Te regalo toda una vida de amor Capítulo 226

—Claro, estoy dispuesta a casarme contigo.

—Niña tonta. —Me llamó Santiago con una sonrisa en su rostro.

—¿De qué hablan ustedes dos por allá? —Dante nos interrumpió de repente. Después, alzó su copa para hacer un brindis por nosotros. —Les deseo sus felices para siempre y espero también tener una novia tan pronto como sea posible.

Mientras hablaba, jamás apartó su mirada de Emilia. No obstante, ella ni siquiera alzó la cabeza en ese momento, pues estaba disfrutando de la corte de carne, luciendo muy despreocupada. Por alguna razón, pareció que ese platillo era especial para ella.

—Gracias —contesté mientras chocaba mi copa con la de él e ignoraba el ambiente algo tenso.

—Jamás tendrás una novia. —Santiago no fue tan misericordioso a la hora de cambiar el tema.

—¿¡Por qué me maldices de esta forma!? —gritó Santiago, algo sorprendido, al escuchar la broma de Santiago.

El hombre no se dignó a contestarle y solo le lanzó una mirada de lado antes de mandarlo a volar. En cuanto a Dante, él se acercó a Emilia con una expresión dolida y se lamentó:

—Me molestan…

Emilia posó un rato su mirada en Dante y su expresión de perrito pateado, para después exclamar:

—¿Crees que pudiera ganarle a Santiago en fuerza?

En cuanto a fuerza y habilidad se trataba, Emilia, de hecho, no tenía ninguna oportunidad contra Santiago. Además, no era como si Dante quisiese venganza; solo quería la atención de Emilia. Por desgracia, ella no estaba interesada y Dante, cuando notó que ella dejó de prestarle atención, perdió su actitud festiva y su apetito, por lo que se acercó a Lucas y le preguntó:

—¿Sabes si tenemos karaoke?

—Sí, hay uno, pero yo voy primero —contestó Lucas mientras se puso de pie.

Lucas cantó en inglés, con un tono definido y claro, por lo que la interpretación de Rush on Time de Jonathan Kelly que hizo fue distinta a la interpretación original del autor. Una vez terminó con esa canción, decidió que proseguiría con un rap, así que escogió Hard Knock Life de Jay-Z.

En cuanto Lucas terminó, Dante le arrebató el micrófono y me preguntó si tenía alguna complacencia. Esto me hizo recordar de inmediato la canción que escuché en el pasillo del metro, así que le pregunté:

—¿Está bien que alguien como yo te pida una canción?

—Claro —contestó Dante con una sonrisa.

«Dante no es solo apuesto, pero sí que sabe cantar», pensé cuando noté que él sabía perfectamente lo que hacía. «Es rico y muy talentoso también. Ahora que me doy cuenta, estos hombres a mi alrededor son todos excepcionales».

Dante interpretó un par de canciones más sin detenerse hasta que, de repente, Santiago se levantó y dejó la mesa. Cuando noté que se retiraba, me apuré a ponerme de pie y seguirlo. Santiago solo se detuvo una vez estuvimos solos y, al llegar a su lado, me tomó de la mano para llevarme hacia el siguiente piso. Una vez ahí, y sin moros en la costa, me puse de puntitas para depositarle un beso en la mejilla.

—¿Y esto? —preguntó, inclinando la cabeza.

Sonreí como una tonta y le besé la esquina de sus labios otra vez. Mientras tanto, Santiago trataba de ocultar su sonrisa al decir:

—Qué niña tan mimada.

—No soy una niña —refuté.

—Solo una niña se comportaría tan infantil como tú.

—Tú jamás has estado en una relación antes, así que es normal que no sepas que las mujeres somos mimadas por naturaleza —declaré con alegría cuando escuché su comentario. —Santi, deja que te diga algo: sin importar la personalidad de una mujer, aún sea directa o reservada, todas se comportarán como yo cuando se encuentren con el hombre que les gusta.

—¿Fuiste así de apasionada cuando estabas con Nicolás? —De repente, Santiago me hizo una pregunta que me dejó sin aliento.

—Nuestra unión fue una de conveniencia —contesté mientras dentro de mí salía a flote un instinto de supervivencia. —Tal vez sí tenía otras ideas cuando nos casamos, pero Nicolás jamás me trató como a una esposa. Durante nuestros tres años de matrimonio, interactuamos como si fuéramos completos extraños y solo llegamos a juntarnos un puñado de veces después de nuestro divorcio. Si soy sincera, él jamás estuvo enamorado de mí. Si considero todo con cuidado, mi primera relación seria es esta. ¡Sí, tú eres mi primer amor!

«¡Santiago es mi primer amor! Estamos juntos porque correspondemos a los sentimientos del otro. En cuanto a Nicolás, él solo es mi exesposo».

No estaba segura si Santiago creyó lo que dije. No obstante, en cuanto terminé de hablar, él extendió su mano y acarició mi cabello antes de hablar con un tono gentil.

—Siempre se te ha dado la facilidad de palabra, aunque eres la única que puede hacerme sentir así de feliz. Sin importar si lo que dices es cierto o no, te creo. Reina, jamás me ha importado tu pasado. Todo lo que deseo es el futuro. ¿Estás preparada para pasar el resto de tu vida conmigo?

