Te regalo toda una vida de amor Capítulo 169

Tanya me había subestimado. Ella pensó que estaba varada y sola en el extranjero sin ningún tipo de poder, pero estaba equivocada. No obstante, ese breve interludio me había hecho perder algo de tiempo, así que tardé una hora en llegar a Napres. Por fortuna, Finlandia estaba cerca de Napres. De lo contrario, me habría muerto de preocupación por Santiago.

Cuando llegué a Napres, encontré la ubicación de Santiago que Lucas había enviado, pero el lugar estaba vacío. Llamé a Lucas frenéticamente. Él no tenía forma de ayudarme en ese momento y me dijo:

—Mantén la calma. Investigaré la situación. ¡Quédate en donde estás y no vayas a otro lado! O quizás deberías esperar a que Santi llegue.

¡¿Cómo era posible que Santiago llegara conmigo?!

En ese momento, no me di cuenta de que algo andaba mal con las palabras de Lucas. Él estaba preocupado de que me encontrara con peligro, así que me hizo quedarme a esperar en donde estaba. Sin embargo, yo estaba preocupada por Santiago y no podía soportar quedarme sin hacer nada.

Luego de esperar un rato por noticias de parte de Lucas, recordé que Dante había mencionado a Raúl Meza en el auto. Él había dicho que Raúl y Santiago eran dos de los empresarios más poderosos en Europa, así que, en definitiva, Raúl tendría hombres por todo Europa. No estaba muy segura de que quisiera ayudarme, pero pensé que no perdía nada con intentar. Y así, le dije a mi asistente que consiguiera su contacto. Él ya le había ayudado a Maya a conseguir el contacto de Raúl, así que recibí una serie de números casi al instante después de enviarle mensaje. Tomé un profundo respiro y llamé al número.

El teléfono de Raúl sonó por un rato, pero nadie me contestó. Fue justo como cuando conocí a Santiago. Cuando estaba por rendirme, una voz fría sonó desde el teléfono.

—¿Quién habla?

—Raúl, soy Regina Esquivel —exclamé.

Raúl hizo una pausa y después volvió a hablar en un tono tranquilo.

—Te conozco. Eres la mejor amiga de Maya.

Parecía dirigirse a Maya con bastante afecto.

—Me gustaría pedirle un favor.

…

En menos de media hora, un enjambre de hombres bajaron a mi lado y todos vestían chaquetas negras de cuero junto con lentes de sol.

—Señorita Esquivel, el señor Meza me envió aquí. Lo llevaré con el señor Genova de inmediato —dijo uno los, quien parecía ser el líder.

—¿Sabes en dónde está Santiago? —pregunté con sorpresa. El hombre asintió en respuesta y dijo:

—El señor Meza envió a algunos de sus hombres para investigar la situación y encontraron la ubicación del señor Genova, así que el señor Meza nos dijo que la lleváramos directo ahí para que se encuentre segura en Napres.

Asentí y entré al auto para salir del lugar. El líder me enseñó la ubicación de Santiago. Se encontraba en las fronteras septentrionales de Napres. Luego, explicó con calma:

—Está nevando, por eso el auto va a una menor velocidad. Pero deberíamos llegar en una hora. Parece que el señor Genova fue por voluntad propia porque nuestras investigaciones mostraron que no se había enfrentado a ningún ataque.

«¡¿No hubo ningún ataque?! ¡¿Fue por voluntad propia?! Pero, ¡¿por qué?!»

Estaba un poco confundida y preocupada porque Lucas había mencionado que estaba herido. La hora se hizo interminable y, al final, el líder me llevó a una cabaña de madera que lucía erosionada y deteriorada.

—El señor Genova debería estar adentro —dijo el líder.

El clima estaba helado y estaba nevando muy fuerte en las fronteras septentrionales de Napres. Yo estaba temblando de frío y rodeé mi cuerpo con mis brazos mientras me encontraba parada frente a la puerta llamando a Santiago. Repetí su nombre por un rato, pero la persona adentro no me respondió. Al final, me acerqué para tocar la puerta y después la abrieron desde adentro. Era el hombre del cual me había separado el día anterior y lucía idéntico al hombre que extrañaba tanto. Con los ojos rojos, lo miré con atención antes de preguntar:

—¿Estás herido?

