Te regalo toda una vida de amor Capítulo 181

Poco a poco la lluvia caía con mayor intensidad por lo que no estaba segura de sí Santiago me había escuchado o no porque en realidad si nos separaba una distancia considerable, no obstante, hice mi mayor esfuerzo para seguir gritando:

—¿Podrías esperar 8 meses más? Hasta que tenga a mi bebé y si sobrevivo, prometo que iré a buscarte con él. ¿Podrías casarme contigo entonces?

Me había enamorado perdidamente de este hombre frío que jamás me había lastimado, en su lugar, me aceptó y me mostró lo que era sentirse segura, por eso sabía que no podía perderlo, ¡quería convertirme en su esposa en esta vida! ¡Sabía que no volvería a enamorarme jamás!

Por su parte, Santiago se mantuvo fiel a su persona, aunque sus acciones me estaban alterando, fruncí los labios y continué:

—Santiago, yo también tengo miedo, temo que me dejes y temo morir, pero lo que más me asusta es no tener a mi hijo; tampoco soy tan fuerte como lo pensaba, al contrario, soy frágil y débil, y este bebé es lo único que me mantiene firme en este momento, ¿puedes entender eso?

Tras oírme, el hombre se giró y me miró con frialdad. Su ropa estaba completamente mojada y podía su torso enrojecido debajo de la camisa de vestir; ¿acaso lo habían lastimado en prisión?

Me preocupé y le pregunté:

—¿Estás herido?

Pero no me respondió. Entonces entendí que no quería hablar más conmigo, luego se dio la vuelta y se fue. Justo antes de que despareciera en la oscuridad, vi un anillo que me resultaba familiar en su dedo, era el regalo que le había llevado a Finlandia, el anillo de bodas que compré por su cumpleaños 27… Sin embargo, aquel día se rehusó a verme, pensar en ello me entristecía, aunque ya me había dicho que lo hizo porque Raúl estaba con él.

Sabía que Santiago tenía sus buenas razones para no querer verme, después de todo, yo era la culpable de todo, pero dentro de mí, quería creer que no había venido solo a despedirse y a decirme que no me había malinterpretado, lo que en verdad esperaba era que dejara de culparme a mí misma, pues no quería que este incidente me afectara más de lo que debía; sin embargo, estaba destinado a irse.

Con la mirada fija en la lluvia torrencial, desconocía la cantidad de problemas que Santiago tendría que enfrentar el año entrante. Tampoco sabía que tenía que recuperar su poder en Europa y que debería enfrentar a quienes quería deshacerse de él, lo cual era muy peligroso y difícil, por lo que no podía tenerme a su lado y arriesgarme. ¡Mucho menos estando embarazada y en terribles condiciones de salud! Además, pronto me convertiría en la heredera de la familia Genova, y él ya estaba acostumbrado a pelear solo.

En aquel momento, él también tuvo que tomar esta complicada decisión y por eso se fue. Nuestra relación terminó de la mejor manera, probablemente con más calma de lo que esperaba, no obstante, me era difícil aceptarlo. Sin pensarlo, subí corriendo a las escaleras y me recosté en mi cama mirando hacia el techo y recordé sus palabras; entonces cerré los ojos y dije para mis adentros:

—Espérame, Santiago.

Siempre había sido yo quien le pedía de más, y no le daba nada a cambio, al final, solo lo orillé a dejarlo todo. Pero si tenía a mi hijo en 8 meses y no me pasaba nada, me quedaría con Santiago, aunque él no quisiera, porque no me podía imaginar una vida sin estar a su lado.

…

Era enero y Santiago se encontraba en la nevada cima del Monte Amarillo, con las manos dentro de sus bolsillos y contemplaba el paisaje en silencio. Al ver esto, el hombre que estaba a su lado le preguntó:

—¿Cuándo nos iremos?

—En un rato —respondió Santiago con tranquilidad.

Raúl le pasó un cigarro encendido a Santiago, pero este lo rechazó y al final, Raúl no tuvo más remedio que tirarlo sobre la nieve; entonces, el hombre preguntó en voz baja:

—¿Estar seguro de poder dejar a esa mujer en Eldamia?

