Te regalo toda una vida de amor Capítulo 195

La recomendación del médico de someterme a un estudio de detección de anomalías era, por supuesto, su consejo profesional. Además, la mayoría de las mujeres embarazadas han pasado por lo mismo cuando tenían treinta semanas de embarazo, así que no era la gran cosa. Más aún, después de hacerme ese estudio, sería un gran alivio para mí comprobar que mi bebé está en buen estado.

Sin embargo, me sentía ansiosa y temerosa respecto a este estudio porque me preocupaba que algo estuviera mal con mi bebé. Temía que mi única esperanza se esfumara.

No atendí a la sugerencia del médico y me dispuse a regresar al apartamento con José.

Después de tomar algunos medicamentos, los cólicos cedieron. Me tomó mucho tiempo poder conciliar el sueño. A la mañana siguiente, pedí un taxi y me dirigí a El Solar.

Una vez en El Solar, no me puse en contacto con Camilo ni con mi cuñada, si no que me fui directamente al hospital donde se encontraba Fernanda. Al llegar, la encontré sentada en el pasillo y con sus ojos enrojecidos. Enseguida, me acerqué para tomarla del brazo y le pregunté preocupada:

—¿Dónde está Sammy? ¿Está en el quirófano?

El quirófano más cercano a donde estaba sentada tenía las luces encendidas. Fernanda asintió.

—Sammy vomitó toda la noche.

Me senté a su lado para consolarla.

—Todo saldrá bien.

Fernanda, quien solía ser bastante resiliente, había encontrado apoyo en mis brazos al tiempo que lloraba desconsolada.

—Señorita Esquivel, estoy por tirar la toalla. Los últimos seis meses me he sentido atormentada por el dolor que mi bebé ha estado sufriendo a diario. Verla en ese estado me duele mucho y hasta he deseado no haberla tenido. Si tan solo no hubiese sido tan egoísta, ahora ella no estaría sufriendo tanto en este mundo.

Fernanda no paraba de temblar y la rodeé con mi brazo sintiendo mucha pena por ella.

—No es tu culpa. Solo querías darle a Sammy la oportunidad de conocer este mundo, Además, Sammy es…

No conseguía articular palabras que sugirieran que Samanta estuviera sana y salva. Respiré hondo y continué mis palabras:

—El estado de Sammy muy seguramente mejorará.

En ese momento, Fernanda se soltó a llorar desconsolada sobre mi hombro. Finalmente, y tan pronto se apagaban las luces del quirófano, ella se puse de pie.

A pesar de su apariencia frágil, al reincorporarse, ya no se mostraba desesperanzada y triste. Estaba de pie con la mirada fija en su hijita, a quien un médico iba sacando del quirófano.

Fernanda, ahora recargada a la cama del hospital, se limpió las lágrimas antes de llamar el nombre de Samanta. El médico le dijo:

—Tu hija está bien por ahora.

Llena de gratitud, respondió:

—Gracias, doctor.

—Su condición todavía se considera en una etapa temprana, por lo que debe hacer lo que este en sus manos por planear un trasplante de médula ósea tan pronto como sea posible. No podemos demorarnos más. De lo contrario, si su condición progresa a una siguiente etapa… Señora Galván, creo que usted sabe lo que me preocupa.

Fernanda estaba aturdida y respondió:

—Lo sé.

Después de que Fernanda se había ido a acompañar a su hija al pabellón, yo me dirigí a la oficina del médico para preguntar:

—¿Qué es lo que pasa con Sammy exactamente?

El médico frunció el ceño y me preguntó:

—¿Quién es usted?

Dije de golpe:

—Soy tía de la niña, del lado de su padre.

Oído esto, el médico comenzó a explicar:

—Es un a bebé prematura, por lo que existen complicaciones relacionadas con este hecho y su estado siempre ha sido delicado. Al principio, con todo y que sufría de varias enfermedades leves, su estado no era demasiado grave. Ayer le diagnosticamos leucemia. Yo sugiero que se le opere lo antes posible para tratar su condición, lo que a su vez reduciría la posibilidad de una recaída en el futuro. Esto sería la mejor opción para la niña. Por ahora. No hemos encontrado una médula ósea en el hospital que sea compatible con ella. Así que, como tía de la niña, debería comenzar a reunir a los miembros de su familia. Después de todo, existe una probabilidad mayor de encontrar donador compatible de entre los miembros de la familia.

—Gracias, doctor. Pero tengo una pregunta más

Él bajó su voz y preguntó:

—¿Cuál es su pregunta?

—La condición de Sammy, ¿es resultado de su nacimiento prematuro?

Si la condición de Samanta se debía a ese factor, entonces mi bebé… Esa era la primera vez que dudaba en continuar con mi embarazo.

El médico negó con la cabeza y explicó:

—Todos los días naces muchos bebés prematuros y la mayoría están muy sanos, así que esto no es concluyente.

—De acuerdo. Gracias, doctor.

