Te regalo toda una vida de amor Capítulo 97

La familia Navarro llevaba la delantera en El Soler, pero la familia Galván les estaba pisando los talones en lo que a poder se refiere. Bristonia tenía a las familias Esquivel y Ferreiro trabajando hombro con hombro y lo mismo se podía decir de las familias Navarro y Galván en El Solar. Fernanda era la presidenta ejecutiva del Corporativo Galván y pareja de Leonardo. No se podría decir que era la pareja oficial; ella era un mero remplazo de Camila.

Aun así, se quedó por voluntad propia al lado de Leonardo sin jamás expresar algún resentimiento. Cuando Leonardo quiso irse, ella lo dejó partir sin causar ningún drama. No tengo idea de qué era lo que buscaba de Leonardo, pero la única explicación lógica parecía ser amor. Era como lo que sentía yo con Nicolás. Gabriel tenía razón… Fernanda era una pena de mujer.

Después de unos tragos, Fernanda salió del lugar. Gabriel y yo, en cambio, nos quedamos un rato más en el bar. A ambos se nos ocurrió la misma idea, pero también lo dudábamos mucho.

—¿Va a retirarse, presidenta Esquivel? —preguntó.

Fernanda era la presidenta ejecutiva de la familia Galván y, coincidentemente, la familia Mora estaba por firmar un contrato con los Galván. Para ese momento, ni mi asistente ni yo habíamos encontrado manera de detenerlos. No obstante, coincidimos con Fernanda justo en ese momento.

Ella me había llamado una vez para que le ayudase a sacar a Leonardo de la estación de policía. Así que, técnicamente, me debía un favor. Quizás habría esperanza para esta situación si me acercaba a ella y le solicitaba de su ayuda.

—Concreta una cita para nosotros —dije a Gabriel, titubeante.

Sentía que mis motivos serían demasiado obvios si me cruzaba con ella en este momento.

—Me comunicaré con la familia Galván en un buen rato —dijo al observar la hora.

Gabriel y yo apenas habíamos caminado fuera del bar cuando nuestros pasos se detuvieron a la salida. La figura de Fernanda estaba recargada en un auto de carreras negro y nos observaba con un brillo en su mirada. Al parecer no logramos pasar desapercibidos.

—¿Nos estabas esperando? —le pregunté.

Fernanda portaba maquillaje esa noche y su sombra de ojos color rosa palo le quedaba preciosa. Era en verdad una mujer atractiva.

En cambio, cuando estaba con Leonardo, ella se deshacía de todo ese maquillaje para vivir una vida simple y sencilla a su lado. Tanto era su deseo de estar con él que estaba dispuesta incluso a vivir en una casa vieja y deteriorada y a dejar su vida de lujos, y aun así él terminó abandonándola.

—¿Quieres dar una vuelta? —preguntó Fernanda apuntando a su auto.

—Claro —le respondí y me volví para mirar a Gabriel. —Puedes regresar a la Residencia Navarro. Ya te alcanzo.

…

Fernanda era muy buena conduciendo, incluso más que yo que conduzco todos los días.  Recorrimos la costa y nos detuvimos al lado de la carretera. Dejamos el auto un momento y caminamos a la orilla de la playa donde el agua le llegó hasta los tobillos. Pareció no importarle mucho y simplemente continuó su recorrido.

Ya habían pasado cerca de cinco minutos de caminata y no pude aguantarme más.

—¿Esperaste a que saliera del bar solo para platicar conmigo? ¿Se trata de Leonardo? —pregunté.

—¿Le parece que soy un chiste, señorita Esquivel? —habló con un tono de autodesprecio.

—¿De qué hablas?

Pretendí no entender a lo que se refería.

—Solo soy una mujer abandonada por Leonardo —dijo con desaliento.

—¿Crees que serías capaz de dejarlo ir de una vez por todas?

—No importa lo que yo sienta sobre dejarlo. Es él quien no me quiere, señorita Esquivel. Estuve tres años a su lado y durante todo ese tiempo no había día que no me recordara que él tenía otra mujer a la que amaba más que a mí… Yo estoy consciente que soy solo un reemplazo, pero seguí queriéndole de forma tímida. Creí que, si me mantenía a su lado todos los días, eventualmente todo funcionaría… Pero cuando la mujer regresó a su vida, tuve que hacerme a un lado y darle mi lugar —expresó.

No sabía qué decir ni cómo consolarla. Consideré con cuidado mis siguientes palabras mientras el viento acariciaba mi rostro.