—Aunque no pudiera, no tengo otra opción. —Santiago hizo una breve pausa y agregó—: Su vida correría peligro si decide quedarse conmigo, además, el mes que viene tendrá que hacerse cargo de la familia Genova y necesita tiempo para crecer y aprender a dirigir una familia tan grande e importante como la suya… Pero, sobre todo, necesitará tiempo para cuidar de su hijo.

Santiago sabía que era muy peligroso que Regina tuviera al bebé, pero estaba claro que ella no renunciaría a él y tampoco podría obligarla, pues seguía siendo de corazón blanco con ella, y ya que Regina había decidido arriesgarse, él también lo haría, por eso no podía pedirle que lo esperara, pues sería egoísta de su parte. Lo que era más importante es que ni siquiera estaba seguro de que podría regresar con vida a Eldamia, así que no quería darle esperanzas a la mujer.

Raúl conocía a Santiago desde hace más de 10 años y sabía que eran muy parecidos, así que lo entendía; curiosamente, el hecho de que hubieran pasado por tantas dificultades en la vida era lo que los volvía tanto amigos, como enemigos. Poco después, ambos hombres comenzaron a bajar por la montaña.

—¿En serio crees que esa mujer vale la pena? Ya se divorció una vez y aparté abortó, no creo que esté a tu altura —dijo Raúl para molestarlo a propósito, porque anteriormente, Santiago le había ducho que la mujer que quería era una anciana.

En realidad, Raúl había malinterpretado a Santiago, porque cuando le preguntó por la edad de Regina, este respondió que era más joven que Maya, lo que hizo que Raúl pensara que estaba molestando a su mujer. Así que, cuando Santiago escuchó la pregunta del hombre, le dijo:

—¿Y tú crees que tu mujer vale la pena?

—Al menos la mía no ha estado casada. —Raúl tenía una sonrisa de superioridad al decir eso.

Esos dos hombres, quienes había experimentado el éxito y todos los peligros del mundo, ahora se estaban comportando de manera muy infantil, pero al menos, tenían un tema del cual hablar. En eso, Santiago se puso serio y respondió:

—Sabes que me preocupo por ella, nada me importa más que Regina.

Raúl lo sabía, ya que él era igual en ese aspecto. Sin embargo, no volvió a meter a su pareja en esto y le dijo:

—Te espera un camino difícil, aunque no pienso hacerte daño, tampoco creas que será fácil para ti. Te daré solo medio año para que te recuperes. —Raúl había decidido no actuar en su contra durante medio año.

Santiago sonrió y le contestó:

—No hace falta.

—No dejas de ser arrogante… —respondió Raúl.

Santiago no dijo nada, ya que era un hombre de pocas palabras, además de hablar de trabajo, no solía malgastar su saliva. Aunque, todo esto cambió aquella noche que conoció a Regina, cuando hablaron sin parar; gracias a eso, él aprendió a hablar con mayor fluidez y en voz baja.

Al mismo tiempo que la nieve caía sobre su cuerpo, Santiago cerró los ojos pensando por qué había venido al Monte Amarillo antes de irse… Tal vez lo hizo porque ese había sido el territorio de su madre. Raúl observaba el comportamiento tranquilo del hombre, y entonces le preguntó con curiosidad:

—Santiago, ¿crees en el amor? —Raúl estaba muy enamorado de Maya, pero en el fondo, no estaba seguro de entender lo que era el amor. Y peor aún, no entendía porque ella siempre lo rechazaba, aunque decía que también gustaba de él.

«Amor…», pronunció Santiago en su cabeza.

Alguna vez Regina le preguntó si quería amar y ser amado, a lo que él respondió que no conocía el amor, pero que estaba dispuesto a que ella se lo enseñara. En realidad, no es que no supiera lo que era el amor, sino que jamás había aprendido a expresarlo, así que, cuando Regina le hizo esa pregunta, respondió que no estaba seguro.

«¿Qué es el amor?».

Nadie conocía este sentimiento mejor que Santiago.

—Darlo todo por la única persona que amas.

Raúl se mostró confundido y preguntó:

—Entonces, ¿eso crees que es el amor?

—Sí, pues el amor solo se siente con la persona correcta.