Te regalo toda una vida de amor Capítulo 203

—¿Estás bien?

—Sí, estoy bien —insistí mientras mi cuerpo se relajaba.

Caí en los brazos de Emilia mientras daba el siguiente paso. Manolo me cargó en sus brazos enseguida para ayudarme a ir al baño. Perdía y recuperaba la consciencia, así que ni siquiera pensé en defenderme cuando escuché la voz de Manolo en mi oído.

—¡Santiago no es un hombre si no reacciona al ver lo que te voy a hacer!

—¿Qué? —murmuré.

—Estoy coqueteando contigo para provocarlo.

«¿A qué se refiere?»

Me dolía la cabeza y no podía entender lo que estaba sucediendo. Luego, sentí que Manolo se detuvo antes de voltearme y esconder mi rostro en su pecho. Fue en ese momento que escuché una voz fría detrás de él.

—Entrégamela.

Manolo me tomó con más fuerza y dijo:

—¿Por qué debería hacerlo?

—Entrégamela —repitió el hombre detrás de mí con una voz firme.

—Pfft. Ya estás entrando en pánico.

Luego, sentí que Manolo me entregó a otra persona, en la cual me sentía segura en sus brazos. Volví a voltearme y lo abracé por la cintura. El hombre que me tomó caminó al frente de forma continua. De pronto, alguien lo llamó:

—Santi, ¿qué hay de los chicos en el tercer piso? Seguro se burlarán de ti porque saben que no tienes poder local. Solo les darás motivos para atacar si te vas ahora. ¡Será difícil ganar la licitación más tarde!

—Olvidémonos de la licitación —indicó el hombre.

—Santiago, ¿aún amas a Reina? —preguntó el otro hombre.

No hubo respuesta del hombre con la voz fría.

«¿Quién es Reina?» pensé.

—¿La vas a seguir queriendo, aunque vuelva a herirte?

—Lucas. —La voz encima de mí sonó seria de repente.

—Santi, ¡no te entiendo! Mira, acepté tu relación con ella antes de esto. Incluso sentí lástima por ella y la traté bien. ¡Le enseñé cómo conquistarte y amarte con sinceridad y esfuerzo! Pero ¡mírala! ¡Destruyó el negocio que construiste con tu sangre, sudor y lágrimas! De no ser por ella, ¡no habrías sufrido en Europa!

—Ella es inocente, Lucas.

—¿Y qué? ¡Tú tampoco eres culpable de nada!

El hombre que me cargó ignoró el argumento y salió del bar conmigo. Mientras la música fuerte y el ruido desaparecía de mis oídos, cerré mis ojos por un momento antes de volver a abrirlos y un rostro familiar apareció frente a mí. Volví a cerrar los ojos y sentí una ola de malestar en mi estómago. Tuve arcadas por un rato y el hombre me puso a un lado de un auto. Luego, vomité sin parar mientras que alguien acariciaba mi espalda de forma gentil. Me sentí triste y me puse de cuclillas en la calle para ponerme a llorar. El hombre se puso de cuclillas a mi lado y preguntó:

—¿Por qué lloras?

—Me siento triste —confesé.

—¿Quién te puso triste? —cuestionó de forma gentil.

—No pude quedarme con mi bebé.

—Hiciste lo que pudiste, Reina —me consoló el hombre.

—Tampoco pude quedarme con él.

—Estoy aquí contigo, cariño.

—Siento mucho no hacer que se quedara conmigo. Me siento mal por él. Lo extraño mucho. Quiero abrazarlo.

De pronto, el hombre me abrazó y un aroma familiar me rodeó. Luego, acarició su palma contra mi mejilla y yo seguí hablando entre lágrimas:

—Él es un hombre perfecto que me trata bien, ¡pero yo lo arruiné! Me siento tan culpable por no proteger a mi bebé ni poder parirlo. ¡Solo Dios sabe lo asustada que estoy! Me asusta reunirme con él. ¡Me asusta mucho acercarme a él!

—Tranquilízate, cariño. Estaré aquí. No voy a ir a ningún lado. No temas. Estaré a tu lado.

…

El suave rayo del sol entró a la habitación a través de las cortinas. Me sentía adormecida y abrí los ojos, mirando a las ventanas sin expresión alguna hasta que pensé en algo. Fue en ese momento que mis ojos se abrieron como si me hubiera caído un rayo. Anoche, perdí la consciencia después de beber demasiado. Recordé que Manolo me llevó al baño, ¡pero me entregó a alguien más en el camino! ¿A quién me entregó?

Me golpeé la cabeza varias veces y traté de recordar. La voz fría sonaba familiar, como si fuera de alguien con quien me había acostado. ¡Estaba muy cerca de acordarme de su nombre!

«¡Santiago Genova! ¡Sí, es él! ¿Me puse a parlotear con él anoche?»

No podía recordar nada de la noche anterior y me estremecí mientras esperaba no haber sobrepasado los límites con Santiago. Me levanté con un gran pesar para asearme. Luego de eso, salí del baño y noté a un hombre sentado en mi sofá en la sala. Hice una expresión de sorpresa y cerré la puerta de golpe, pero mi acción solo me hizo culpable. Respiré profundo y abrí la puerta antes de sentarme frente a él. Santiago estaba dormido en el sofá con un brazo debajo de su cabeza. Al observar su expresión, supe que debía estar cansado e incómodo.

Las palabras estaban atoradas en mi garganta. Tomé una manta del baño para ponerla sobre él. Antes de que pudiera acercarme más, él tomó mi muñeca de repente. A través de sus ojos ligeramente abiertos, pude ver su mirada de alarma y le tomó un momento relajarse. Estaba más alerta que cualquier otro momento en el pasado.

«¿Es porque últimamente han incrementado los intentos de asesinato contra él?»

Al notarme, soltó mi muñeca e hizo una pregunta innecesaria.

—¿Ya despertaste?

Asentí en respuesta y me senté frente a él antes de que él se sentara también y dijo:

—La resaca debe sentirse muy mal. Te prepararé un poco de sopa caliente más tarde para que te haga bien —dijo Santiago, como si nada hubiera sucedido entre nosotros en todo este tiempo.

«¿Eso quiere decir que anoche sucedió algo entre nosotros? ¿O dije algo que sobrepasó los límites?»

—¿Anoche me pasé de la raya? —pregunté dudosa al pensar en ello.

—No importa. Yo me ofrecí a ti.

Me quedé sin palabras ante su respuesta seria y más tarde dije:

—¿Qué tontería es esa?

—¿Qué? ¿No quieres pasarte de la raya conmigo?

Me quedé en silencio al escucharlo.

—En el pasado, era lo que más querías.

Parecía que se había vuelto más atrevido. Admití que no era compatible con él y regresé a la habitación para tumbarme en la cama. Luego de un par de golpes en mis mejillas ardientes, de pronto recordé fragmentos de la noche anterior.

«Creo que sí me pasé de la raya con él»

Primero, había besado sus mejillas. Luego, mis labios subieron hasta sus cejas esculpidas. No solo eso, sino que incluso había succionado su dedo delgado. A final, ¡me subí encima de él en el auto! Sí, había sido en su auto. Mientras él manejaba, intenté tomar control del volante y lo hice entrar en pánico hasta que estacionó el auto. Después, me permitió sentarme encima de él. Yo observé sus ojos profundos y solté una risita para decir:

—Eres tan hermoso. No puedo evitar acercarme a ti.

Ante eso, él susurró:

—¿Me quieres, Reina?