donde estaba y continué leyendo.

Un momento después, recibí un mensaje de Maya. «Discutí con Raúl», decía. Sus palabras me preocuparon y le pregunté qué había pasado. «Tiene una prometida y la ha estado esperando todo este tiempo. Nunca la mencionó», respondió. Me quedé helada. El tema parecía serio, así que le escribí de nuevo para preguntarle dónde estaba y ella me envió la ubicación. En el mensaje siguiente percibí resentimiento. «Ella quiere que nos conozcamos. Tengo el presentimiento de que quiere intimidarme», escribió. Al saber que se iba a encontrar con la mujer pronto, me alarmé y le mandé otro mensaje pidiéndole que me esperara. Me levanté de la cama y me puse ropa casual, una camiseta y una falda, y salí con un piloto negro en la mano. Le di la dirección a José y me llevó a destino.

Al entrar a la cafetería no me ubiqué en el asiento vacío junto a Maya, sino que ocupé la mesa que estaba junto a la de ella y me pedí un café Green Mountain. Ella notó mi presencia y me guiñó un ojo en agradecimiento. Respondí a su gracia con una sonrisa amable y me concentré en el teléfono que tenía en las manos. Mientras revisaba los mensajes no leídos, me encontré con el que Cristóbal me había enviado en Nochebuena: «Emilia se marchó sin despedirse y fue tras Dante a Finlandia». La mujer de la que Cristóbal estaba enamorado había seguido al hombre que amaba a su país natal y eso había sido un golpe terrible para él. «Lo siento, acabo de ver tu mensaje», escribí como respuesta. Tras meditarlo un rato, busqué a Emilia en los contactos y le escribí por WhatsApp para saber dónde estaba. Antes de recibir una respuesta, escuché la voz de Maya en la mesa de al lado.

—Supongo que quería verme hoy para pedirme que deje a Raúl, ¿no?

Una bella mujer estaba sentada frente a mi amiga. El vestido a cuadros estilo inglés retro era el complemento perfecto para su belleza y delicadeza y me recordó a Carolina cuando la vi por primera vez. Se notaba a primera vista que era una dama hecha y derecha. Con una expresión serena en el rostro, la mujer sacudió la cabeza y le respondió:

—Nos conocemos desde hace mucho tiempo. Él era muy joven cuando me prometió que un día nos casaríamos y les dijo a todos que yo era su futura esposa. En aquel momento, le creí y salí con él. Después regresó al país y yo me quedé en el extranjero. Cuando por fin volví a tener noticias de él, estaba saliendo con usted. Es normal que me sienta triste, pero, al fin y al cabo, todos los hombres son iguales. La mayoría no puede evitar engañar a su novia para cambiar un poco de escenario. —Sus palabras tomaron a Maya por sorpresa.

—¿Está queriendo decir que yo soy la tercera en discordia? —inquirió. La otra joven volvió a negar con la cabeza y respondió con amabilidad:

—No soy el tipo de mujer que está dispuesta a competir. Si Raúl siente algo por usted, me haré a un lado. De todos modos, está equivocada: no vine hasta aquí desde Bristonia para discutir esto con usted. Y no planeo hacerlo.

—¿Qué quiere, entonces? —repuso Maya intentando mantener la compostura.

—¿Se ha acostado con él? —Fue directo al grano y la pregunta, tan personal, desconcertó a su interlocutora—. No pretendo entrometerme. Lo único que quiero saber es si aún es virgen. Así que, ¿durmieron juntos o no? —añadió con una expresión sincera. El silencio de Maya fue como un «sí» tácito y la otra joven sonrió aliviada—. Busco lealtad en un hombre. Sin importar cuánto lo ame, no quisiera recuperar a mi novio si ha tenido sexo con otra mujer. —Aquello hizo palidecer a Maya, pero la otra continuó hablando con tranquilidad—. No tengo nada en contra de usted, pero siento desprecio por Raúl y por sus promesas. Sus palabras me dan asco. Desde ahora, ya no tengo nada que ver con él. Adiós, señorita Silva.

El discurso de la mujer hizo pedazos a Maya, ya que dejaba a Raúl como un bastardo que había jugado con sus sentimientos y a ella como la tercera en discordia que la había convertido en una pobre víctima. Para empeorar las cosas, la prometida se había comportado como si estuviera por encima de la situación, sin hacer un escándalo y declarándose dispuesta a renunciar al triángulo amoroso. Cuando terminó de hablar, empujó la silla hacia atrás y se marchó frente a la mirada de mi amiga, que empezaba a palidecer.

Un momento más tarde, Maya se puso de pie de repente para seguirla, con la intención de darle una explicación, pero al darse vuelta se quedó atónita al ver a Raúl. Él detuvo a la mujer cerca de la puerta, sin percatarse en absoluto de la presencia de Maya. Desde donde estábamos, pudimos oír la conversación.

—Ana, ¿por qué no me dijiste que vendrías a Bristonia?

«¿Ana?», pensó Maya. La confianza con la que él se había dirigido a la chica hizo sonar una alarma en su mente. Sin embargo, la joven le respondió con un tono desdeñoso:

—Porque no es de tu incumbencia.

Raúl la tomó del codo y le advirtió pacientemente:

—No me presiones, Ana. Debes volver a tu casa. Están preocupados por ti.

El hecho de que la tocara sacó de quicio a la mujer, que levantó el pie y le pateó la pantorrilla con tanta fuerza que su tacón alto atravesó el pantalón de vestir.

—No vuelvas a tocarme con esas manos con las que tocaste a otra mujer. ¡Eres desagradable! —sentenció con desprecio. Él la soltó de inmediato.

—¿Ya lo sabes?

Hasta a mí me resultó increíble lo que estaba oyendo. Había culpa en la voz de Raúl, como si fuera un marido al que descubrieron engañando a su esposa. Al escucharlo, Maya se mordió el labio inferior hasta hacerlo sangrar. La situación la ofendía.

—¿Y qué? Ahora puedes ir con tu novia y pueden vivir felices para siempre, yo regresaré a Suiza. ¡Adiós!

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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