Te regalo toda una vida de amor Capítulo 204

No tuve éxito porque colapsé en sus brazos mientras rodeaba su cintura. Sin embargo, él no me empujó y me dejó ser. Al final, nos llevó de vuelta al apartamento, demostrando un nivel impresionante de autocontrol. Los recuerdos de la noche anterior me avergonzaban mucho y mis mejillas ardían mientras intentaba aceptar la verdad.

«¡No, las cosas salieron mal! No debimos terminar así. Beber sí que te hace cometer errores…»

Además, yo nunca había tomado la iniciativa con Santiago, a pesar de que estábamos completamente vestidos ayer. Rara vez teníamos relaciones, y, las pocas veces que lo hicimos, él nunca intentó ninguna posición extravagante. Pero, ahora…

Había intentado mantener la calma, pero fallé al enterarme de lo que sucedió anoche. Con bastante tristeza, salí de la habitación como un fantasma. Al mismo tiempo, Santiago se encontraba frente al ventanal francés y estaba hablando por teléfono. Ya que estaba de espaldas a mí, decidí escapar del apartamento. Él escuchó el ruido de mis movimientos, así que se giró y frunció el ceño con frustración. Luego, preguntó de forma sombría:

—¿A dónde vas?

Su mirada intimidante me causó miedo. Se sentía como si hubiera regresado al inicio de nuestra relación.

—Saldré con Emilia —murmuré.

—Anoche se fue a Bristonia.

—Ah. Entonces, la visitaré en Bristonia.

Santiago dejó su teléfono y caminó hacia mí mientras suspiraba.

—¿Hasta cuándo piensas huir de mí?

Miré al piso en silencio. Al final, él cedió y dijo:

—Está lloviendo en Bristonia. Deberías cambiarte antes de irte.

Yo seguía vistiendo la camisola negra del día. De pronto, pensé en que Santiago, quien era una persona conservativa, no podía tolerar verme en un atuendo así. Mientras más me ordenaba a cambiarme, más me rehusaba. Lo ignoré e intenté salir si cambiarme nada. De pronto, él tomó mi muñeca y me llevó a sus brazos. Después de observarme con sus ojos profundos, tocó mi vientre plano con su palma fría. Traté de resistir su coqueteo mientras lo miraba, aturdida. Luego, su voz ronca sonó en mis oídos:

—¿Desde cuándo te volviste una chica mala? ¿Eh, Reina?

Su tono subió un poco al decir mi nombre, lo cual era demasiado para mi corazón. Me sonrojé profundamente y respondí:

—¡Suéltame ahora mismo!

Por supuesto, él no lo hizo y en lugar de eso, me cargó. Mis piernas quedaron colgando y por instinto las puse alrededor de su cintura mientras me aferraba de su cuello. Luego, él me miró con sus ojos claros. No pude evitar observar al hombre guapo. Sus facciones estaban bien definidas y lucía como una deidad que había visitado la tierra. Esa era mi impresión de él; fuera de este mundo. Parecía estar en un punto más alto, observando la vida sin emoción, como si nada le interesara. Incluso cuando arruiné las cosas y le mentí, ninguna vez se quejó de ello. Me sentí culpable por el incidente de hace ocho meses y lo abracé fuerte.

—Lo siento.

—¿Eh? —preguntó Santiago con una ceja alzada.

—Lucas tenía razón. Yo te arruiné.

—Creí que no me conocías para nada.

Me quedé sin palabras. En el pasado, él nunca me expondría así y me dejaría hacer mi espectáculo mientras él observaba.

«¿Está molesto conmigo porque dije que no lo conocía?»

Observé el piso y me mordí los labios para evitar que mis lágrimas cayeran. Después de componerme, me disculpé:

—Lo siento, Santi. No es que no quiera acercarme a ti, sino que tenía miedo. Todo lo que he hecho es un fracaso, incluyendo tus hijos que aborté. Me daba miedo encontrarme contigo de nuevo. Cuando fui a buscarte a Finlandia, tú me evitaste algunas veces. Pensé que no querías volver a verme. Eso fue muy triste y deprimente para mí.

