Te regalo toda una vida de amor Capítulo 153

Hablaba con suavidad y su voz sonaba tan angelical, como si pudiera levantarle los ánimos a cualquiera. No obstante, las palabras que decía eran tan gélidas como el hielo. Sin ningún tipo de culpa por haberme abandonado, afirmó que yo sabía quién era ella; ni siquiera expresó algún remordimiento o que me extrañaba. Tampoco dio alguna explicación. Comencé a odiar a esta mujer que me dio a luz.

No estaba segura por qué me contactó de forma repentina, pero debía haber alguna razón. Antes de esto, solía albergar mucha confusión e irá hacia ella, pero ahora, de verdad creía que podría contestar todas mis preguntas si me encontraba con ella cara a cara; sin embargo, por ahora, todo lo que pude decir fue:

—¿Qué quieres de mí?

—Tu padre tiene a sus subordinados siguiéndote los pasos.

Mi papá alguna vez me dijo que mi padre biológico me estaba buscando. Me confundí por ese comentario y pregunté:

—¿Y?

—Regina, su gente encontró a tu familia en Monte Real. De no ser por mí, considerando su cruel personalidad, tu familia no estaría viva en este momento. Todo lo que quiero es protegerte, pero tú te sigues poniendo en situaciones peligrosas.

—¿Qué quieres decir? Habla claramente. —No entendía nada de lo que trataba de decirme.

—Tengo mucha gente a la que debo proteger. La única forma que se me ocurre es que te escondas por dos meses… Él no se detendrá hasta que obtenga lo que desea. Mi hijo estará en peligro si te encuentra…

Ella tenía un hijo y yo solo era una pieza que abandonó en el camino.

—¿Cuál es tu punto? —la interrumpí con odio.

—Deja Eldamia y ve a Firnia.

—¿Hay algo más que quieras decirme? —Al final, me forcé a decir esas palabras mientras cerraba mis ojos con fuerza.

—Regina… —Ella se detuvo de repente.

Mi nombre sonaba tan desconocido en su boca. Al final del día, las dos no éramos más que extrañas. Aunque no hubiese tenido ninguna expectativa de ella… Mi corazón me dolía horriblemente. Sin importar nada, la mujer al otro lado del teléfono era quién me dio a luz, la vida. Aun así, jamás había visto su cara, ni por un instante.

Esta era la primera llamada que me hacía, nuestro primer contacto, pero todo lo que ella quería era que yo me fuera para que así pudiera proteger a su hijo. ¿¡Y yo!? Me reí con burla hacia mí misma. ¿Por qué debería escucharla?

—Si no hay nada más que decir, colgaré ya —contesté con calma.

—Escúchame o te arrepentirás.

Le colgué sin darle importancia y bloqueé su contacto antes de comenzar a planear mi siguiente visita a mis padres en Monte Real. Mi padre biológico había mando gente para allá, pero todos fueron detenidos por ella, así que mis padres deberían estar a salvo por ahora.

No sabía por qué tuvo este brote repentino de amabilidad. Después de todo, la persona que forzó a mis padres a dejar Bristonia fue ella. Me di cuenta de que las cosas eran más complicadas que antes. Era como un enorme agujero negro, lleno de secretos y oscuridad, esperando en las sombras para darme el golpe final.

Sacudí mi cabeza y enterré cualquier curiosidad que tuviera sobre ella. No merecía ni un segundo de mi tiempo. Después, ignoré mi teléfono mientras conducía de vuelta al departamento. Justo terminaba de bañarme cuando recibí un mensaje de Santiago.

«¿Cuál es la contraseña de la puerta?».

Me apuré a abrirle y vi su figura alta, bloqueando toda la entrada, del otro lado. Se acercó para abrazarme. Fue raro escucharle gruñir un poco mientras preguntaba:

—¿Por qué te fuiste sin esperarme?

—No te vi en el vestíbulo —expliqué mientras me reía. —Así que llevé a Emilia al hospital antes de venir para acá. ¿En dónde estabas?

—Estaba discutiendo unos asuntos en otro cuarto.

