Te regalo toda una vida de amor Capítulo 105

―¡Te hará sentir menos culpable! El riñón que en realidad está dentro de tu cuerpo pertenece a alguien más; con respecto al mío… No se desarrolló por completo, así que era inútil una vez que lo removieron ―comentó ella con cansancio, presionando su escuálida mano sobre su frente.

―¿Alguien más? ¿A qué te refieres? ―cuestioné en estado de shock; aunque no me dijo de quién se trataba y era inútil que siguiera molestándola, respiré aliviada. Sí, los Esquivel aún le debían, pero ahora que sabía que el riñón de mi cuerpo no le pertenecía, me sentía un poco menos culpable al pensar en eso.

―Mi riñón se donó a los Esquivel, aunque tú no pudieras usarlo, así que sigue siendo tu culpa a final de cuentas ―me recordó antes de suspirar―. Cuando regresé a Bristonia el otro día, no te culpé. No quería romper tu corazón, pero al pensar en lo que me hizo tu familia, no logré evitarlo… Lamento que mi presencia te cause dolor, pero no hay nada que pueda hacer al respecto ―añadió, después, me fui del hospital en un trance y llamé a Gabriel cuando estaba en la entrada y le pedí su ayuda para investigar al dueño de mi riñón.

―Sí, señora; también, ¡los resultados de la investigación de la muerte de Alán Meza ya salieron y fue el señor Meza quien lo hizo! ―anunció, eso me asombró, ya que ni siquiera un tigre se comería a sus propios cachorros.

―¿Hay una razón detrás de eso?

―Sigo en la oscuridad con respecto a esa situación por ahora, pero la señorita Silva sabe la verdad, así que no sé qué es lo que va a hacer.

―La contactaré luego ―dije afligida y mientras caminaba fuera del hospital, escuché que Gabriel habló de nuevo.

―Presidenta Esquivel, el presidente Mora ha querido reunirse con usted, pero aún no me comunico con él de nuevo.

―Me reuniré con el mañana….

Antes de poder terminar de hablar, sentí que mi cuerpo fue empujado hacia enfrente al caer en el suelo, cuando levanté la mirada, vi a Nicolás detrás de mí, quien fue atropellado por un auto y cayó a más de diez metros de ahí. Su cuerpo estaba cubierto por más sangre a medida que yo avanzaba aterrorizada hacia él, quien yacía recostado sin moverse en lo absoluto en un charco de sangre cuando estiré mi mano temblorosa para tocar su mejilla dura.

―¿Qué estás haciendo? Nicolás, ¡¿quién te dijo que me salvaras?!

―Gina, ¿por qué no te fijas cuando cruzas la calle?

Al momento en que él habló de forma repentina y me preguntó dicha cosa, mis ojos empezaron a lagrimear al instante, luego, me di cuenta de la presencia de una María aterrorizada, quien había salido a prisa del auto. ¡Ella intentó atropellarme a propósito! Si alguien quisiera lastimarme, ¡no tendría caso ser cuidadoso!

―¡Apúrate y llama a un doctor! ―le grité, después, volteé a ver a Nicolás para persuadirlo―. Está bien, estamos frente al hospital, el doctor no tarda en venir, estarás bien.

―Gina ―me llamó, con sus manos alrededor de las mías.

―Aquí estoy, siempre he estado aquí ―contesté. Mis lágrimas empezaron a caer gota por gota y en ese momento, entendí de pronto lo que Camilo quiso decir cuando mencionó que no esperara a que fuera demasiado tarde; con terror, tiré de Nicolás para abrazarlo―. Aquí estoy, siempre estaré aquí, siempre y cuando tú vivas, ¡prometo que te perdonaré!

―Lamento haberte causado mucho dolor en todo este tiempo, ¡he vivido con una culpa sin fin! He estado repitiendo las cosas que te he hecho, preguntándome cómo es que pude ser tan cruel contigo ―expresó. En ese momento, él estaba frágil y batallaba para hablar; al notar que intentó levantar sus manos para abrazarme, con rapidez me incliné y le correspondí el abrazo y luego escuché que susurró―. Si no logró sobrevivir, encuentra a un buen hombre con quien casarte. ¡No seas una viuda por mi culpa!

―Estás bien, el doctor ya viene, estarás bien ―grité, al mismo tiempo que me echaba a llorar.

―Gina, te amo con todo mi corazón.