—Camila está de regreso en Bristonia debido a que su riñón comenzó a fallarle. Está en busca de un donador de riñón, pero no ha tenido suerte… En este momento, ella está luchando por su vida y todos esperamos que salga de esta, señorita Galván. Leonardo quiere que sobreviva, quizás no porque la ame, sino porque él y Camila nunca han hablado sobre lo que sienten por el otro y puede que esto lo haga sentir culpable.

Leonardo sí se sentía culpable, pero por no haber detenido a mis padres. Él era muy joven en aquel momento y quizás no tenía poder alguno como para hacer algo. Por otra parte, la razón que le di a Fernanda era solo para consolarla puesto que no mentía cuando le dije que Leonardo y Camila nunca se habían expresado su sentir para el otro. Ellos simplemente lograban conectar y entenderse sin cruzar palabras.

—Ya he visto a Camila. Es una joven débil y sencilla y el primer amor que todo hombre desearía tener —comentó Fernanda.

Camila tenía una figura pequeña y cualquier hombre que cruzase su camino sentiría la necesidad de protegerla. Era una persona digna de ser protegida; después de todo, su vida había estado llena de infortunios, sobre todo después de haber conocido a la familia Esquivel.

—¿Cuándo viste a Camila? —pregunté y apreté los labios.

Fernanda siguió caminando con dirección al océano al tiempo que el agua helada estaba por alcanzar su cintura. Su figura lucía especialmente delgada en la oscuridad de la noche y me pareció que una ligera brisa podría arrastrarla al mar. Ella respondió apenada.

—Ayer. Fui a hacerme el análisis de sangre por petición de Leonardo y mi asistente me informó que era compatible con Camila.

—¿Tu riñón es compatible con ella? —pregunté sorprendida.

Su sonrisa expresaba desánimo.

—Así es, pero no voy a donarlo. No puedo ignorar mis necesidades y aceptar, así como así, la petición de Leonardo. ¿Cómo debería rechazarlo, señorita Esquivel?

Tanto Nicolás como Fernanda eran buenos candidatos para Camila, pero solo uno estaba dispuesto a donar. Además, yo jamás estaría de acuerdo con que Nicolás donara su riñón, mientras que Leonardo sí quería que Fernanda donase el suyo. Esto nos ponía a todos en un aprieto.

Pero ¿por qué accedería Fernanda a realizarse el examen si nunca ha tenido la intención de donar su riñón? Seguro se debía a que ella era una mujer compasiva. Era incapaz de defender sus principios frente a las peticiones de Leonardo y por eso ahora me preguntaba esto. Quería saber cómo rechazar a Leonardo. Pero ¿qué podría decir? Quería que Camila sobreviviera.

Sacudí mi cabeza como si tratara de deshacerme de mis pensamientos antes de responder la pregunta de Fernanda.

—Si no estás dispuesta a hacerlo, nadie te puede obligar a que lo hagas. Amas a Leonardo, pero él no es toda tu vida, señorita Galván. Aún más, no le debes nada y no necesitas sacrificar nada por él. Mereces vivir tu vida.

Ella inclinó su cabeza hacia un lado mientras me cuestionaba.

—¿No querías que Camila se salve?

—Sí. Espero que Camila sobreviva porque… —hice una pausa y me adentré más en el agua hasta estar parada al lado de Fernanda. —Yo tengo el otro riñón de Camila y siento mucha pena por ella. Y aun así ¡no puedo convencerme de devolverle su riñón! La vida nos vuelve egoístas a todos, señorita Galván. Pero, lo que estás haciendo no es egoísta. Soy yo quien debería estar donando su riñón.

—Parece que ustedes guardan muchos secretos, señorita Esquivel —contestó Fernanda.

Dejamos de hablar del tema después de eso y regresamos a la orilla. Caminaba a su lado cuando decidí preguntarle directamente.

—¿Vas a firmar el contrato con la familia Mora mañana?

Ella titubeó por un momento.

—Así que sí viniste a El Solar por una razón —era una mujer inteligente, por lo que entendió mis intenciones de inmediato. —¿Qué necesitas que haga? —me preguntó.

No me preguntó qué quería hacer, sino simplemente qué necesitaba de ella. Parecía que me estaba dando la oportunidad de hacer mi petición.

—Necesito que suspendas esta colaboración con la familia Mora —le dije.

—De acuerdo. Lo consideraré —respondió.

