Te regalo toda una vida de amor Capítulo 236

Sostuvo sus lentes de sol con una mano y caminó hacia nosotros. Sus botas relucían de limpio, haciéndolo parecer como un dios divino que venía a bendecir a los mortales. Como los familiares de Alexis y otros invitados que llegaron eran ciudadanos ordinarios, rara vez habían llegado a ver a alguien tan hermoso como Roberto y a decenas de carros de marca, todos juntos en un lugar. Se mostraban impresionados, aunque llenos de envidia.

—¿Quién eres? —preguntó Alexis al ver a Roberto.

Roberto aún vestía sus auriculares, pero cambió su usual rosa brillante por un azul oscuro, aunque lo decoró con diamantes genuinos. Jamás entendí por qué siempre usaba esos auriculares. Roberto sonrió frente a nosotros y se presentó:

—Soy amigo de la novia. Se suponía que la recogería, pero algo se presentó y me retrasé. Es una lástima que todos estos carros se queden sin uso, así que decidí presentarlos a la novia a manera de disculpa. ¿Qué opinas, Olivia?

«¿Acaso conoce a Olivia? Aunque parece que ese no es el caso, a juzgar por su expresión anonadada. ¿Podría ser que vino a apoyarla?».

De cualquier forma, ella aprovechó la situación, diciendo:

—No tenías que traerme nada. ¿Para qué querría tantos carros? No es como si no pudiera comprarlos por mi cuenta.

Los comentarios de Olivia rebosaban de una cierta generosidad, lo que hizo que la familia Ornelas tuviera emociones encontradas cuando la escucharon. Roberto sonrió y, con un tono curioso, preguntó:

—¿Por qué están parados en la entrada?

Olivia no tardó en hacer un puchero y comenzar a quejarse:

—Dicen que Regina no es adecuada para ser mi dama de honor porque está divorciada, pero yo…

Cuando Roberto escuchó sus palabras, volteó a verme y preguntó:

—¿Qué piensas de esto?

—¿Qué? —Alcé una ceja.

—¿Y qué hay de ustedes? —Ahora se dirigió hacia la familia Ornelas.

Ellos no pudieron entender lo que estaba implicando. Para su suerte, una persona valiente se atrevió a expresar la confusión de todos.

—¿Qué quieres decir?

Roberto llevó sus manos a la espalda y pretendió burlarse de mí.

—Mírate, señorita Esquivel. Eres la heredera de la familia Genova y tienes al menos miles de trillones a tu nombre. Estás en lo más alto de la pirámide social y, aun así, ¿dejas que otras personas te arrastren por el suelo? Solo debes ser la dama de honor; ni siquiera harás nada que no quieras. Por cierto, ¿por qué no compramos todos los hospitales de la zona?

«Roberto sí que sabe cómo presumir, aunque, bueno, no es que esté mintiendo», pensé, pero me quedé boquiabierta por su forma de ser.

La multitud comenzó a sudar cuando escuchó que era multimillonaria y tenía la opulencia suficiente como para comprar varios hospitales sin que fuera algo significativo. Al final terminaron por callarse y retirarse de la escena.

—Gracias —comentó Olivia, aunque después hizo una pausa y gruñó: —Aunque eres muy llamativo.

Se suponía que la boda fuera modesta, pues temían que la familia Ornelas se molestara debido a la vasta diferencia de riqueza entre las dos familias. Incluso Cristóbal decidió dejar atrás su carro de marca. Para desgracia nuestra, Roberto arruinó esto con toda su comitiva. Por otro lado, como los familiares de Alexis insistieron en armar un escándalo, esto nos mostró que no se podía ser muy modesto. Ni siquiera yo podía creer que la familia Ornelas fuera así.

—De nada —contestó Roberto con una sonrisa burlona.

La boda prosiguió sin demoras. Cuando terminé mi papel como dama de honor, vi a Roberto sentado no muy lejos de mí, hablando con algunas personas. Cuando me acerqué a él, lo escuché presumiendo.

—La familia de la novia no es solo rica: ¡son riquísimos! ¡Son tan ricos que ni siquiera saben dónde gastar su dinero! Déjenme contarles: la novia no quiso esos carros de marca que traje. Además, esas damas de las que hablaron también son mujeres extraordinarias. Los novios de dos de ellas son más ricos que la novia y ni siquiera sé por dónde empezar con Emilia. ¡Ella ha donado miles de trillones a la caridad! Si soy honesto, todo lo que la esposa debe hacer es vivir como le plazca, pues no tiene que trabajar porque no le hace falta el dinero.

—¡Parece que nos investigaste a todos a profundidad! —murmuré mientras me sentaba a su lado. —Así que, dime, ¿¡por qué viniste a Gretaña de la nada!?

—Es porque te extrañaba —contestó Roberto con una sonrisa coqueta.

Volteé mis ojos e ignoré su coqueteo. Él continuó presumiendo sobre los demás. Por mi parte, me puse de pie para acompañar a los recién casados, mientras eran felicitados por los otros invitados. Cuando regresé a la mesa de Roberto, pude escuchar que no había parado. Solo hasta entonces supe que las personas a su alrededor eran compañeros de trabajo de Alexis.

