Te regalo toda una vida de amor Capítulo 154

—Santiago, si algo en verdad pasó hoy, por favor, dime —imploré con gentileza. —Tal vez no pueda resolver tus problemas, pero soy tu novia. ¡Podemos enfrentarlos juntos!

Esta muestra de vulnerabilidad solo duró unos segundos. Al final, terminó por soltarme y, con una expresión relajada, me dijo:

—No es nada. Mañana pasaré a recogerte a la escuela. La condición de mi padre se estabilizó, así que podemos pasar unos días con él para acompañarlo. —Después, tomó mi mano y continuó. —A pesar de que la familia Genova es cruel y despiadada, mi padre siempre me prefirió porque era el hijo de mi madre. Por eso siempre me dieron un trato especial.

—¿Estás seguro de que ya es el momento para que conozca a tu familia? —pregunté, sorprendida.

—Es solo una pequeña reunión, no te pongas nerviosa —explicó con una sonrisa, divertido. —Por desgracia, la situación de mi padre es muy seria… No creo que tengamos otra oportunidad para visitarlo de nuevo.

Era una buena señal que ahora estuviera más dispuesto a comunicarse conmigo. Le confirmé asintiendo. De repente, él se levantó y me cargó para llevarme a la cama. Esta vez, tomó la iniciativa para quitarme la ropa. Sus besos eran dulces y fueron regados por todo mi cuerpo con cuidado, como si tratara con un tesoro preciado. En este momento, él era muy seductor para mí.

…

Cuando desperté en la madrugada, Santiago ya no estaba en la cama. Me levanté y mi puse un vestido verde que dejaba mis hombros descubiertos, por lo que era un atuendo que llamaba la atención. Después de mi ritual matutino, decidí aplicarme un maquillaje exquisito combinado con una sombra de color café claro. Lo complementé con unos aretes largos y acomodé mi cabello con dos moños. Cuando me miré en el espejo, admiré lo bonita que lucía.

Sabía que a Santiago no le gustaba que me vistiera así, pero quería jugar con él un poco. No podía esperar a ver sus cejas frunciendo de la molestia cuando me viera más adelante.

Opté por ir en transporte público a la universidad, donde cubriría las clases, en lugar de conducir. Llegué temprano, pues la lección todavía no comenzaba, así que di un pequeño paseo para pasar el rato. Cuando fue hora de iniciar, ingresé al salón puntualmente. Noté que seguía siendo el mismo lote de estudiantes que la última vez.

—Solo ha pasado medio año desde que nos vimos, profesora, ¡pero está más bonita que antes! Así que, profesora Esquive, ¿qué veremos el día de hoy?

—Claro de luna de Ludwig van Beethoven —contesté, sonriendo.

Mi primer encuentro con Santiago fue en medio de la noche, con la luz de la luna brillando sobre su rostro y resaltando su distintiva apariencia. Después de ese encuentro, hubo varias noches incontables en las que se apareció frente a mí. Aun cuando no decía ni una palabra, me sentía protegida cuando posaba su mirada sobre mí.

Estaba agradecida de que nos pudimos conocer en esta vida, de que mi vida no era tan desastrosa como pensé que era y de recibir esta nueva vida luego de recuperarme del cáncer. Esto incluía el amor que recibí de él.

Cuando la primera parte de la clase terminó, recibí un mensaje de Santiago para preguntarme dónde estaba. Después de contestarle, le pregunté:

«¿Cuál es tu número de WhatsApp?».

«Es este», respondió.

Añadí su número a la aplicación y le envié la ubicación. En ese momento, se acercó un estudiante para hacerme algunas preguntas técnicas. Dejé mi teléfono y comencé a responder cada una.

Por reflejo, miré de reojo hacia la ventana durante la clase. Para mi sorpresa, vi que Santiago me esperaba afuera pacientemente. Crucé miradas con él con una gran sonrisa antes de volver a enfocarme en la clase.

Justo cuando la lección estaba a punto de terminar, un estudiante me preguntó si podía tocar Mariage d’amour o Boda de amor, como se le conocía. Jamás había podido rechazar sus peticiones, así que me senté frente al piano y busqué las partituras para comenzar a tocar la pieza. Cuando terminé, los estudiantes estaban maravillados.

—La profesora Esquivel no solo es hermosa, pero también es habilidosa con el piano. Fue genial escucharla tocar. Pude sentir su felicidad.

Pudieron sentir mi felicidad… Volteé hacia afuera por la ventana donde estaba Santiago. Él se encontraba cerca del salón, con sus manos detrás de él y su mirada clara sobre mí. Mis estudiantes siguieron mis ojos y, al verlo, comenzaron a charlar entre ellos.

