Te regalo toda una vida de amor Capítulo 209

Te regalo toda una vida de amor Capítulo 209

Había una distancia de tres metros entre nosotros, así que me daba miedo saltar. En especial cuando llevaba puesto un vestido tan complejo y estorboso. Si fuera Santiago el que estuviera abajo, habría saltado sin dudarlo. Fue en ese momento que entendí lo mucho que dependía de él. Debía admitir que me sentí agraviada durante los ocho meses que no estuvo, pero sabía que tenía un buen motivo para hacerlo y que no debía tratarlo como a un extraño. No debí distanciarme de él por el sentimiento de decepción y culpa. ¿Cómo pude haber hecho un escándalo cuando lo amaba tanto? Solté un suspiro al pensar en ello. Berto frunció el ceño y preguntó:

—¿Vas a saltar o no?

Tomé un profundo respiro y después salté por la ventana. Por la fuerza, Berto tuvo que retroceder un paso para mantener su equilibrio, pero, aun así, logró atraparme con firmeza. Me sentí conmocionada y toqué mi pecho al mismo tiempo que él susurró:

—Luces delgada, pero pesas mucho.

—Ni siquiera estoy cerca de pesar 45 kilos.

—Las mujeres que pesan menos de 45 milos suelen estar planas o ser pequeñas.

Berto miró hacia mi pecho, provocando que me defendiera con una expresión oscura.

—¡No estoy tan plana!

«Mínimo, soy copa B»

—Te ves muy linda con ese vestido, como una princesa de Disney. Pero ¡tu cabello es demasiado largo!

Mi cabello llegaba hasta mi cintura y yo también pensaba que era demasiado largo, pero siempre olvidaba ir al salón de belleza. En respuesta, lo miré de reojo y dije con desdén:

—No te preocupes por el cabello de los demás.

—¿Por qué siempre estás tan molesta, mujer?

Berto no era bueno contraargumentando. Pronto, el sonido de unos pasos cercanos interrumpió nuestra pelea amistosa. Berto me tomó de la muñeca y ambos nos escondimos detrás de un macizo de flores.

—¿Escuchaste algo?

—Creo que fueron los gatos.

—Vámonos. Hace mucho frío aquí afuera.

Cuando el sonido de los pasos desapareció, Berto tomó mi mano y salimos del chalé. Estaba extrañamente familiarizado con el plano y sabía el camino exacto para salir. Después de caminar por diez minutos, me giré y observé el chalé sobre el terreno nevado, el cual parecía una prisión que encarcelaba las vidas de aquellos que servían ahí.

Yo sentía compasión por las personas vivían ahí, en especial Olga, la mucama. No era muy claro a lo que se refería con su lealtad y deber, pero sonaba importante para ella, al grado de rehusarse a marcharse y soportar el aislamiento.

—¿Qué es la lealtad? —murmuré.

—Es vida —respondió Berto sin pensarlo.

—¿Y qué significa la vida para ti? —dije, mirándolo con incredulidad. Berto soltó mi mano y respondió:

—En nuestra profesión, siempre ponemos nuestra vida en riesgo. Un solo error y todo se vuelve cenizas.

Todos tenían su manera de navegar la vida y no era apropiado seguir interrogándolo. Por alguna razón, perdí el interés sobre aprender más sobre Berto porque me daba una vibra inquietante. Si descubría sus deseos más profundos, podría terminar abriendo la caja de Pandora. Por ello, decidí cambiar de tema y dije:

—Préstame tu teléfono. Necesito llamar a Santiago y decirle que estoy a salvo.

Berto extendió sus brazos y dijo:

—No tengo teléfono.

—¿Es en serio?

Lo miré con escándalo y después me acerqué a buscarlo, pero solo comprobé que no tenía pertenencias. Incluso había dejado su pistola en el chalé. Eso me había tomado por sorpresa, así que tragué saliva antes de decir:

—Qué valiente eres.

Berto alzó una ceja, sostuvo mi hombro y explicó en un tono lamentable:

—Tengo GPS en mi teléfono. Si Saúl se entera de que no estoy, me va a rastrear y no podré salvarte. Es por ti que corté contacto con ellos y me puse en una situación tan peligrosa.

«Saúl debe ser el hombre que lo estaba molestando en el helicóptero»

—¿Qué hacemos?

—Caminaremos a la ciudad más cercana —sugirió Berto con una expresión seria.

—¡Le pregunté a la mucama y ella dijo que la ciudad más cercana está a una distancia de cuarenta a cincuenta millas! ¿Cuántos días tomaría llegar a pie? —dije mientras lo miraba con intensidad, sintiéndome frustrada.