Su aparente afecto hacia mí era me sobrepasaba enormemente. En verdad estaba cautivada por la sinceridad que demostraba un hombre tan excepcional como Santiago. Lo tomé de la mano para entrelazarla con la mía. Acaricié con mi pulgar el anillo que él llevaba puesto y le dije:

—¿No planeas retractarte luego de aceptar mi anillo e incluso usarlo en tu dedo, cierto? Además, incluso me pusiste tu anillo cuando estábamos en la mesa antes.

«A finales de noviembre del año pasado, cerca del cumpleaños de Santiago, fui a buscarlo a Finlandia con un anillo de boda entre mis cosas. Por desgracia, él no me vio, así que me retiré del lugar para ir al chalé en Espoo y dejé el anillo en la puerta».

Santiago agachó la cabeza para besar mi frente. Le correspondí abrazándolo con fuerza, para después escucharlo murmurar con gentileza.

—Reina, ¿vendrías conmigo a conocer a alguien cuando tengas tiempo?

A juzgar cómo lo mencionó y que me quería llevar a conocer a esta persona, deduje que se trataba de alguien importante para él. Ante esto, alcé la mirada hacia él y le pregunté:

—Claro, ¿de quién se trata?

—Es la persona que me mantiene con vida —contestó después de quedarse un momento en silencio.

Luego de eso, me rodeó por la cintura con sus brazos y me llevó hacia el balcón. Desde ahí pude ver a Dante y Kevin, cada uno con un micrófono y cantando en el primer piso. En cuanto a Emilia, ella se había trepado y acomodado para mirar al dúo caótico que perdía el control cada vez más.

—Sería muy bueno si el ambiente de nuestra casa fuera así de vivo todos los días —declaré sin dudarlo. —Y Emilia… a pesar de que le gusta divertirse, ella en realidad es una persona muy seria.

—En verdad que es una persona solitaria —concordó Santiago.

—¿Por qué dices que es solitaria? —pregunté mientras paseaba mi vista entre él y los dos hombres que cantaban abajo.

—Ella fue lista desde pequeña. Si consideramos lo sensibles que son los niños inteligentes a su entorno, por lo regular no suelen disfrutar de sus infancias. Por esa razón, entre más crecen, más grande se vuelve sus gustos por divertirse.

—¿Qué hay de ti? —Le pregunté, pues sabía que Santiago y Emilia tenían un cierto entendimiento mutuo, pues eran parecidos el uno del otro. —¿Te sientes solo? —aclaré con una sonrisa cuando noté que inclinó la cabeza, un tanto confundido.

—No, porque te tengo a mi lado. —Era notoria la diferencia del Santiago actual con el de antes, sobre todo si consideraba la facilidad con la que embelesaba sus palabras.

—¿Entonces piensas que soy una persona bulliciosa? ¿Así como que nunca me callo? —cuestioné a propósito.

—Nada mal. Eres consciente de cómo eres —me halagó siendo serio, para mi pesar.

Me quedé sin palabras después de ese comentario, pero al final terminé por alzar mis manos y jalarle los cachetes. Él se tensó ante mis acciones y noté sin problemas que él no estaba acostumbrado a interacciones como esta, por lo que retiré mis manos y comenté:

—Olvídalo. Te perdono por ahora. —Lo tomé del brazo y dirigí mi atención a otra parte.

—¡Lucas, te están marcando! —Justo cuando Lucas se perdía en su canto, Emilia lo llamó de repente.

Cuando Lucas escuchó eso, dejó el micrófono y se acercó a su teléfono para contestarlo. Ninguno de nosotros sabía quién era la persona con la que hablaba, pero todos notamos que su rostro palideció de inmediato. Al final, nos miró para hablarnos con un tono serio.

—Santi.

—¿Qué pasa? —preguntó Dante después de apagar la música. —¿Qué onda con tu expresión? ¿Por qué luces como si alguien se hubiera muerto? ¡Vamos! Cantemos una última canción y después vayamos de carreras.

En cuanto Dante sacó el tema de las carreras, Emilia se interesó y no se demoró en preguntar:

—¿Carreras? ¿Puedo ir con ustedes? Acabo de sacar mi licencia.

«Cómo vuela el tiempo; Emilia ya es mayor de edad. Recuerdo que ella acababa de celebrar su cumpleaños número diecisiete cuando nos conocimos».

—Claro. Podemos compartir el carro —contestó Dante con una sonrisa.

—Lo siento, no me interesa.

Emilia frunció y rechazó la idea. Cuando él vio que a ella no le gustó la sugerencia, se apuró a corregirse.

—Querida Emilia, me refería a que tú conducirías el carro, mientras que yo estaría en el asiento del copiloto.

«Dante es muy vivo para que pueda notar lo que Emilia quiere en verdad». Me reí un poco sin evitarlo al pensar en eso.

Mientras tanto, Lucas aún tenía su mirada perdida puesta sobre Santiago. Se quedó callado desde que llamó a Santiago. Una vez que Dante logró calmar a Emilia con éxito, se dirigió a Lucas.

—¿Qué querías decirnos?

Como era raro ver a Lucas tan afectado, supuse que algo terrible debió pasar. En ese momento, con un tono directo, Santiago ordenó:

—Díme.

—Llamó Carolina. Dijo que tu madre… se suicidó en su cuarto.