Me di la vuelta y dejé la oficina del doctor. Luego, envié a José a realizar el papeleo del proceso de admisión al hospital, puesto que iba a pasar los siguientes siete meses en reposo absoluto.

Regresé a la habitación de Samanta donde me encontré a Fernanda acariciando la cabeza de su hija. Me senté a su lado y tomé la manita de Samanta. Dije:

—Planeo quedarme en este hospital hasta dar a luz.

Fernanda, sorprendida, alzó su cabeza y me miró.

—¿Estás embarazada?

—Sip. Mi estado actual es peor de lo que fue el tuyo hace un tiempo.

Fernanda me tomó de la mano como si quisiese mostrarme algo de apoyo.

—Eso es bueno. Podré cuidar de ti y de Sammy al mismo tiempo.

—No te preocupes. Tengo a José y a los demás.

Ella volteó a ver a los guardaespaldas detrás de mí y sonrió.

—Todos son hombres. Además, yo ya he dado a luz, así que tengo experiencia.

Ella se mostró muy sincera y me sentí conmovida por sus palabras.

—Gracias.

—Por supuesto. Por favor, cuídame a Sammy un rato. Voy a regresar a la empresa para lidiar con algo del trabajo y en especial con la búsqueda de una fuente de médula ósea compatible para Sammy.

—Claro. También pondré a mis hombres a trabajar en ello.

Entonces, Fernanda se levantó y se agachó para darle un beso en la mejilla a Samanta antes de retirarse.

Una vez que se había ido, le llamé a Leonardo.

Sin embargo, recibí una notificación de que la llamada no había podido conectarse por el momento.

Colgué el teléfono y le mandé un mensaje de texto a Leonardo:

«¿Dónde estás?»

No recibí respuesta de Leonardo, pero, justo después, la persona encargada de la familia Genova me llamó:

—Señora, Tanya ya pagó el rescate.

Le afirmé y pregunté:

—¿Cómo le está yendo a Gabriel?

—Sigue ocupado, pero ya se está acostumbrando a los negocios de la familia Genova.

—Está bien. Guíalo para que se familiarice con todo lo antes posible. Antonio, como ya sabrás, cada uno de mis predecesores —cada amo en la familia Genova— ha contado con un asistente excepcional a su lado. Yo solo necesito a alguien me ayude con los asuntos de la familia y a lidiar con algunas cuestiones personales.

Antonio era la persona a cargo de la familia Genova y, actualmente, tenía bajo su responsabilidad a la familia completa, lo que le daba un rango apenas menor que el mío.

Era inevitable que se sintiese inquieto debido a la inesperada adición de Gabriel en la ecuación.

Puesto que Antonio era parte de la familia Genova, tenía que brindarle un sentido de seguridad.

Mientras tanto, él parecía completamente de acuerdo con mis palabras y explicó sonriendo gentil:

—Señora, eso es una exageración. Sé perfectamente lo que puede hacerse y viceversa. Desde que el señor Carlos Genova me puso a cargo del imperio de la familia Genova, compartió conmigo todos los detalles. Mencionó, además, que Gabriel se uniría a la familia Genova, así que definitivamente lo guiaré lo mejor que pueda.

Después de una breve pausa, Antonio expresó su lealtad, diciendo:

—Señora, creo que desconoce la regla de la familia Genova que ha sido pasada de generación en generación desde hace más de cien años. La familia Genova ha podido mantener tan elevada posición durante todo este tiempo, sin importar la siempre cambiante y tumultuosa situación del mundo exterior, gracias a que somos más que una familia numerosa, tal y como lo aparentamos. Nuestra gente jamás recurriría al sabotaje y peleas por el poder solo por una distribución desigual de poder y celos. Señora, si usted pretende llevar a los Genova más lejos de donde estamos en este momento, entonces debería llegar a conocernos y confiar en nosotros también. Debe confiar en la familia que el gran Señor dejó para usted y puede estar segura de que seguiré todas y cada una de sus instrucciones, sin objeción ni opinión diferente con respecto a ninguna de sus decisiones y disposiciones.

Sus palabras me hicieron sonrojarme.

Era yo quien se estaba comportando petulante y prejuiciosa.

No obstante, mi principal objetivo era brindarle tranquilidad a Antonio, así que no había hecho nada malo en realidad.

Me mantuve en calma en el teléfono y respondí:

—Sí, lo comprendo. ¿Aún tiene la familia Genova a Santiago en la mira?

—Ni una sola vez —dijo con el mismo tono de voz de Santiago.

Contesté en voz baja y después oí a Antonio explicar:

—Las órdenes del señor Carlos Genova caducaron desde que dejó a la familia.

—Está bien. Asegúrate de que nadie pueda atacar a Santiago.

Raúl ya me había recordado que no podía ofrecerle ayuda a Santiago. Así que, lo único que podía hacer era concederle algo de paz.

—Señora, tengo otro asunto qué reportarle.

Por el tono en la voz de Antonio, parecía tratarse de algún desastre.

Pregunté:

—¿De quién se trata?

—El señor Genova.