Para ese entonces, Nicolás estaba inconsciente y muchos doctores se apresuraron a llevarlo al hospital, mientras yo seguía arrodillada en el piso, desconcertada. Fue Cristóbal quien por fin llegó desde atrás y me ayudó antes de llevarme al hospital; en todo ese tiempo, él se encontraba en la sala de emergencia y no salió hasta cinco o seis horas después; luego de un rato, salió un doctor para darnos un anuncio.

―Lo sentimos, pero sus heridas son muy severas, no podemos hacer algo al respecto aquí. ¡Deben transferirlo a otro lugar! ―exclamó. Este era el mejor hospital en Bristonia, ¿a dónde más podía transferir a Nicolás? En ese momento, el presidente Ferreiro, quien estuvo en silencio todo el rato, tomó una decisión.

―Hagan algo por Nicolás para darnos tiempo, prepararé un avión para llevarlo al extranjero.

Cuando se llevaron a Nicolás con ellos, incluso Alicia, quien se apresuró a llegar, los siguió; por desgracia, me dejaron atrás, pues el presidente Ferreiro no me permitió unirme a ellos, se rehusó sin importar cuánto le rogué. Volteé a ver a Cristóbal con los ojos llenos de esperanza y él levantó su mano para darle palmadas a mis hombros y consolarme.

―Nicolás estará bien.

―Llévame ―supliqué como última esperanza, agarrándome de su manga.

―Chiquilla, mi padre tiene sus razones.

Después de eso, todos los miembros de la familia Ferreiro se fueron, dejando a María atónita y a mí solas; aunque intenté seguirlos de forma frenética, el avión ya había despegado y lo único que logré hacer fue verlo desaparecer de mi vista. Mi corazón estaba a punto de romperse en pedazos; ya que temía quedarme en Bristonia y me sentía en extremo nerviosa, conduje hasta Eldamia en pánico y justo cuando llegué, recibí una llamada de Cristóbal.

―Chiquilla, tengo algo que decirte, pero no puedes molestarte tanto.

―No me digas… ―interrumpí de inmediato para detenerlo.

―Nicolás, él….

―¡Por favor, detente! ―grité.

―Chiquilla, el funeral de Nicolás es pasado mañana ―anunció. Mi corazón se hundió al escuchar eso, mi ser completo se sentía miserable y no quería creerlo.

―Imposible. Me dijo que lo perdonara esta mañana ―negué.

―Chiquilla….

Colgué el teléfono con brusquedad y sentí como si me hubiera tragado una pastilla de amargura; abrí la puerta del auto y vomité al lado del camino, lo seguí haciendo cuando, por fin, me acosté en el piso. De repente, entendí cómo se sentía Nicolás el día que yo morí, por fin empezaba a comprenderlo, poco a poco. ¿Cómo es que las cosas llegaron a este punto? Me encontraba en un enorme luto que sentía que me iba a morir, pues aún no podía creer que Nicolás había dejado este mundo; lloré tan fuerte que ya no había más lágrimas en mi cuerpo. De alguna manera, conduje sin rumbo hasta que terminé en el chalé de los Genova; no sabía qué estaba haciendo ahí, pero parecía que el único consuelo yacía en ese lugar. Me bajé del auto y me senté en el mar de lisianthus antes de recostarme, sintiéndome apagada y mientras más noche se hizo, empecé a sentirme más sofocada. Sentía como si me estuviera muriendo; de repente, el cielo en Eldamia se tornó nublado y empezó una llovizna, luego, un hombre apareció y se puso de pie al lado del mar de lisianthus y me dio un consejo.

―Reina, está lloviendo ―dijo con una voz helada, pero logré notar un rastro de consolación, ocasionando que me echara a llorar de nuevo.

―El hombre que amo está muerto ―declaré; él se quedó en silencio, mientras que mi corazón siguió rompiéndose―. Nicolás está muerto, jamás lo volveré a ver―sollocé.

―Reina, ¿qué es el amor? ―preguntó él de repente y yo a su ve recordé lo que había escuchado en mi sueño.

«Cariño, ¿qué es el amor?».

―¿Estás triste? ―preguntó Santiago, luego de que yo negara con la cabeza y se haya acercado para ponerse en cuclillas a mi lado, mientras yo continuaba llorando, él estiró su mano para tocar la cicatriz en mi cara por primera vez, antes de hacerme otra pregunta―. Si es en serio tan triste, puedo hacer que te olvides de él. Cariño, ¿quieres olvidarte de él?