—Creo que lo he visto antes.

—Profesora Esquivel, ¿ese es su novio?

Yo había sido el tema de conversación de los estudiantes por un tiempo, así que algunos debieron comenzar rumores sobre mí. No obstante, ninguno del salón insistió con mi vida privada; eran muy educados, respetaban mi privacidad y yo estaba encantada de recibir ese respeto. Les sonreí con algo de timidez y les presenté a Santiago.

—Sí, es mi novio. —Era la primera vez que admitía nuestra relación en público. Santiago debió oírme, ya que sonrió un poco después de que hablé.

—El novio de la profesora Esquivel es tan guapo.

Curvé mis labios con una sonrisa y cambié el tema con rapidez.

—Continuemos con la clase. Ya casi acabamos.

En cuanto terminamos, corrí hacia Santiago. Él abrió sus brazos para recibirme y me preguntó:

—¿Ya terminó la clase?

—Justo a tiempo. —Asentí.

Su palma tocó mi espalda descubierta. De inmediato frunció sus cejas y me recordó:

—La próxima vez, no uses este vestido.

—Pero me veo bonita en él —repliqué, sacudiendo la cabeza.

Santiago se quedó callado por un momento antes de mirarme de reojo y, con un tono posesivo, declarar:

—Solo póntelo en la casa para mí.

—No puedes ser así de enfadoso —argumenté mientras hacía un puchero.

No alcanzó a contestarme, pues los estudiantes comenzaron a rodearnos. Al final, uno de los más aventados, bromeó:

—¿Cómo deberíamos llamar al esposo de la profesora Esquivel? ¿Qué tal señor Esquivel? Creo que ese nombre está bien. Señor Esquivel, será mejor que trate bien a la profesora Esquivel; de lo contrario, toda la clase irá tras de usted.

Se refirió a Santiago como mi esposo… Él se le quedó viendo al estudiante que dijo tales osadas palabras y le preguntó:

—¿Cómo me llamaste?

—¡Señor Esquivel! Puedo llamarlo así, ¿verdad?

—Tienes un futuro muy brillante por delante, niño —halagó Santiago con una sonrisa.

Lo miré y me di cuenta de que estaba de buen humor. Santiago colocó su brazo sobre mis hombros y nos retiramos. Él estacionó su carro en la entrada, por lo que no pasó mucho antes de que nos subiéramos y Santiago comenzara a conducir. De inmediato, se dio cuenta de que un vehículo nos estaba siguiendo de cerca.

—¿Son tus guardaespaldas? —preguntó con un tono seguro.

—Sí, me siento más tranquila con ellos a mi alrededor.

—Ordénales que se vayan —comentó en voz baja. —La familia Genova es muy reservada. Nadie puede acercarse sin permiso al área de la casa.

Sentía que la Residencia Genova sería un conjunto de paredes y bosques interminables. Saqué mi teléfono y llamé a mi asistente. Poco después, el carro nos dejó solos. Santiago se detuvo justo antes de entrar a la residencia y se giró hacia mí para preguntarme:

—Todavía no hemos ido a nuestra cita, ¿cierto?

—¿Por qué lo preguntas ahora? —cuestioné.

—Hay un viejo pueblo cerca de aquí, entre algunas montañas y ríos.

De inmediato entendí lo que quiso decir y así fue cómo Santiago me llevó a ese pueblo. Se estacionó a un lado del camino y caminamos tomados de la mano para entrar en él.

Era un sitio turístico, por lo que había mucha gente y turistas presentes, la mayoría de los cuales estaban ahí para cambiar de aires, por lo que nadie nos reconocería aquí o nos pondría atención. Esta era una rara oportunidad para relajarme, así que seguí de cerca a Santiago. Me llevó a una joyería y me compró una cadena delgada de oro.

—¿Para qué lo compraste? —pregunté, extrañada.

Él no me respondió. En su lugar, se quitó el anillo que llevaba puesto y lo insertó en la cadena antes de ponérmela en el cuello. Ahora tenía más curiosidad.

—¿Y esté anillo?

—Es un símbolo. Representa a la cabeza de la familia Genova. Puedes comandar a toda la familia con él. —Y pensar que me daría algo tan preciado.

—¿Por qué me lo das si es tan importante? —Si bien estaba encantada de que confiara en mí de esta forma, dudaba para mis adentros; no debería confiarme algo así…

—Para mí, tú eres lo más preciado que tengo —murmuró gentilmente.