Además, el clima estaba helado y parecía que iba a comenzar a nevar en cualquier momento. La noche caería pronto y la temperatura bajaría aún más. ¿Cómo íbamos a sobrevivir en ese infierno invernal? De pronto, sentí arrepentimiento de haber salido del chalé con él. Me rendí y quería regresar, pero me preocupaba poner a Santiago en peligro si me mantenía como presa. Al final, tomé una decisión difícil y dije:

—Hay que apresurarnos.

—¿Por qué ese temperamento, mujer? —dijo Berto con una risa malvada—. Son solo cuarenta o cincuenta millas. Es medio día de caminata para mí. ¡Es el ejercicio perfecto para tu cuerpo pequeño!

Lo ignoré y seguí caminando con el vestido pesado puesto. Después de media hora, Berto se acercó a mí y sonrió de forma dulce para decir:

—Ah, por cierto. Necesito decirte algo.

—¿Qué? —dije, conteniendo mi fastidio hacia él.

—Nos fuimos por la dirección equivocada.

Al escuchar eso, sentí que me partía un rayo y mis oídos zumbaron por la impactante información. Incluso mi cuerpo congelado estaba temblando de forma violenta.

—Tenemos que regresar, mujer… —dijo en tono de canto.

«¡¿Cómo se atreve a poner esa cara tierna?!»

Quería golpearlo, pero no podía hacerle eso a su cara bonita. Mantuve la calma y dije:

—Muéstrame el camino, por favor.

Esta vez, Berto caminó frente a mí. Quizás sabía que me estaba muriendo de frío, de pronto me pidió que lo esperara por otros treinta minutos. Aunque él era un fastidio, apreciaba su compañía en el viaje y temía que me abandonara. No pude evitar observarlo con ojos de cachorrito. Quería que se quedara, pero me daba mucha vergüenza admitir eso. Como si me leyera la mente, puso una expresión seria y dijo:

—Debes esperarme. ¡Regresaré en treinta minutos!

Luego de eso, se marchó con determinación y desapareció en la nieve. Poco después, comenzó a nevar y mi cuerpo se sintió más frío que antes. El dobladillo de mi vestido ya estaba empapado por la nieve. Por fortuna, las partes interiores seguían secas.

Al caer la noche, vi a Berto corriendo hacia mí, surgiendo del panorama blanco y nevoso como un guepardo con una prenda en su mano. Mientras se aceraba, vi que lo que estaba sosteniendo era una capa negra que lucía lujosa y cálida. La puso sobre mí y después me puso el gorro. Al final, ¡la capa me había salvado del frío insoportable!

—¿Ya no tienes frío? —preguntó Berto con una sonrisa brillante.

—¿En dónde conseguiste esto? —pregunté, sintiéndome conmovida.

—Lo robé del chalé. Mira, también te traje una manzana. Sigamos y esperemos que lleguemos a la ciudad por la mañana.

«¡Habría sido genial si hubiera robado un auto para nosotros!»

Después de decir eso, Berto puso la manzana en mi mano. La sostuve y lo seguí en nuestro viaje peligroso. Luego de dos horas, mi resistencia se había agotado y me caí sobre el piso nevado un par de veces al mismo tiempo que mi visión comenzaba a nublarse. Cuando volví a caerme, llamé a Berto con exasperación. Él se giró y se puso de cuclillas frente a mí.

—¿Puedes caminar?

—¡No puedo! —dije, sacudiendo la cabeza.

Mis manos y mis pies estaban tiesos del frío que había alcanzado cada centímetro de mi cuerpo, pero él ser rio de mí en voz baja y dijo:

—Eres igual que mi mamá.

—¿Tu mamá?

—Siempre se hacía la tierna cuando necesita ayuda de mi papá.

—Pero yo no me estoy haciendo la tierna.

—Tus ojos están literalmente rogando que te cargue en mi espalda.

 

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Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)

Score 9.2
Status: Ongoing Type: Author: Artist: Released: June, 6, 2023 Native Language: Spanish
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  • Te regalo toda una vida de amor (Nicolás Ferreiro)
En secreto, estuve enamorada de Nicolás Ferreiro durante nueve años e incluso cuando era adolescente, solía seguirlo a todos los lados. Cuando crecí, acepté convertirme en su esposa, sin embargo, en nuestra relación nunca hubo amor o piedad, ni siquiera cuando le pedí el divorcio y puse la influencia de mi familia en juego, cambió su trato hacia mí. Para mi mala suerte, él tampoco recordaba a aquella niña temerosa y precavida que lo seguía. Así que, tuve que divorciarme para comprender que durante todo ese tiempo, mi amor por él no era correspondido, porque la persona a la que en realidad había amado de aquí a la luna, jamás fue él; al parecer, estuve equivocada desde un principio.

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