Te regalo toda una vida de amor Capítulo 228

—No estoy segura —dije, suspirando un poco.

Mi estado de ánimo no me dejó con energías para explicarme con Carlos. Él solo asintió y se dirigió a la casa a un lado del chalé. Por mi parte, me acerqué a Emilia para acompañarla. Con algo de duda, murmuré:

—Todo este asunto será un golpe duro para Santiago.

«¿Cómo debería dirigirme a él a partir de ahora?».

—No sé lo que esté ocurriendo, pero los humanos no somos de piedra. ¿No esperabas que no sintiera nada, cierto?

—Emilia, regresemos a Eldamia. —Suspiré y miré hacia la luna.

—Cristóbal me invitó a ir de campamento mañana con algunos amigos suyos, así que regresaré a Bristonia más adelante.

«Cristóbal pasó muy poco tiempo en Bristonia. ¿¡Cómo hizo amigos así!? Es probable que solo sea una excusa que dijo para pasar el tiempo con Emilia».

—Está bien, entonces regresaré sola a Eldamia.

Me aparté para ir por mis llaves y me fui del lugar. Era la una de la mañana para cuando regresé a mi departamento. Mientras estaba acostada sobre mi cama, agotada por completo, le envié un mensaje a Santiago.

«Ya estoy en la casa. No te preocupes».

«Está bien. Buenas noches», contestó Santiago poco después.

Como él seguía despierto, lo más probable es que estuviera ocupado con su trabajo, así que decidí no molestarlo. Dejé mi teléfono a un lado y cerré mis ojos, aunque tardé un rato en quedarme dormida. Me desperté a la tarde del siguiente día, por lo que aproveché para visitar Soluciones Genova.

Caminé lentamente en el lugar para familiarizarme con las operaciones de Soluciones Genova. Pude comprender todo con rapidez porque ya había estudiado esto por medio año. Además, Antonio no solo me enseñó con cuidado, sino que también me explicó con varias analogías en cuanto no era capaz de entender algo. Cuando llegó la noche, Antonio, con un tono gentil, me recordó:

—Señorita, la matriarca de la familia Genova falleció ayer en la noche. Necesita atender a su funeral; de otra forma, su reputación caerá en picada entre los otros parientes lejanos de la familia Genova si llegan a enterarse de su ausencia.

—¿Cómo supiste que sabía sobre su muerte? —Lo miré, sorprendida. Jamás le conté sobre este asunto y la noticia sobre la muerte de Alison aún no era difundida por el Internet.

—El hecho de que la señora Genova se suicidará en cuanto el compromiso se anunció… Bueno, eso indica que ella estaba en su contra, señorita. Es imposible ignorar este asunto.

Suspiré mientras sentía un dolor de cabeza asomarse.

—Por favor, ayúdame a preparar una ropa adecuada para el velorio, tomando en cuenta las reglas de la familia Genova. También, por favor, contacta a los miembros lejanos de la familia Genova que vivan en el extranjero e invítalos a regresar para el funeral. Por última, deberíamos despedirla con honores durante su funeral. —Me detuve un momento para preguntar: —¿Cuándo es el funeral?

—El señor Genova la velará esta noche. El funeral se llevará a cabo mañana —contestó.

Dudé por un momento antes de hacer otra pregunta.

—Entonces, ¿debería regresar al chalé Genova?

«¿Y si Santiago no quiere que regrese al chalé? Después de todo, ni siquiera me dejó acompañarlo anoche».

—Señorita, los parientes lejanos han estado llegando al chalé Genova desde esta tarde. No obstante, lo cierto es que el señor Genova vele a su madre no es algo acorde a las reglas de la familia. Además, las generaciones más jóvenes de los parientes lejanos suelen exhibir comportamientos arrogantes e irrespetuosos, sobre todo porque fueron criados en el extranjero. Debido a esto, el señor Jaime rara vez los mandaba a llamar al chalé Genova, solo en casos de suma importancia.

Algo dudoso, continuó explicándome:

—Me imagino que en este momento el señor Genova debe de estar soportando estas actitudes burlonas de ellos. Debería apurarse y regresar de inmediato al chalé Genova para dirigir la situación. ¡Pero, sobre todo, él la necesita en este momento!

Santiago siempre había actuado indiferente hacia los demás, así que no solía importarle si era burla de otros. De cualquier forma, estaba preocupada de que él fuera maltratado y le indiqué a Antonio que me acompañara de vuelta al chalé.

Al llegar, vimos a una multitud en la entrada. Temí que me reconocieran, así que me apuré a agachar la cabeza para entrar al salón principal. ¡Todos ellos eran parientes lejanos de la familia Genova y yo no conocía a ni uno!