Le toqué el hombro para indicarle que debería mantener un perfil bajo. Una vez que terminó la boda, me encontré con Roberto, todavía hablando con la gente. Ante esto, lo tomé del brazo y lo arrastré hasta un lugar apartado. Luego, molesta, le dije:

—¿Por qué estás contando todas esas cosas?

—¿Por qué no? De otra forma, continuarán molestando a Olivia. Los investigué y descubrí que algunos de ellos solían aprovecharse de ella. ¡Solo estoy diciendo estas cosas para advertirles que no lo hagan!

—¡Olivia no dejaría que la gente se aprovechara de ella sin ninguna razón!

—Como quieras —comentó Roberto cuando escuchó mis palabras, encogiéndose de hombros. —Además, no tiene nada de malo ser llamativo. ¡Al menos así saben que eres alguien con quien no deben meterse!

Me dio la impresión de que él era en verdad un joven muy apasionado y compasivo.

—¿A qué viniste a Gretaña? —pregunté de nuevo.

—¿No te dije que fue porque te extrañaba? —contestó sin dudarlo.

—No somos así de cercanos —repliqué con un tono frío.

—Pensé que lo éramos —dijo con una risa al escuchar mis palabras. —Después de todo, soy tu salvador, ¿no? Incluso te cargué mientras caminé por la nieve durante horas.

—Santiago dijo que todo eso tú lo planeaste. —Lo expuse sin misericordia alguna.

—Ah… Parece que ya te enteraste de la verdad.

Su expresión indiferente fue suficiente para frustrarme. Aparte la mirada y le dije:

—No somos amigos, así que apúrate y vete.

No obstante, Roberto no me respondió, sino que extendió su mano para acariciar mi cabeza. Parpadeé extrañada ante esto y, totalmente sorprendida, aparte su mano de golpe.

—No me toques.

—Siempre quise acariciar tu cabeza. No es como si tratara de acosarte —comentó Roberto con un puchero infantil.

Mi enojo se fue de inmediato ante esta imagen. Recordé que Santiago me dijo que Roberto tenía leucemia y que podía morir en cualquier momento. Él era como yo: ambos estábamos malditos con mala salud.

—Es acoso si me tocas sin mi permiso.

—Entonces, te tocaré cuando tenga tu permiso —indicó con obediencia ante mis palabras.

A pesar de que el sol brillaba, el clima de diciembre seguía siendo un tanto frío, sobre todo cuando solo vestía el vestido de dama. Justo cuando buscaba con qué taparme, Emilia caminó hacia mí y me entregó un abrigo. Lo tomé y le sonreí.

—Iré a Finlandia después de esto. ¿Por qué Cristóbal y tú no regresan a Bristonia juntos?

—No vivimos en la misma ciudad —contestó Emilia.

—Tal vez a él le gustará tu visita —comenté con un tono suave. Después de todo, era normal que te visitase alguien quien te amaba.

Ella frunció sus palabras ante mi comentario. Pasó un tiempo antes de que peguntara:

—No entiendo lo que siento por él, Regina. No lo sé…

—¿Qué te preocupa? —pregunté con un tono paciente.

A pesar de que Roberto estaba parado a mi lado, Emilia no se molestó en esconder sus sentimientos y, abiertamente, expresó:

—Mi vida apenas comienza y no estoy segura de lo que quiero. Aun cuando ya he visto el mundo, estos sentimientos… son nuevos para mí. No tengo mucha experiencia con ellos como para saber si es amor. Entonces, si escojo estar con Cristóbal, eso significa que solo podré estar con él por el resto de mi vida…

Cuando Roberto escuchó sus palabras, de inmediato supo a lo que se refería. Entonces, intervino.

—¿Tienes miedo de que Cristóbal no sea el indicado después de que se junten?

—Así es. Tengo miedo de que no lo ame.

Al escucharla, me incliné hacia ella y le aconsejé:

—Aún eres joven, así que entiendo tus preocupaciones. Sé que te da miedo que no serás capaz de soportar estar solo Cristóbal, ¿cierto? Eres muy madura, Emilia; puedes analizar mejor las cosas que nadie más. Si te soy sincera, en el fondo de tu corazón, tú sabes que ya lo escogiste. ¡No estarías dudando si fuera de otra forma! Como ya reflexionaste sobre esto, ¿por qué no le das una oportunidad? Tal vez él sea el indicado para ti.

—Todavía necesito tiempo para pensarlo, Regina. —Después de que Emilia dijera lo que sentía, se escabulló hacia Olivia. Le dijo algo rápido antes de retirarse del lugar. Cristóbal salió a toda prisa tras de ella.

—El amor es siempre tan extraño —comenté. —Tiene una forma rara en hacer que la gente se frustre y sea feliz.

—¿De verdad? No lo entiendo bien —contestó Roberto.

—¿No tienes a nadie a quien ames? —pregunté.

—Nop. No soy digno de tener una familia.

«No soy digno de tener una familia…». Recordé de repente que él estaba enfermo, pero no sabía cómo consolarlo, pues tampoco era que tuviera alguna forma de hacerlo. Al final, cambié el tema y dije:

—Me voy.

—¿A Finlandia? —preguntó.

—Sí.

—¿Irás a buscar a tu novio? —bromeó Roberto, sonriendo.

—Claro. ¿Por qué otra razón iría? —Lo miré de reojo.

—Ven conmigo a Francia.