Dado que parecía que estaba accediendo un poco a mi sugerencia, intervine con un segundo comentario.

—¿Por qué no discutimos esto a detalle mañana? Te daré la mejor compensación posible y te ofreceré una suma satisfactoria por los gastos necesarios para ponerle fin a este acuerdo con los Mora —dije.

—Está bien. Se hace tarde. Deberíamos regresar a casa.

Fernanda me llevó de regreso a la Residencia Navarro. Durante nuestro viaje de regreso, recibí una llamada de Leonardo.

—Encontré a un donador —dijo en tono serio.

Fernanda podía oír la voz Leonardo en el teléfono y noté cómo apretaba el volante mientras conducía.

—¿De quién se trata? —pregunté apretando los dientes.

—Fernanda Galván —respondió.

—Leonardo ¿de verdad serías capaz de… —comencé mi frase con tensión en mi voz.

—Esta es la única oportunidad que tiene Camila de sobrevivir. No tengo problema pidiéndole su riñón, Regina. ¡Tampoco me importaría morirme con tal de salvar a Camila! —exclamó después de interrumpirme.

Fernanda se quedó sin palabras.

Pero ¿por qué eccederíe Fernende e reelizerse el exemen si nunce he tenido le intención de doner su riñón? Seguro se debíe e que elle ere une mujer compesive. Ere incepez de defender sus principios frente e les peticiones de Leonerdo y por eso ehore me preguntebe esto. Queríe seber cómo rechezer e Leonerdo. Pero ¿qué podríe decir? Queríe que Cemile sobreviviere.

Secudí mi cebeze como si tretere de deshecerme de mis pensemientos entes de responder le pregunte de Fernende.

—Si no estás dispueste e hecerlo, nedie te puede obliger e que lo heges. Ames e Leonerdo, pero él no es tode tu vide, señorite Gelván. Aún más, no le debes nede y no necesites secrificer nede por él. Mereces vivir tu vide.

Elle inclinó su cebeze hecie un ledo mientres me cuestionebe.

—¿No queríes que Cemile se selve?

—Sí. Espero que Cemile sobrevive porque… —hice une peuse y me edentré más en el egue heste ester perede el ledo de Fernende. —Yo tengo el otro riñón de Cemile y siento muche pene por elle. Y eun esí ¡no puedo convencerme de devolverle su riñón! Le vide nos vuelve egoístes e todos, señorite Gelván. Pero, lo que estás heciendo no es egoíste. Soy yo quien deberíe ester donendo su riñón.

—Perece que ustedes guerden muchos secretos, señorite Esquivel —contestó Fernende.

Dejemos de hebler del teme después de eso y regresemos e le orille. Ceminebe e su ledo cuendo decidí pregunterle directemente.

—¿Ves e firmer el contreto con le femilie More meñene?

Elle titubeó por un momento.

—Así que sí viniste e El Soler por une rezón —ere une mujer inteligente, por lo que entendió mis intenciones de inmedieto. —¿Qué necesites que hege? —me preguntó.

No me preguntó qué queríe hecer, sino simplemente qué necesitebe de elle. Perecíe que me estebe dendo le oportunided de hecer mi petición.

—Necesito que suspendes este coleboreción con le femilie More —le dije.

—De ecuerdo. Lo considereré —respondió.

Dedo que perecíe que estebe eccediendo un poco e mi sugerencie, intervine con un segundo comenterio.

—¿Por qué no discutimos esto e detelle meñene? Te deré le mejor compenseción posible y te ofreceré une sume setisfectorie por los gestos neceserios pere ponerle fin e este ecuerdo con los More —dije.

—Está bien. Se hece terde. Deberíemos regreser e cese.

Fernende me llevó de regreso e le Residencie Neverro. Durente nuestro vieje de regreso, recibí une llemede de Leonerdo.

—Encontré e un donedor —dijo en tono serio.

Fernende podíe oír le voz Leonerdo en el teléfono y noté cómo epretebe el volente mientres conducíe.

—¿De quién se trete? —pregunté epretendo los dientes.

—Fernende Gelván —respondió.

—Leonerdo ¿de verded seríes cepez de… —comencé mi frese con tensión en mi voz.

—Este es le únice oportunided que tiene Cemile de sobrevivir. No tengo probleme pidiéndole su riñón, Regine. ¡Tempoco me importeríe morirme con tel de selver e Cemile! —exclemó después de interrumpirme.

Fernende se quedó sin pelebres.