Me di la vuelta para salir y me topé de frente con el patio de Santiago. En cuanto crucé por la puerta, lo vi parado en el pasillo, mirando hacia unos narcisos al borde del estanque artificial. Su expresión era casi indiferente y apenas pude discernir la tristeza que emanaba de él. Pese a todo, sus ojos estaban apagados, pero mostraban un tumulto de emociones en ellos. Eran dos manchas de tinta negra que se rehusaban a desaparecer.

—Santiago —llamé mientras me acerqué con cautela.

—Quien murió fue mi madre —murmuró con suavidad. —Ella era la mujer que vivió en el chalé Genova como mi hermana, pero me cuidó como si fuera su hijo.

Su tono era suave, casi como si estuviera hablando de algo menor que no le concernía en lo absoluto. En silencio, le sostuve su mano y quedé a su lado. Poco después, volví a escuchar su voz suave.

—Viví con mi madre hasta que tuve nueve años, cuando dejé el chalé Genova. ¡En ese entonces, ni siquiera sabía que la persona que me adoptó era en realidad alguien más! Mi madre me trató bien durante esos nueve años. Yo no era el heredero para ese entonces; había otros tres hermanos mayores más cerca del trono que yo. Por esto me trataron mal y jamás recibí amor paternal. Aun así, ella siempre fue la primera que intercedía por mí y me protegía cuando mis tías y mis familiares me molestaban…

Santiago hizo una pausa.

—Hasta que llegó el día en que dejé el chalé Genova para vivir por mi cuenta afuera. Durante esos once años, ella me escribió para alentarme. También me ayudó a manipular las cosas dentro de la familia Genova para que me beneficiara. Mucho de mi éxito fue gracias a ella y por eso fue por lo que pude regresar a la familia Genova tan rápido.

Su voz se quebró, inundado por una tristeza enorme e irreconciliable en lo más profundo de su corazón.

—La respeté como a nadie más y ella se preocupó mucho por mí también. La única vez que se opuso a algo en mi vida fue cuando intentó separarnos, aunque después nos dio su bendición debido a mi insistencia… Ella jamás tuvo intenciones malas hacia mí porque siempre me entendía con ella. No hace mucho, incluso me prometió que te trataría bien. Pero, en un parpadeo… se fue para siempre.

Era obvio que estaba desolado. Podía sentir que su fachada calmada estaba llena de agujeros por todos lados. Lo abracé alrededor de la cintura y traté de consolarlo con un tono gentil.

—Está bien. Estoy segura de que ella no quiere que te sientas triste. Lo siento… ¿Esto se debió a nuestro compromiso?

Sus ojos se pusieron rojos de inmediato.

—Cariño, esto no es ni tu culpa ni la mía. La culpa yace en mi madre por ser tan terca.

Lo más probable que la madre que acababa de mencionar fuera la madre que seguía viva, aquella que guardaba rencor hacia mi madre biológica. En cuanto a la que falleció… Él declaró que ella me reconoció como su nuera, así que jamás hubiera hecho algo tan extremo. Lo más probable era que ella fue obligada a tomar su propia vida por la verdadera matriarca de la familia Genova.

—Santiago, ¿acaso aún no has aprendido la lección? —resonó una voz gélida desde afuera cuando quise consolar a Santiago.

Busqué el origen de la voz con mi mirada y vi entonces a la matriarca de la familia Genova. Ella era Elisa Herrera. Por otro lado, la mujer que falleció era su hermana menor y gemela, Alison Herrera.

Elisa se enamoró de mi padre biológico, completamente prendada de él. Con el paso de los años, su amor se convirtió en una cruel obsesión. Por desgracia para ella, mi padre se enamoró de mi madre, por lo que ella se llenó de un odio absoluto debido a su rechazo. Además, no solo detestaba a mi padre, sino también a mi madre y, por extensión, a mí. Por eso se negaba a que yo estuviera con su hijo.

—Deberías volver al cuarto. Te alcanzaré después —indicó Santiago, ignorando a Elisa y mirando solo a mí. Sin importar lo que pasase, él siempre me trataba con gentileza.

Le obedecí y regresé al cuarto. A pesar de que quise escuchar a escondidas su conversación, no hubo señales de que se hubiesen quedado cerca. Lo más probable es que hayan dejado el patio. Me senté en la cama, sintiéndome muy irritada sin poderlo evitar, aunque no tomó mucho tiempo antes de que Santiago regresara al cuarto. Con una expresión triste, me aseguró:

—No pienses mucho en esto. Regresaré contigo a Eldamia una vez que hayamos despedido a mi madre.