Santiago vestía un abrigo negro en ese momento y tenía una cortada en su frente, pero tenía un curita en ella. Lucía completamente bien de pies a cabeza. De hecho, no parecía estar herido. En cuanto me di cuenta de ello, solté un suspiro de alivio en mi mente. No me atreví a acercarme para abrazarlo y solo me quedé en la nieve, observándolo con atención. Por otro lado, él frunció el ceño y preguntó:

—¿Qué haces aquí?

Su voz estaba llena de frustración y sentí que había invadido su espacio personal. Por un momento, no supe qué hacer. Casualmente, mi teléfono sonó en ese mismo instante y vi que era Lucas quien llamaba. Respondí la llamada frente a Santiago para no preocuparlo. Estaba por mencionar que él estaba bien, pero Lucas habló antes que yo y dijo:

—Regina, ve a un lugar privado en donde nadie pueda escuchar esta llamada.

Miré la expresión fría de Santiago y luego de reflexionarlo, me hice a un lado y le dije a Lucas con curiosidad:

—Le llamaste a Dante para decirle que habían atacado a Santiago, pero los hombres de Raúl dijeron que nadie lo había atacado.

En cuanto me escuchó, Lucas explicó con una ligera sonrisa:

—Fue Dante quien se inventó eso porque quería que te fueras y así él poder pasar tiempo a solas con Emilia. Anoche me suplicó por un buen rato para que lo ayudara. Además, él me ha ayudado muchas veces en el pasado y hubiera sido cruel de mi parte negarme.

—¡Lucas!

Estaba tan furiosa que no sabía qué decir. Mientras tanto, Lucas se mantuvo impenitente y dijo:

—No le digas a Santi que nosotros te engañamos para que fueras a Napres o Dante se meterá en grandes problemas cuando regrese.

Con razón me había dicho que habláramos en privado. Seguro temía que dijera algo frente a Santiago. Su llamada había llegado a tiempo porque casi le contaba todo a Santiago. En ese momento, me sentía perdida y no estaba segura de cómo explicarle mi presencia. Además, la expresión de Santiago era muy seria en ese momento.

—No voy a ayudarte. Mereces que te castiguen.

—Soy tu hermano, Regina.

Fingí no escuchar sus palabras y terminé la llamada. Después, guardé mi teléfono con prisa y caminé de regreso con Santiago. Justo en ese instante, el líder, quien había estado detrás de mí todo el rato, se acercó para despedirse:

—Señorita Esquivel, el señor Meza nos indicó que nos fuéramos una vez que nos aseguráramos de que usted estuviera en buenas manos.

Asentí y respondí:

—Muchas gracias.

—No es nada —dijo con una sonrisa.

Luego de que se fueran del lugar, Santiago por fin se ablandó y alzó una mano para acariciar mi cabeza mientras suspiraba.

—¿Por qué de repente pensaste en venir a verme?

«Santiago lucía molesto cuando había abierto la puerta hace un momento y nunca lo había visto mostrar sentimientos así. ¿Acaso sucedió algo malo?»

Fruncí los labios con tristeza. Los ojos de Santiago se mantuvieron en los hombres que se acababan de ir y después preguntó con indiferencia:

—¿Conoces a Raúl Meza?

No podía revelar que Lucas me había engañado para llegar ahí, así que, al final, decidí culpar a Dante.

—Dante quería tener tiempo a solas con Emilia y me envió para buscarte. Me perdí en el camino, así que le llamé a Raúl para pedirle ayuda y él envió a sus hombres para que me trajeran aquí.

Santiago mantuvo su expresión al escucharme y luego tomó el bolso bandolero de mis brazos antes de entrar a la casa. Fui detrás de él y escuché que habló en un tono frío:

—No te acerques demasiado a Raúl si puedes. Puede que termines herida.

No me di cuenta de que estaba celosa y continué preguntando con curiosidad:

—¿Por qué? Parece que valora mucho a sus amigos.

Después de todo, él me había ayudado porque era la mejor amiga de Maya. Santiago se detuvo en seco y preguntó:

—¿Cómo se conocieron?

Su voz sonaba bastante fría y por fin me di cuenta de que algo andaba mal, así que expliqué de inmediato:

—Es el «tío» de mi mejor amiga.