Santiago acarició mi cabeza con gentileza y se desabrochó la camisa antes de caminar hacia el baño. Yo me senté en el sillón a navegar un rato en mi teléfono. Cuando miré hacia la ventana, noté que comenzó a llover. El clima en Bristonia siempre era impredecible y era normal que lloviese con frecuencia. Después de un rato en el teléfono, me aburrí y cerré las cortinas.

El departamento donde vivía daba hacia el pequeño distrito, mientras que el cuarto tenía un panorama completo del río. Regresé a la habitación y me acosté en el sillón, viendo hacia afuera. Santiago seguía en el baño. Él siempre había sido obsesivo con la limpieza, así que era un hábito suyo bañarse en cuanto llegaba a casa.

Mientras lo esperaba, me quedé dormida. Fue hasta que escuché el sonido de la puerta abriéndose que me reincorporé mientras me tallaba los ojos. Lo primero que vi fue su atractiva figura. Se estaba secando su cabello con una toalla y, solo hasta que estuvo seguro de que no seguía húmedo, se sentó a mi lado.

—¿Tienes planes para mañana? —preguntó.

—¿Ocurre algo?

—Nunca hemos salido en una cita.

—¿Quién te enseñó eso? —Lo miré con sorpresa.

Santiago cambió mucho desde que lo conocí. No obstante, a mí me alegraba estos nuevos intereses suyos. Al fin se dio cuenta de que estaba en una relación, por lo que comenzaba a planear momentos que solo una pareja tendría. Lo abracé por la cintura y contesté su primera pregunta.

—Tengo una clase en la mañana, pero estaré libre después de las 11.

—¿Qué clase?

—De piano. —Comencé a explicarle los detalles cuando lo noté sorprendido y curioso. —Cuando era joven, solía practicar piano con una maestra profesional. Ella actualmente está en Bristonia, pero, por desgracia, tiene unos asuntos urgentes que atender mañana, así que me pidió que la cubriera en su clase.

Su nariz se arrugó un poco. Lucía gentil y afectivo mientras me preguntaba:

—¿Ahí fue donde conociste a Cristóbal?

Santiago jamás le habían gustado el chisme y los rumores. En algún punto, llegué a creer que no le importaba mi pasado. Nunca tenía celos de otra persona, pero tampoco mostraba curiosidad sobre mí. Parecía alguien sin emociones, pero ahora me preguntaba sobre Cristóbal.

Estaba feliz de que se hubiera interesado en mi pasado. No quería echar a perder el ambiente hablando mucho sobre mi historia con Cristóbal, por lo que solo le di una breve explicación.

—Cristóbal era el instructor de piano del otro salón. Apenas nos veíamos en aquel entonces.

Ni siquiera conocíamos el nombre del otro y yo fui quien lo estuvo persiguiendo por nueve años. Santiago asintió en silencio antes de hablar en voz baja.

—Es muy fácil engañarte. Y pensar que te enamoraste de él nada más porque sabía tocar el piano. Si ustedes dos se hubieran juntado de verdad… Lo más probable es que no estuvieras aquí para que te rodeara con mis brazos.

Santiago estaba muy sentimental esta noche, lo que era inexplicable en él. Era como si tuviera miedo de que perdería algo. Relajé mi agarre sobre él y me acerqué para darle un beso en el rostro. Con un tono sincero, declaré:

—Nosotros estábamos destinados a encontrarnos. ¡Estoy muy feliz de haber encontrado a la persona correcta! Santiago, te amo más que a la vida misma. Siempre estaré a tu lado, sin importar lo que pasé después de esto. Claro, con la condición de…

Quise decir con la condición de que nunca hiciera algo imperdonable, pero él jamás podría… Santiago jamás me haría algo así. Confiaba en él y en nuestra relación. De repente, sus manos me alcanzaron para tomarme en otro abrazo mientras él hundía su cabeza en mi pecho, preguntando:

—¿Cuál es la condición?

Sus acciones… Era como si estuviera buscando alguna clase de consuelo. Contuve la curiosidad que sentía y le regresé el abrazo, rodeando su frío cuello para consolarlo. Preocupada, le pregunté:

—Santiago, ¿tuviste un mal día?

—Cariño, ¿nos casamos?