Él no me culpaba en lo absoluto. Santiago se sentó en el sofá y acarició mi mejilla con una mano mientras me consolaba en voz baja:

—No hay que debatir sobre los errores del pasado. Los bebés… No estábamos destinados a ser sus padres, ¡pero tú sigues siendo joven! Con nuestra tecnología avanzada, podrías intentar la fecundación in vitro si quieres un hijo. Si no, no tenemos que hacerlo.

Justo cuando había logrado contener mis lágrimas, sus palabras las provocaron de nuevo. Escondí mi cabeza y sollocé en sus brazos. El dolor, la melancolía y frustración que había sentido últimamente habían desaparecido en un segundo. Desde el fondo de mi corazón, le agradecí por no culparme y me sentí afortunada de que estuviera dispuesto a acercarse a mí.

—Reina, tú eres lo más importante para mí. Todo lo demás no importa. No te voy a culpar por nada de nuestro pasado ni tampoco voy a debatir sobre los errores. ¿Ya te olvidaste de mis palabras?

Una vez, él dijo que un malentendido no era una razón para marcharse. Guardé sus palabras en mi corazón, pero también recordé las tres veces que no lo vi en Finlandia, lo cual fue un gran golpe para mí.

—¿Por qué te rehusabas a verme? —pregunté entre sollozos.

Yo estaba vulnerable frente a él y estaba dispuesta a quitarme mi armadura para depender de él. Esto se sentía diferente a mi relación con Nicolás. Yo podía confiar toda mi vida entera al hombre frente a mí. Él no me dio una explicación, pues él solía ser hombre de pocas palabras. Luego de decir todo lo que quería, regresó a ser la persona de siempre.

—Santiago Genova —dije, furiosa.

—Qué grosera —dijo con una sonrisa.

Cuando lo llamaba por su nombre completo, él siempre me decía que estaba siendo grosera. Luego de un tiempo, no se molestó en corregirme más. Al principio, quería decirle que tenía derecho a llamar a mi hombre por su nombre completo. Sin embargo, me detuve al recordar mis acciones vergonzosas y ridículas de la noche anterior. Por ello, aparté de sus brazos enseguida y me encontré con su mirada confundida. Me limpié las lágrimas y expliqué:

—Necesito ir a Bristonia.

Aunque compartíamos habitación, no habíamos tenido intimidad por ocho meses. Me sentía feliz, pero también extraña al mismo tiempo. Además, debía ver a mis padres para atar cabos sueltos.

—Cámbiate —insistió Santiago.

Yo no estaba dispuesta a ceder, así que fui en contra suya apropósito.

—Me da mucha pereza hacer eso. Veré qué pasa cuando llegue a Bristonia.

—Reina, escúchame y cámbiate ese atuendo.

Santiago lucía intimidante y yo no podía molestarme en hablar con él. Con el corazón contento, salí del apartamento con las llaves de mi auto en la mano. Cuando llegué al primer piso, José me entregó una parka de inmediato. Fruncí el ceño ante su explicación innecesaria cuando me dijo:

—El señor Genova me ordenó que le entregara esto. Dijo que hace frío en Bristonia y me dijo que lo consiguiera para usted.

«No, Santiago no es el tipo de persona que habla tanto. Lo máximo que diría sería algo como ‘Dale una chaqueta’»

Tomé la parka y pregunté:

—¿Sigues obedeciendo sus órdenes?

—No me había comunicado con él desde que se fue al extranjero, pero me mandó un mensaje hace un momento —respondió José.

—Escríbele algo por mí.

—¿Qué quiere que le diga, señorita?

—Dile que mis padres están planeando una cita a ciegas para mí.

Josué se quedó aturdido y dijo:

—Señorita, ¿esto es un intento de darle celos?